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LA CALLE

14 de Septiembre de 2013

Buscando el nirvana en una partida de Tetris

Vía Yorokobu “Si estás a punto de morir en una partida de Tetris, significa que estás aprendiendo”, explica Ben Mullen, una de las personas más hábiles del mundo en el juego de los tetrominos. Ben lleva veinte años jugando a la versión nintendera del Tetris y marcó el récord mundial de líneas: hizo 296, seis de […]

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Vía Yorokobu

“Si estás a punto de morir en una partida de Tetris, significa que estás aprendiendo”, explica Ben Mullen, una de las personas más hábiles del mundo en el juego de los tetrominos. Ben lleva veinte años jugando a la versión nintendera del Tetris y marcó el récord mundial de líneas: hizo 296, seis de ellas en el nivel 29 del juego, una hazaña que ni siquiera los jugadores con puntuaciones más altas que la suya podían alcanzar. Dice que el truco para entrenar está en comenzar la partida desde el nivel 19, en el que las piezas tardan un tercio de segundo en caer y solo tienes la sexta parte de un segundo para desplazarlas. En ese momento “es mejor poner una pieza mal que cambiar de opinión. Tienes que fiarte de tu primer instinto”, asegura.

Ben es uno de los Maestros del Tetris que protagonizan Ecstasy of Order, una película que disecciona el puzle de Alexei Pazhitnov de la mano de un puñado de personas que ha entregado su vida al juego. El director del documental, Adam Cornelius, cuenta por email que le parecía “interesante que hubiera gente que ha estado jugando al mismo juego durante dos décadas y que ha transformado su cerebro en un ordenador humano por un hobby”. Adam explica que la relación de los protagonistas de la película con el Tetris es “incluso espiritual, porque el juego se convierte en una metáfora de la vida en la que casi tienes que alcanzar un estado zen para alcanzar el éxito”.

La “relación espiritual” con el juego y el “estado zen” son lo que Adam llama el “éxtasis del orden” que da título a la película. Eso es lo que intenta retratar en el documental. Adam dice que el Tetris parece “una experiencia casi trascendental”. Los jugadores se entregan, vacían la mente, sencillamente colocan las piezas y siguen jugando. Harry Hong, el primer hombre en lograr una partida perfecta y alcanzar los 999.999 puntos, cuenta en el film que “es uno con el juego” cuando está concentrado. En cuanto ve la pieza asomarse por la parte alta de la pantalla ya sabe dónde colocarla. Jonas Neubauer, otro plusmarquista mundial, dice que hay que jugar “desde el fondo de la mente; si piensas mucho una jugada, tu siguiente movimiento sufre”. Cree que “los perfeccionistas no pueden jugar bien al Tetris” por ese mismo motivo.

“Hay una cita del Dalai Lama que dice que los occidentales solo nos sentamos juntos, en silencio y concentrados en el cine”, explica Adam Cornelius. “Cuando le preguntaron si era malo que las películas fueran groseras o de mal gusto, dijo que eso no importaba. En realidad da igual en lo que te concentres. Dejar la mente en blanco y convertirte en un vehículo para alcanzar un objetivo siempre es una experiencia positiva”, afirma el realizador.

El documental destapa que los lazos de cada jugador con el Tetris son únicos y personales. Los protagonistas habían jugado aislados hasta que Ecstasy of Order los juntó a todos en la misma sala. Habían desarrollado manías y muchos de ellos ni siquiera se planteaban que hubiera formas de jugar diferentes a la suya. Durante el rodaje de la película, Dana Wilcox descubrió que los tetrominos pueden rotarse en dos direcciones y no solo en el sentido de las agujas del reloj, mientras que Harry Hong se dio cuenta de que acumulaba las piezas en el lado derecho de la pantalla, al contrario sus rivales, que las apilaban en el lado izquierdo.

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La película de Adam le pone caras, historias y matices a la ‘cultura del videojuego‘, como hicieron en su momentoChasing Ghosts: Beyond the Arcade o el clasicazo The King of Kong. Si Tetris ya es por sí mismo un juego redondo, el documental consigue darle magia, leyendas y vida. Estas dos películas nos regalaron una panda de personajes inolvidables con escasas habilidades sociales, una idea difusa de lo que es molar y una tierna mezquindad propia de los dibujos animados. El buque insignia de esa generación de jugadores era Billy Mitchell, el jugador del siglo, el hombre que conocía el Pacman mejor que sus creadores, el superhéroe que descifró los secretos de Donkey Kong. En cambio, en Ecstasy of Order nos encontramos con “un grupo de gente normal e interesante”, en palabras de su director.

 

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