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Poder

8 de Julio de 2014

Los verdaderos expulsados de la Copa del mundo

Se calcula en 12.275 las personas que hasta ahora han sido removidas de sus casas en Río de Janeiro por obras asociadas al Mundial de Fútbol y la Olimpiada. En su mayoría pertenecen a 24 comunidades que, a modo de protesta, organizaron su propia Copa de las Remociones. Un campeonato que aglutina equipos integrados por familiares de víctimas de la violencia policial, vendedores ambulantes que no podrán trabajar en la Copa y quienes protestan contra la elitización de los estadios. Todos aquellos que recibieron tarjeta roja y ahora viven en la periferia de la ciudad.

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Luciano Teixeira llegó a su casa, un día de agosto de 2010, y se encontró con las letras SMH pintadas en su muro. Miró alrededor y vio que la mayoría de las casas de sus vecinos de la favela Metro Mangueira, ubicada a pocas cuadras del estadio Maracaná en Rio de Janeiro, también tenían la fatídica señal. La sigla identifica a la Secretaria Municipal de Habitación y anuncia la pronta llegada de retroexcavadoras para demoler su propiedad. Los moradores de las favelas que veían multiplicarse la sigla la rebautizaron como “Sale del morro hoy”.

Luciano me sale a recibir en la puerta de su casa. Es el día del partido de Holanda con México y él lleva encima una camiseta celeste de la selección charrúa. Para llegar a su puerta hay que meterse en un callejón, cruzar un lodazal y saludar a unos chicos que fuman crack un poco más allá. El paisaje alrededor es como una ciudad devastada tras un bombardeo. Las típicas casas de ladrillo de las favelas están en el suelo, unos jóvenes intentan desde una terraza abandonada elevar un volantín y un nauseabundo basural se acumula en un costado. De las 700 familias que allí vivían, Luciano, su esposa, su hijo y un tío son los últimos sobrevivientes.
Adentro de la casa de Luciano el ambiente cambia. Un piso de 90 metros cuadrados, con una terraza del mismo tamaño, le da espacio suficiente para vivir. En la tele están transmitiendo el partido y Luciano me cuenta que compró varias camisetas de otros países. “Apoyaré a todos los que jueguen contra Brasil – sentencia.

Mientras nos asomamos a la ventana cuenta que la Prefectura hace más de un mes que no retira la basura. “Una sutil forma de presión para que nos vayamos- comenta su esposa, Felicia– la otra vez demoraron casi 3 meses”.

Hincha de Vasco de Gama, a sus 42 años, Luciano lleva 17 viviendo en la casa que compró tras juntar dinero trabajando de portero. “Era lo más barato que pude encontrar y como quedaba cerca de un metro, era una buena opción”, explica. Colocó cerámica en las paredes y renovó el piso de la casa que tiene dos cuartos y dos baños. Hoy trabaja con una camioneta de su propiedad haciendo mudanzas.

LETRAS BLANCAS

Cuando en 1808 la familia imperial portuguesa llegó acompañada de toda la corte a Río de Janeiro escapando de Napoleón, de un día para otro aparecieron las paredes de las mejores casas de la ciudad con las letras PR, que significaba “Príncipe Regente”. La señal anunciaba a sus moradores que tenían 72 horas para abandonar sus casas sin derecho a indemnización. El humor carioca cambió el PR por “Ponha-se na rua” (vaya a la calle).

Un siglo después el prefecto de la ciudad, Francisco Pereira Passos, realizó la reforma urbana más grande hecha en la ciudad. Fueron demolidas más de mil 500 casas, 20 mil personas quedaron sin techo y hasta se dinamitó un cerro, ubicado en el centro de la ciudad. Todo para dar paso a la actual Avenida Río Branco, que atraviesa la ciudad desde aterro do Flamengo hasta el puerto.

