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Opinión

31 de Enero de 2016

Columna: Quiero ser influencer

Ya no quiero ser ni crítico ni curador. Quiero ser influencer. Profesional de las redes sociales, las relaciones públicas y el postureo. Quiero vestir bien, y que las marcas me envíen ropa a cambio de que publique una foto en Facebook. Que me inviten a tres eventos cada día, ponerme cufifo de champaña, salir en […]

Juan José Santos
Juan José Santos
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Ya no quiero ser ni crítico ni curador. Quiero ser influencer. Profesional de las redes sociales, las relaciones públicas y el postureo. Quiero vestir bien, y que las marcas me envíen ropa a cambio de que publique una foto en Facebook. Que me inviten a tres eventos cada día, ponerme cufifo de champaña, salir en las revistas en posición de loto sobre un sofá color pervenche. Quiero que un artista me regale una de sus obras a cambio de que postee una imagen en mi Instagram (¡a lo mejor DiCaprio me compra alguna!). Tener medio millón de seguidores y seguir a quinientos. Tener likes al por mayor. Que la feria de arte me mande una invitación VIP a la fiesta privada, ¡sin yo pedirla! Que una publicación me haga una entrevista tipo “Influencer nos regala lo mejor del arte chileno” y culturizar así al ordinariado.
Quiero ser como la Oprah, y recomendar la lectura de Ana Karenina a mis ignorantes televidentes. Quiero que directores de museos, artistas y demás fauna me inviten a sus asados. ¡Quiero una belfie con Guillermo Lorca! Ser embajador de La Polar. Hacerme artista-influencer, que los museos se peleen por exponerme y que todos sucumbamos juntos bajo una lluvia de hashtags.

¿De qué me ha servido estudiar historia y crítica de arte, leer libros en arameo, publicar más textos que Corín Tellado? ¡Si no me lee ni mi editor! Las ferias y las galeristas me tienen alergia, los artistas me hacen vudú, los otros críticos me desean una muerte lenta y dolorosa… ¡los coleccionistas no saben quién demonios soy!

Entre las 100 personas más influyentes en el mundo del arte, que publica cada año Art Review, no hay ni un crítico. ¡41 son galeristas o coleccionistas! Mira quiénes son los influyentes en Chile: también coleccionistas, galeristas y directores. Por eso surgen revistas de arte escritas por y para coleccionistas, y cierran medios especializados. Por eso hay más influencers que críticos en los openings; los críticos tienen la manía de quedarse como tontos mirando los cuadros en lugar de sonreír a la cámara. Por eso se crean proyectos para educar a los coleccionistas y art dealers. ¡Quién quiere educar al ciudadano común! ¿Acaso tienen Instagram para viralizar la weá? ¿Cuántos followers les siguen? Son las redes sociales las que hoy enseñan el mejor arte. Y las obras más compartidas, las más conocidas. ¿Que las obras más complicadas no tienen éxito? Obvio, quién va a entender una compleja metáfora sobre la decadencia de la sociedad… ni yo tengo tiempo para comprenderlo. Y cuando sea influencer, menos tiempo tendré, entre cóctel y cóctel.

Sé que a veces un influencer sufre desilusiones, no es una vida fácil. Por ejemplo, me leí un libro recomendado por Oprah en su programa “Oprah’s Book Club”. Me cautivó la trama, una autobiografía de un criminal drogadicto y alcohólico que estuvo en la cárcel. “Es brutalmente honesto”, me decía la Oprah. El libro era “En mil pedazos”, de James Frey. Y resulta que luego se descubrió que ni había pasado por prisión ni sus problemas con la droga eran para tanto. Puta Oprah. Menudo chasco. Pero bueno, el tipo debe estar contento. “En mil pedazos” se vendió como sopaipilla. Ha sido publicado en 29 idiomas en todo el mundo y ha vendido más de 5 millones de copias. Con el dinero ganado se puede dedicar el resto de su vida a ir de cóctel en cóctel, recomendando a otros artistas. Ser James Frey, influencer.

*Crítico y curador de arte.

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#influyentes#redes sociales

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