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Nacional

12 de Junio de 2014

La matrona chilena que aprendió cómo abortar en Colombia

A fines de julio pasado, la académica de la Usach Verónica Flandes viajó a Colombia a perfeccionarse en abortos con la fundación líder en este ítem a nivel latinoamericano. Allí aprendió a abortar en 20 minutos y palpó la experiencia de un sistema que permite a la mujer decidir interrumpir su embarazo incluso por motivos laborales. "Lo que estamos haciendo en atención a la mujer es a años luz de lo que ocurre afuera. Eso es, definitivamente, lo que más impacta”, dice.

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Orientame fachada

Cuatro días llevaba Verónica Flandes en Bogotá, Colombia, cuando asistió su primer aborto. Fue a una joven estudiante con seis semanas de embarazo, que no quería dejar de estudiar en la universidad y que además llevaba una depresión con tratamiento farmacológico. Verónica la conoció un día antes, en la misma clínica, cuando le entregó la orientación específica sobre lo que ocurría con ella y le informó cuáles eran sus opciones.

Al día siguiente, el 1º de agosto del año pasado, la joven colombiana apareció nuevamente, se atendió con ella, en menos de media hora de procedimiento ya no estaba más embarazada. Tras quedarse un rato en una sala de recuperación, recostada sobre un bergier y tomando agüita de hierbas, salió de la clínica Oriéntame con un método anticonceptivo elegido por ella, medicado para no volver a pasar por esa situación.

“Ya conocía su historia y eso fue más amigable para ella y para mí también. Estaba en la universidad, pero con depresión y tomando pastillas. Bajo esa causal podía adoptar el procedimiento. Media hora salió de ahí, feliz por haberse sacado ese peso de encima”, explica a The Clinic Online Flandes, matrona y profesora de la Universidad de Santiago de Chile que partió a perfeccionarse cuando nadie hablaba de este tema.

Colombia, el modelo

En la esquina de las calles Carrera 17 con la calle 33A, en el barrio Teusaquillo, está la clínica Oriéntame. Una casona blanca con café donde funciona la fundación del mismo nombre, que desde 1977 presta servicios de aborto seguro para mujeres colombianas, independiente de su capacidad económica o condición social.

Hasta ahí llegó Flandes, invitada por la Fundación Educación para la Salud Reproductiva (Esar), para cursar una Capacitación teórica y práctica para el manejo integral del embarazo no deseado y el tratamiento ambulatorio del aborto incompleto.

La matrona, académica de la Escuela de Obstetricia y Puericultura de la Facultad de Ciencias Médicas de la Usach, fue contactada por sus compañeras en Miles para representar a Chile e instruirse en el modelo de atención colombiano.

“Siempre he creído que los derechos de salud sexual y reproducción son importantes, por cierto el derecho a la anticoncepción de emergencia. Y yo creía que tenía que ser algo zanjado hace mucho tiempo. O sea, la mujer no es una incubadora, tiene derechos. Y casualmente tuvimos la oferta de ir a Colombia, apenas hace unos meses”, dice Flandes.

Según la matrona, el único requisito era tener conocimientos básicos sobre el tema y manejar la inserción de la “T de cobre”. Y no lo pensó dos veces. Oriéntame y la fundación Esar son líderes en el tema a nivel sudamericano, con experiencia de más de 36 años, la mayor parte de ellos cuando el aborto aún no estaba despenalizado.

Hoy ya cuentan con más de 750 profesionales de la salud de diferentes países de Latinoamérica y el Caribe capacitados en un modelo de gestión sobre este tema. “El foco de trabajo de ambas fundaciones ha sido la prevención y manejo integral del embarazo no deseado. Oriéntame trabaja en Colombia y Esar en varios países de América Latina. Las líneas de trabajo, son la prestación de servicios, la capacitación a personal de salud y los programas de gestión y desarrollo social”, cuenta Cristina Villarreal, directora ejecutiva de Oriéntame.

