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Cultura

10 de Febrero de 2014

Miguel Ángel Álvarez, la “Cholita Poh”: “En Perú comemos palomas”

En un departamento pequeño, que parece colgar sobre la Autopista Central, vive Miguel Ángel Álvarez de 33 años, peruano, gay, soltero, religioso, transformista, comediante, maquillador, actor y así. Es, después de muchos otros personajes, “La Cholita Poh”, una figura que lo llevó a la tele y a ser símbolo de los actos de confraternidad entre chilenos y peruanos de estos días. A pesar de todo, muchos de sus compatriotas no se tragan los chistes sobre palomas.

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“Mi historia es extraña, nunca vine a Chile a quedarme, pero soy una persona perceptiva, creo que existen otras cosas más que lo terrenal, cada uno tiene el destino marcado. Desde la adolescencia yo le decía a mi mamá “quiero conocer Chile” y pasó el tiempo, hice una carrera artística de 11 años en Perú, teatro, cine, televisión y muchas cosas. De pronto dije “bueno, llegó el momento, o me compro el carro o me voy a conocer”. Decidí irme a Chile y Argentina, compré pasajes sin decirle a nadie, me vine 15 días, lo alargué 15 días más y un amigo me dijo que había una oportunidad de trabajo muy buena que me convenía, fui a la entrevista y les encantó, volví a Perú a sacar las cosas de mi departamento, las dejé donde mi mamá y me vine de nuevo, nunca conocí Argentina.

Cuando llegué me sentí en una de esas películas americanas de los suburbios, me chocó. Arrendé un departamento en plaza Italia, en un edificio antiguo y, cuando abrí la puerta la primera noche, vi cómo la luz de un cartel luminoso se colaba por la ventana y alumbraba mi cama y el clóset viejo. Fue tétrico, me acosté en la cama y me puse a llorar. Pasé ahí mi cumpleaños, acostado en esa pieza sin nadie que me saludara o me viniera a ver, al día siguiente me levanté y dije “me queda un mes para empezar a ganar plata”.

Llevar una carrera de transformista no es fácil, te metes tanto en el personaje que yo, como Miguel Ángel, no existía. Pero aquí pude encontrarme, no como la figura que hacía en Perú, Maciel, que era el personaje que me mantenía, me daba de comer, el que la gente conocía, yo no existía para nada. Pero acá un día en el mall que trabajaba un chico me paró y me dijo “Tú eres Maciel”, me puse rojo y le contesté que si, después otra chica supo y así, fue bonito encontrarme conmigo mismo.

Un día recibí una llamada de un productor, no me dijeron nunca que era para “Talento Chileno”, solo que era un nuevo programa de comedia. Gracias a Dios, tuve muy buena recepción, tanto del público como del jurado. Hice una rutina sobre las cosas con las que nos toman el pelo, como comer palomas, yo he comido paloma. La Cholita es una inmigrante y siempre cuenta historias, por ejemplo, cuando llegó a la Plaza de Armas le pidió a Dios que le mandara unos compatriotas para no sentirse sola, cuando bajó la mirada había 50 weones ahí, Dios hizo el milagro muy rápido. No pasé a la final del programa, obvio, se llama “Talento Chileno” y yo soy peruano.

Nunca he sentido la discriminación de parte de chilenos, pero sí de mis compatriotas, porque este personaje es una chola y los peruanos se han ofendido bastante con lo de las palomas. En las redes sociales el 80% de los comentarios positivos son de chilenos y el 80% de los insultos son de peruanos. Toqué heridas, me dijeron “cómo vas a decir que en Perú comemos palomas”, pero es verdad: comemos palomas, lagartos, gusanos, cuye, conejo, mono, tortuga, etc. ¿Por qué avergonzarnos de eso? Aunque no parezco, soy peruano y cholo, me salió lo nacionalista acá.
Me dolió mucho, lloré mucho. Hasta recibí llamadas con insultos y amenazas, pero me he presentado en todos lados y nunca pasó nada, al contrario, los niños me abrazan. Ya no pesco los comentarios, solo me preocupo de hacer crecer al personaje. Ahora me llaman para animar eventos, me estoy convirtiendo en una especie de representante, donde va “La Cholita Poh” le tienen cariño. La Cholita marca la diferencia porque es una inmigrante, pasó por ser nana, ahora está vendiendo empanadas en las calles y va a seguir luchando hasta tener su restorán. Es un proceso que estoy creando para el personaje. Yo también tengo una meta: sueño con tener un restorán y hacer café concerts., no soy chef pero lo que hago a la gente le gusta.
Todo venía bien, pero lo de La Haya me dio miedo y pena, porque los perjudicados son la gente que vive en Arica y en Tacna, en la capital ni lo sentimos. Los que lo van a pasar mal son los pescadores artesanales que tienen que llevar plata a la casa, las grandes empresas siguen siendo grandes empresas, eso se demostró ahora en La Haya. Pero los que caminamos en la calle, los comunes y corrientes, no sentimos el cambio. Me dolió mucho el amarillismo de mi país, las celebraciones previas y como los diarios titulaban “Ya ganamos” o “Chile llora”, creando otra vez una guerra estúpida. En Perú no piensan en los 120.000 peruanos aquí, ni que ese tipo de comentarios acá pueden generar una tragedia. Eso duele.

Antes del fallo animé un evento de confraternidad entre chilenos y peruanos, todos estaban bien, pero había una señora que se acercó al escenario y dijo “Peruanos de mierda, nos robaron, váyanse”, no le hicimos caso, los carabineros se la llevaron y a nadie le importó, la cosa sigue igual. Uno piensa en toda la plata que se gastó en La Haya y para nada: Los que nos separaron con sus fronteras fueron los europeos, y ahora en este conflicto recurrimos a ellos, de qué estamos hablando. Me duele como sudamericano.”

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