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Opinión

23 de Agosto de 2014

Los otros nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo: “Tu historia no es tu historia”

“La única lucha que se pierde es la que se abandona”. Después de 36 años de búsqueda, la emblemática presidenta de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, finalmente encontró a su nieto. En los días posteriores a la noticia, The Clinic habló con tres protagonistas de la vida política argentina que comparten, en parte, el pasado de Guido/Ignacio.

Felipe Ramirez
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Los-otros-nietos_Estela-de-Carlotto

Por Felipe Ramírez Mallat, desde Buenos Aires

“Hace diez mundiales que los estamos buscando”, decía Lionel Messi mirando a la cámara en un spot televisivo, hace unas semanas, entre partido y partido del Mundial. A su lado estaban Mascherano, Di María y los demás. Pero también Estela de Carlotto y otras Abuelas de Plaza de Mayo.

Si bien llamaba la atención, el aviso no sorprendía. Si hay una causa que nadie en la sociedad argentina se atreve a objetar –al menos en público– es la búsqueda de los alrededor de 500 bebés apropiados por la dictadura de a fines de los años 70.

Por eso la noticia de la recuperación del nieto de la presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, causó tanta conmoción. Después de 37 años de vida, Ignacio Hurbanno no sólo supo que en realidad era Guido Montoya Carlotto, sino además que esa abuela de 83 años, una mujer que durante casi cuatro décadas había recorrido y emocionado al mundo entero con su causa, era su abuela.

Tras la emoción del primer impacto, se pudo ir conociendo un poco más sobre él. Que fue criado en Olavarría, a 350 kilómetros de Buenos Aires, por una pareja de peones rurales. Que había dedicado su vida a la música. Que es un hombre sensible y aterrizado. Hoy se lo ve sereno a pesar de todo lo que sucede a su alrededor. “Hace dos días sé quien soy o quien no era”, dijo en la conferencia de prensa que dio junto a Estela.

Guido/Ignacio es el nieto 114 en recuperar su identidad y hoy vive el proceso que significa asimilar sus verdaderos orígenes. Sobre esas emociones y sobre la vida que le espera, The Clinic habló con otros nietos recuperados e hijos de desaparecidos. Casos emblemáticos porque, además, decidieron reconstruir sus vidas desde el mundo de la política, tratando de seguir en parte el camino elegido por sus padres biológicos.

“Mi nombre es Victoria”
Fue justamente en medio de su militancia política, que había comenzado a los 17 años, que el entorno de Victoria Donda –entonces Analía Azic– comenzó a sospechar de su verdadero origen. Tenía 26 años cuando a principios de 2003 algunas amigas, entre ellas un par de nietas previamente recuperadas, se le acercaron junto a miembros de Abuelas para decirle que existía posibilidad de que fuera, en realidad, hija de desaparecidos.

Recuerda que tardó ocho meses en decidirse para hacerse el ADN. “La verdad que es una situación muy difícil, muy estresante, pero al descubrir mi verdadera identidad biológica me saqué una mochila de encima”, dice Donda. Nacida en agosto de 1977 en la siniestra Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el mayor centro de detención y torturas de la dictadura argentina, fue entregada por su propio tío, el teniente de navío Adolfo Donda, al prefecto Juan Azic, quien se apropió de ella y de otra niña para criarlas como propias. Su historia es tal que fue llevada al cine a través de un documental, inspiró una obra de teatro y, hace un par de años, ella misma publicó su relato bajo el título de “Mi nombre es Victoria”.

“Por otro lado, continúa, recordando el proceso de redescubrir su identidad,” en ese momento fue un orgullo saber que mi abuela había sido una de las fundadoras de Abuelas, y la seguridad de conocer de dónde venís, la certeza de que a partir de ahora podés elegir el camino a transitar, para mí fue una enorme alegría. Es algo que nos demuestra que la única lucha que se pierde es la que se abandona. El derecho a la identidad es un derecho humano y como tal irrenunciable, y hoy somos libres, Guido incluido, porque podemos elegir qué hacer con esta historia”.
Y ella eligió el camino de la política. Cuatro años después de los hechos se transformó, con 30 años y representando al Movimiento Libres de Sur, en la diputada más joven de la historia argentina, y la primera hija de desaparecidos en ser electa para un cargo parlamentario, título que revalidó en 2011.

