Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Mundo

16 de Agosto de 2013

5 experimentos psicológicos que muestran nuestro lado oscuro

Te presentamos los experimentos psicológicos más famosos y populares de la historia. Algunos de los experimentos más fascinantes y deplorables que demuestran que los seres humanos poseemos un lado obscuro.

Por



Vía Marcianos

1. Conformidad – Los experimentos de Asch (1953)

Durante la década de 1950, Solomon Asch realizó y publicó una serie de experimentos de laboratorio que demostraron el grado en el que las opiniones propias de un individuo se ven influenciadas por los de un grupo mayoritario.

Varones universitarios participaron en una sencilla tarea de “percepción”. En realidad, todos menos uno de los participantes eran “cómplices” (es decir, actores), y el verdadero foco del estudio era acerca de cómo el estudiante restante (es decir, el participante real) reaccionaba al comportamiento de los cómplices.

Sólo uno de los participantes era en realidad un sujeto genuino para el experimento, el resto eran cómplices, cuidadosamente instruidos para dar ciertas respuestas preseleccionadas. Una cuidadosa construcción experimental coloca una cantidad variable de presión grupal sobre el sujeto de la prueba individual.

Fig. 1
Fig. 1
El experimento era simple en su concepto; a cada participante, en turno, se les pidió responder una serie de preguntas, como qué línea era más larga o cual concordaba con la linea de referencia (Fig. 1)


Fig. 1

Los participantes dieron una variedad de respuestas, en un primer momento correctas, para no despertar sospechas sobre el tema, pero posteriormente adicionando algunas respuestas incorrectas.

Los resultados del experimento de Asch fueron interesantes y demostraron que la presión social puede tener una influencia medible sobre las respuestas dadas.

El grupo de control, los que no estuvieron expuestos a la presión grupal y donde todo el mundo respondió correctamente, registró una sola respuesta incorrecta de los 35, lo que probablemente podría ser explicado por el error experimental.

Los resultados de los otros grupos fueron por demás interesantes, cuando están rodeados de gente que da una respuesta incorrecta, más de un tercio de los sujetos también manifestaron una opinión errónea.

Al menos el 75% de los sujetos dieron la respuesta equivocada a por lo menos una pregunta, a pesar del error experimental que puede haber tenido alguna influencia en este resultado. No había duda, sin embargo, de que la presión de los compañeros puede causar conformidad.

Se debatió si esto es porque la gente no cree en la evidencia de sus propios ojos o si era sólo sumisión, de la gente que esconde sus opiniones.

2. Ayudando – Experimento del Buen Samaritano (1973)

La historia bíblica del buen samaritano, por si no las has escuchado, se trata de un pasajero samaritano que ayuda a un hombre herido en necesidad, mientras que otros hipócritas le pasan por un lado. Los psicólogos John Darley y C. Daniel Batson quisieron probar si la religión tiene algún efecto sobre el comportamiento de ayuda.

Los investigadores tuvieron tres hipótesis:
1. La gente que piensa de forma religiosa, tendría pensamientos de asistencia pero no más que otras personas dispuestas a ofrecer ayuda.
2. Las personas que tienen prisa serán menos propensos a ofrecer ayuda a los demás.
3. Las personas que son religiones de una manera samaritana son mucho más propensas a ayudar que incluso un sacerdote. En otras palabras, las personas que son religiosas por lo que pueden obtener son menos propensas a ayudar que aquellas que buscan en la religión su propio valor o un sentido a la vida.

Reclutaron seminaristas para un estudio sobre la educación religiosa. Primero completaron cuestionarios de personalidad sobre su religión (para ayudar a evaluar la hipótesis nº 3). Más tarde comenzaron los procedimientos experimentales en un edificio y luego les dijeron que tenían que ir a otro edificio para continuar. En el camino se encontraron con un hombre desplomado en un callejón (la condición de la victima era desconocida, no sabían si estaba ahí por dolor, o por borracho).

Se varió la cantidad de urgencia con que se requería a los sujetos en el otro edificio, y la tarea que harían cuando llegaran. Una tarea consistía en preparar una charla acerca de los trabajos de seminario, y el otra sobre la historia del Buen Samaritano. En una se le dijo al sujeto que llegaban tarde a la tarea siguiente, y en la otra que tenían unos minutos pero que de todos modos debían apurarse.

En un callejón situaron a un hombre tirado al lado de una puerta y que tosía dos veces cuando alguien pasaba por ahí. Crearon una escala de ayuda:
0 = no se percató de necesidad de la víctima.
1 = percibió la necesidad pero no ofreció ayuda.
2 = no se detuvo sino que ayudó indirectamente (aviso al ayudante a su llegada).
3 = se detuvo y le preguntó a la victima si necesitaba ayuda.
4 = Después de parar, insistió en hacer entrar a la victima y luego lo dejó.
5 = se negó a dejar a la víctima, o insistió en llevar a algún lugar.

