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Nacional

25 de Septiembre de 2015

El enigma de “la cazadora” de zapatos en Facebook

Hace casi cinco años, cuatro perfiles falsos de vendedoras de Facebook operados por la misma persona, empezaron a prometer zapatos gratis a cambio de fotos y videos insólitos. En ellos las mujeres tenían que aparecer con pantys y zapatos, agitando los pies en el aire, con la parte superior del cuerpo en una lavadora, pasando virutilla por el piso o simulando que las asfixiaban en una silla. La promesa de los zapatos gratis nunca se cumplía y las interacciones terminaban con un bloqueo de Facebook. ¿A cuánto están dispuestas las mujeres por un par de zapatos?

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“Hola, bienvenida a mi tienda de zapatos”.

La frase es casi un mantra. Siempre que alguien se interesa en la propuesta de Fernanda Aguilera Suazo, esta escribe a través del chat dando la bienvenida a su potencial clienta. Aunque Fernanda a veces se convierte en Francisca Jiménez Rosales, Fernanda Ramírez Contreras o Natalia Schmidt Alvarado, distintas identidades con las que aparece en Facebook, siempre la pregunta que viene después es la misma: “¿Te gustan los zapatos?”. Si la respuesta es sí y ella te acepta, ingresaste al extraño mundo de la cazadora de zapatos.

Anita lo hizo a comienzo de julio, ante una propuesta que parecía irresistible: tres pares de zapatos gratis a cambio de ayuda para la tesis de una diseñadora. A otras mujeres las convence diciéndoles que es para la creación de su próxima colección de otoño/invierno y la ayuda es aparentemente muy simple. Apenas un par de fotos. O un simple video.

La joven de 19 años revisa el catálogo online de la supuesta diseñadora y sueña con un par de zapatos negros estilo Oxford. Para obtenerlos tiene que acceder a la solicitud de Fernanda, quien le da las instrucciones por el chat: su cabeza debe parecer atascada y patalear en el aire mostrando los zapatos. Una escena digna de una película de David Lynch.

Anita le envía fotos con todos los zapatos que tiene y Fernanda escoge dos: un par de botines negros y unas chinitas de charol. Luego la diseñadora le sugiere introducir su cabeza entre la pared y la cama, y patalear desenfrenadamente como una muchachita estilo pin up. Anita, vestida con unas pantys negras con lunares bajo un pantalón arremangado, se dirige a la cama sin entender bien el motivo de la extraña solicitud. Graba con su celular y le envía el video.

“Más pataleo, más pataleo, harto show”, le exige Fernanda. Luego insiste en un detalle perturbador: “Que la cabeza parezca atascada, como si alguien te hubiera empujado”. La escena se repetirá varias veces con ambos calzados. Los videos, le dice Fernanda, son parte de un test de resistencia para los zapatos que va a diseñar y asegura que introduce las imágenes a un programa en el computador y que éste le devuelve datos.

La estrategia, que ha implementado desde hace cuatro años, siempre es la misma. Antes de los videos, Fernanda, con una amabilidad muy femenina, solicita fotos de pies, con pantys, y modelando todo tipo de zapatos: con tacos grandes, planos, botines, zapatillas y botas. Todo lo que las mujeres pueden encontrar en su clóset. Luego comienza a pedir otro tipo de fotos, las “tipo plop”. Incluso manda ejemplos: mujeres recostadas sobre la cama, siempre con pantys y zapatos, con las piernas dobladas en el aire, como el remate de los chistes de Condorito. La suma de todas estas extravagancias empezó a generar dudas en Anita. No sabe si por aburrimiento o curiosidad, continuó con el juego. Aún le daban vueltas en la cabeza esos hermosos zapatos negros estilo Oxford.

“Porfi, porfi”
“Puedes mandarme fotos de lo que estás usando ahora, porfi porfi”, ruega Fernanda por el chat de facebook. Alicia, otra mujer que acaba de caer en la red de la supuesta diseñadora, le responde que va en el metro y está ocupada. Fernanda insiste. “¿Puedes?”, vuelve a preguntar. Alicia le toma una foto a sus jeans apitillados y sus zapatillas Converse. Fernanda le responde: “¡Awww, qué lindas!” y remata la frase con una carita feliz.

