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Nacional

14 de Abril de 2014

Así nos ven en el mundo: “La Joya del Pacífico pierde el brillo de antaño y destapa sus penurias”

El voraz incendio que desde el sábado consume Valparaíso ha puesto de manifiesto las carencias urbanísticas y la vulnerabilidad social de esta ciudad chilena, que recuerda con nostalgia un pasado señorial y próspero que la llevó a ser bautizada como “La Joya del Pacífico”. Su peculiar geografía urbana, con empinadas y angostas calles en cerros […]

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El voraz incendio que desde el sábado consume Valparaíso ha puesto de manifiesto las carencias urbanísticas y la vulnerabilidad social de esta ciudad chilena, que recuerda con nostalgia un pasado señorial y próspero que la llevó a ser bautizada como “La Joya del Pacífico”.

Su peculiar geografía urbana, con empinadas y angostas calles en cerros repletos de humildes viviendas, los fuertes vientos y la desidia de las autoridades han confluido en una especie de “tormenta perfecta” que ha dejado al menos 12 muertos, más de 10.000 damnificados y unas 2.000 casas destruidas.

Mientras más de 1.000 bomberos y brigadistas forestales luchan contra las llamas en los cerros de la ciudad, el debate se ha trasladado a establecer las causas de lo sucedido y en descifrar si se podría haber evitado o minimizado la tragedia.

Para el arquitecto y urbanista Iván Puduje, el gigantesco incendio que afectó a seis cerros de Valparaíso no fue sólo el resultado de una combinación trágica y fortuita de factores, sino el desenlace de la negligencia de las autoridades ante un problema conocido por todos.

“Se podría haber minimizado las consecuencias. Hubo varias advertencias que se hicieron a raíz de incendios anteriores, se detectaron focos de riesgo, pero no se tomó ninguna de las recomendaciones”, señaló Poduje a Efe.

Situada frente al océano Pacífico, la ciudad de Valparaíso tiene una pequeña parte plana frente a la costa y está rodeada de 42 cerros que con el paso de los años se han ido poblando, muchas veces de manera irregular y lejos del control de las autoridades.

Según Poduje, el incendio ha quemado los cerros situados en la parte más alta de la ciudad, donde habita gente de escasos recursos, lejos de las pintorescas casas de colores y los ascensores que cada año llaman la atención de miles de turistas de todo el mundo.

“En esa zona hay barrios vulnerables, sin infraestructuras, cerca de quebradas donde se acumula la basura”, sostuvo el arquitecto.

En su opinión, parte de la culpa es de la municipalidad, que en el plano urbanístico de la ciudad ha regularizado barrios que se encuentran en zonas de riesgo, dotándolos de luz, agua y algunos caminos.

En 2008, la fragilidad de la seguridad en los cerros de Valparaíso quedó en evidencia a raíz de un incendio que dejó cuatro muertos y destruyó un centenar de viviendas.

Un equipo de expertos recomendó erradicar las viviendas en las zonas más altas y peligrosas, limpiar la basura de las calles y quebradas y construir cortafuegos y caminos alternativos.

Poduje constató en un recorrido por la ciudad el año pasado que ninguna de las medidas anteriores se llevó a cabo, por lo que considera que las responsabilidades son compartidas entre la municipalidad y el Gobierno central.

En el trasfondo de la situación actual de Valparaíso aparece también el problema del declive económico y la dejadez por parte de las autoridades estatales.

“Ni el municipio ni el gobierno regional tienen los recursos que se requieren para que Valparaíso pueda resolver sus problemas de vulnerabilidad social y territorial”, opinó Poduje.

A pesar del ambiente bohemio, su agitada vida nocturna y del privilegio de ser Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, el Valparaíso actual es apenas un vestigio de la ciudad distinguida y elegante que fue a finales del siglo XIX, cuando se convirtió en la capital económica de Chile gracias al comercio marítimo.

Su puerto se convirtió en parada obligada para los buques que unían el Atlántico y el Pacífico a través del Estrecho de Magallanes, mientras la llegada de inmigrantes italianos, españoles e ingleses le dio un aire cosmopolita a la ciudad.

El primer golpe que hizo temblar los cimientos de la bonanza porteña fue el terremoto de agosto de 1906, de 8,2 grados Richter, que destruyó casi toda la ciudad y causó más de 3.000 muertos.

Unos años después, en 1914, la apertura del Canal de Panamá certificó el inicio del declive económico y social de la ciudad, un ocaso que se ha mantenido inexorablemente hasta la actualidad.

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