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Cultura

6 de Septiembre de 2013

La bandera que se robó el MIR

Diciembre de 2003. Las instrucciones son escuetas y claras. Asegurarse de que no hay seguimientos. No hablar con nadie sobre dónde vamos y por qué. No mirar más de lo necesario ni retener detalles. Llegar a las 7.30 de la mañana a la bomba de bencina convenida, con ropa que no llame la atención. Usar lentes oscuros y tener puntualidad inglesa. Si algo parece raro, si alguna orden no se cumple, todo se va al carajo.

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Por Víctor Gómez L. – Pablo Villagra P. Fotografías Juan Diego Santa Cruz

Un vehículo entra en la bomba, tal como está acordado. Su conductor abre la puerta y subimos sin decir nada. Ya sabemos qué hay que hacer: mirarse los zapatos, no ver por la ventana. Pronto el auto se detiene y sube otro sujeto, también de lentes oscuros. El vehículo se pone en marcha y no se detiene en las siguientes dos horas. “Miren al suelo”, dice uno de los hombres. El auto se estaciona. Nos toman del brazo y nos guían. Cruzamos una reja y el patio de una casa. Una puerta, adentro está oscuro. Un pasillo largo, una escala y otra puerta.

Alguien enciende la luz. La parafernalia clandestina ha valido la pena. Ahí está la bandera sobre la que O´Higgins juró la independencia de Chile en 1818. La misma que en 1980 el MIR sustrajo del Museo Histórico Nacional y de la que nadie había vuelto a saber hasta ahora.

El piso está cubierto de bolsas para basura negras y las paredes y el techo forradas con papel de diario. En medio de eso, la bandera es un objeto inesperado. Frágil y descolorida. Un hombre le saca un forro de plástico. Comienzan las fotos.

23 AÑOS ANTES

Marzo de 1980. El Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) ha decidido reorientar su política militar y ha dado luz verde a las Milicias Populares. Con ellas se busca vincular las reivindicaciones sociales y la lucha armada. Se ha decidido que las Milicias irrumpan públicamente con una acción simbólica y, a la vez, trascendente. El blanco escogido es la bandera chilena sobre la cual se juró la Independencia en 1818.

La acción está inspirada en el M19 colombiano que, en 1964, se apoderó de la espada y las espuelas de Simón Bolívar. En 1969, los Tupamaros repitieron la idea en Uruguay capturando “la bandera de los 33 orientales”, que en 1825 fue utilizada por la cruzada libertadora.

Cuatro “combatientes” son convocados para esta operación. Nunca habían operado juntos, pero todos dominaban las artes de la lucha militar urbana.

Charles Ramírez Calderón, conocido en la militancia como Beño y jefe del comando “Javiera Carrera”, está a cargo de la operación. También forma parte del grupo Arnoldo, un mirista aplicado y riguroso, con facciones morenas y de gran contextura física. Su primera tarea fue reunir datos sobre la seguridad que se debía burlar para conseguir la bandera de O’Higgins.

Durante varios días Arnoldo visitó el Museo Histórico, ubicado por entonces a un costado de la Biblioteca Nacional. Haciéndose pasar por turista provinciano, recorrió las instalaciones de arriba a abajo, memorizando cada detalle. El número de peldaños, la cantidad de guardias y sus horarios. Los posibles lugares para resguardarse de las balas, por si las cosas se ponían negras; las posibles vías de escape.

Lo más complejo era la ubicación del Museo. A cinco calles de La Moneda y a minutos del Diego Portales, estaba en la zona más resguardada de la capital. Si algo salía mal, los agentes de la dictadura no habrían tardado en llegar.

-Si se iniciaba una balacera, no habríamos podido salir del centro- dice hoy Arnoldo.

El domingo 30 de marzo de 1980, los cuatro hombres se reúnen en una esquina del barrio Franklin para iniciar la operación. Van “caracterizados” con pelucas y bigotes.

-La pinta que llevábamos era súper sospechosa. Incluso, un compañero me dijo que le estaba transpirando la peluca. Yo veía cómo se le inclinaba sobre sus cejas”- apunta Arnoldo.

También llevan armas cortas. Y por si las cosas se ponían de verdad difíciles, Arnoldo cargaba un fusil AKA 47. En Franklin, roban una camioneta con conductor y todo. El hombre irá todo el viaje amarrado en la parte de atrás.