Pasaron poco más de cien años y, en vísperas del Mundial de Fútbol y la Olimpiada en 2016, las erradicaciones de casas anunciadas con letras blancas volvieron a penar a los cariocas. Y las cifras son brutales: Pese a que no hay estadísticas oficiales, con información de prensa o el testimonio de personas afectadas, el Comité Popular de la Copa, instancia que agrupa a los vecinos de las favelas amenazadas de erradicación, calculó a principios de junio que ya son 3.507 las familias que han sido removidas de sus casas. En total suman 12.275 personas de 24 comunidades afectadas en diferentes partes de la ciudad. Además, se acusa que otras 4.916 familias de 16 comunidades se encuentran bajo amenaza de expulsión. O sea, tarjeta roja.

Las remociones de Metro Mangueira fueron justificadas en función de construir un estacionamiento para el estadio Maracaná. La mayor parte de las erradicaciones se justifica por las obras para la Copa. Las primeras 108 familias de dicha comunidad que aceptaron la remoción fueron asentadas en un conjunto habitacional en Cosmos, ubicado en la zona oeste de la ciudad, distante a 70 kilómetros. Luciano cuenta que se ha encontrado allí con sus antiguos vecinos y ninguno está conforme. “Están arrepentidos de haber aceptado, muchos están buscando venirse a vivir más cerca de la ciudad, si allá queda lejos de todo. Otros han vuelto a ocupar sus casas antiguas… las que no han derrumbado aún”- destaca.

Encontrar casa se ha vuelto difícil en Río de Janeiro por estos días. Un indicador de la Fundación Instituto de Pesquisas Económicas (Fipe) que mide la evolución del precio de los inmuebles en Brasil da cuenta que, desde enero de 2014, el precio del metro cuadrado en Río de Janeiro se ha transformado en el más caro del país. El precio promedio alcanzó R$ 10.250 (unos 2 y medio millones de pesos chilenos). El precio del metro cuadrado vendido subió de 2011 a 2014 un 65,2% y el arriendo 43,3%.

Con el trasporte público deficiente, un metro que no alcanza a cubrir vastas zonas de una ciudad, muchos de los antiguos vecinos de Luciano pasan varias horas trasladándose en buses o trenes repletos. Los que no aceptaron la remoción hicieron protestas hasta conseguir que la Prefectura asentara, en diciembre de 2012, a unas 462 familias en los conjuntos Mangueira I y II, distantes a pocas cuadras de donde vivían antes. Otras 92 familias fueron localizadas en Triagem, a un kilómetro de donde antes vivían.

Eugenia Araujo fue de las que se quedó en Mangueira, en donde vive desde diciembre de 2013, Trabaja haciendo el aseo en casas particulares, donde llega en metro, que toma cruzando la calle. Prefiere su nuevo departamento, aunque se queja del poco espacio. Si antes tenía una casa con tres dormitorios, cocina y baño, los cambió por una sala de estar pequeña, dos cuartos, cocina y baño. “Es todo muy apretado, todo pequeño, la cocina es ínfima”- reclama.
El hijo de Eugenia se fue para Benfica, en la zona norte de la ciudad. “Hoy no para de quejarse”- comenta Eugenia. “No veo mucha gente de la favela aquí – confiesa – me cambié porque la Prefectura habló que si no nos íbamos quedaríamos todos en la calle. Así que me entregué en las manos de Dios y acá estoy”.

Estudios de consultoras inmobiliarias calculan que la zona alrededor del estadio Maracaná tuvo un aumento del costo de casi un 300%, superior al de la zona sur, el área más cotizada de la ciudad.

El 8 de enero de 2014 un estruendoso ruido de retroexcavadoras despertó a Luciano. Ese día comenzó la demolición de las casas desocupadas derrumbando 12 de ellas. Como el Mundial ya comenzó la Prefectura ni volvió a hablar del estacionamiento. En cambio, un decreto municipal determinó que el espacio sería destinado a negocios de automóviles y un parque. Para Luciano “en el fondo lo que están haciendo es limpiar la ciudad, están sacando a los pobres y los van a dejar a Campo Grande o Santa Cruz, allá lejos, en los bordes de la ciudad. Como trabajo haciendo mudanzas, no podría irme a vivir para allá”.