“Yo soy Juan”
Los-otros-nietos_El-diputado-Juan-Cabandié,-criado-como-Mariano-Falco

Hoy también en el Congreso, Juan Cabandié es el otro diputado argentino que debió transitar el pedregoso camino de la recuperación de la identidad. Quien es hoy uno de los principales referentes de la agrupación kirchnerista La Cámpora, también nació en la ESMA y vivió hasta los 25 años bajo el nombre de Mariano Falco, hijo del policía Luis Falco. Su historia es especialmente brutal, ya que Falco lo crió en un ambiente de hostilidad y maltrato tanto para él como para su hermana y su madre de crianza, la mujer que finalmente le confesó que eran adoptados.

Corría mediados de 2003 y con esta información –más una mochila llena de sospechas– fue a Abuelas, donde obtuvo las respuestas que buscaba: en realidad era hijo de Damián Abel Cabandié y Alicia Alfonsín, de 19 y 17 años al momento de su desaparición, en 1978.

Al año siguiente, tras ser uno de los principales oradores en el “exorcismo” del cual la ESMA fue objeto en 2004, cuando Néstor Kirchner hizo que el Comandante en Jefe del Ejército descolgara los cuadros de Videla y compañía del Colegio Militar, la figura de Cabandié adquirió amplia notoriedad. León Gieco le escribió la canción “Yo soy Juan” y su historia se transformó en el segundo capítulo de “Televisión por la identidad”, un ciclo emitido en 2007 por Telefé gracias al impulso de Abuelas, que en 2008 se llevó el Emmy a “Mejor Película Internacional para TV” y que se tradujo en miles de consultas de jóvenes que dudaban de su verdadera identidad.

Apadrinado políticamente en sus inicios por el propio Néstor Kirchner, hoy Cabandié recuerda, en medio de la emoción de la aparición del nieto de Estela, el difícil proceso de reconstruir su propia identidad. “En mi caso me llevó un tiempo. Fue necesario hablar mucho con otros nietos, compartir mucho con las Abuelas y con mi familia, además de pensar mucho para adentro. Fue necesario recorrer los lugares para reconstruir la historia y acomodar las piezas, esos lugares que recorrían mis padres, donde compartían con sus amigos, sus compañeros de militancia, todo eso. En un momento de tanta conmoción, yo tuve como elemento sustancial en la restructuración de mi persona, de mi ánimo, de mi integridad, a las Abuelas. Fueron ellas las que me sostuvieron, las que me dieron un norte, las que me hicieron encontrar un sentido a la vida”, dice, apuntando al comienzo de unos años que fueron coronados en 2011, cuando tanto Falco como Azic (el apropiador de Donda) resultaron condenados junto a más de una centena de militares y represores en el juicio que se conoce como Megacausa ESMA.

Sobre cómo vivió estos días, habiéndose convertido en estos años en una persona tan cercana a Estela de Carlotto, dice que la emoción fue muy diferente por el hecho de saber de quién es ese nieto. “Socialmente fue un impacto muy fuerte, porque no todos los argentinos conocen al resto de las abuelas. Pero incluso me pasa a mí, que conozco muy bien a muchas de ellas, porque Estela, que es tan querible, que me ha ayudado tanto y ha significado tanto para mí, lo hace todo más especial. Realmente hizo que esta emoción fuera muy profunda, muy impactante. Era extraño verla como la líder de Abuelas de Plaza de Mayo y al mismo tiempo como una abuela que encontraba a su nieto, muy emocionada, muy ansiosa también: me mostraba las fotos de su hija y me decía lo parecido que era, me contaba lo que hacía, de dónde era”.

H.I.J.O.S.
Los-otros-nietos_Martín-Fresneda,-actual-secretario-de-Derechos-Humanos-del-gobierno-argentino,-busca-a-su-hermano-o-hermana

“Hace mucho que yo no estaba tan contento”, cuenta el secretario de Derechos Humanos del gobierno argentino, Martín Fresneda. “Pero al mismo tiempo esto me genera nuevas ansiedades por saber dónde está mi hermano, o hermana, que ahora debe tener ya 37 años, tal como Guido”. Fresneda (39) es hijo de desaparecidos y uno de los fundadores de Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.), asociación nacida a mediados de los 90 y que vino a completar el “trío generacional de la búsqueda”, junto a Madres y Abuelas. Su padre, el abogado laborista Tomás Fresneda, fue secuestrado y desaparecido en julio de 1977 en la que se conoce como “la noche de las corbatas”, un operativo contra abogados y familiares de abogados relacionados a causas de derechos humanos.

