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Opinión

14 de Abril de 2015

Columna: Chile ¿Y dónde está el piloto?

(*) En la vieja película ochentera devenida en clásico del cine de humor “Y dónde está el piloto?”, un avión de pasajeros a la deriva después del colapso de su tripulación, echa mano a su piloto automático –que no era otra cosa que un monigote inflable-, para ganar tiempo mientras se intenta persuadir a uno […]

Tito Flores
Tito Flores
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michelle bachelet a1
(*)

En la vieja película ochentera devenida en clásico del cine de humor “Y dónde está el piloto?”, un avión de pasajeros a la deriva después del colapso de su tripulación, echa mano a su piloto automático –que no era otra cosa que un monigote inflable-, para ganar tiempo mientras se intenta persuadir a uno de los pasajeros, un antiguo piloto de guerra, para que tome el mando de la nave y la aterrice en un aeropuerto seguro.

Y en Chile está pasando algo similar. Los gobernantes y los diputados y senadores, parecen haber colapsado ante la fuerza de los escándalos PENTA, SQM y CAVAL, que han involucrado a muchos de ellos. Nadie se atreve a lanzar piedras, porque ninguno está seguro de estar libre de pecado. Y nadie parece querer tomar el timón, ni siquiera la piloto titular. Es como si le hubiese paralizado su miedo, sus traumas y su propio complejo de culpa.

Afortunadamente, frente a tal parálisis, las características de la cultura cívica del país, la tradición republicana y una cierta fortaleza institucional, han hecho las veces de “piloto automático” del país, y han permitido mantener la altura y evitar la caída estrepitosa. En otras palabras, la “reserva moral” de Chile ha hecho que por el momento, la gobernabilidad se mantenga y la tranquilidad y paz cívica se preserven.

El problema es que en la película y en el gobierno los “pilotos automáticos” no son capaces ni de fijar rumbo ni de hacer que sus histéricos y aterrados pasajeros, logren volver a la seguridad y a la certeza que otorga poner los pies en tierra firme.

Así las cosas, el gran y grave problema en la película y en Chile, parece ser el mismo: la ausencia. Porque ella, desde un punto de vista filosófico, se liga con silencio, con vacío, con oscuridad, en definitiva, con la “Nada”, esa misma de la que nos hablaba Sartre, y que está tan bien reflejada en otra vieja película de aventuras, “La historia sin Fin”, en la que aquella avanzaba devorándolo todo, para desesperación de los habitantes de un mundo de fantasía, como el que parece vivíamos con la idea de un “Chile probo y transparente”.

¿Cómo poner freno al avance de la “Nada” en Chile? ¿Cómo volver a “llenar” la ausencia? En un país presidencialista como el nuestro, la respuesta es clara: Urge que el gobierno, y en especial la presidenta de la República vuelva a gobernar, y lo haga de manera correcta. Ello, a mi juicio significa que sea capaz de cuatro cosas que no está llevando a cabo desde que estalló la crisis: “conducir”, “coordinar”, “anticipar”, y “comunicar”.

La conducción implica la capacidad de la presidenta de ofrecer a los ciudadanos/as una visión futura de país y a la vez, implementar las medidas necesarias, para que tal sentido de futuro sea materializado. Aquello aparece con relativa claridad en el programa de gobierno de la presidenta Bachelet. Son sus grandes reformas, que sin embargo se han ido desdibujando y saliendo de la agenda ciudadana como consecuencia de la crisis. Frente a ello, la jefe de gobierno, debe ser capaz de hacer sentir el peso de su timón en los diversos organismos que constituyen el poder Ejecutivo y Legislativo. Sin caer en personalismos o autocracias, la Presidenta ha de ser capaz de constituirse en una figura de autoridad, tanto política como técnica. Los vacíos de conducción se pagan caro. Los jefes de gobierno ineptos no sólo pierden credibilidad sino que además su capacidad y jerarquía son fuertemente cuestionados. Como dijimos antes, en aquel caso, los ciudadanos asumen en mayor o menor grado que el país queda a la deriva y que sólo gracias a la inercia gubernativa éste sale adelante.

La coordinación es el desafío que tiene un buen gobierno, para hacer actuar a sus diversos componentes, de manera acompasada, rítmica y en el momento adecuado con el objeto de alcanzar ese sueño futuro ofrecido por el gobernante. No puede haber pisotones ni solapamientos ni redundancias. En el otro extremo, tampoco pueden permitirse inacciones negligentes. El llanto en los ojos de la gobernante, no alcanza para reparar las pérdidas materiales y humanas. Tampoco aquello puede delegarlo permanentemente en sus ministros.

La anticipación es un elemento clave y probablemente ha sido el más ausente durante el gobierno de la presidenta Bachelet. Un buen gobierno debe ser capaz de escuchar y observar lo que está pasando a su alrededor. Prever escenarios y, como en el ajedrez, no subestimar a ningún potencial contrincante. Todo incendio forestal comenzó con una pequeña fogata no apagada a tiempo. La anticipación hace alusión precisamente a esta última variable: el tiempo. El gobierno debe tener un ojo puesto en el aquí y ahora y otro en el futuro. La gobernabilidad en buena medida tiene que ver con la capacidad de adelantarse a la explosión de conflictos. Ellos deben ser detectados y desactivados cuando están larvándose. Fue lo que no hizo precisamente el gobierno frente al caso Dávalos-Caval. Lo subestimó y terminó saltando a la agenda mediática y de allí a la opinión pública, en forma de escándalo.

Finalmente hablar de gobernar, es hablar de comunicar. El silencio también comunica, y la presidenta Bachelet ha abusado mucho este último tiempo de aquel recurso. Tardó casi un mes en actuar y en comunicar ante los medios su decisión y sus emociones frente al escándalo que involucraba a su hijo. Fue demasiado tiempo. La caída en su popularidad lo refleja. Porque quien calla, no sólo otorga, sino también permite que otros actores encuadren aquel silencio a su propio antojo e interés. Pero también hay que saber cuándo hablar. En este sentido, no es aconsejable hacerse cargo de rumores, como lo hizo la presidenta al referirse a su posible renuncia.

En definitiva, Chile necesita que su piloto vuelva a instalarse frente al timón. Que lo haga más pronto que tarde y que ejerza el buen gobierno con lo que se espera del Primer Mandatario: conduciendo, coordinando, anticipando y comunicando. Los vacíos de poder como el que hoy vivimos son peligrosos para la democracia porque las salidas fáciles son la autoritaria o la populista y los chilenos no nos merecemos tal castigo.

(*) Tito Flores Cáceres es Doctor en Gobierno y Adm. Pública. Académico universitario. En twitter: @rincondeflores

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