Nadie sospecha nada cuando a las 11 de la mañana el vehículo se estaciona al costado del Museo Histórico. Los cuatro hombres aguardan un momento. Después de “chequear” y revisar todos los detalles, los miristas se acomodan las armas al cinto y entran al museo. En el interior, las cosas son lentas a pesar de la gran cantidad de visitantes. Los milicianos llegan al lugar donde está la bandera, en su cama de cristal.
– Íbamos decididos a neutralizar a los guardias, pero sin hacerles daño- recuerda Arnoldo.

Pero el destino está de parte de ellos. Un guardia “pajaronea” lejos de la bandera y el otro sube al segundo piso bostezando. El salón O´Higgins queda sin resguardo. Un mirista rompe el vidrio, tratando de ahogar el estallido del cristal. El otro saca con delicadeza el trozo de seda y se enrolla en el cuerpo los dos y medio metros de historia patria.

Salen como si nada hacia la Alameda. En la calle, el vehículo los espera en marcha. Rápidamente emprenden la fuga, bajando por Mac-Iver. Doblan por la primera calle para enfilar hacia el sur y, en fracción de segundos, se encuentran frente a un retén de Carabineros. Las manos buscaron las armas en aquellos cuerpos tensos por la huída, pero los hombres de verde a esa hora están en otra.

-A cada uno de los compañeros los fuimos dejando en el camino, porque todos tenían su casa de seguridad- apunta Arnoldo. La camioneta es abandonada, no sin antes agradecer el paseo.

Arnoldo se relaja sólo cuando entra en su lugar de resguardo. A esas alturas, lo único que quiere es dormir. Horas más tarde sale a caminar y enfila hacia el cine más próximo. Piensa que ojalá no le toque una película de acción.

FOTO SECUESTRO

La noticia del robo estalló en los medios de comunicación al día siguiente. Pronto comenzaron a manejarse las más fantásticas hipótesis: desde “una broma estudiantil de mal gusto” a ” sofisticados coleccionistas mundiales”. La Tercera del 2 de abril lanzó una versión más alocada, asegurando que “un psicópata sería el autor del robo”. El motivo: “la histórica reliquia no tiene ningún valor comercial… por lo tanto, él o los culpables sería un coleccionista enfermizo, quien perpetró el delito sólo para admirarla a solas”.

La verdad emergió recién una semana después, la tarde del 8 de abril, cuando llegó a la redacción de los diarios un comunicado con el membrete de la AIR, la Agencia Informativa de la Resistencia.

La misiva estaba firmada por uno de los hombres más buscados por los servicios de seguridad de la dictadura: Andrés Pascal, sobrino del Presidente Allende y secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En el comunicado, Pascal asumía la responsabilidad política del hecho, con la lírica revolucionaria de esos años:

“Que en todos los rincones de Chile se sepa que las milicias de la Resistencia Popular han recuperado de manos de la tiranía el emblema de la Independencia nacional para custodiarlo hasta el día, ya cercano, en que nuestro pueblo lo enarbolará con honra en una patria libre de opresión”. Y agrega: “Porque sobre esta bandera que los padres de la patria jugaron la Independencia de Chile, nosotros, sus hijos leales, hemos jurado combatir sin descanso hasta derrocar la dictadura y construir la democracia de los trabajadores”.

Pese a la misiva, las especulaciones siguieron y El Mercurio atribuyó el robo a un desconocido grupo “Patriotas unidos”, quienes telefónicamente justificaron el acto como una forma de darle a José Miguel Carrera el sitial que merece.

Para que no quedaran más dudas sobre quién tenía la bandera, el MIR envió un nuevo comunicado con fotografías del emblema, flanqueado por milicianos armados con AKA 47. En el documento se afirmaba que el comando Javiera Carrera había “recuperado la bandera nacional y que desde este momento hasta el derrocamiento de la dictadura” serían sus custodios.

JURAMENTO DEL MIR

A partir de ese momento, la bandera de O`Higgins pasó a la clandestinidad. El jefe del operativo para capturarla -Charles Ramírez, alias Beño- fue designado para mantenerla oculta. La tarea no era fácil, sobre todo porque el emblema requería un cuidado extremo y un lugar de resguardo seguro.

-La bandera ya estaba en mal estado cuando la recuperamos. Estaba descolorida y quemada por efectos del tiempo y la luz- dice Arnoldo.

Agrega que Beño consultó literatura especializada, lo que sumado a los conocimientos adquiridos en su etapa de estudiante de Antropología, le permitió establecer plan de resguardo. El MIR también buscó la asesoría del propio director del Museo Histórico, a quien se le envió una misiva con una serie de preguntas tales como si era conveniente guardarla en una bolsa de polietileno, si se podía preservar con naftalina o insecticida sólido y a qué temperatura ambiente se le debía mantener.