“Porque yo también lo vivo, eso de preguntarse cuándo me va a llegar el día, de ver que pasan los casos que pueden ser y luego dan negativo”, afirma. “Es algo que provoca mucha ansiedad, y eso que yo soy joven, porque para las abuelas es mucho más duro. Ellas están más viejas y, siempre lo decimos, hoy su gran enemigo es el tiempo. En mi caso mi abuela murió sin poder encontrar a su nieto o nieta, y eso es algo terrible”.

Sobre las sensaciones de estos días y el trabajo en torno a la aparición del nieto de Carlotto, Fresneda habla desde su “doble militancia” como hijo de desaparecidos que busca a su hermano y secretario de Derechos Humanos al mismo tiempo. “Lo viví marcado por la tensión de la propia gestión como secretario de Estado, pero también desde la cercanía, porque además esta parte de mi trabajo la hago con Claudia (Carlotto, hija de Estela y presidenta de la Comisión Nacional para el Derecho a la Identidad, dependiente del gobierno). Entonces lo seguimos muy de cerca, preocupados, yo personalmente informando a la Presidenta el minuto a minuto de la información que íbamos recibiendo. Eso me provocó una especie de distancia emocional que no me permitía darme cuenta con claridad de lo que pasaba. Pero luego, lentamente, fui cayendo y asimilando la noticia, algo que en el fondo pensábamos, de alguna manera, era imposible que pudiera suceder”.

“Chau abu”
Tras el primer encuentro, Estela escuchó la frase más esperada. “Chau, abu”, le dijo Guido al despedirse. Y al día siguiente, vino la conferencia de prensa en la que el nieto 114, a pesar de encontrarse en medio del remolino, prefirió dar la cara con la idea de evitar el acoso a su familia de crianza. “La verdad es que yo lo veo muy sólido, muy centrado, muy firme, muy estructurado”, dice Cabandié. “Y eso va a favorecer el proceso de asimilación que necesita cualquier joven que recupera o que conoce su identidad verdadera ya siendo adulto”. Por su parte, el nieto 114 manifestó, como en su momento lo hiciera Cabandié, que prefería aparecer para ayudar a encontrar más nietos, algo que el diputado refuerza: “ese camino es el que a uno lo empuja a poder recuperar algo tan conmovedor como es que siendo adulto te digan que tu historia no es tu historia”.

Sin embargo, Donda acota que esto no es lo único. “Ahora es momento de que Guido tenga el tiempo que necesita para construir el vínculo con la familia biológica de la que estos 36 años estuvo separado, por un lado, y de que la justicia investigue y condene a los responsables, por otro”, sostiene, adelantando que la historia de Guido/Ignacio no termina acá.

Como sea, la aparición del nieto más (in)esperado está, aparentemente, dando resultados. El domingo por la noche, durante una entrevista televisiva a Estela se cayó la página de internet de Abuelas debido a la cantidad de entradas y según cuenta Fresneda, en los dos días posteriores a conocerse la noticia se recibieron unos 1.500 llamados por consultas tanto en Abuelas como en la CONADI, cuando lo normal es que sean unos 150 por día.
“Eso te da una imagen del impacto de la aparición del nieto de Estela”, expone. “Porque la verdad es que Guido, o Ignacio, es un nieto más, pero Estela no es una abuela más”.

Estela de Carlotto:
“El premio es el nieto”

Hace tres años, el nombre de Abuelas sonó fuerte para el Nobel de la Paz. Finalmente no lo ganaron, pero en medio de la expectativa pude entrevistar a Estela de Carolotto para una revista española.

Se la veía rozagante, activa, con una estampa tal que nadie diría que tiene más de 80 años. Y estaba feliz porque la semana anterior habían recuperado al nieto 102, un abogado de 32 años, hijo de un matrimonio desaparecido en 1977. Cada encuentro le daba energías y la alejaba del dolor y la angustia del pasado. En medio de la entrevista, me dijo que había sido afortunada porque los militares le habían entregado el cuerpo de su hija, con lo que de otra forma su búsqueda habría sido doble.

Hoy, pensando en Guido/Ignacio, lo que más me resuena es que cuando le pregunté por el Nobel me dijo que para ellas “el premio” era el nieto. “Es lo que hemos buscado durante 30 años, ver la carita de ese chico o esa chica en carne y hueso, que la abuela le pueda abrazar, que el chico sepa de dónde viene. Y lo que queremos es encontrarlos lo antes posible porque tenemos poco tiempo, ya somos muy mayores”.

Reviso la grabación y lo confirmo: “el premio es el nieto”, lo dijo en singular. No son “los nietos”, porque la búsqueda, aunque sea en conjunto, es personal. Cada abuela busca a su nieto. Y para Estela, por esos días, encontrar algún día a Guido sólo era una esperanza.

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