Los mismos médicos colombianos van a perfeccionarse a la clínica, lo que muestra lo ideal que sería para Chile replicar su modelo y se ampliara la despenalización más allá de las tres causales y se incluyera una social, explica Verónica.

En el país cafetero, el aborto está despenalizado parcialmente desde mayo de 2006 por tres causales: Cuando el embarazo es resultado de un acto sexual sin consentimiento, cuando el embarazo constituye un peligro para la vida o la salud de la mujer y cuando el embarazo tiene malformaciones fetales que hace inviable su vida.

Por el primero la mujer debe presentar una denuncia y por los dos siguientes debe anexar un certificado médico. “Se debe saber que la despenalización parcial es apenas el inicio de un largo y difícil proceso en el que se requiere trabajar desde la sociedad civil con las entidades del estado para acompañar el proceso de reglamentación y de implementación que implica divulgación entre las mujeres, y varias estrategias con los prestadores de servicios: capacitación, clarificación de valores, uso amplio de las causales despenalizadas, cuestionamiento y sanción frente a las múltiples barreras que aparecen, entre otras”, dice Villarreal.

A pesar de ello, se incluyen como causales la pobreza extrema, patologías psiquiátricas, consumo de drogas y depresión, entre otros. “Entonces no sólo es que no lo puedo tener porque está en riesgo mi vida, sino que también porque debo dejar de estudiar, de trabajar o porque soy la única que aporta en el hogar. En general las condiciones que pudieran ocurrir y que afecten de cualquier forma a la mujer y/o a una pareja”, cuenta Verónica.

Oriéntame

Según Verónica, la atención integral en que se capacitó es similar al de una casa de acogida. “La mujer pasa por la consulta médica y luego con una orientadora, las veces que sea necesario, y una vez que ella decide informada que no puede seguir con el embarazo recién se empieza a hablar de cuáles son sus posibilidades dentro de la edad gestacional, de lo que se puede hacer. Pero además, si esa mujer decide abortar inicia de inmediato un proceso de medicamentos anticonceptivos. No tiene que tramitarlo en una segunda consulta”, dice.

En el caso de la primera joven a quien asistió, ella eligió un implante subdérmico. Verónica cuenta que la elección casi siempre es por anticonceptivos que duran años. Eso refuerza la idea de la atención integral y da respaldo institucional, con las recomendaciones de la OMS, sobre el proceso.

Así, tras 10 días de trabajo, clases, pruebas y práctica en la clínica, Verónica recibió su diploma que la acredita como especialista en el tema. Lo más duro del trabajo, cuenta ella, no fueron las atenciones ni el acompañamiento a las mujeres que lo hacían sino que la cruda realidad que vivimos en Chile, diametralmente opuesto al caso colombiano.

“Ahí se entrega información para que la mujer no se sienta culpable, porque ese es el tema. Acá la mujer se siente culpable. Allá no es así. Si no es castigado y decido libre, no me van a condenar. Acá tenemos que tener claro que la gente señala con el dedo, te maltrata en los hospitales, incluso en las consultas. Además, estamos atrasados tecnológicamente de una manera inexplicable”, dice.

Desde Colombia, Cristina señala que los casos despenalizados en su país se parecen a los que se están discutiendo en Chile, excepto por lo que se refiere a la protección de la salud de la mujer y no solamente de su vida.

Por eso, al volver Verónica de la capacitación, decidió averiguar por qué en el país se seguía ocupando el sistema de legrado uterino y no el de aspiración, mucho menos invasivo y más rápido. Pero no encontró respuesta.

“No usamos la tecnología ni la calidad recomendada. Estamos usando algo de la prehistoria. Allá me di cuenta que estamos mal utilizando recursos y no haciendo nada. Lo que estamos haciendo en atención a la mujer es a años luz de lo que ocurre afuera. Eso es, definitivamente, lo que más impacta”, dice.

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