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Opinión

28 de Febrero de 2014

Gabriel Salazar, historiador: “La derecha no tiene líderes naturales que tengan pasta de estadista”

El historiador Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia el año 2006, habla sobre la derecha y sus transiciones en la historia. Dice que se escindió del empresariado, se ha hecho micropopulista y que carece de líderes de peso. Asegura que Larraín es un huaso y que Golborne con su sonrisita ridícula “no hace mucho”. De Evópoli y Amplitud asegura que “no tienen nada que decir”.

Ana Rodríguez
Ana Rodríguez
Por

foto: alejandro olivares

Lo que está pasando en la derecha es más antiguo que los hechos que sucedieron el año pasado, dice Salazar, y asegura que tienen que ver más con la crisis general de la clase política. La llamada crisis de representatividad, que viene manifestándose desde el retorno a la democracia, “cuando los encuestadores del PNUD descubrieron que el 54% de los chilenos en ese tiempo ya no confiaba en la democracia, en los políticos, en las instituciones del Estado”.

El porcentaje, dice el historiador, ha ido creciendo sistemáticamente, llegando a lo que hoy es una crisis de representación extrema, que en Chile sólo se había dado antes a comienzos del siglo XX.

-Lo que le ha ocurrido a la derecha es expresión de lo mismo. Piensa que la Concertación con Bachelet ganó, pero con el veintitanto por ciento del electorado real. O sea, éstos cantan victoria porque le ganaron a la derecha, pero la crisis afecta al conjunto- explica Salazar.

¿Cómo se entiende que desde comienzos del retorno a la democracia ya existía una crisis de representatividad?
-Aquí se produjo una transición política súper estructurada, que fue una transacción entre la dictadura, los políticos viejos de la Concertación y el capital financiero internacional. Esa transición nos llenó la mente y las noticias y ocultó el hecho de que había una transición por abajo, que tiene que ver con la memoria social, que ya por esa época estaba recargadísima, porque estaba todavía viva la memoria de lo que había pasado con las reformas de Eduardo Frei Montalva, la Reforma Agraria, con las reformas estructurales que introdujo el gobierno de Allende. Estaba viva la dictadura y cómo la izquierda fue destruida. Y luego el hecho de que Pinochet fue un desgraciado de mierda, un asesino que todo el mundo rechazó por su brutalidad. Y transar con él, la gente que sufrió eso en carne propia… La Concertación llevó adelante la transición a base de negociaciones de alto nivel, superestructurales. Pensando de ahí para adelante, olvidando el peso de la memoria.

¿Y en adelante, cómo se reforzó el descontento?
-Fue Lagos quien dio un viraje para de frentón comprometerse con lo que es el neoliberalismo. Justo en ese gobierno aparecen las primeras explosiones sociales basadas en esta memoria. Por eso yo creo que el origen de ese rechazo a la clase política de los noventa tiene que ver con eso. No hay explicación posible si no acudes a esa memoria instalada. El año pasado hubo una explosión total de la memoria social, que empapó los medios de comunicación, la televisión, y de ahí en adelante viene el colapso de los políticos, porque ya están todos asustados.

El año pasado, se cumplieron 40 años del golpe y estuvo lleno de gestos potentes. ¿Cómo ve el rol de la derecha durante ese aniversario?
-Creo que ellos reconocieron que la memoria social estaba hablando con verdad y eso los obligó a ponerse muy cuidadosos en sus afirmaciones, a desconectarse de Pinochet, incluso el presidente empezó a hablar de los que eran cómplices pasivos. La derecha quedó absolutamente descolocada porque los canales mostraron hasta la pared del frente lo que fueron las violaciones a los DDHH y no había derecho a pataleo. Entonces, la posibilidad de que la derecha se afirmara en la figura de Pinochet y/o en su modelo neoliberal se debilitó muy notoriamente. Y eso se reflejó naturalmente en la votación.

También está el gesto de Piñera de cerrar el penal Cordillera. Ser pinochetista hoy es una cosa muy mal mirada.
-La derecha sufrió el boomerang de la memoria social, que reventó el 2013. Y de tal manera que todos quedaron mudos frente a eso. Lo segundo es que la derecha se identificó en exceso con el modelo neoliberal como su gran política y se fue apartando de lo que comenzó a ser el comienzo de los noventa, que era jugar un poco a la descentralización de la política, bajando a las comunas, un populismo local. Aprovechandose de toda esa política de descentralización que justamente puso en acción Pinochet. La UDI trabajó muy bien en la primera etapa, cosa que la Concertación no hizo porque comenzó a trabajar por las alturas, y por el contrario, rechazó el populismo, todo lo que se estaba haciendo en las bases populares, no ayudaron a la educación popular, desconectaron las ONG. La Concertación se casó con una política neoliberal desde el Estado y la UDI se metió por abajo. Eso explica el desarrollo del poder electoral de la UDI, que se presentó no como ultraderecha, sino como neopopulismo.

