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Poder

16 de Abril de 2015

Lorena Fries, Directora del INDH y la polémica con Carabineros: “Siempre vamos a incomodar al poder”

Un texto dirigido a 4 mil estudiantes, donde el Instituto Nacional de Derechos Humanos aseguraba que Carabineros ocupaba las detenciones en marchas como un elemento de represión, gatilló una disputa de proporciones entre ambos organismos. Dimes y diretes, apoyos y rechazos, y hasta una solicitud ante la Cámara de diputados para destituir a Lorena Fries del cargo. La directora del organismo habla por primera vez en extenso sobre una polémica que considera artificial. “Estamos pagando el costo de no tener una cultura de derechos humanos”, dice.

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Todo partió por una acusación de ustedes, aparecida en un informe elaborado por el instituto, donde daban cuenta que Carabineros reprimía las marchas para evitar la reunión libre de personas.
Bueno, eso se fundamenta en el informe anual y también en un informe de función policial que presentamos en 2011, donde señalamos que muchas veces para disminuir la cantidad de gente en las manifestaciones Carabineros detiene a personas, las traslada a una comisaría donde les hacen el control de identidad, están allí hasta que termina la manifestación y después las dejan en libertad. Ni siquiera son formalizadas.

El estudio comprende, además, un periodo súper crítico de movilizaciones, el 2011.
Un momento súper álgido en materia de manifestaciones, donde nosotros constatamos, salió en los diarios también, que los tribunales de garantía con mucha frecuencia estaban declarando las detenciones ilegales.
Una de las cifras del estudio detalla que el 95% de los detenidos en protestas son liberados antes de llegar a tribunales por falta de mérito.
Esa información está en el informe adulto, no en el de niños, y al final la traducción de esa frase es la que produce la molestia. Nosotros, entonces, señalamos que la detención ilegal es una estrategia para inhibir la participación. Nuestra crítica es a una función particular que ellos desarrollaron en el contexto de las movilizaciones, que empezó mal y ha ido mejorando. Vamos a ver este jueves cómo se comportan.

Es curioso que toda esta controversia se dé justo cuando la justicia acaba de formalizar a algunos carabineros de Rancagua que desnudaron a escolares en una comisaría…
También denunciamos esa situación, las tocaciones, los abusos que se cometieron en el contexto de esas movilizaciones. Incluso la comunidad internacional, a través de los órganos de derechos humanos, planteó su preocupación. Tanto a nivel interamericano, como el Consejo de Derechos Humanos y el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

¿Crees que la exposición pública que hizo Carabineros, a través de la carta de Gustavo González Jure, generó una dinámica de antagonismo innecesaria?
Yo creo que sí. Y tomo eso como un desafío para seguir colaborando con ellos. Nunca hemos dejado de colaborar para que entiendan mejor su función. Nuestra función no va a ser nunca quedarnos callados, va a ser siempre manifestarlo. Y es más, siempre lo manifestamos primero a la parte involucrada. Lo hacemos de manera reiterada y solo al final, cuando no se toman medidas, denunciamos públicamente la situación.

¿Piensas que las críticas atentan contra la autonomía del Instituto?
Bienvenidas las críticas, pero a través de los canales regulares. Por ejemplo, cuando nosotros dimos a conocer el texto el 2013, nos llegaron críticas. Las incorporamos, pero no nos llegó de Carabineros, conociendo ellos el material.

Y al hacerlas públicas, inevitablemente, se politizaron…
Sí, ahora ya se politizó. Creo que ese es el riesgo en un país donde estamos enfermos de binominalismo, las cosas son blancas o son negras, y la verdad es que el Instituto tiene que transitar en todos los matices de grises, que no son ni el blanco ni el negro. Y esa es una tarea todavía incomprendida.