Después de la llegada a la segunda área de investigación, el sujeto tenía que dar la charla y luego responder a un cuestionario sobre el comportamiento de ayuda.

La cantidad de tiempo limite que le establecían al sujeto influenciaba el comportamiento de ayuda, pero la variable tarea no los hacía (incluso cuando se hablando del Buen Samaritano).

En general el 40% ofreció un poco de ayuda a la víctima. En situaciones de poca prisa, el 63% ayudó, prisa media 45% y 10% para los que tenían mucha prisa. No hubo correlación entre los “tipos religiosos” y el comportamiento de ayuda. La única variable que mostró algún efecto era la “Relgion como una búsqueda”. De las personas que ayudaron, los que veían la religión como una búsqueda eran menos propensos a ofrecer ayuda sustancial que los que puntuaron bajo en este sentido. Sin embargo, un análisis posterior reveló que esto puede no ser ocasionado por autenticas diferencias religiosas.

Irónicamente, una persona con prisas es menos probable que ayude a la gente, incluso si va directo a hablar sobre la parábola del Buen Samaritano. (Algunos literalmente pasaron por encima de la víctima en su camino hacia el edificio de al lado). Los resultados parecen indicar que el pensamiento acerca de las normas no implica que uno va a actuar en consecuencia. Tal vez esa “ética se ha convertido en un lujo en nuestra vidas tan aceleradas”. O tal vez la cognición de las personas se ve reducida por el apresuramiento y no pudieron darse cuenta de forma inmediata de la emergencia.

Muchos sujetos que no se detuvieron parecían excitados y ansiosos cuando llegó al segundo sitio. Se encontraban en un conflicto entre ayudar a la víctima y la satisfacción de las necesidades del experimentador. Conflicto en lugar de insensibilidad puede explicar el hecho de no detenerse.

3. Difusión de la responsabilidad – Experimento del espectador apático (1968).

El efecto espectador se demostró por primera vez en el laboratorio de John Darley y Bibb Latané en 1968 después de que se interesaran en el tema a raíz del asesinato de Kitty Genovese en 1964. Estos investigadores iniciaron una serie de experimentos que dieron lugar a uno de los efectos más fuertes y replicables de la psicología social. En un experimento típico, el participante se dejaba solo, o en un grupo de otros participantes y cómplices. Una situación de emergencia entonces aparece en escena. Luego, los investigadores miden el tiempo que le toma a los participantes actuar, y si intervienen o no e lo absoluto. Estos experimentos a menudo han encontrado que la presencia de los demás inhibe la ayuda, a menudo por un amplio margen. Por ejemplo, Bibb Latané y Judith Rodin organizaron un experimento en torno a una mujer en peligro en 1969. 70 por ciento de las personas solas llamaron o fueron a ayudar a la mujer después de que creían que se había caído y se había lastimado, pero cuando había otras personas en la habitación: sólo el 40 por ciento ofrecía ayuda.

4. El experimento de la prisión de Stanford (1971).

El experimento de la prisión de Stanford fue un estudio de los efectos psicológicos de convertirse en un prisionero o guardia de la prisión. El experimento se llevó a cabo en la Universidad de Stanford desde agosto 14 hasta agosto 20 de 1971 por un equipo de investigadores dirigido por el profesor de psicología Philip Zimbardo. La investigación fue financiada por la Oficina de Investigación Naval de los EE.UU. y era de interés tanto la US Navy como para los Marine Corps como una investigación sobre las causas del conflicto entre guardias y prisioneros militares.

Veinticuatro estudiantes varones de los 75 fueron seleccionados para asumir roles asignados al azar de presos y guardias en una prisión simulada situada en el sótano del edificio de psicología de Stanford. Los participantes se adaptaron a sus funciones mucho más allá de las expectativas de Zimbardo, mientras los guardias aplicaban medidas autoritarias y acaban por torturar psicológicamente a los convictos. Muchos de los prisioneros aceptaban pasivamente el abuso psicológico y, a petición de los guardias, fácilmente acosaban a otros prisioneros que intentaron impedirlo. El experimento de Zimbardo lo afecto incluso a él, quien, en su papel como el superintendente, permitió que el abuso continuara. Dos de los prisioneros abandonaron el primer experimento y el experimento se interrumpió abruptamente después de sólo seis días. Algunas partes del experimento fueron filmadas y extractos de grabaciones están disponibles al público.

Revisa el resto haciendo click aquí.

Notas relacionadas