LA COPA DE LAS REMOCIONES

El día antes del partido inaugural del Mundial una pelota diferente al balón oficial rodó en el Quilombo de Gamboa, en la zona oeste de Río de Janeiro. Era una fecha más de la segunda versión de la Copa Popular Contra las Remociones, organizada desde junio del año pasado y cuyos equipos están integrados por personas de las comunidades afectadas por los megaeventos deportivos.

La favela Providencia tiene su equipo; así como también la Villa Autódromo, amenazada también por la construcción del Parque Olímpico; o la comunidad de Indiana, en el barrio de Tijuca amenazados porque la Prefectura quiere hacer una plaza donde ellos viven. En total participaron diez equipos y las sedes de esta Copa alternativa fueron las canchas de los distintos barrios amenazados con desalojos. También hay cuatro equipos femeninos.

La Copa de las Remociones también tiene su mascota, un personaje moreno, con un gorro rojo y una pelota en la mano. A diferencia de la mascota oficial de la FIFA, este fue hecho con licencia copyleft para ser pirateado por los comerciantes ambulantes.

Roberto Marinho, de 37 años, quien integra el equipo del morro de Providencia, cuenta que al igual que en otras comunidades, el año pasado funcionarios de la Prefectura comenzaron a marcar con la fatídica SMH algunas casas del morro que está próximo al centro de Río de Janeiro.

La favela de Providencia es cuna de un pedazo de la historia de Brasil. Fue la primera favela de Río de Janeiro y su nombre anterior Morro da Favela, dio origen a como se llaman hoy las comunidades pobres de la ciudad. Hasta el cerro llegaron a fines del siglo XIX soldados sin paga tras la Guerra de los Canudos, librada en el norte de Brasil. Los ex combatientes no recibieron el pago del Estado, construyeron sus casas y echaron raíces. Hoy sus bisnietos están siendo obligados a salir por la construcción de un teleférico para visitas turísticas.

Según la Prefectura de la ciudad, 380 familias viven en áreas de riesgo y que 291 serán removidas por las obras de un teleférico. El argumento de riesgo fue cuestionado por un informe geotécnico que estima que son pocas las casas que efectivamente estén en áreas peligrosas y que el peligro es solucionable con obras de contención. La falta de un Estudio de Impacto Ambiental paralizó la remoción proyectada por el actual prefecto, Eduardo Paes.

SANTA MARTA

En la favela de Santa Marta se inició el 27 de abril de este año la segunda versión de la Copa de las Remociones. Ubicada en el cotizado barrio de Botafogo, zona sur de la ciudad, desde la década de 1930 que trabajadores fueron construyendo sus casas en el escarpado cerro, desde cuya cima se accede a través de un sendero al mirador que lleva el nombre de la favela, uno de los más frecuentados por los turistas.

La favela fue la primera intervenida por las Unidades de Policía Pacificadora (UPP). Un ascensor permite llegar fácilmente a lo alto de la favela, la que es promovida por el programa Rio Top Tour del Ministerio de Turismo, para que turistas extranjeros se tomen la foto en una favela.

Morro arriba conviven el cuartel de la UPP con unas 150 familias que vieron la aciaga señal blanca en el muro de sus casas en enero de 2011. El argumento de la Prefectura es que viven en un área de riesgo. Otras 50 familias ya se fueron a vivir en unos departamentos, favela abajo, pintados de colores que contrastan con el color ladrillo de las comunidades cariocas.

El informe de la Prefectura fue desestimado por un informe paralelo hecho por un ingeniero geotécnico, quien destaca obras de saneamiento y de contención de la ladera que datan de la década de 1990 y concluye que no es área de riesgo y que se necesitan obras complementarias de urbanización, las que solo se han realizado en la parte baja de la favela.

Vítor Lima es uno de los que viven arriba del morro. Hace años trata de organizar a sus vecinos para resistir la remoción. “Cualquier iniciativa privada se va a apropiar de este lugar. Es un área de gran interés inmobiliario que cualquier inversión tendría un retorno muy rápido debido al flujo de turistas”, destaca.

