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Opinión

27 de Mayo de 2014

La binominal soledad de la UDI

La reforma al sistema electoral binominal está una vez más sobre la mesa y, por primera vez, hay serias posibilidades de contar con suficientes votos para aprobarla. La propuesta del gobierno no es dramáticamente distinta al acuerdo DC/RN suscrito el año pasado entre dichos partidos, y por lo mismo, es razonable suponer que es posible […]

Daniel Brieba
Daniel Brieba
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La reforma al sistema electoral binominal está una vez más sobre la mesa y, por primera vez, hay serias posibilidades de contar con suficientes votos para aprobarla. La propuesta del gobierno no es dramáticamente distinta al acuerdo DC/RN suscrito el año pasado entre dichos partidos, y por lo mismo, es razonable suponer que es posible concordar una reforma con el partido de calle Antonio Varas. Y si bien el gobierno podría aprobar la reforma sin el concurso de RN – sumando a la Nueva Mayoría los votos de todos los independientes más los de Amplitud – dicha estrategia sería riesgosa por lo estrecha de dicha mayoría y porque podría hacer aparecer al gobierno como aprobando una reforma hecha a su propia medida, poniendo así en duda su legitimidad. Por lo tanto, el “plan A” de Peñailillo debe ser subir a RN a bordo, algo para lo cual dicho partido ha dicho estar disponible.

Desde luego, todo esto pone en serios aprietos a la UDI, en cuya oposición a la reforma se superponen la convicción y el interés. Por una parte, los gremialistas creen firmemente que una democracia presidencial funciona mejor cuando el Congreso está compuesto por dos grandes partidos o bloques, y estiman que esta dinámica binaria se pondría en riesgo con un sistema electoral más proporcional. Es una preocupación razonable, si bien debatible. Pero a ella se suma el interés: como socio mayor dentro del pacto de la Alianza, el binominal los favorece especialmente.

Sin embargo, el problema estratégico es más profundo. El binominal ha funcionado como una camisa de fuerza sobre los partidos, ya que cualquiera que se salga unilateralmente de uno de los grandes pactos arriesga su cuasi-desaparición del mapa parlamentario. Esto es aún más cierto para los partidos más chicos, que obligados a competir con sus socios mayores llevarían las de perder. Así, la posición negociadora de la UDI frente a RN ha sido singularmente fuerte. Pero con un sistema más proporcional, dicho poder disminuye, porque RN podría no ir en pacto o bien podría aliarse con partidos o movimientos más cercanos al centro. Ya no habría matrimonios a la fuerza, y el peligro evidente para la UDI en dicho caso es quedar sola y arrinconada a la derecha del espectro político.

Y este, al fin y al cabo, es el peligro mayor. El voto voluntario ya le robó a la UDI parte de su base de apoyo no ideológica, la cual era urbana y popular. Si a eso se sumara un sistema más proporcional- donde podría caber una coalición de centro liberal que no incluyera a la UDI- dicho partido podría pasar de ser el socio mayor de una de las dos mitades políticas del país, a ser un partido todavía grande, pero ideológicamente aislado en un extremo del arcoíris político- apenas un color más dentro de la nueva policromía ideológica nacional.

No es de sorprenderse, pues, que la UDI defienda con uñas y dientes un sistema electoral que les ha otorgado un rol tan protagónico. Su principal contrapropuesta ha sido pasar a un sistema derechamente mayoritario, es decir, uninominal. Pero eso no pasa de ser un volador de luces: sin ir más lejos, en las recientes elecciones parlamentarias la Nueva Mayoría sacó más votos que la Alianza en 58 de los 60 distritos electorales. Por lo mismo, no se requiere ser un experto electoral para sospechar que el paso a un sistema uninominal no es una propuesta que se esté haciendo en serio.

Así las cosas, la UDI se encuentra en una encrucijada difícil. La legitimidad del binominal está herida de muerte, pero un sistema más proporcional es pura pérdida para el gremialismo. Despotricar contra el aumento del número de parlamentarios parece ser la estrategia elegida para resistirse, pero difícilmente amilanará a sus socios de RN. Por el contrario, sumarse a la reforma y luchar desde dentro por una modificación lo más moderada posible al sistema actual (especialmente en el Senado) podría ser, paradójicamente, la alternativa menos dañina para sus amenazados intereses.

*Investigador de Horizontal

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