La llamada UDI popular
-Exacto. Durante el gobierno de Piñera la derecha se identificó mucho con el gobierno a nivel de la misma Concertación. Y abandonó ese trabajo de bases que a esa altura le rendía mucho menos por el desarrollo de la memoria, así que era muy poco probable que le fuera bien. Y eso explica por qué para poder gobernar con un mínimo de legitimidad, Piñera tuvo que jugar con el micropopulismo.

¿Qué es el micropopulismo?
-Bonos, igual que Bachelet. Regalarle a la gente cuarenta lucas por cualquier razón: el posnatal, estar casados cincuenta años. Son puras políticas micropopulistas. Y eso no le rindió frutos suficientes. Creo que en definitiva la transición por abajo, que es una transición cultural, ha agarrado mucha fuerza últimamente y ya contra eso los políticos no pueden hacer nada. Eso está claro.

Este derrumbe se reflejó también en las candidaturas presidenciales de la derecha.
-Sin duda.

LA DERECHA QUE VASCULA

¿Qué pasa con la figura de Longueira?
-Tengo la impresión de que Longueira tiene una personalidad que hay que estudiarla psicológicamente, que está constituida de una manera dual, casi bipolar, diría yo. Es la impresión que me dio siempre. No creí en él. Como que estaba actuando de una manera asertiva, como a él le gustaba, medio prepotente, y su quiebre lo demuestra, porque se quiebra justo cuando está alcanzando la cima de su carrera. Cosas que son psicológicas, que a mí no me interesan. Lo que sí es interesante es ver cómo se gestan los liderazgos en este país.

¿Cómo se forjan esos liderazgos en la derecha?
-Ellos no tienen líderes naturales que tengan pasta de estadistas, que entiendan el problema de fondo, que saquen un discurso, que sean impulsores del desarrollo nacional, que hablen con convicción científica. No hay ni uno. Larraín, por ejemplo, es un huaso más nomás. Un terrateniente tipo Jarpa, que no convence a nadie, ni siquiera a sus propios seguidores. Tienes a Golborne, que ¿qué es políticamente hablando? El tipo se hizo famoso porque se fue a meter a la mina, puso la carita y derramó unas lágrimas. Hizo pucheritos cuando sacaron a los mineros y todo el mundo le agarró simpatía. De ahí viene todo su prestigio. Hasta qué punto cosas como esa hacen olvidar el hecho de que el tipo siendo gerente de Cencosud hizo las cuestiones que hizo. Y que tenía cuentas escondidas. Eso no es un líder. Con su sonrisita ridícula no hace mucho. Lo increíble es que tenía la pinta de alguien más sólido y en el fondo no lo era.

¿Y Matthei?
-La Matthei, por Dios. Ella no está casada con militar, pero es la típica mujer de militar, que como patronas son terribles, porque gritan, son garabateras. De recambio el gordito portavoz, Chadwick, ¿a quién convence? No tienen personal de recambio. Estos grupos nuevos que se desprenden para juntarse de nuevo. Porque son hijos pródigos. Evópoli, Amplitud, van a volver. Es la historia de la clase política chilena. Eso siempre ha existido, en todos los partidos, no sólo en la derecha.

¿Ha habido algún momento similar en la historia de la derecha?
-En los años cincuenta. Le pasó a la izquierda y la derecha. Desde el año 46 la clase popular y la ciudadanía en general se aburrió de los políticos. Los comunistas y socialistas estaban matándose entre sí en esa época por la demagogia del Partido Radical, por la pérdida del poder de la derecha cuando se acabó el voto de los inquilinos. Cuando se fue perfeccionando el sistema electoral y se acabó el cohecho, la derecha fue perdiendo votación espectacularmente. La derecha se identificó con la iglesia católica del ala más reaccionaria, por eso se produjo la escisión y aparece la DC. La derecha fue quedando arrinconada en cuestiones muy añejas, perdió poder electoral y notoriamente el electorado, al tener más educación, más conciencia crítica, se radicalizó. Todo eso produjo una gran crisis de confianza en la clase política en los años 50. Por eso todo el mundo votó por Ibáñez. Y apareció una miríada de pequeños partidos políticos. En ese periodo lo que se reconstituye no son los partidos políticos ni la clase política, sino la clase popular. Por eso Clotario Blest sacó un discurso de prescindencia de los partidos y la clase política. Es muy similar con lo que está pasando hoy.

