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Nacional

18 de Octubre de 2015

Sebastián Edwards analiza a “los cobardes” que basurean y amenazan a través de las redes sociales

"Quizás lo más paradójico es que estos seres anónimos y cobardes no son miembros del lumpen, ni de bandas de adolescentes que han perdido el norte. No, en muchos casos se trata de gente “normal”, de profesionales destacados, de supuestos miembros de la elite. La cobardía no conoce las divisiones sociales ni los niveles de educación. Cobardes hay en todas partes", escribe el economista en La Tercera.

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“Los cobardes y el internet” se llama el artículo a modo de columna de opinión que escribe el economista Sebastián Edwards en La Tercera. En éste aborda los ataques verbales, a veces hasta con amenazas de muerte, que a diario se exponen las personas que tienen un mínimo de figuración pública y que expresan opiniones que muchas veces no son del gusto del todos.

Recuerda, por ejemplo, cuando el escritor Rafael Gumucio sufrió violentos ataques verbales por las redes sociales la noche del gran incendio de Valparaíso, en abril de 2014.

“La historia es conocida: el escritor comentó en su cuenta de Twitter las imágenes que veía en la TV. Argumentó que le parecía incomprensible que hubiera gente que prefería salvar a mascotas antes de ayudar a otros seres humanos del estrago de las llamas. Se refirió a los amantes de perros y gatos como “hipsters”. Este comentario generó una andanada de ataques. Miles de amantes de los animales lo insultaron, cuestionaron su generosidad e inteligencia y se preguntaron si tenía corazón”.

Agrega que el asunto no sólo quedo ahí, sino que “Gumucio y su familia recibieron, a través de las mismas redes, amenazas de golpizas, de mutilación y de muerte”.

Para Edwards, lo preocupante del asunto, habida cuenta de que la masificación del uso de las redes sea hace hecho casi incontrolable, es que “Rafael Gumucio no es el único que ha sido víctima de estas cobardías. El acoso anónimo por las redes sociales se ha transformado en pan de cada día. Cualquier persona que tenga una figuración mínimamente pública y dé su opinión sobre cualquier tema corre el riesgo de ser destruido por encapuchados que tiran la piedra y esconden la mano, que resguardan su identidad detrás de nombres de fantasía. Quizás lo más paradójico es que estos seres anónimos y cobardes no son miembros del lumpen, ni de bandas de adolescentes que han perdido el norte. No, en muchos casos se trata de gente “normal”, de profesionales destacados, de supuestos miembros de la elite. La cobardía no conoce las divisiones sociales ni los niveles de educación. Cobardes hay en todas partes”.

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