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Poder

26 de Mayo de 2014

Carlos Peña defiende la opción de la Universidad Católica de rechazar el aborto en sus instituciones

En una carta publicada en el Mercurio de este lunes, Carlos Peña, defendió las declaraciones del timonel de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, respecto de no practicar el aborto en ninguna de sus instituciones si es que este se despenaliza, lo que fue criticado por el Sernam argumentando que nadie puede eximirse de la ley. […]

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En una carta publicada en el Mercurio de este lunes, Carlos Peña, defendió las declaraciones del timonel de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, respecto de no practicar el aborto en ninguna de sus instituciones si es que este se despenaliza, lo que fue criticado por el Sernam argumentando que nadie puede eximirse de la ley.

Según Peña ambos tienen la razón ya que Sánchez (y con él todos los católicos) tienen el derecho a la objeción de conciencia, por lo que “la ley debiera contemplarla como una circunstancia que, legítimamente, permitiría negarse a colaborar con un acto abortivo. Así entonces, la decisión que anuncia el rector Sánchez, de ser seguida por los miembros de la universidad, no estaría fuera de la ley”.

El rector de la Universidad Diego POrtales argumenta que “Una regla que despenalizara el aborto no se referiría directamente al acto de abortar, sino más bien al alcance de la coacción estatal. Lo que la regla establecería es que el Estado no debe castigar el acto de abortar en ciertas hipótesis que la propia ley describiría. Una regla como esa no es equivalente a declarar el aborto moralmente lícito. No basta que un acto sea moralmente ilícito para que el Estado deba castigarlo. Y que sea jurídicamente lícito no significa que sea moralmente permitido”.

De acuerdo a lo anterior, Peña esgrime que “la regla que despenalizara el aborto siempre debiera dejar a salvo la objeción de conciencia que es, con toda seguridad, a lo que se refiere, con razón, el rector Sánchez. Si ninguna mujer podría ser obligada a mantener un embarazo en circunstancias que se juzgan heroicas o supererogatorias, ningún católico podría, tampoco, ser obligado a ejecutar o colaborar con la ejecución de un acto abortivo que contradice sus convicciones más íntimas”.

Finalmente Peña manifiesta que “si la despenalización del aborto en las hipótesis que mencionó la Presidenta se funda en la autonomía frente a elecciones trágicas, no cabe duda de que esa misma autonomía vale para quienes, en razón de sus convicciones más profundas, se oponen al aborto”.

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