El militante obedeció al pie de la letra todas las instrucciones. También eligió la casa en donde la bandera debía permanecer oculta. Beño escogió gente de su confianza, tan leal y cercana, que la mayoría de los dirigentes de su partido nunca se enteraron qué había sido de la bandera.

Sin embargo, el 22 de junio de 1981, algo más de un año después de la operación, Beño murió durante un asalto al Banco Chile, en la calle Manquehue, al lado del Faro de Apoquindo.

-Él se quedó cuidando la retirada de los demás compañeros que participamos de la expropiación. Era un militante ejemplar, el más solidario, el más alegre, con una fuerza y convicción a toda prueba. Era uno de nuestros mejores cuadros. Se enfrentó a Investigaciones, que nos superaba en número y armamento.

Nosotros estamos vivos gracias a él-, recuerda un alto dirigente de la dirección del MIR de aquellos años.
La bandera se mantuvo en el lugar que Beño determinó. Los militantes que lo reemplazaron siguieron las expresas indicaciones que él dejó escritas a modo de manual. Nadie más volvió a ver la bandera, pues una de las órdenes de Beño era que el emblema sólo podía ser sacado o entregado a personas específicas en caso de problemas de seguridad o cuando la dirección de su partido lo determinara.

A lo largo de estos 23 años, la seguridad de la bandera fue amenazada varias veces y, según cuenta Pascal Allende, debió ser cambiada de ubicación. Aunque el ex secretario general del MIR se niega a revelar más detalles de esta historia (ver recuadro), sí reconoce que para su partido fue una acción importante.
-El MIR decidió jurar sobre ese mismo emblema patrio nuestro compromiso de luchar hasta terminar con la tiranía pinochetista y recuperar la soberanía popular- dijo a The Clinic.

DE VUELTA

Hace un par de semanas, un grupo de familiares de detenidos desaparecidos del MIR comenzó a buscar la bandera para devolverla. La gestión tiene que ver, sobre todo, con la poca información que existe sobre sus parientes desaparecidos y lo poco que esto parece importarle a las autoridades.

En los hallazgos de restos de los últimos años, no han aparecido más de cinco personas ligadas al MIR. Los múltiples procesos judiciales tampoco han dado fruto, pues los jefes de la DINA y de otros aparatos de inteligencia de la dictadura se limitan a negar sus responsabilidades.

Hace un par de semanas, los familiares recibieron otro doloroso golpe cuando La Nación Domingo publicó un reportaje impactante titulado “Los Ángeles de la Muerte”. Allí, mecánicos del Comando Aéreo del Ejército afirmaron que la mayoría de los detenidos en Villa Grimaldi (muchos de ellos miristas), fueron arrojados al mar frente a las costas de Quintero y Santo Domingo.

El relato de los militares está plagado de espeluznantes detalles: reconocen que los detenidos, algunos muertos y otros moribundos, eran atados a un riel y luego introducidos en un saco papero. En grupos de diez eran subidos a los helicópteros militares rumbo al fatídico destino final.

Tras esa nota, un grupo de familiares se reunió para ver la forma de organizar un reclamo que tuviera eco en la opinión pública, en el gobierno, los tribunales y en los agentes que aún no asumen sus responsabilidades.

-En nuestras reuniones buscamos un gesto que enalteciera la figura de nuestros familiares. Algo que reflejara el profundo amor y compromiso que ellos tuvieron con su país- señala Edita Salvadores, madre de Cecilia Castro, estudiante de Derecho, detenida y desaparecida desde noviembre de 1974.

Fue en medio de esas conversaciones que desde la memoria de los años de militancia y lucha clandestina afloró la bandera de 1818. Devolver ese símbolo de la Independencia para reclamar que, de igual manera, las autoridades hagan justicia y hagan aparecer los restos de sus hijos.

-Para nosotros hay un paralelo claro entre los patriotas que lucharon por la Independencia y los jóvenes miristas que murieron luchando contra la dictadura. Por eso, nos encaminamos a encontrar la bandera que expropió el partido- agrega Edita.

La tarea no fue fácil. Los datos recabados por los familiares indicaban que el tipo de información que buscaban era muy reservada y sólo desde la cúpula del MIR podían emanar antecedentes concretos. Decidieron consultar a Pascal Allende.

