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Opinión

20 de Septiembre de 2015

Columna: La soberbia de Ezzati

Tampoco sorprende que la Iglesia esté tan dividida. En dictadura teníamos una facción que funcionó como refugio de los perseguidos. La voz de los sin voz. Pero por otra parte, teníamos a la Iglesia comprometida con el régimen. Esa Iglesia dividida sigue siendo evidente y es la que hoy tiene preponderancia. Hay gente como Errázuriz y hay gente como Berríos. Hay gente como Ezzati y gente como Mariano Puga.

Héctor Noguera
Héctor Noguera
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El que diga que las religiones no son importantes, miente. Todas las religiones responden a una necesidad humana. La mayoría de las personas necesitan tener fe en algo, porque somos seres creyentes de la vida, de la trascendencia. Esa espiritualidad nos ayuda a vivir y por lo tanto, crece sin que podamos controlarlo. Es por eso que la fe se institucionaliza en la religión: toma una forma, una orgánica, una jerarquía. Toma características de lo terrenal.

Cuando la espiritualidad es institución estamos ante un riesgo. Porque es ahí donde las personas responden sus grandes preguntas y por lo tanto, una falla, un error, puede transformarse en una crisis de la fe como en la que estamos entrando estos días.

Algo similar pasa en la política. La gente tiene confianza en los partidos políticos y los escándalos en Chile nos han enseñado a desilusionarnos. La administración de la religión es similar a la de un partido político, similar a la tarea de organizar un ministerio. De eso nos hablan los correos entre Errázuriz y Ezzati. Parece sorprendente, pero es la verdad. La Iglesia es una institución que se tiene que administrar y eso se hace con códigos terrenales. Es por eso que el padre Berríos es idealista al pensar que los sacerdotes no se pueden hablar así por correo. La Iglesia es igual al resto, maneja los mismos idiomas y comete los mismos errores. Las cartas de estas dos autoridades pueden ser perfectamente pasadas por una estrategia partidaria: cómo joderse a otro para conseguir lo que quieres, para mantener tu poder.

Tampoco sorprende que la Iglesia esté tan dividida. En dictadura teníamos una facción que funcionó como refugio de los perseguidos. La voz de los sin voz. Pero por otra parte, teníamos a la Iglesia comprometida con el régimen. Esa Iglesia dividida sigue siendo evidente y es la que hoy tiene preponderancia. Hay gente como Errázuriz y hay gente como Berríos. Hay gente como Ezzati y gente como Mariano Puga.

Las decepciones de la Iglesia duelen. No creerle a Michelle Bachelet duele. No creer en la política duele. Este año se han caído las cortinas de humo y no creo que haya nada de malo en eso. La ingenuidad en la que nos desenvolvimos tanto tiempo está desapareciendo y es inevitable que provoque una crisis.

Lo que no hemos descubierto todavía es que estas crisis no tienen pie atrás. ¿Cómo nos paramos ante esta Iglesia?¿Cómo cambiamos y nos relacionamos en este nuevo escenario? Hay que dejar atrás la idea de preservar. Ricardo Ezzati debe dejar de lado la idea de preservar la Iglesia, porque eso no es parte de la dinámica actual del mundo y tampoco depende de él. No se puede pedir perdón y no hacer nada al respecto. Espero que Ricardo Ezzati deje de lado la soberbia. Pero parece que no sabe que el resto del país tiene claro que los sacerdotes no son dioses y que los errores son parte de lo humano.

El riesgo de la crisis de la fe es grande, porque el riesgo de refugiarse en lo individual es peligroso. Centrarse en la familia, en el trabajo, en los seres queridos. Querer olvidar al país, a la gente, a los políticos. Lo peor que podemos hacer es encerrarnos en nosotros mismos. No podemos ir por ese camino. Debemos mirar a nuestro país sin vendas en los ojos y hartarnos de lo que realmente es importante, de vivir en un país individualista sin espiritualidad.

*Actor

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