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Opinión

18 de Marzo de 2014

Ex ministro Alejandro Solís y su salida de causas de DDHH: “Mi designación causó malestar en los militares y fueron a reclamar”

El magistrado que llevó durante casi una década casos contra la DINA, está dolido con el presidente de la Suprema Sergio Muñoz. Prefiere no calificar su conducta cuando recuerda el momento en que le pidió dejar el empleo “por temas de opinión pública”, en circunstancias, dice, que se debió a un gallito que perdió con sus pares. Asegura que debió escribir dos veces su renuncia. La primera daba cuenta pormenorizadamente de su trabajo. Sin embargo, Muñoz le pidió que cambiara el contenido e hiciera algo más general. “A veces en conversaciones con amigos, parientes, si de pronto hablaban mal del Poder Judicial, yo siempre salí a defenderlo. Pero después de esto, no salgo a defender a nadie más, porque sé cosas peores”.

Jorge Molina Sanhueza
Jorge Molina Sanhueza
Por

El ex ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago Alejandro Solís está dolido. Lo está porque había sido contratado como un abogado externo que apoyaría la labor de los magistrados que llevan causas de DDHH y de pronto le pidieron la renuncia.

Alcanzó a trabajar desde el 11 de febrero hasta el 11 de marzo, cuando tuvo que dimitir a petición expresa del presidente de la Corte Suprema Sergio Muñoz, quien se vio enfrentado al Pleno del máximo tribunal, ya que no consultó la contratación con el coordinador nacional de los jueces que llevan estos procesos, Hugo Dolmestch.

El sitio Ciper Chile lo ligó a presiones del Ejército, otros a un conflicto interno, y algunos Supremos al “rasgo juvenil” de Muñoz para llevar adelante su trabajo.

Hay que recordar que Solís abandonó el Poder Judicial por límite de edad en 2012. Fue quien llevó los casos duros de la DINA, entre ellos el proceso por el homicidio del ex comandante en jefe del Ejército Carlos Prats y su esposa, ocurrido en Buenos Aires en 1974 por la colocación de una bomba. Es quizás el magistrado que más conoce el actuar del Mamo Contreras, a quien calificó como el hombre que “sin duda más banalizaba el mal”, 

En entrevista con The Clinic Online, Solís habla por primera vez desde su salida. Asegura que Muñoz le pidió cambiar el contenido de su renuncia para evitar que quedara registro formal de su trabajo, que existe falta de voluntad para acelerar estos procesos una vez que se dictan las condenas de primera instancia. Y que Muñoz salió debilitado de su gallito con sus pares por su forma de trabajar .

El museo precolombino

– ¿Cómo surgió la contratación suya en la Suprema?

-El 8 ó 9 de febrero recibí un llamado de la secretaria de Sergio Muñoz, quien me dice: el presidente quiere hablar con usted. Contesto y el me dice, quiero hablar con usted. Tan poca importancia le di al asunto que le dije, como voy a ir con mi nieta al museo precolombino,  lo paso a ver. Y a las 11 estuve allí.

– ¿Y qué le dijo?

– Me dijo, mira Alejandro, quiero nombrarte abogado externo en apoyo a los ministros que tramitan causas de violaciones de derechos humanos.

¿Y le entusiasmó la idea?

– Sí, me entusiasmó. Sobre todo porque el año pasado ya jubilado, recibí exactamente nueve invitaciones para hablar de mi trabajo y de los 40 años del golpe militar. Estuve en Chile invitado en Copiapó, Iquique, luego a Francia, en Londres, Argentina y Guatemala. Comprenderá entonces que con todo ese bagaje que va aprendiendo, toda esa experiencia, tendré que entregarla en apoyo, y el trabajo con estos ministros era ideal, pues.

¿En qué consistía su trabajo en rigor?

– Apoyo a los ministros.

– ¿Entonces era ayudar a ordenar? No iba a hacer los fallos como se ha dicho.