¿De qué manera sobrevive la derecha patronal hoy día?¿Existe todavía?
-Hay una cosa que hay que tener clara, sobre todo para la gente que es de izquierda y, más o menos, marxista leninista. En Chile se produjo una escisión entre el empresariado y la clase política de derecha. Esa división se produjo en los años 30 y en gran medida provocada por Arturo Alessandri Palma, que no era empresario ni terrateniente, era político puro. Y lo que hizo después de la crisis del año 30 fue construir y mantener el Estado dominado sólo por políticos profesionales. Excluyó a los movimientos sociales y al empresariado. En su segundo gobierno mandó callar los empresarios cuando fueron a decirle -cuento corto- “el Estado que usted construyó no sirve para el desarrollo económico, industrial”. Alessandri les dijo que no tenían derecho a gobernar, sólo a petición. Y los mandó a cambiar del Estado. Por eso los empresarios el año 34 se reúnen todos y fundaron la Confederación de la Producción y el Comercio que funciona hasta hoy. Para los leninistas es un buen dato porque el Estado chileno no está controlado por la clase económicamente dominante, está fuera. Y por eso la Confederación presiona desde fuera. O paga. Por eso se separó la derecha económica de la política. Y apareció una clase política derechista, compuesta en su mayoría de políticos de carrera, que después de que llegan a ser ministros algunos se pasan a la empresa y después vuelven. Pero los que son empresarios y se pasan a la clase política, o no son empresarios netos, como Piñera, o no van. Los grandes empresarios nunca han gobernado este país.

Pero la derecha política representa los intereses de los empresarios…
-Para poder hacerlo tiene que tener una votación importante, pero no van a tener votos suficientes si no sacan una política no tan derechista, sino medio nacionalista, medio liberal, medio populista. Un enredo. La derecha chilena no tiene un pensamiento definido, claro y preciso que ofrecerle al país porque, o es golpista o es nacionalista acérrima patriotera, pero tiene que ser liberal y librecambista, amiga del imperialismo extranjero. No tiene un proyecto claro. En esta derrota la derecha no ha sacado ninguna propuesta de fondo. Es una derecha que vascula. Por eso no me extraña que esté en crisis, la derecha no tiene sustancia de clase, no es la burguesía, no es el empresariado. Piñera no es un empresario, es un especulador que le robó las ideas a Claro.

¿Qué pasa con esta gente que empieza a salir de la derecha, formar grupos, llamarse liberales, aunque solo en lo económico, y no en lo moral?
-Es que la derecha -se supone- representa los grandes intereses del capital, pero recordemos, no son empresarios. Son políticos, y el político al final se vende a sí mismo, al electorado, vende su imagen, vende pomada. Después de una derrota electoral como esta, todos tratan de salvarse por sí solos. Y buscan, por tanto, vender una imagen de renovación, de frescura. Como no tienen un pensamiento fijo, un proyecto país claro, no les queda otro camino que inventar cualquier cosa para defender su imagen como individuo y como grupitos. ¿Qué es lo que es Evópoli, por favor? O Amplitud. Buscan algo nuevo, pero no tienen nada nuevo que decir. Eso pasa con los políticos que llamaban díscolos, pero todos los díscolos se escapan para conseguir mejor capital propio. Por eso todos se van pero vuelven.

¿Y Piñera?
-Él quiere volver, seguro. Tiene un afán de figuración pública que es casi penosa, da vergüenza ajena. Es un ser que está enfermo de exhibicionismo. No es tonto, sin duda. Pero el exhibicionismo es más que él. Y probablemente quiere volver por lo mismo, pero yo creo que no tiene ninguna posibilidad. Ni siquiera la derecha.

Cuando ganó Piñera uno decía, qué horror un gobierno de derecha. ¿Fueron al final tan terribles estos cuatro años?
-La verdad es que no, por una razón muy simple, que este modelo es perfecto. No admite mayor perfeccionamiento. Piñera tuvo que administrar un modelo pero no podía ir más lejos. Lo único que podría hacer Piñera era profundizar el modelo, aumentar la explotación, y eso era ya mucho. Lo único que pudo hacer es micropopulismo, para con su sonrisita tratar de ganar el apoyo y eventualmente tener un segundo gobierno. Pero eso no le aseguró nada.

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