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Nacional

9 de Marzo de 2015

El complejo caso del menor que fue absuelto tras haber sido acusado de robar y violar a una anciana

En marzo del año pasado un adolescente de 14 años fue detenido por el delito de robo con violación contra una mujer de 77 años. Se le acusaba además de haberla amenazado. Casi un año después, tras seis meses de peritajes e investigación, fue absuelto de todos los cargos, dejando sin respuesta el misterio de un crimen que no se pudo acreditar.

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foto esposas referencial


Foto: Imagen referencial

Desde el miércoles de la semana pasada el Centro de Justicia se llenó de equipos de prensa: periodistas, camarógrafos y técnicos acampaban en el primer piso del edificio C desde antes de las ocho de la mañana hasta que, cerca de las cinco, se acababan las sesiones de formalización del caso Penta. El cuarto piso, sin embargo, permaneció casi vacío.

Casi sin público había empezado el mismo miércoles el juicio contra Lorenzo* de 15 años. Se le acusaba de haber ingresado el año pasado, a sus 14 años, a la casa de Sandra, de 77 años, haberla violado cuatro veces y haberla amenazado tras robarse un computador y un bolso de su nieto. Mientras en el primer piso el fiscal Carlos Gajardo negaba la colaboración de Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín en la investigación por fraude al fisco, en el cuarto se resolvía el destino de Lorenzo, el joven que apareció hace un año en los noticieros detenido y que la semana pasada fue absuelto.

LA VERSIÓN DE SANDRA

Sandra dice haber despertado la madrugada del domingo 9 de marzo con alguien que se había acostado a su lado. Declaró que pensó que era su nieto que había vuelto de Curicó donde visitaba a sus abuelos paternos. Dijo que sintió unos pies acariciando los suyos y que le pareció extraño. Al tocarle la cabeza al sujeto se dio cuenta que no conocía al supuesto hombre que se había metido a su cama: “Le sentí el pelo como cuando alguien se rapa y como que a una le pincha el pelo”, afirmó en su declaración. Prendió la luz, dijo,  y vio a un joven que no conocía que, cuenta, la violó reiteradamente. En algún punto Sandra cree que perdió la conciencia. De hecho sufre un TEC cerrado.

En otro momento, Sandra le dijo al menor que su hijo estaba por regresar a casa y que era carabinero y entonces el muchacho, según su versión, se asustó y se vistió. Sandra lo acompañó para que saliera y en el camino se dio cuenta que faltaba un notebook sobre el escritorio. Se dio vuelta a prender la luz y el joven ya se había ido, aunque antes le dijo que volvería al otro día, cuando estuviera sola. Todo esto narró Sandra durante el juicio de tres días la semana pasada.

El Servicio Médico Legal, sin embargo, no encontró lesiones genitales en la mujer ni hubo muestra con la que comparar los restos de semen encontrados en la habitación.

El perito ginecólogo del SML señaló que es posible, y sucede, que hayan violaciones acreditadas que, sin embargo, no dejen lesiones genitales. La abogada defensora, Bárbara Antivero, afirmó que el perito “fue categórico en señalar que las mujeres pasadas los 60 años de edad, en una edad post menopáusica, por la baja cantidad de estrógeno y testosterona, claramente están predispuestas a que se le causen lesiones. Pero señaló que podrían no quedar lesiones en el caso de que estuviera en tratamiento de estrógeno, lo que en este juicio no quedó acreditado”. También indicó que la fiscalía no pidió, en ningún momento, una muestra voluntaria del imputado o a través de un juez, para comparar con los fluidos que se encontraron en la habitación de Sandra. Desde la fiscalía niegan esa versión y señalan que se pidió ampliar la investigación para realizar esta pericia, pero que no se permitió. En los casos de menores de edad el plazo legal de investigación es de seis meses.

LA BÚSQUEDA 

Cuando Carabineros llegó al pasaje de Sandra, en Macul, lo hicieron por una llamada de ruidos molestos. Había una fiesta en la casa vecina a la de Sandra y la invitación se había extendido a amigos y amigos de amigos. Unas 50 personas habían llegado y se paseaban por el sector. Sandra salió y les dijo a los uniformados lo que le había pasado. Llegó la Policía de Investigaciones y los asistentes a la fiesta fueron los principales sospechosos cuando se descubrieron ladrillos removidos en el muro que separaba ambas casas. También habían huellas de zapatillas en el patio y la cocina, por donde habría entrado el sujeto. Incluso parte del computador desaparecido se encontró en el patio.

Más tarde, después de los exámenes y cuando a Sandra le hacían el tratamiento contra enfermedades de transmisión sexual, recordó que había escondido un celular bajo la almohada. Pensó que era de su nieto y no quería que el ladrón se lo llevara. Su nieta Camila fue quien lo encontró y lo entregó a la PDI. Aunque era de modelo antiguo, el aparato era nuevo y tenía sólo un número marcado. Así llegaron a Lorenzo.

El número era de Camilo, un joven de 18 años en ese momento. Testificó que estuvo en la masiva fiesta y que en algún momento de la noche un joven se le acercó y le pidió su número para llamarlo y ver si tenía minutos. Dijo que lo conocía de vista y que no conocía su nombre, aunque sabía su apodo.

