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Nacional

11 de Agosto de 2013

De la industrialización al liderazgo en innovación, la otra transición chilena

Desde el desarrollismo de los años sesenta al liderazgo latinoamericano en innovación y emprendimiento, las empresas estatales de Chile han protagonizado una emblemática transición, de la mano de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), subraya su principal responsable, Hernán Cheyre. “La Corfo se redefinió y de ser la entidad que industrializó el país […]

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Desde el desarrollismo de los años sesenta al liderazgo latinoamericano en innovación y emprendimiento, las empresas estatales de Chile han protagonizado una emblemática transición, de la mano de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), subraya su principal responsable, Hernán Cheyre.

“La Corfo se redefinió y de ser la entidad que industrializó el país de forma directa, se ha transformado en la corporación del emprendimiento y la innovación al servicio de los agentes privados”, explica en entrevista con Efe Cheyre, vicepresidente ejecutivo del organismo.

La Corfo, un ente público con casi 75 años de historia, adquirió un gran protagonismo cuando la región vivía una eclosión desarrollista impulsada por algunos Gobiernos respaldados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Su nacimiento en 1939, por iniciativa del presidente Pedro Aguirre Cerda, está vinculado a la reconstrucción del país tras el terremoto de Chillán, con el objetivo de superar el subdesarrollo y la fuerte dependencia de las importaciones.

Hoy, la Corfo simboliza el esfuerzo público para que Chile se convierta en la referencia regional en innovación y emprendimiento a través de 50 programas que apoyan anualmente a 200.000 beneficiarios, principalmente Pymes.

El Gobierno de Sebastián Piñera “se ha puesto como meta que Chile sea un país desarrollado antes de terminar esta década y para lograrlo tenemos que crecer entre un 5% y un 6 % anual”, dice Cheyre.

“Además de atraer nuevos inversores y mantener el crecimiento del empleo, hay que mejorar la productividad y todo eso está muy ligado a la innovación y el emprendimiento”, subraya.

Recuerda que la vía chilena al desarrollo aboga porque sea el sector privado y no el Estado el protagonista de la transformación, pero desde el retorno de la democracia, en 1990, todos los Gobiernos han tenido claro que “el sector público debe crear las condiciones para que personas y empresas desarrollen todo su potencial”.

“Si queremos ser un país de emprendedores, debe ser fácil abrir una empresa”, explica Cheyre en alusión al cambio normativo que permitió reducir de 27 a 1 los días para poner en marcha una sociedad “sin costo alguno”, un cambio que puso a Chile segundo en la clasificación internacional “Doing Business”, tras Nueva Zelanda.

En contraposición, cerrar una empresa en Chile demora cuatro años y medio, un plazo que a Cheyre le parece “absolutamente insostenible” y por eso ansía que entre vigor una ley que introducirá “cambios bastante radicales”.

Cheyre relata cómo al inicio de su Gobierno, en 2010, Sebastián Piñera les encargó recuperar en cuatro años “100.000 oportunidades de emprendimiento perdidas” en la primera década del siglo XXI.

“En tres años se han creado 200.000 sociedades”, cuenta con orgullo.

“Esto demuestra que cuando el Gobierno aplica los incentivos correctos, las personas responden”, sostiene.

Pero, en lo que a innovación se refiere, Chile -el país con mejores perspectivas de crecimiento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo en 2013 y 2014- figura a la cola de la OCDE, con sólo un 0,5 % del PIB para I+D.

“Es un pilar que debemos fortalecer mediante incentivos fiscales, porque la economía del futuro será la economía del conocimiento”, señala Cheyre, quien recalca que los países que en las últimas décadas han completado la transición desde el crecimiento medio al desarrollo lo han hecho gracias a la innovación y espoleados por una crisis interna.

Chile, dice, no quiere esperar a que sus saludables indicadores macroeconómicos se reviertan para tomar conciencia de la necesidad del cambio.

“En los próximos años podemos correr con una mochila muy poco pesada y eso es una gran ventaja”, señala Cheyre, recordando que cuando ha sido necesario, como en la crisis de 2008, Chile ha echado mano de miles de millones de dólares ahorrados para aplicar políticas que evitaron una recesión.

“Queremos ser el Singapur de América Latina, un país chico, con buenas instituciones y que sirva de plataforma para acceder a los grandes mercados de la región”.

Consciente de que “en el mundo hay mucho talento emprendedor”, la Corfo también ha puesto en marcha el programa “Start Up Chile” para atraer, incentivar e incluso financiar iniciativas emprendedoras de todo el mundo.

Con un millar de experiencias de más de 60 países, además de la instalación de una decena de “centros de excelencia” (instituciones sin fines de lucro que promueven I+D), Chile aspira a ser el Silicon Valley de Suramérica.

“Un país serio, ordenado y con buena calidad de vida, aunque sea chico. Es lo que en Corfo estamos promoviendo”, concluye. EFE

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