Según Alicia, ella siempre sospechó de qué se trataba esto. “Yo sabía que estaba perdiendo mi tiempo”, afirma. “Aunque tengo que admitir que tenía cierta esperanza de que realmente entregara zapatos gratis ¿A quién no le gustaría tener zapatos gratis?”, agrega. Alicia llegó al perfil de Facebook de Fernanda gracias a Valentina, una amiga que también le estaba mandando fotos de sus zapatos.

Valentina desconfiaba de Fernanda, así que invitó a su amiga a sumarse para unir fuerzas. Además, no le daba confianza juntarse en un metro para recibir los zapatos porque creía que podía ser un hombre, algún depravado o secuestrador. Las amigas, sin embargo, decidieron seguir adelante. Alicia le envió a Fernanda más de cuarenta fotos modelando todos sus zapatos, pero Fernanda siempre necesitaba más. Mostraba una preferencia especial por los que tenían taco reina.


La petición de fotografías solía llegar en los momentos más insólitos. Alicia recuerda que una vez estaba en pijama y recibió un mensaje de Fernanda. Le dijo que estaba acostada y no se quería cambiar de ropa. Fernanda insistió. “¿Te puedo pedir una del pijama y los botines? ¿Qué pijama es?”, le preguntó.

-Uno ancho, rosado, de búhos-, contestó Alicia.

Fernanda le pidió que se lo subiera para que se le vieran un poco las piernas, luego agregó en tono suplicante por el chat: “Varias fotitos, porfi”.

En otra ocasión le pide un video y le da las siguientes instrucciones: que se meta de cabeza en su lavadora y patalee en el aire, como si estuviera atascada. Alicia no accede, su lavadora es muy vieja y se puede romper. La escena, sin embargo, fue realizada por otras mujeres. Fernanda le pide entonces que aparezca pasando virutilla en el piso o que meta la cabeza debajo de la cama y patalee. Alicia le propone, en cambio, tomarse fotos con las piernas saliendo de su clóset. A Fernanda le encanta la idea.

“¿Cuántas fotos exactas necesitas?”, pregunta Alicia. “Pucha es que ya he mandado varias y siempre me pides más y más”, insiste, hasta que Fernanda le ofrece un par de zapatos extra. La mujer, por supuesto, accede de inmediato.

Cansada de esperar por los zapatos, Alicia solicita a Fernanda juntarse para que le entregue los seis pares de zapatos que supuestamente se había ganado. Acordaron encontrarse un sábado a las 10 de la mañana en el metro Baquedano. En la zona wi fi, para no perderse. Alicia fue con Valentina y su pololo, pero Fernanda nunca apareció.

Tampoco vieron a nadie perdido o dando vueltas alrededor, así que Alicia decidió encararla por chat. “Si al final no ibas a venir y todo esto era una mentira, para qué me haces perder mi tiempo”, le reclamó. Fernanda se excusó diciendo que jamás llegaron a un acuerdo, y le pidió que se encontraran otro día. Acordaron otra junta, y esta vez Alicia presionó para obtener un número telefónico. Fernanda la bloqueó de Facebook
.
La estafa colectiva
“Chiquillas, sé que esto no tiene que ver con el grupo, pero es REAL. Hace un tiempo una niña me pidió fotos de mis zapatos, yo lo encontré raro, y a cambio de las fotos que yo le daría ella me daría a mí 4 pares de zapatos. Accedí, total eran solo fotos”. Así empezaba el post que escribió Valentina días después de ser bloqueada por Fernanda en un grupo de ventas en el que mujeres, entre 15 y 25 años, ofrecen ropa, accesorios, maquillaje y otros productos femeninos. La reacción fue rápida: más de cien comentarios de muchas chicas incrédulas y otras que también habían sido víctimas de la supuesta diseñadora.

