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Cultura

27 de Septiembre de 2015

Los Días Contados lanzan disco: De tocaciones, orgasmos suicidas y amoríos

Los Días Contados están a días de presentar su álbum debut llamado, sugerentemente, “Tocaciones”. Hablamos con dos de sus integrantes –Juan Pablo Abalo y Luis Felipe Saavedra– sobre amor, sexualidades fracasadas y la muerte misma. También de los prejuicios contra el pop y de lo beatos que pueden ser los músicos: “Son igual de conservadores que los ingenieros comerciales”.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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Canciones pop sobre temas candentes que afectan a personas adultas: recuerdos confusos, orgasmos suicidas, sexualidades contenidas, amoríos pasajeros y manoseos de toda índole. Temas para bailar, pero apretaditos. Lentos algo misteriosos, en clave de balada, pero con mucha electrónica. De eso se trata “Tocaciones”, el álbum debut del trío “Los Días Contados “, compuesto por el vocalista, tecladista y crítico musical de este pasquín Juan Pablo Abalo, el bajista Carlos Reinoso (integrante de Aye Aye) y el tecladista Luis Felipe Saavedra (ex The Ganjas). “Es un disco que tiene de dulce y agraz, como la vida misma. No es asumir que la vida sea solo una fiesta y una pista de baile las 24 horas del día. O una depresión o un suicidio las 24 horas del día”, explica Abalo.

Hay una canción sobre la masturbación femenina. ¿Por qué no la masculina?
Juan Pablo: Esa canción está inspirada en una película francesa, llamada “Joven y bella”, sobre una joven de clase acomodada que se empieza a prostituir por gusto con gallos más viejos.
Luis Felipe: Tampoco la idea es romper un tabú. Es por lo bonito que puede ser eso, nomás. No somos Bersuit ni ninguna de esas bandas que tienen ese discurso de ir en contra de la cuestión, sino que con total libertad poder abordar temas, como en este caso, lo rico que puede ser la masturbación.
JP: Una de las maravillas de este mundo.
Este disco, dicen ustedes, habla de una sexualidad contenida.
LF: La sexualidad contenida, la sexualidad fracasada, las tocaciones. Mucha gente se ríe mucho del título porque siempre lo asocia a algo como anticuras e ilegal, pero las tocaciones son lo que uno está tratando de hacer desde los quince años.
JP: A mí me interesa tratar la sexualidad pero no la calentura simplemente, sino que todas las contradicciones que tiene esa parte, y que en Chile como que no existieran. Como si nadie tuviera vida sexual. Raro.
LF: Y las vidas sexuales paralelas. El disco trata de relaciones sexuales paralelas que después se olvidan, como si nada hubiera pasado. Como Álvaro Salas, ese típico chilenismo de que estuve doce años con la Tatiana pero fue un error. Hay una canción que se llama “Nada de nada” que trata justamente de eso: dices que no pasó nada y sigues con tu mujer, como si no hubiera pasado nada de nada.
JP: Ese “nada de nada” también uno lo puede extrapolar a lo que pasa hoy con todo el aparataje político, que ha hecho las de quico y caco. Una sinvergüenzura llena de eufemismos: nada es extorsión, nada es robo, nada es cohecho. Cuando todo es más o menos obvio, salta a la vista. Detrás de ese no pasó nada, está la negación chilena.

BAJARSE DE LA REDBULL

A ti, Juan Pablo, no te gustaban mucho las tocatas. Decías que el exceso de tocatas terminaría matando el concierto en vivo.
JP: Bueno, el exceso de cualquier cosa hace que deje de ser atractiva. Si estás tocando en la fiesta de celebración del repollo, en el bar no sé cuánto, deja de ser interesante. También pasa en Chile la cosa no da pa tanto. Es un mercado pequeño. Pero son predicciones que no sé si se cumplirán. Uno también tiene que estar liberado de la caricatura de músico.

¿Cuál es la caricatura del músico?
JP: Ser una persona que tiene que estar en los escenarios todas las semanas luchando por las causas que sea, o estar en las marchas. O mantenerte siempre igual. Si uno les sigue la pista a músicos importantes, han pasado por distintos procesos. Scott Walker dejó de tocar, por ejemplo.
LF: David Sylvian se dedicó tres años solamente a criar a su hijo. Y no tocó.
JP: El bajista famoso de Nirvana que dejó la música y se dedicó a la granja.
LF: O el de Blur que se dedicó a hacer quesos y venderlos en Francia. Y después volvió a tocar.

