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LA CALLE

21 de Agosto de 2013

La “mano” más difícil de los brisqueros del Puerto

Son cerca de 500 pensionados los que juegan brisca en la plaza O´Higgins de Valparaíso, organizados en cinco clubes, que acaban de enterarse que la municipalidad licitó el lugar para un proyecto de estacionamientos subterráneos. La construcción está a punto de comenzar y los brisqueros, que llevan allí 15 años, alegan que el municipio ni siquiera les informó.

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Son cerca de las 9 de la mañana y en un rincón de la plaza O´Higgins de Valparaíso, a un costado del Congreso nacional, un grupo de ancianos se apresta a jugar su primera mano de brisca. Sobre una mesa cuadrada reparten las cartas de un añoso naipe español. Cada día llegan a este lugar cerca de 500 pensionados que bajan desde diversos cerros del puerto y se reúnen a compartir en lo que llaman: “un campo de recreación del adulto mayor”. Organizados en clubes se reúnen para jugar ajedrez, damas y manos de naipe inglés. La brisca, sin embargo, es la que tiene más adherentes.

Los brisqueros, acostumbrados a capotear rivales, hoy están inquietos luego de enterarse que la plaza O`Higgins será remodelada por completo y que, bajo el lugar que ellos ocupan, se construirán 452 estacionamientos subterráneos, un proyecto a rajo abierto que implicará el desmantelamiento de todo el mobiliario que hoy ocupan en el parque. Los permisos del proyecto ya fueron aprobados por el Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental de Valparaíso y sólo queda que la Unidad de Desarrollo de la Municipalidad de Valparaíso convenza a los usuarios del lugar, entre ellos los brisqueros, a que firmen un contrato de traslado para comenzar las obras.

Luis Parot, director de la Secretaría Comunal de Planificación (Secpla), aclara que el traslado sólo será temporal “mientras se desarrolla y materializa el proyecto”. Muchos brisqueros, sin embargo, temen que por el progreso se pierda la tradición que han mantenido por 15 años. “La recreación de acá es de toda la tercera edad, aquí se prohíbe tomar y las peleas. No se juega dinero. Uno busca un escape, un momento para compartir opiniones. Sólo cosas sanas. Es difícil que la cosa no cambie con esto”, explica don Alejandro, pensionado hace ocho años y ex trabajador de la Sudamericana de Vapores.

Alrededor del 50% de los brisqueros que se reúne en la Plaza O´Higgins, son pensionados marítimos o tienen relaciones con empresas navieras. Llegaron a la plaza después de jubilar y se unieron para formar los cinco clubes de brisca que hoy existen; cuatro de ellos ya tienen personalidad jurídica. Cada uno reúne a cerca de 50 personas que ordenan y eligen cada dos años a sus mandamases.

Los brisqueros porteños juegan en grupos de cuatro personas, no apuestan plata, pero cada vez que pierden una patita tienen pagan 100 pesos. La recaudación se va a un fondo común que salva a los clubes de irse a pique y todo lo restante se reparte, a fin de año, entre cada uno de los integrantes. “Si hasta aguinaldo en septiembre tenemos”, cuenta la secretaria de uno de los clubes.

Cuando no tienen que pagar las derrotas aprovechan el dinero y por $200 se toman un café. No se recomienda tomar mucho, eso sí, porque los baños de la plaza son concesionados y cobran $150 cada vez que se ocupan. “La autoridad afirma que hay baño, pero el adulto mayor después de un cafecito va por lo menos seis veces, si tú lo multiplicas es por lo menos una luca, más la luca, que ocupo para bajar de mi cerro, ya son dos lucas poh”, se queja un brisquero indignado que saca cuentas.

A las dificultades para pagar por los baños, reclaman no tener dónde guardar sus cosas. Alegan que nadie los ayuda. “Tenemos muchas falencias”, dice el señor Barraza, dirigente del club Tercera Edad. Los problemas a los que aluden los jubilados, sin embargo, estarían por resolverse con el nuevo proyecto que incluye nuevos baños, una pérgola con flores, una carpa para el invierno y más árboles de los que ya hay. Propuesta que si bien ha seducido a varios, también tiene furiosos detractores. “Seguramente algunos estarán de acuerdo porque le deberán favores al alcalde, pero los que realmente somos autóctonos de Valparaíso no estamos de acuerdo”, remata desconfiado un brisquero del club La Joya del Pacífico.

