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Opinión

29 de Noviembre de 2013

Capellán del Hogar de Cristo: “La mayor parte de las personas que llegan a la cárcel por consumo de drogas son pobres”

Hace algunos meses el Hogar de Cristo hizo pública una serie de propuestas para mejorar la vida de los más pobres. Entre ellas está la despenalización de la marihuana, la misma propuesta que desde el 2001 vienen predicando, pero que ninguna autoridad ha escuchado aún. Para esta segunda vuelta el tema está nuevamente en debate. “Buscamos que el consumo no sea abordado desde lo penal, sino que como un problema de salud integral”, dice Walker.

Jorge Rojas
Jorge Rojas
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* Fotografías: Alejandro Olivares
¿Por qué estás a favor de la despenalización de las drogas?
A nosotros no nos interesa duplicar los sistemas de encierro, sino que trabajamos todos los días para que a las personas que están en el Hogar les aparezca algo mejor. Esta propuesta se enmarca en esta actitud de restitución de derechos. Esta afirmación no es nueva. El 23 de octubre de 2001, en la portada de Las Últimas Noticias, el titular era: “Hogar de Cristo se opone a penalizar el consumo de marihuana”. Estamos generando un debate que nos responsabiliza como sociedad para no desentendernos del problema del consumo de droga.

¿De qué forma nos hemos desentendido?
Una forma es simplemente no diciendo nada, donde el comportamiento adictivo es neutro y normal. Otra forma de desentendernos es penalizando y creer que está resuelto. Una persona que sufre exclusión por pobreza habitualmente está más expuesta a calificar como microtraficante.

¿Cómo es eso?
Por coincidencia, la mayor parte de las personas que llegan a la cárcel por consumo de drogas son pobres… como le compete al juez determinar qué cantidad constituye porte o microtráfico, habitualmente si tú tienes aspecto de flaite los jueces dicen que eres un microtraficante. Nosotros estamos por defender la dignidad de los más pobres y esta postura busca preocupar a un país en vez de desentenderlo.

¿Buscan despenalizar todas las drogas?
No, puntualmente la despenalización del porte y consumo de marihuana. Buscamos que el consumo no sea abordado desde lo penal, sino que como un problema de salud integral.

Si esta propuesta viene desde el 2001 ¿qué ha pasado con las autoridades que en más de 10 años no han recogido el guante?
La legislación actual es producto del temor a que se genere un aumento del consumo. Quiero ser honesto, esto no es palabra de Dios, es palabra de décadas de trabajo cerca de los más pobres, que sufren las consecuencias de las drogas y también las consecuencias de terminar en la cárcel, y todos sabemos lo que allí ocurre. Esto no forma parte de una agenda liberal ni lo hacemos porque está de moda decir que se es progresista. Nuestra agenda es la defensa de la dignidad. Si yo tengo delante a una persona que consume drogas quizás tiene un problema o hasta una enfermedad, pero no tengo un delincuente.

Hay distintos niveles de consumos y en distintas situaciones.
El consumo festivo en la discoteque, o el que te permite estar más chispeante para entregar la maqueta en arquitectura, puede ser entretenido, lo respeto, pero no tiene nada que ver con lo que significa la tragedia de que a una señora en la población su cabro se le ande metiendo en la droga. Eso significa que abandona el colegio y que queda a merced de las bandas de tráfico.

¿Qué es lo que has visto como para decir que la despenalización es la mejor manera de abordar este tema?
Despenalizar no es la mejor manera, pero es el paso mínimo. El problema evidentemente no se soluciona despenalizando, pero se echa a perder aún más si se reprime con castigo. Nuestra propuesta tiene que ver con la actitud de reducción de daños. La mayoría de protocolos de rehabilitación sólo ayudan a aquellos que manifiestan su firme voluntad de no consumir nunca más drogas, pero lo que nos pasa a cada rato es que recibimos muchas personas que no saben si quieren dejar de consumir, porque en sus vidas todavía no les parece nada mejor que la botella de ron, que el porro, o la pasta base. Si dejamos de ser víctimas de nuestra historia esa persona probablemente empiece a regular el consumo y quizás descubra que le apareció algo mejor que las drogas. Ese trabajo de gradualidad, que tiene como norte la abstinencia, no excluye a los que recaen, porque de lo contrario nosotros mismos estaríamos generando a los excluidos, y tendríamos que fundar la fundación para los excluidos del Hogar de Cristo. Es un poco ridículo.

Usted habla de la narcocultura. ¿Quiénes pertenecen a ese grupo?
La narcocultura es una forma de identidad, es un país dentro de un país, donde personas han recurrido al tráfico de droga para generar plata fácil, que hoy permite tener todos los bienes de consumo que la televisión muestra. Allí existe un nivel de frustración muy grande y también mucha ayuda. Cuando entras al mundo del narcotráfico hay redes que te ayudan a pagar la luz, que te dan plata para el médico, y dinero para el funeral. Te dan identidad, tal como alguien decía por ahí: “prefiero ser malo a no ser nadie”. En estos grupos hay ascensos y los jóvenes pueden construir una carrera. Pero también allí hay miedo.

¿Qué hace la Iglesia por ellos?
Hay un trabajo muy bonito de hace años con agentes pastorales, entre ellos varios párrocos de poblaciones, para saber cómo poner a los feligreses microtraficantes -que están equivocados y que están haciendo un gran daño al país- en nuestro desvelo de cura y de monja. Ellos son nuestros feligreses. El problema es la indolencia y el miedo.

¿El Estado ha sido indolente con los consumidores de drogas?
Las fuerzas de seguridad no están haciendo lo que pueden hacer, pero la pega de abrir una alternativa mejor a la droga es de todo el país, no sólo de la policía. Es pega del cura, de los emprendedores, de los medios de comunicación, etcétera.