Paralelamente, habían sido interrogados Felipe, el organizador de la fiesta, y sus padres, los dueños de casa. Junto con ellos, también varios asistentes a la fiesta. Cecilia se enteró que la PDI buscaba a Lorenzo por el crimen de su vecina y decidió encontrarlo antes. Lo pilló en la calle y lo encaró. Le dijo que por qué “había hecho lo que había hecho si la fiesta era para pasarlo bien. Él me juró que no le había hecho nada a la vecina, que sólo le había robado”, declaró Cecilia. Para la abogada defensora, Bárbara Antivero, “quedó acreditado que esa confesión era falsa” y apunta a que hasta antes que apareciera el nombre de Lorenzo, la sospecha caía precisamente sobre Fernando y Cecilia.

“Hay dos personas que colocan a mi representado el día de la fiesta en el lugar. Porque nadie más lo vio, de hecho de todos los invitados, todos los demás se liberaron porque no vieron a mi representado el día de la fiesta. Los únicos que lo sindican como que estuvo ahí era Camilo, que es una persona que entiende la defensa que su testimonio no era imparcial porque era quien tenía una llamada de la persona que estuvo en la casa de la víctima el día de los hechos. Y por eso llegan a él”, dice Antivero. Recuerda además que Camilo declaró haber visto a Lorenzo con jeans y polerón café, mientras Sandra declara que el atacante vestía polera roja y pantalón de buzo azul con una línea blanca.

Durante el juicio, además, la defensa apuntó a que los vecinos del barrio no estaban contentos con la permanencia de Cecilia y su familia en el barrio. No eran del sector, sino que estaban al cuidado de la casa hace unos meses. “Tenían malos hábitos. Siempre hacían fiestas y estaba lleno de gente. Le digo un dato. Colgaban la ropa de la reja de la casa para afuera, para la calle”, dijo una vecina.

El día a día
Cuando declaró Camila, la nieta de Sandra, entró a la sala mirando fijo a Lorenzo. Mientras prestaba juramento, se veía confiada y decidida, pero su actitud duró poco. Cuando comenzó a relatar cómo se enteró que habían abusado de su abuela, se le quebró la voz y no pudo aguantar el llanto. “Mi abuela siempre ha sido una mujer fuerte y activa”, dijo. A sus 77 años, Sandra aún manejaba su taxi para solventarse. “Desde lo que pasó que ha tenido un cambio profundo. No es la misma. No come, yo trato de cocinarle cosas ricas, galletas, pero no come. Como que de repente envejeció. Nosotros la vemos fuerte, pero yo siento que tiene menos ánimo, que se siente menos apreciada”, testificó Camila antes de levantarse y dejar la sala, siempre mirando fijamente a Lorenzo.

Sandra dejó de manejar su taxi unos meses después de su denuncia. Había logrado ir a siete sesiones de terapia con una profesional especializada en delitos sexuales que señaló que “sufría síntomas claros de un estrés post traumático. Con altos niveles de ansiedad y angustia. Existía un intenso temor a una posible revictimización por testificar en el juicio. Además se presentó un trastorno depresivo moderado que persiste hasta hoy. Cada vez que llega a su casa presenta síntomas como dolor de cabeza, dolor de estómago, sudoración en las manos”. Las sesiones siguieron por teléfono, aunque meses después Sandra logró salir nuevamente a trabajar con su taxi.

El padre de Lorenzo, Bernardo, lo acompañó el primer día del juicio. Al final de la audiencia sufrió una baja de presión y tuvo que ser atendido por personal médico del Centro de Justicia. “Son puras mentiras. Es que la gente de la población es mala y le están echando la culpa”, decía. Él es de Osorno y su mujer de Perú. Se conocen hace 15 años y tienen otra hija juntos, además del hijo mayor de ella. Bernardo vende ropa en el persa y trabaja en jardines: “Estoy cabréao, quiero llevármelo para Osorno, más tranquilo”. Un inspector de la PDI declaró que cuando llegaron a buscar a Lorenzo, su padre dijo que se lo llevaran, que lo tenía aburrido. “Yo no dije eso. A lo que me refería es que si lo están acusando, tienen que investigar. Que lo llevaran, investigaran y resolvieran todo de una vez, pero están diciendo puras mentiras”. Aunque también asegura que “uno no puede poner las manos al fuego por sus hijos”.

Lorenzo llegó hasta cuarto básico antes de ser detenido. A mediados del año pasado logró salir con arresto domiciliario, pero cometió siete hurtos y fue condenado por tres al pago de multas. Eso evidenció que había incumplido la medida cautelar y volvió a quedar internado en un centro del Sename en San Joaquín. El viernes no estuvo en la lectura del veredicto que lo absolvió, aunque desde afuera de la sala se asomaba su hermano mayor para escuchar la resolución. Conversó con la abogada y se fue a hacer los trámites para que, esa misma tarde, Lorenzo quedara en libertad.

*Los nombres del imputado, la víctima y sus familiares han sido cambiados para proteger sus identidades.

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