Pareciera que volvimos, entre apoyos y rechazos, al tiempo de la Guerra Fría…
No sé si estamos volviendo a la Guerra Fría, pero yo creo que hace tiempo vivimos entre izquierdas y derechas. Aunque la sociedad civil, los ciudadanos, no se inscriben en esa dinámica. Hoy día están más que nunca en una lógica ciudadana. Y aprovecho eso para decir que yo me siento orgullosa de venir de la sociedad civil, y me siento orgullosa del respaldo que hemos recibido de la ciudadanía, que es, en definitiva, quien vive los abusos del poder.

Cultura de resistencia
¿Por qué la interpretación sobre los derechos humanos todavía divide a los chilenos?
Yo creo que más que dividir a los chilenos, lo que hay todavía, y eso en parte es responsabilidad nuestra, es la falta de una cultura en materia de derechos humanos.

¿Qué piensas que los partidos de la Alianza hayan exigido tu destitución?
Están en su derecho a hacerlo, es parte de las atribuciones que tienen de acuerdo a la ley. De alguna manera yo espero que se pueda entender mejor la labor del Instituto Nacional de Derechos Humanos, porque va en beneficio de todos los ciudadanos y ciudadanas.

¿Qué es lo que crees que no se entiende?
Falta entender que los derechos humanos se violan por agentes del Estado. Esa es la premisa sobre la cual nosotros actuamos. Nosotros no tenemos la facultad, por ejemplo, para presentar una acción antidiscriminación entre particulares. Si el Estado discrimina, nosotros podemos alzar la voz porque es el Estado, a través de sus agentes, quien discrimina. Lo que hace falta entender aún, aunque lo hemos dicho a los siete vientos, es que el Estado es el que viola los derechos humanos.

¿Hay cierta ignorancia en ciertos sectores políticos respecto a este punto?
Yo creo que sí, es un tema que no ha sido tema de agenda en todos estos años. Por lo tanto, no necesariamente las autoridades tienen toda la información. Además, este es un país que se mira harto a sí mismo y estos son avances que ha tenido durante estos últimos 20 años la comunidad internacional. Y el Estado de Chile se ha sometido voluntariamente a sus obligaciones. Por lo tanto las tiene que cumplir.

¿Por qué decidiste responder a la carta de González Jure?
Porque me pareció que era inexacta en términos de que nosotros hemos sostenido una colaboración permanente con la unidad de derechos humanos de Carabineros. Él dice, además, que nosotros no reconocemos los avances de Carabineros y en cada informe policial sí lo hemos hecho. De hecho, se creó la Unidad de Derechos Humanos después del informe de función policial de 2011.

¿Crees que la institución trató de victimizarse?
Yo creo que sí, en algo, en parte. Creo que es mucho mejor buscar una colaboración para mejorar, que victimizarse para antagonizar.

La carta del General Director de Carabineros habla de una tendencia a resaltar solo casos negativos de la institución policial.
No es efectivo, y eso se lo digo también en la carta. En nuestro informe de función policial decimos que en esos contextos de manifestación, lo que vimos es que grupos pequeños de encapuchados provocaban a Carabineros. Pero también decimos lo que, seguramente, a carabineros no le gusta escuchar. Que existe una cultura de resistencia respecto de los contextos de manifestación. Es como si el espacio público no sirviera para la participación, cuando el derecho a la manifestación pacífica es un derecho humano y tiene que ver con la posibilidad de que los ciudadanos se expresen en los espacios públicos, con la posibilidad de que carabineros garantice que se expresen en esos lugares.

Algunos han interpretado la intervención de Carabineros como un resabio de la dictadura…
Yo creo que sí, pero no es un problema solo de Carabineros, sino de las generaciones que tenemos de 40 para arriba. Cuando empezaron las marchas en 2011 y 2012 era impresionante ver, por una parte, cómo Carabineros participaba en el resguardo de las marchas pero, a su vez, sentían que las manifestaciones eran una amenaza. También vimos a la ciudadanía que planteaba, cuando detenían a sus hijos, que podrían transformarse en detenidos desaparecidos. Entonces, efectivamente, todavía hay un resabio que seguramente va a perdurar por mucho tiempo.