INJUSTICIA SOCIAL

¿Por qué vives en la población La Palma?
Soy sacerdote católico y vivo en comunidad con otros siete sacerdotes. Estar allí no me da estatus de nada, no me da derecho a hablar en nombre de los pobres, pero me hace estar más lúcido, porque me vengo todos los días a pie hasta el Hogar. En ese trayecto los vecinos me cuentan cómo durmieron o por qué no lo hicieron. Escucho las balas, pero también veo la fiesta, los asados en las veredas, los cabros chicos jugando, los viejos pascueros disfrazados, veo una manera de vivir la pobreza que es heroica. Hoy, para no vender drogas en una población hay que ser un héroe, porque la extorsión del medio de la sociedad de consumo es tremenda.

¿Qué tan conectadas están las políticas públicas con las necesidades de los vecinos a los que usted ve todos los días?
Siempre va a haber deuda de un trabajo más participativo, donde se escuche más a los actores. El peligro de la retórica siempre está, al igual que el usar a los pobres en nuestro beneficio.

¿Lo dice por las elecciones?
En términos electorales, de posicionamiento, para vestirte. Esto es lo más cruel que uno puede hacer: vestirse con el dolor humano para erigirse en santo o ganar puntos en determinado ranking.

Sin ir más lejos, este gobierno llegó prometiendo que iba a acabar con los campamentos.
Hay muchas promesas que no han sido cumplidas, pero también han existido avances, como la política para las personas en situaciones de calle, que es un gran paso. La pega es que el próximo año no haya más gente en la calle ni en las hospederías, que haya algo mejor que el Hogar de Cristo.

¿Considera que Chile es un país muy injusto?
Sí, considero que Chile es un país muy injusto.

Hay quienes consideran que la desigualdad no forma parte del mal. Jovino Novoa, de hecho, dice que no es mala.
Yo no estoy de acuerdo con eso. Hay quienes dicen que la desigualdad es necesaria para el crecimiento y es el signo de la victoria de la libertad: que nadie está obligado a ser homologado con un pobre. Hay otros, sin embargo, que pensamos que la desigualdad es el signo del fracaso de la libertad.

Pero qué se hace cuando hay un grupo político que piensa que la desigualdad no es mala.
Chile es un país diverso. Yo agradezco que haya personas que piensen distinto, porque eso me exige a mí a dar razón de mi esperanza. ¿Qué pasaría si entendiéramos la libertad solo en términos de ascenso individual? ¿Sería posible nuestro país o seguiríamos viviendo en las cavernas?

Vivimos en uno de los países más capitalistas del mundo. ¿A usted le gusta este sistema tal como está?
Nuestro sistema de vida necesita ser humanizado. El modo en cómo hemos entendido el desarrollo está equivocado, porque hemos entendido la dignidad humana en términos de competencia. A mí no me interesa ser un gladiador, no me interesa ser un gimnasta olímpico, ni batir marcas y ascender en rankings, no me defino valioso porque produzco…

Sin embargo, pareciera que los emprendedores en Chile tienen el cielo ganado.
Los emprendedores tienen un rol fundamental, la empresa tiene un rol importantísimo en el país, que es la capacidad de generar no sólo producciones de bienes materiales, sino que modos de vida crecientemente humanos. El problema es cuando una empresa cree que el aumento de la rentabilidad para los accionistas es el único sentido de la compañía y eso es irresponsable. Es como decir que el único sentido de la Iglesia Católica es el bien de las señoras que vienen a misa.

A los 18 años un joven se tiene que endeudar para estudiar y a los 40, quizás con suerte, vuelve a hacerlo para comprarse una casa. La deuda le asegura al empresario tener a su disposición la vida productiva de una persona, que está obligada a trabajar para pagar por estas necesidades básicas. ¿Le parece eso justo?
El tener que trabajar para tener lo tuyo es parte de la dignidad humana, pero hay derechos que deben estar asegurados independientemente de tu capacidad productiva. Desde nuestro trabajo en el Hogar de Cristo hemos visto la tragedia de las personas pobres que viven encalilladas.

Me imagino que esos son los abuelos que atienden, que a mi juicio es la cara más fea del sistema. Esa que abandona a las personas que ya no son productivas.
Hay una crueldad institucionalizada con cerca de 550 mil adultos mayores que hoy están abandonados o cuidados por personas colapsadas que pertenecen al 20% más pobre.

Imagino que usted no cree que Chile está a punto de ser desarrollado.
Hay una palabra de Pablo VI que dice que no hay mayor subdesarrollo moral que la codicia. Cuando nosotros tengamos por foco el esfuerzo humano y la reparación de la vida humana yo creo que vamos a ser un país desarrollado. Antes de eso, sólo vamos a tener un buen PIB.

¿Qué le parecen las ideas progresistas?
Son una oportunidad para crear un país más igualitario y para el reconocimiento de derechos inalienables que no están siendo ejercidos, pero no me anoto con todos porque tengo convicciones que hacen que no comparta algunas propuestas.

Hablemos de algunas de esas ideas. ¿Le parece buena idea hacer una nueva Constitución?
No quiero meterme en eso, porque lo que quiero instaurar es que de acá a la elección nosotros votemos con un voto de pobreza, pensando cuáles son las decisiones que afectan la vida de los más pobres.

Seguramente la mejora en la vida de los más pobres pasa por una nueva Constitución.
Yo tengo mi opinión, pero como capellán del Hogar de Cristo, que concita la adhesión de cientos de miles de personas diversas, no la voy a dar acá.

Tampoco me va a decir, entonces, si es partidario de una asamblea constituyente.
Te prometo que voté bien.

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