– Un ejemplo. Usted ve los modelos que le van haciendo los actuarios al ministro, que en este caso es Leopoldo Llamo, quien heredó mis causas. Ellos escriben a fojas tanto, Manuel Contreras dijo, tanto, tanto, tanto. En diez fojas dice esto. El trabajo era ordenar. Sólo actualizar los datos.

¿Cuánto alcanzó a trabajar y en qué casos?

– Sí, alcancé. En el caso de Juan Ibarra. En quince días lo tenía listo. Estaba trabajando también en el de Sergio Pardo Pedemonte y llegué a la mitad del trabajo.

– ¿Si todo andaba bien, qué pasó internamente?

– Una fuente absolutamente confiable me dijo que mi designación causó malestar en los militares y fueron a reclamar. Y reclamaron. Y el hecho de que Sergio Muñoz no hubiera consultado mi nombramiento con Hugo Dolmestch, el encargado de coordinar el tema de Derechos Humanos, éste último se sintió menoscabado. Y la explicación que Dolmestch me dio después de la reunión que habría tenido con Sergio Muñoz, es que tenía la intención de crear un departamento de Derechos Humanos. Espléndido me pareció.

– ¿Y qué hizo, entonces?

– Fui hablar con Dolmestch y me dijo mira, esto de la opinión pública y qué se yo. El trabajo es improcedente, vamos a pensar en un Departamento de Derechos Humanos. En eso me llama Sergio Muñoz y me dice que vaya a las 8 de la mañana para hablar con él.

– ¿Y qué le dijo?

– Me dijo, Alejandro lo lamento mucho, pero por el problema que ha habido con la opinión pública, tienes que presentarme la renuncia.

– Y usted se quedó plop.

– Claro. Y me dijo, entonces. ¿Cuándo entraste? Y le dije el 11 de febrero. Entonces preséntame la renuncia para hacerla efectiva el 11 de marzo. Y hazme un pequeño informe de lo que hiciste. Y yo, usando los términos del contrato, escribí a la Corporación Administrativa del Poder Judicial, donde señalaba: vengo a renunciar en forma voluntaria. La cláusula 9 del contrato, decía que las renuncias voluntarias debían hacerse por escrito. Y allí cuento: trabajé en el episodio Juan Ibarra, ordené los antecedentes… Se lo presento con copia a la Corporación Administrativa y en la tarde me llama la secretaria de Sergio Muñoz.

– ¿Y qué le dijo?

– El ministro quiere que cambie lo del trabajo que hizo usted. Qué diga en términos generales que fue una labor de apoyo a la labor de los ministros. Y tuve que escribirlo de nuevo. Pero aquí le puse: conforme a lo conversado con usted, vengo a presentarle la renuncia. Y mi labor consistió en hacer una base de apoyo a los ministros. Y punto.

– ¿Y qué le parece la actitud y conducta del ministro Muñoz?

– Prefiero no calificarla.

¿Rara?

– (…)

– ¿Pero se iba a crear o no el mentado Departamento de Derechos Humanos?

– No es efectivo que se fuera a plantear lo de ese departamento. Después, por lo que se ha sabido, que lo dijo Sergio Muñoz hace unos días, que cuando llegó con mi renuncia al Pleno de la Suprema, Dolmestch le habría dicho ¡Qué lástima! Yo pensaba traerlo a trabajar a mi lado para hacer una base de datos. Yo tengo mis serias dudas que haya sido así. Porque si así fue, es fácil. Era decir, que retire la renuncia y véngase a trabajar conmigo. Así que no era eso lo que pensaban…

– ¿Hay intrigantes en la Suprema?

– Yo creo que sí, hay intrigantes en la Suprema. De partida, cómo se supo esto. Por El Mercurio, diciendo que ex juez que llevó el caso Prats, contratado por la Suprema. Y después señalaba que había causado sorpresa entre los ministros de la Corte de Santiago mi designación en este cargo.