¿Y qué harían si dejaran la música?
JP: Haría un local donde se bailen lentos las 24 horas del día. Sería entretenido que salieras de la pega y te pegaras un lento de media hora antes de volver. Es una idea derivada de Matta, que decía que debería haber besatorios. Entre eso y la casa de huifa, hay un paso muy corto. En todo este ánimo de euforia y locura, sería bueno bajar las revoluciones. Dan ganas de volver a abrazarse, de estar tranquilo. Y dejar de ser ganador. Dejar de hablar si las has hecho o no, o de cuánto has producido. Ralentar la sintonía sería una buena revolución.
LF: Hay que bajar la euforia de la Redbull. Los buenos comentarios que he recibido del disco, de gente que no le gusta el pop, es que es un respiro entre la música pop mucho más reposado. Pero se cree que hay que hacer todo arriba de la pelota, porque si no nadie va a bailar.
JP: Las dictaduras musicales son tremendas. Hay un miedo de no entretener a la primera, una histeria. Pasa heavy.
LF: Por eso “Tocaciones” no es un disco juvenil. La vida no se soluciona un sábado por la noche bailando un rato. Eso sería muy Tony Manero: una vida de mierda, con trabajo de mierda, pero el sábado se viste y se despliega en la pista de baile. Es una bonita idea, pero mentira. Al otro día en la mañana, te despertaste con la caña y tenís depresión de nuevo. De eso se trata el pop nacional: vamos a la fiesta, pasémoslo increíble, no importa nada y evadamos.

PANDILLAS MUSICALES

¿Por qué reflexionar sobre el amor, que ya ha sido tan manoseado?
JP: Uno no va a inventar temas nuevos. No me voy a poner a hablar de alienígenas.

¿Por qué no?
JP: Está lleno de grupos que hablan de alienígenas. Y los temas ultra tratados a uno le siguen afectando en la vida: el amor, las expectativas, los fracasos, las felicidades, las tristezas. La gracia es darle una vuelta. La cuestión es tan básica y fundamental que son los mismos temas: la ilusión del amor y su ocaso. Al final, es el tema de la vida y la muerte. Todo lo que se proyecta en vida y esta huevá se va a acabar. Ese sin sentido que puede tener todo, y la conciencia de que todo se va a acabar. Al final, todos los temas son una excusa para practicar que la huevá se acaba. Así de simple: que se acabe el amor, esa huevá triste, es solo un preámbulo y un entrenamiento para la muerte. Y si lo pensai es heavy.
LF: Que uno piense harto en eso, no quiere decir que se vaya a morir.
JP: No es un sentimiento fatalista. Es tener los pies en la tierra. El gesto de la música se me ha ido transformando en una cosa de indagar en esos sentimientos más que evitarlos.

Recién me decían que la música pop era mucho más compleja de hacer que la experimental.
JP: Hacer una balada, una canción lenta, es infinitamente más complejo y difícil que hacer música experimental. O un tema pop. Chris Isaak y su “Wicked Game”, es música perfecta. Esa huevá no la hace cualquiera. Ni de un día pa otro. Presumir que la improvisación libre es mucho más compleja que el “Wicked Game”, no tiene ni pies ni cabeza. Y no lo digo desde la teoría, sino de la experiencia de hacer.
LF: La música también tiene que comunicar emociones. Si al del frente no le produce nada, no vale.
JP: No porque la música suene rara, con ruidos y no tenga forma, es experimental. Eso es una caricatura. No es tan obvio que una cosa sea vendida y otra estoica.
LF: Es una cosa súper cómoda también. Decir que yo hago rock y por eso soy consecuente. Jorge González ha sido la víctima de eso. Hay gente que le gustan Los Prisioneros, pero hasta el “Corazones”. Ese es el corte.

Acá es como una norma pretender ser consecuente.
JP: Eso es no asumir que uno es inconsecuente por naturaleza. Como decía Caszely: “no tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso”.
LF: El problema de la consecuencia, cuando se refieren a la música, es que son decisiones que se toman a los 15 años. A esa edad uno es metalero, punk, funk o rapero. Pero por qué voy a tener que amarrarme a una decisión que tomé cuando era pendejo. La gente lo toma como estandarte: soy rockero y seguiré siendo rockero hasta morir. Y cuando te ven te dicen: “no como vos, que te vendiste”. Juan Pablo, que viene de la música clásica, hace un tiempo hizo un disco de música electrónica y los compañeros le decían “ah, ahora erís dj”. Una estupidez total.
JP: Un profesor dijo que yo tenía mucho talento pero me había vuelto loco. Antes pasé por el jazz, y meterme en eso, para los músicos clásicos era una traición. Son muy de pandilla.
LF: Hay gente que me ha visto tocar antes con The Ganjas, y ahora me dicen “pero por qué estás haciendo música pop, ¿es media maricona la huevá o no?”. Se pasan ene rollos. Antes eras un súper hombre por hacer rock y ahora salen con que “es fleta la huevá”.
JP: Ese es el beaterismo chileno.
LF: Los músicos son igual de beatos y conservadores que los ingenieros comerciales.
JP: Como cuando el músico clásico se cree superior por leer una partitura. O un jazzista porque puede tocar a no sé cuántos kilómetros por hora.
LF: Después le tirai a un músico clásico que toque cuerdas simples, y no sabe. Como cuando los compañeros clásicos de Juan Pablo que hablaban de no sé, Anton Webern, de las cosas más raras y complicadas de dodecafonismo, pero ibai a una fiesta de ellos y la música era espantosa. No, si la música popular que escuchan es horrible.

LANZAMIENTO “TOCACIONES”
Viernes 2 de octubre, 20 horas, Sala Master Radio Universidad de Chile (Miguel Claro 509, Providencia). Valor: $4.000. Ojo, habrá vino de honor.

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