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Opinión

21 de Septiembre de 2014

Columna: El problema de Guantánamo

No es mucho lo que sabemos de Guantánamo, pero la idea de que Chile reciba presos de esa cárcel para que Barack Obama cumpla su promesa de cerrar la prisión genera muchos reparos. Hace unos días, el director de Gendarmería Juan Letelier, dijo que el sistema carcelario estaba preparado para recibir reos de este tipo, […]

Carlos Quezada
Carlos Quezada
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EFE Guantánamo

No es mucho lo que sabemos de Guantánamo, pero la idea de que Chile reciba presos de esa cárcel para que Barack Obama cumpla su promesa de cerrar la prisión genera muchos reparos. Hace unos días, el director de Gendarmería Juan Letelier, dijo que el sistema carcelario estaba preparado para recibir reos de este tipo, y tiene razón en algo: si en la Ex penitenciaría caben 7.000 presos en las peores condiciones de hacinamiento, que hayan 80 más no hace la diferencia. Tampoco hacen la diferencia los tipos de cárceles. Los presos de Guantánamo saldrán de una prisión de máxima seguridad para llegar a una similar y dejarán un lugar donde se les tortura para arribar a uno donde ocurre lo mismo, porque en las cárceles chilenas también se cometen apremios ilegítimos, tal como pasa en Estado Unidos. El video de la golpiza en el penal de Rancagua no dejó dudas de que eso ocurre.

El problema, sin embargo, no es de infraestructura ni de falta de cupos, sino de legalidad y de capacidades. En primer lugar, jurídicamente no están dadas las condiciones para que presos extranjeros cumplan su condena en cárceles chilenas. Si eso ocurriese se faltaría gravemente al principio de jurisdicción territorial, que dice que en Chile sólo pueden estar presas las personas que han sido condenadas por los tribunales chilenos o aquellas que por algunos tratados internacionales vienen a cumplir sus condenas acá.

En segundo lugar, tengo serias dudas sobre las capacidades de los Gendarmes para tratar con este tipo de presos. Además del español y el coa, los vigilantes no están capacitados en idiomas para poder comunicarse con reos extranjeros. Por ejemplo, ¿cuántos de ellos saben hablar árabe? ¿Cuántos conocen la religión musulmana como para no herir susceptibilidades? Probablemente ninguno.

Lo único que puede hacer Chile para que esta idea fructifique es ceder un territorio para que Estados Unidos construya una cárcel, tipo base militar, como existe en otros lados del mundo, donde las leyes norteamericanas rijan ese territorio. Pero hacer eso sería desastroso. Es absurdo que con todos los problemas que tiene nuestro sistema carcelario a alguien se le ocurra agregar a un tercer actor, que más encima en lo referido a políticas penitenciarias, es uno de los más nefastos del mundo: Estados Unidos es el país con más presos en el mundo y tiene una de las tasas más altas de denuncias por torturas.

Si estos presos llegan a Chile, no sólo estaríamos importando problemas que no tenemos, como es ser un objetivo de la lucha de los grupos terroristas de Oriente con Occidente, sino que también estaremos haciéndonos cargo de personas que han sido torturadas, a quienes se les han vulnerado todas las garantías constitucionales. Aceptaríamos así una política que nosotros no compartimos, como lo es el arresto previo, porque en Guantánamo la mayor cantidad de los presos son personas a quienes se les ha acusado por sospecha y no por pruebas concretas.

Por todas estas razones, la posibilidad real de que a Chile lleguen presos de Guantánamo parece bastante lejana. Nuestro país, además, no se pierde cuando de violaciones a los derechos humanos se trata. Tenemos una historia de delitos de lesa humanidad e instituciones fuertes en esta materia que son admiradas en el mundo. En Chile estos temas no se negocian y el gobierno debería tenerlo claro. De lo contrario, se estarían ganando un gran problema.

* Por Carlos Quezada, abogado penalista.

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