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Cultura

27 de Octubre de 2015

Columna: Re-creacionismo chileno

Pasada la visita de los del MoMA, ante cuya presencia los artistas parecían fans de Rihanna, regresemos a la recreación. Allá por los años 20, andaba Vicente Huidobro (para algunos el primer artista contemporáneo de Chile) a la ofensiva con Guillermo de la Torre, poeta español que lo acusaba de haber plagiado la idea del […]

Juan José Santos
Juan José Santos
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Pasada la visita de los del MoMA, ante cuya presencia los artistas parecían fans de Rihanna, regresemos a la recreación. Allá por los años 20, andaba Vicente Huidobro (para algunos el primer artista contemporáneo de Chile) a la ofensiva con Guillermo de la Torre, poeta español que lo acusaba de haber plagiado la idea del Creacionismo. El chileno, cansado del agresivo ambiente que sufrió mientras vivió en España, en una carta a De la Torre fechada el 30 de enero de 1920, alegaba cosas como: “Me pregunta Ud. por qué no escribo a España, y bien puesto que soy un hombre franco y leal debo decirle a Ud. la verdad ruda: porque estoy asqueado de la conducta de esos literatillos de vuestra tierra para conmigo y no quiero saber nada de lo que pase por allá”. Y a los cargos de plagio, contraatacaba: “Estoy harto de los pic-pockets literarios. No me refiero a los poetas que hicieron verdadero creacionismo, sino a los ladrones de paternidad”.

Hablar de plagio en el virtual siglo XXI es complejo, más aún en Latinoamérica (con su tradición de traducción del arte europeo), más aún en Chile (donde las universidades expectoran cientos de presuntos artistas cada año). Quizás venga de leer la entrevista a Iván Navarro publicada en The Clinic, en la que el hijo pródigo que ha retornado al país de forma temporal, afirma que en Chile se copia mucho lo que se hace en Nueva York o en Europa. Curioso, si observamos las similitudes entre su “Electric Chair” del 2005 y la “Untitled (Neon Sofa)” de Vito Acconci (1991) o, más aún, sus “Death Row”, “Resistance” y “Bed” presentados en la Bienal de Venecia del 2009, casi idénticos a los Ludoscopios de los setenta de Paolo Scirpa; por no hablar de su inspiración en Dan Flavin. Algunos dicen que la escuela de los artistas chilenos son las publicaciones de la editorial Taschen (añadamos ironía: el libro más conocido de arte chileno, el “Taschen criollo”, es “Copiar el Edén”). Que Guillermo Núñez es el Warhol chileno. Que el Museo de Bellas Artes se inició como Museo de Copias (de versiones en yeso de esculturas europeas). Que los pocos que viajan al extranjero hacen un “Veni, vidi, vinci” pero en su versión “Veni, vidi, tornavi, vinci”: van, ven, vuelven, y vencen.

Y en efecto, cada año nos deleitamos con creaciones de artistas chilenos similares a obras anteriores de artistas extranjeros. Las fotografías en basurales de Demian Schopf y Pieter Hugo, montajes de Nicolás Franco y Banks Violette, las lanzas de Bernardo Oyarzún y Los Carpinteros, la esculturas de cera de Claudio Correa y Urs Fischer… Incluso “inspiraciones” domésticas, como la de Cristóbal Palma hacia Carlos Silva (serie fotográfica de los caracoles de Santiago que, a su vez, es similar a algunas instantáneas de Candida Höfer).

La solución para Navarro sería volver la mirada a la cultura que nos es propia: “La gente acá podría dedicarse a hacer obras de greda e incorporarlas al mundo del arte contemporáneo”, propone. Pero hacer eso sería más enajenante que copiar. ¿Acaso retomar forzadamente los materiales “autóctonos”, por una búsqueda ilusoria de “lo auténtico”, tendría a estas alturas algo de original? ¿Incorporar obras de greda al mundo contemporáneo no es otra manera de plagiar? ¿En algún momento alguien se está haciendo la pregunta del sentido, de pensar en un espectador que vive en el mundo del 2015, en lugar de recrearse con “el mundo del arte contemporáneo”?

Volvamos al Creacionismo, que tenía como objetivo, a través de las palabras, sugerir nuevas imágenes. La misión de una obra es la misma: que algo, aunque preexista, pueda generar otra cosa nueva. ¿Tanto importa si parte de una copia? Quizás Navarro, poeta que hace verdadero creacionismo, como allá trabaja medio a oscuras no se ha dado cuenta de que Europa y Estados Unidos son culturas apropiadas y apropiacionistas. Y de que todo, todo, es la copia de una copia de una copia. Solo que algunos crean para el mundo y otros recrean para el mundo del arte.

*Curador y crítico de arte.

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#Chile#Cultura#mo-ma#plagio

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