El auditor del Ejército

– ¿Pero encuentra legítimos los reclamos de los abogados de los militares respecto al trabajo que usted desarrollaba?

– Yo creo que hay que dejar constancia del trato que me brindó el ministro Leopoldo Llanos, quien se quedó con mis causas. Me abrió su oficina. Si incluso hasta fuimos al estadio juntos, porque los dos somos colocolinos. Y digo esto porque lo mío era una labor de apoyo. Yo no le iba a imponer nada.

– Ciper Chile publicó hace unos días que en parte su salida se debió a la mano oscura del Ejército. Usted cree que fue así.

– Como le dije, una fuente confiable me dijo: los militares vinieron a reclamar por tu designación. Y le agrego otro antecedente para dejar constancia. Don Waldo Martínez, auditor general del Ejército, me llamó y me dijo Alejandro, me acabo de enterar que se mencionaba en el artículo de Ciper… Yo no tenía idea de lo que estabas haciendo tú. Tengo la mejor opinión de ti, me dijo. Yo lo conocía cuando era el presidente de la Corte Marcial y él era el auditor del Ejército. Convivimos en forma muy cordial. Y me dijo: quiero aclararte que yo no intervine en esto. Me pareció un gesto muy caballeroso.

– ¿Hay otra mano mora detrás de su salida?

– Yo creo que los demás ministros de la Corte Suprema hicieron un apoyo corporativo a Dolmestch.

– Eso indica que el presidente del máximo tribunal, entonces salió debilitado.

– Exactamente. Si él (Muñoz) tomó esta decisión que tendría que haberla consultado con Dolmestch, el día de mañana nos pasa lo mismo a nosotros, deben haber pensado.

– ¿Y debió consultarlo con el Pleno? ¿Qué cree usted?

– No sé. Conociendo como trabaja Muñoz, que le gusta exponer muchas ideas, piensa mucho en los temas y le busca soluciones… El consideró, estamos a 7 de febrero, no vamos a esperar a que lleguen todos en marzo… Entonces vamos a partir ahora. Yo creo que de alguna manera es su forma de trabajar.

Impunidad biológica

– ¿Este impasse dañó simbólicamente el tema derechos humanos?

– Yo creo que aquí ha primado un criterio demasiado egoísta. Evitar la confrontación con el trabajo. Crear una confrontación con una causa que para mí era absolutamente legítima y loable. Que era ayudar a los ministros que están llevando las causas de derechos humanos. Hice una estadística. Por ejemplo de los ministros que llevan procesos, hay más de 70 causas que están en plenario. Teóricamente causas que tienen que fallarse. Entonces de dónde sacan material a que los ayuden a estructurar todo esto. Otra estadística: vi que en enero en la Corte de Apelaciones de Santiago se vieron 13 causas de derechos humanos. Diez de las cuales eran mías. Y vi que mi causa se demoró un año en verse en la Corte de Apelaciones de Santiago. De esa mirada que hice, noté que hay una causa que está en la Corte en acuerdo para ser fallada desde el 25 de marzo del año pasado.

– ¿A que se debe eso?

– Falta voluntad de apurar este tipo de causas. Que sea genérico o individual, no lo sé. Si pasa el tiempo ¿en qué se traduce esto?. Se van muriendo las víctimas y se van muriendo los testigos y los inculpados por razones de salud no pueden ir a la cárcel. Entonces se produce una impunidad biológica.

-¿Se fue dolido?

– Absolutamente. Diría que a veces en conversaciones con amigos, parientes, si de pronto hablaban mal del Poder Judicial y yo siempre salí a defenderlo. Pero después de esto, no salgo a defender a nadie más, porque sé cosas peores de lo que ustedes están hablando.

– ¿El pago de Chile?

– No. Para qué vamos a personalizar. Esto me pasó a mi, pero esto le puede haber pasado a cien judiciales más, en uno u otro sentido.

– El Ejército se salió con la suya

– (…)

– Entonces pareciera ser que sí.

– (…)

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