Corría el último viernes de octubre y el padre de 36 años le pidió a su esposa que se fuera a dormir con sus seis hijos, mientras él conversaba con el inquilino del primer piso. Ella no sospechó nada inusual, pero lo que ocurrió esa noche puso su mundo al revés. En la pequeña habitación, el padre -de acuerdo al relato que ofreció a la policía- amarró y amordazó al inquilino, calentó una espátula de acero en la estufa y le quemó los genitales. El hombre no consiguió salir vivo de allí.
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Corría el último viernes de octubre y el padre de 36 años le pidió a su esposa que se fuera a dormir con sus seis hijos, mientras él conversaba con el inquilino del primer piso.
Ella no sospechó nada inusual, pero lo que ocurrió esa noche puso su mundo al revés.
En la pequeña habitación, el padre -de acuerdo al relato que ofreció a la policía- amarró y amordazó al inquilino, calentó una espátula de acero en la estufa y le quemó los genitales. El hombre no consiguió salir vivo de allí.
El padre, mientras tanto, que no puede ser identificado por razones legales, dijo estar feliz de entregarse a la policía, pues creía que su víctima -el presunto violador de su hija de 13 años- merecía tal tortura.
Hace unas semanas la joven relató que se encontraba sola en casa cuando el inquilino la obligó a entrar a su residencia, ató sus manos y la violó.
Luego la amenazó con matar a su padre si le contaba a alguien lo ocurrido.
Y después, hace pocos días, comenzó a vomitar. Cuando su padre la llevó al doctor, se enteraron de que estaba embarazada.
“Primero mi padre se molestó mucho conmigo. Le confesé que había sido el inquilino y él respondió que le enseñaría una lección”, dijo la chica.
Traición
La familia vive en el barrio de Chandu Nagar, en el área de Khajuri Khas (noreste de Delhi). Se trata de un laberinto de calles estrechas y pequeñas casas. Aquí los desagües abiertos, llenos de una suciedad espesa color carbón, bordean las carreteras y hay que ser cuidadoso para no pisar sobre el excremento.
El padre, que produce pocos cientos de rupias vendiendo hamburguesas en la calle, era conocido por ser un dulce hombre de familia. Nadie se esperaba esto.
“No tenía ni la menor idea. No sabía que mi hija había sido violada y que ahora estaba embarazada”, comenta la madre sin poder contener las lágrimas.
El inquilino de 45 años era muy conocido por la familia y había estado viviendo en una de las habitaciones de la casa durante los últimos cinco años. Pagaba unos US$8 de renta mensual.
“Somos de aldeas vecinas del estado central de Madhya Padresh. Lo conocemos desde hace tiempo y lo tratábamos como un miembro más de nuestra familia”, aseguró el abuelo de la chica.
“No teníamos idea de que nos iba a traicionar así”, añadió la abuela.
A las 3:45 de la mañana del sábado el padre acudió a la estación policial de Khajuri Khas para confesar su crimen.
“Lucía muy nervioso. Dijo que había cometido un error, que había matado a alguien”, relató el subinspector Arun Kumar, el primero que conversó con el padre.
“Aseguró que cuando se enfrentaron, el inquilino se burló de él. Se trata de un grave caso de provocación”, continuó el policía.
Las violaciones son un foco de atención en India desde diciembre de 2012, cuando una estudiante de 23 años murió en un autobús de Delhi tras ser violada por una pandilla.
La indignación mundial obligó a India a aprobar y endurecer sus leyes, incluyendo la pena de muerte para delitos graves. Sin embargo, a dos años del hecho, los atacantes de la estudiante aún esperan por ser castigados.
Aunque se les ordenó la pena de muerte, su apelación aún está pendiente en la Corte Suprema. Muchos indios resienten la lentitud del sistema judicial, debido a que los juicios pueden durar años.
“Cualquier padre haría eso”
A pesar de la nueva legislación, el reporte de casos de violación en India ha registrado un aumento notable: de 24.923 en 2012 a 33.707 el año pasado. Esto significa que cada día fueron reportadas 93 violaciones.
En este contexto, el homicidio en Khajuri Khas ha generado simpatía por el padre. Muchos aseguran que hubiesen hecho lo mismo.
Después de que la historia fue reportada por primera vez, muchos lo describieron como “un héroe” que “hizo lo que tenía que hacer”. Otros expresaron la esperanza de que escape al castigo severo.
Ese sentimiento también se respira en las calles de Khajuri Khas.
“Cualquier padre haría eso”, dice Mohammad Ayub, quien arregla una bicitaxi a menos de un kilómetro de la escena del crimen.
“¿Para qué ir a la policía y a las cortes? Piden todo tipo de evidencia. En nuestro país, la justicia toma mucho tiempo. Debería hacerse justicia en dos meses, pero aquí los juicios toman seis, siete años”.
Su colega Noor Mohammad considera que el padre no debería ser castigado en lo absoluto. “Hizo lo correcto, debe ser liberado”.
El inspector Arvind Pratap Singh, quien lidera la investigación, afirma que jamás se ha encontrado con un caso similar.
“Generalmente perseguimos asesinos, ellos no vienen a la estación de policía por sus propios medios”.
“Entiendo la simpatía de la gente por él, pero solo cumplimos con nuestro deber. Cometió un delito y deberá enfrentar la ley”.
Mientras tanto, su familia está inconsolable. Mientras caminamos al primer piso, veo las habitaciones del padre y el inquilino con enormes candados.
“La policía selló las habitaciones y se llevó las llaves”, dice la madre.
Me asomo a la habitación del inquilino y a través de las rendijas de la puerta veo una cama, una estufa, algunas cacerolas en el suelo y botellas y jarras en un estante.
Mientras me preparo para salir, el hijo de 4 años de edad me pregunta: “¿Dónde está mi papá? ¿Cuándo volverá a casa?”.