De inmediato surgieron teorías sobre fetichismo, chistes y bromas hacia los cuatro perfiles de Fernanda. Fue en ese momento cuando las mujeres embaucadas decidieron armar un grupo en Facebook donde expusieron todos los antecedentes, incluidos los extravagantes videos. El grupo hoy tiene 38 miembros.

Fernanda es una persona escurridiza. Las chicas del grupo dudan incluso si realmente es mujer. Cuando contactó a Karla, otra de las mujeres afectadas, ella le dijo que había recibido malos comentarios, por lo que no pensaba ayudarle. “Le das color, eres calienta sopas”, respondió, y la bloqueó inmediatamente. Otra de las capturas reproduce una conversación entre la supuesta diseñadora y otra mujer, que le responde que no le gustan los zapatos. Fernanda, enfurecida, le responde “Ahh, es obvio. Eres amachada y tienes pinta de lesbiana, obvio que no te gustan los zapatos. Gracias y adiós”.

Al principio Alicia creía que se trataba de una estafa, aunque no hubiera dinero de por medio. “Lo primero que pensé fue que era una perra, pero cuando analicé todo me sentí una más del montón”, dice. “Una más de las tontas que caímos”. Hoy cree que puede tratarse de un pervertido, alguien que tiene un fetiche con los pies. Su amiga Valentina cree más en la segunda hipótesis.

-Me sentí violada. Imaginar que era un hombre o una mujer que me utilizaba para darse placer me hizo sentir vulnerada. Y me arrepentí de todo- explica.

“Chucha, quizás se masturba viendo mis pies, qué mierda”, pensó Anita cuando se dio cuenta de que no estaba frente a una diseñadora de zapatos. Para ella, sin embargo, el problema no es el fetiche: “No me molesta que le gusten los pies, cada uno tiene sus gustos, sino que haya engañado de esa forma para hacer eso”, dice.

Para la psicóloga Constanza Michelson, no es necesario que exista un abuso relacionado con lo genital para que las mujeres se sientan víctimas de una agresión a su intimidad: “El hecho de sentirse medias hueonas, de cómo cayeron, cómo llegaron a sacarse esas fotos, cómo llegaron a ese punto. Esa sensación de vulnerabilidad es la sensación que deja la perversión en uno”, asegura la especialista. Cree, además, que no se trata solamente de un fetichista, que hay algo en la estructura de la estafa que además tiene que ver con la agresividad.

¿Estaba Fernanda diseñando zapatos? ¿Realizando lo que ella llamaba “Test de resistencia”? Felipe Velasco, creador de la marca de calzado nacional Bestias, responde las interrogantes: “Para medir la resistencia, un video no te va a arrojar ningún dato. La resistencia se mide con unas máquinas especiales sobre cada zapato, y acá en Chile nadie lo hace, no existen”. Para el diseñador no es necesario que la mujer modele un zapato en fotos o videos para diseñar otro. Asegura, además, que ninguna universidad en Chile imparte una carrera de diseño de calzado que requiera una tesis de cuatro años, que los cursos que se toman son semestrales y no requieren un nivel profundo de estudio.

Si se tratara de una propuesta artística, al artista visual Arturo Duclos le parecería interesante, pero no le cuadra: “Me parece extraño que lo haga a la mala y prometa algo que no va a cumplir, porque al final todas quedan picadas por haber sido engañadas”. Pero no descarta del todo la teoría. Asegura que existen algunos artistas que han hecho intervenciones a cambio de objetos personales, como Matthieu Laurette o Christine Borland. “Pero en todas hay un protocolo que cumple una promesa y en el caso de este anónimo, si bien tiene un protocolo o una intención, todavía se desconoce. No diría que las intenciones de este personaje sean de hacer una proyecto artístico”, concluye.

The Clinic intentó contactarse con Fernanda a través de sus cuatro perfiles de Facebook. El mensaje quedó registrado en todas las bandejas de entrada. Al otro día sus cuatro cuentas de la red social desaparecieron.

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