Plaza “torrante”
Los estacionamientos de la discordia se licitaron el año 2006 y Consorcio Valparaíso S.A. fue la empresa que se adjudicó las obras que deberían comenzar este mes. La iniciativa costará 15 millones de dólares y amarrará la concesión del espacio por 35 años. El proyecto estaría finalizado a fines del 2014. Según Luis Parot, cabeza de la Secretaría de Planificación comunal, es necesario cambiar la imagen de la plaza O´Higgins y dejar atrás la suciedad que a estas alturas parece endémica. “Lo popular no tiene nada que ver con estarse meando en los matorrales, ni tiene que ver con tener basura por todos lados, ni tiene que ver con tener una plaza oscura e insegura”, argumenta. Parot asegura, además, que los brisqueros se mantendrán en la plaza rodeados de un mejor ambiente.

Pero Jaime Muñoz, pensionado portuario, no opina lo mismo. Cuatro veces por semana se sienta a jugar en las mesas de brisca y hace cuatro años se unió al club La Joya del Pacífico. “Trabajo de vez en cuando en el puerto, cuando no tengo pega me vengo a dar una vuelta y me pego unos arrastres con los amigos”, dice. Si bien el proyecto especifica que las autoridades deben dar las facilidades para el retorno de los brisqueros a su ubicación actual, don Jaime está enojado y dice que el proyecto de estacionamientos es un negocio del alcalde Castro. “Vamos a ver alterado nuestro hábitat. Al parecer a nuestro alcalde se le han pegado las mañas del edificio del lado donde están todos esos tránsfugas, ladrones y sanguijuelas”, afirma, mientras enarbola una sota con la diestra.

La mayoría de los brisqueros se informaron hace muy poco de las intenciones de la Municipalidad y se quejan que el proyecto fue inconsulto con la comunidad. “Nos enteramos por la prensa, porque la autoridad no nos ha informado, sabemos que hay unos planos dentro del municipio encerrados entre cuatro paredes. Ni los concejales se han atrevido a venir a anunciar el proyecto”, acusa Jaime Muñoz, apoyado desde abajo por sus tres compañeros de mesa. Los planos que menciona Muñoz están expuestos en el hall del Edificio Consistorial de la Municipalidad de Valparaíso en calle Condell. Para Luis Parot, encargado de Secpla, “hay que ser muy re flojo pa’ no pegarse una caminata de menos de 10 minutos. El que no está dispuesto a hacer esa caminata y dice que las cosas están entre cuatro paredes, entonces, ese no tiene arreglo, es un flojo que no tiene interés en conocer el proyecto”, afirma categórico.

Las otras cartas de la baraja
Los clubes de brisca no son los únicos afectados con el proyecto de los estacionamientos subterráneos. La feria de antigüedades de la plaza también será removida durante el tiempo de construcción; sin embargo, a diferencia de los brisqueros, los anticuarios tienen la concesión del sector donde venden sus “cachureos”. “Lo que ya está hecho está hecho, si nos ponemos a molestar la cosa se va a dilatar hasta llegar al 2017 cuando se termine el contrato. Las autoridades dirán que se acabó la concesión y nosotros vamos a quedar out”, explica Carlos Almont, desde su puesto de joyas en la feria de anticuarios.

Pero los feriantes tienen una estrategia. Dicen que cuando se les pida firmar el acuerdo de reubicación, aprovecharán de solicitar que se les alargue la concesión por más años. Tienen varias propuestas y para eso le pagaron a un abogado, procurando que no les pasen “gato por liebre”. “Aquí la idea es que se respete nuestro derecho de ser patrimonio intangible. Cuando se hace este tipo de trabajos, nosotros tendríamos que salir obligadamente. La idea es tratar de pelear una calle para que no se nos vaya la gente”, dice un feriante preocupado por las ventas.

Y es que la feria tiene tradición en la plaza, la gente la reconoce, al igual que a los carritos de café, al pan con mortadela de $300, y los colchones donde algunos se echan a pasar las resacas de vino. “Nosotros estamos acostumbrados con esta placita, aunque todo lo hacen tiras. Aquí está lleno de gente y después va a estar lleno de autos. Aquí gana la municipalidad con las concesiones, nadie más”, alega don Carlos Araya sentado a un costado de sus cachureos.

Si los feriantes y los brisqueros están preocupados, Ignacio Manuel ya no sabe qué pensar. Lleva 16 años cantando en su silla de ruedas un sinfín de baladas y canciones para picar cebolla en la plaza O´Higgins. El proyecto, según el cantante, no es la forma para acabar con la delincuencia y suciedad. “Si es para lucro de grandotes no es motivo, hay otras medidas para cambiar la imagen a la plaza, más policía, enseñarle a la gente a ser más higiénica. Se puede cambiar la cara a la plaza, pero no de esa manera”, dice Ignacio Manuel. Luego agrega, rememorando, que algo similar sucedió en la plaza Sotomayor. “Cuando hicieron los estacionamientos subterráneos se volvió una plaza desierta sin ningún lugar de esparcimiento”, se queja.
La baraja está en la mesa y las cartas echadas. Las obras están a punto de comenzar.

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