Vanderleia dos Santos tiene un negocio en la terraza de la casa donde vive hace 16 años en la parte alta de Santa Marta. Un día golpearon la puerta de su casa y le dijeron que venían a hacer mediciones y que tenía que salir. Preocupada fue a una reunión organizada por la Prefectura para decirles que tenían que irse. Los funcionarios tenían listos los papeles para que los vecinos firmaran el acuerdo. “Me dieron tres opciones: Salía de ahí y recibía una casa a cambio en otro lugar de la ciudad, una indemnización de precio fijo o ir a juicio”- cuenta.
Vanderleia no firmó.

En el primer piso de donde vive está su hijo con su familia, ella mora con el menor en el segundo, y en el piso tercero, que da al pasaje de la comunidad, tiene un negocio. Los departamentos que le ofreció la Prefectura son de la mitad del tamaño de su casa. “Si lo que acá quieren hacer son hoteles, restaurantes, para los gringos”, cuenta en la terraza donde tiene el negocio. Atrás de ella una vista alcanza desde el Pan de Azúcar hasta Copacabana.
Más arriba de la cancha vive Fernanda de Abreu, quien trabaja de empleada doméstica en el mismo barrio de Botafogo. Con su esposo y dos hijos, de 10 y 17 años, comparten haber nacido en la comunidad.

A diferencia de pocos metros más abajo, las últimas obras de urbanización no han llegado hasta su casa. Un poste de alumbrado público no funciona y la escalera está en pocas partes pavimentada, convirtiéndose los días de lluvia en un riachuelo. “Si está así es porque la Prefectura no ha hecho arreglos acá – sostiene – si es área de riesgo, que coloquen un muro de contención”.

Desde donde vive se puede ver el Pan de Azúcar, Copacabana, el lago Rodrigo de Freitas e Ipanema. “No quiero irme de acá – reclama Fernanda – Donde vivo no estoy encima de nadie ni debajo de otra casa. Hay silencio al que estoy acostumbrada desde niña. Tengo el cerro y la naturaleza saliendo de mi casa y una vista maravillosa”.

Los departamentos que les ofrece la Prefectura, en cambio, tampoco le gustan. “No podría comprar ningún mueble ¿donde tender ropa? No tiene espacio ni para hacer una fiesta de cumpleaños para mi hijo. Para vivir tendría que meter a mi hijo en el baño y otro en la sala”, sostiene.

A la Copa hecha en Santa Marta no sólo llegaron equipos de las comunidades amenazadas de remociones. Fue el estreno en la cancha de un equipo integrado por familiares de víctimas de la violencia policial, otro de vendedores ambulantes que no podrán trabajar durante la Copa y otro integrado por el Frente de Hinchas, quienes protestan contra la elitización de los estadios.

En la final de la Copa de las Remociones, hecha en el morro de Pinto, zona portuaria de la ciudad, el 8 de junio, el equipo campeón fue el Morro de Providencia. En femeninos ganó el equipo de Criciúma.

EL MINUTO FINAL

A Luciano, de Mangueira, la Prefectura hasta ahora no le ha dado alternativa, pese a que les mostró los documentos que confirman la propiedad de su casa. Tampoco le reconocen como de su propiedad una bodega que había comprado hace años a un vecino y en donde guarda su camioneta.
Luciano también se queja de que ya no podrá ir al estadio, como era su costumbre. “Cruzaba la calle y estaba en pocos minutos en el Maracaná pagando una entrada de 15 reales ($3.700)”, cuenta. Después de la Copa de las Confederaciones, hecha en 2013, el promedio de la entrada subió a 45 reales ($11.250).

“¿Sabes por qué estoy apoyando a los otros equipos? – me pregunta. Antes que pueda responder me dice que es porque “gastaron billones en remodelar los estadios, sacaron mucha gente de sus casas, entre ellas yo, soy uno más, ¿voy a apoyar así que Brasil sea campeón? Si sale campeón, los gobernantes van a volverse campeones”, sentencia.

Es tarde ya, cae el sol y alrededor las sombras se apoderan de las ruinas de las casas en donde antes vivían sus vecinos. Antes de despedirse dice riéndose de sí mismo: “Creo que voy a luchar solo hasta el final. Hasta el último segundo del minuto 45 del segundo tiempo”.

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