-Mi padre fue muy amigo de Salvador Allende, conoció muy bien a su familia y especialmente a la Laurita, mamá de Pascal. Así que, aprovechando una de sus visitas, le pregunté si todavía existía la bandera. Él me dijo que no tenía idea, pero que intentaría saber qué pasó-, explica Edita.

Los familiares también indagaron con personas que estuvieron ligadas al trabajo clandestino del MIR y poco a poco fueron armando un cuadro de datos. Confirmaron que la bandera existía. Y algo más.

-También nos dijeron que todavía estaba en Chile- recuerda Luz Encina de Jorquera, madre de Mauricio Jorquera Encina, estudiante, detenido y desaparecido desde 1974.

A The Clinic le interesó la historia y empezamos a mover el avispero. Omitimos detalles de gestiones realizadas. Lo importante es que, al final, uno de los protagonistas respondió a un contacto. Y como si emergiera de aquellos años conspirativos, el ex combatiente envió un papel fijando un punto -como se dice en la jerga militante-. En un lugar de Santiago y en medio del atardecer frío de una ciudad movida, aparecieron en la escena Arnoldo y su historia.

El resto ya se sabe. Ser puntuales y sigilosos. Mirar al suelo, no hacer preguntas. Dos horas en auto, una reja, un patio y un pasillo oscuro. Otra puerta y ahí está. En medio de una habitación cubierta de bolsas para basura, la bandera, frágil, sorprendente, llena de todos los significados de este país. De complejos significados.

BANDERA DIALÉCTICA

La bandera de 1818 es el tercer emblema que ha tenido Chile en su historia. Su uso se adoptó el 18 de octubre de 1817, durante el gobierno de Bernardo O’Higgins y se usó por primera vez públicamente el 12 de febrero de 1818. Ese día, en cada plaza de armas se hizo un acto de proclamación solemne de la Independencia y el primer juramento de bandera. El emblema secuestrado por el MIR encabezó las ceremonias en la Plaza de Armas de Santiago y hasta 1980 se conservó en el museo Histórico Nacional.

Según afirman los historiadores, la confección de la bandera fue obra de dos vecinas de Santiago: la señorita Loreto Pineda y su hermana. Ellas no cobraron honorarios por su trabajo, pero dejaron constancia de que lo hacían como un homenaje a la patrona del ejército, la Virgen del Carmen.

El rectángulo de seda mide poco más de dos metros de largo y algo más de un metro y medio de ancho. Consta de dos escudos en cada cara. A un lado, “el faro de la libertad”, coronado por una estrella de cinco puntas y cruzado por dos banderas nacionales al viento. Al otro, un volcán en erupción.

Según cuenta Gastón Soublette en su libro ” Los emblemas nacionales”, la bandera encierra una serie de simbologías ocultas. Una de ellas tiene que ver con la “estrella solitaria”. Al mirar el emblema horizontalmente, la estrella no aparece en posición erguida, sino con una punta superior ligeramente inclinada hacia la izquierda. Además, no se encuentra proporcionalmente al centro del azul, como hoy. “El trazo está realizado con ocho pequeñas cuentas circulares y en su centro tienen bordado un asterisco de ocho brazos”, explica Soublette.

La extraña configuración geométrica constituye un enigma, pues plantea que el punto de partida en la construcción de la bandera no es el rectángulo, sino la estrella. Esta se inspira en la estrella de Arauco, que ondeaba en los pendones de las huestes mapuches. La estrella sería el Guñelve, el lucero, la más luminosa de las estrellas del cielo (lo que para los astrónomos es el planeta Venus).

La presencia del asterisco de ocho brazos no es otra cosa que la simplificación de la forma original que tenía el símbolo- una estrella octogonal-. Representa la noción de eterna mutación de la estrella, que en una época del año es lucero de tarde y en otra, lucero de la mañana. Alude así al movimiento y devenir universal entre los polos activo y pasivo, lo ascendente y lo descendente. Dialéctica pura.

Pascal Allende, ex Secretario General del MIR, asumió de puño y letra la “recuperación” de la bandera en la que se juró la Independencia de 1818. Aunque prefiere omitir detalles sobre el periplo del emblema durante estos 23 años, anuncia que pronto esta será devuelta, como un homenaje a los militantes del MIR asesinados durante la dictadura.