Da la impresión que existe la intención de instalar la premisa que los derechos humanos funcionan solo para un lado…
Exactamente, lo que nosotros hemos planteado desde que entramos al Instituto, es que los derechos humanos son de todos y no de quienes fueron víctimas durante la dictadura. Además, los derechos humanos no son solo aquellos que se violaron durante la dictadura sino que hay muchos más que pueden ser violados en democracia.

Incomodar al poder
Los han acusado también de tener una visión ideológicamente sesgada.
Claro, y eso se ancla en una idea de que los derechos humanos son interpretables y opinables. Y la verdad es que hay materias que son interpretables y opinables, pero lo cierto es que los derechos humanos son un mínimo consensuado por los Estados y que constituyen una obligación.

Tampoco son patrimonio ideológico de un sector…
No, los derechos humanos son para todos en toda cultura y tiempo. Por algo se dice que son universales.

Por qué crees que perdura ese sesgo, entonces.
Perdura porque tenemos una historia que está marcada por las graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos. Y porque tardamos mucho en crear institucionalidad en esta materia. Y se crea recién en 2010, prácticamente 20 años después de la dictadura. En general, durante la década de los 90, cuando los países en América Latina salieron de sus dictaduras o de sus conflictos y guerras internas, se crearon los defensores del pueblo. Nosotros fuimos de los últimos en Latinoamérica, y estamos pagando el costo de no tener una cultura de derechos humanos.

¿Le hace mal esto a la democracia?
Pésimo, le hace muy mal. Estoy segura de que si hubiera una cultura de derechos humanos hasta nos trataríamos con más respeto. Esta es una sociedad que tiene muchos déficits al respecto. Uno de ellos tiene que ver con que todavía tenemos muchas deficiencias en materia de política antidiscriminatoria. Y también sigue existiendo la justicia militar, aun cuando exista un fallo que condena al Estado de Chile a dejarla sin efecto cuando se trata de carabineros que afectan a civiles en sus derechos.

Jaqueline Van Rysselberghe solicitó que el texto no se distribuya mientras no se corrija. ¿Qué piensas de esa exigencia?
Yo creo que no son temas de exigencia, sino que más bien de colaboración. Si a nosotros nos hacen llegar observaciones que están fundamentadas para que nosotros cambiemos una palabra por otra, bien. Lo que no vamos a cambiar es el sentido, y créeme que el sentido no es denigrar a Carabineros.

Carabineros, incluso, los amenazó con tomar medidas legales.
Están en su derecho, yo no puedo inhibir de acciones legales a carabineros.

¿Qué piensas del tratamiento mediático que ha tenido este conflicto?
Lo rechazo absolutamente. Nosotros además hemos dicho en nuestros informes de derechos humanos que hay un elemento de pluralidad en los medios escritos que falta. Y se nota cuando suceden estas cosas, porque no tenemos la misma voz que tienen otros actores.

¿Crees que se les ha dado relevancia a otros actores en desmedro de ustedes?
Sí, absolutamente. Por ejemplo, contesté por escrito las preguntas que se me hicieron de Reportajes de El Mercurio y prácticamente no estuvieron. Y, sin embargo, aparece un reportaje lleno de rumores, sin fuentes, en off. ¿De qué periodismo estamos hablando, entonces?

¿Qué es lo que necesitas aclarar?
Necesito aclarar que el Instituto Nacional de Derechos Humanos vela por los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas y eso significa que siempre vamos a incomodar al poder. El poder político, policial, económico que esté dentro del Estado, se va a incomodar. Es nuestro rol, por lo tanto es bueno mirarnos como un ente de colaboración para mejorar estas situaciones.

¿Te sentiste presionada en tu cargo por todas estas críticas?
Chuta, la verdad es que no, y hoy día lo conversaba. No, porque tengo la convicción de que estamos haciendo lo correcto y en este contexto, además, donde pareciera que los ciudadanos y las ciudadanas no confían en las instituciones, a mí me importa que confíen en el INDH.

¿Descartas renunciar?
Absolutamente.

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