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Opinión

8 de Abril de 2015

Columna: Protestando a lo gringo

Este martes nos tocaba taller literario, pero en vez de corregir nuestros escritos, decidimos asistir a la manifestación pro AC en la Plaza de la Constitución, como un acto no sólo de responsabilidad cívica sino también de presión genuina. Pero la verdad de las cosas es que la ciudadanía no ruge, y lo que había […]

Germán Carrasco
Germán Carrasco
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Asamblea Constituyente A1

Este martes nos tocaba taller literario, pero en vez de corregir nuestros escritos, decidimos asistir a la manifestación pro AC en la Plaza de la Constitución, como un acto no sólo de responsabilidad cívica sino también de presión genuina. Pero la verdad de las cosas es que la ciudadanía no ruge, y lo que había ahí eran cuatro gatos de partidos políticos.

Recordé las concentraciones antiguas, eran una catarsis, una verdadera fiesta cívica. Y con escenas muy divertidas. Al retirarse, los convocantes decían por el micrófono: “¡Vayámonos en paaaz a caaasa, no aceptemos provocacioooones, no se vayan por la Alameeeeda!”. Pero la gente no pescaba y rugían como leones: “¡Alameda, Alameda!”, cagados de la risa y con ganas de pelear, como un estadio lleno y variopinto socialmente. Pura sexualidad y democracia, las rubiecitas abeceuno felices de la experiencia, las morenas de jeans y los obreros y los panfletos y carteles espontáneos, saltones, derramados. La dictadura nos mantenía juntos como hermanos/ miembros de una iglesia/ con un enemigo común. Estoy hablando de tiempos anteriores a la decepción, antes del golpe en el estado de ánimo de la ciudadanía que se llamó transición, democracia amorfa, post dictadura o como se quiera; el cuoteo, la corrupción, las ganas de no corregir el libro escrito por la dictadura y que rige al país.

Lo de la AC, con un Giorgio Jackson terneado, no tenía nada de esos momentos: sólo les faltaba protestar con carteles perfectamente impresos marchando en circulitos, a lo gringo. Ni un brillo. Pero lo que se llama ni un brillo. Gladys Marín se debe estar revolcando en su tumba. Lemebel muerto sin el Nacional, Jorge González enfermo. Todos en casa protestando por Facebook. Sinceramente, creo que esto se está desertificando. Hay un sentimiento de orfandad, de desolación de la patria, y es cuando el cielo se ve más alto y las casas más chicas. Hasta La Moneda se ve miserable. El poeta mexicano Gerardo Deniz escribió en el poema Lavadero: “El ruido de la espuma que se deshace / ampliado cuatrocientasmil veces se parecería al de una concentración de masas que de pronto descubrieran, simultáneas, / un error garrafal en su ideario político, / y cada quien decidiese regresar a casa sin ostentación”.

Pensé que iba a haber carteles divertidos, morenas guapas en jeans, obreros, oficinistas desencorbatados, adolescentes dándose besos, alegría popular genuina, sonrisas. Por ahí alguna esperanza me dieron unos jóvenes con el temible “que se vayan todos” que les hace arder el culo a los políticos. Nada. La convocatoria mal hecha, las banderas del PS y del PRO dando mala espina de entrada, y de los oradores ni hablar. La gente que no era de esos partidos, se retiraba mirándose, como en el poema de Gerardo Deniz, como diciendo: bueh, eso es todo. Ni un brillo.

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