¿Por qué aún no han devuelto la bandera?
El término de la dictadura en Chile se logró gracias a una larga y dura gesta democrática que comenzó con la organización de pequeños grupos clandestinos y la heroica resistencia de los prisioneros en los centros de tortura y campos de concentración. Así como el MIR perdió a Miguel Enríquez y a cientos de otros queridos compañeros, que en su mayor parte están desaparecidos hasta hoy, en todos los sectores de la izquierda y de nuestro pueblo murieron miles de chilenos resistiendo. Gracias a ese sacrificio, la movilización democrática fue creciendo a través de los años. Sobre esa lucha y esos sacrificios se montaron los dirigentes políticos demócrata cristianos y parte de la izquierda para negociar con los militares y la derecha el tránsito a un gobierno civil. Transaron la conservación de la misma Constitución impuesta por Pinochet, que hasta hoy limita la democracia, y aceptaron el mismo modelo económico neoliberal que concentra la riqueza y excluye a la gran mayoría de los chilenos.
En resumen, se terminó la dictadura militar, pero no se recuperó una plena democracia. Y quienes guardaron la bandera prefirieron esperar que hubiera una situación que justificara la reaparición de este símbolo de libertad y de lucha patriótica.

¿Usted tenía guardada la bandera?

No.

¿Quién la guardó?
No estoy en condiciones de hablar de eso. No los conozco y ellos han pedido que se guarde su anonimato. Lo que me han contado es que en distintos momentos intervinieron varias personas en su custodia. Algunos eran miristas, pero también colaboraron militantes de otros partidos anti dictatoriales. También me han dicho que en varios momentos hubo que cambiar su escondite, pues los militares estuvieron muy cerca de encontrarla. En esas ocasiones, la bandera fue trasladada en una maleta de doble fondo. A pesar del duro contexto represivo, sus custodios la guardaron con gran respeto y en las mejores condiciones posibles para que no se deteriorara.

¿Por qué la devuelven ahora?
Fueron los padres, los familiares, de los cientos de miristas asesinados y desaparecidos, quienes plantearon una buena y justa razón para la reaparición de la bandera de la Independencia. En este último tiempo se ha comprobado la verdad sobre las víctimas de la dictadura y se han recuperado los restos de muchos desaparecidos. Pero la mayor parte de los cuerpos de los miristas asesinados no han aparecido y sus asesinos siguen impunes aunque plenamente identificados. Entonces, los familiares decidieron realizar un gesto de gran simbolismo: hacer aparecer la bandera de la Independencia para reclamar que, de igual manera, las autoridades de gobierno, judiciales, y de las Fuerzas Armadas, hagan justicia y hagan aparecer los restos de sus hijos.
Los distintos jueces han investigado y comprobado que cerca de 500 cadáveres, en su mayor parte de miristas, fueron lanzados al mar. Se sabe quiénes lo hicieron y dónde están esos restos atados a rieles. Si los militares usaron los medios de las FFAA para esa macabra acción, el general Cheyre tiene la obligación de usar los medios militares de que dispone para recuperar y hacer aparecer los restos de nuestros compañeros.

¿Cómo ubicaron la bandera?
No fue fácil, porque si bien sabíamos que estaba bien escondida, no sabíamos dónde permanecía, ni quiénes la guardaban. Los familiares miristas me explicaron lo que querían hacer y me pidieron que los ayudara a ubicarla. Me pareció que debíamos ayudarlos en su propósito y con el apoyo de varios compañeros logramos encontrarla.

¿Devolverán la bandera a las FFAA?
Esta bandera no pertenece a las FFAA, es un patrimonio de todos los chilenos. Creo que los militares chilenos que le hicieron la guerra a su propio pueblo indefenso, utilizando los métodos más inhumanos y cobardes, son indignos de guardar este emblema de dignidad y libertad nacional. Tampoco se confundan. La aparición de la bandera de la Independencia no es una rendición. Es una acción de lucha por los derechos humanos, un legítimo reclamo de justicia, la reafirmación de que la lucha popular por una verdadera democracia en Chile seguirá adelante.

Entonces, ¿se la entregarán al Gobierno?.
Los gobiernos de la Concertación no merecen recibirla. No han hecho mucho por restablecer en Chile una verdadera democracia. Su actitud conciliatoria con Pinochet y los responsables de la dictadura ha impedido una real justicia y ha amparado la mentira y la impunidad.

¿Qué harán con la bandera?
Los familiares miristas han decidido restituir la bandera. Respaldo esa decisión, pues creo que es necesario que la juventud que se incorpora ahora a la lucha democrática y popular pueda conocer este emblema nacional que resume y simboliza la historia de las luchas libertarias de nuestro pueblo. Volver a exponerla es un acto de recuerdo y homenaje no sólo a los miristas, también a todos los chilenos que sacrificaron sus vidas en la lucha democrática.

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