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Nacional

3 de Febrero de 2016

Jorge Costadoat, jesuita y ex profesor de la UC: “Las personas homosexuales deben vivir su condición con resignación religiosa”

El ex profesor -actual investigador- de la Universidad Católica escribió un texto en su sitio web personal para hablar sobre la incómoda y tensa relación que tiene la Iglesia Católica y los homosexuales, en la que se refiere en algunos fragmentos al caso latinoamericano. Vea las mejores partes de su reflexión eclesiástica.

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El jesuita Jorge Costadoat realizó una profunda reflexión sobre la tensa relación que mantienen hace siglos la homosexualidad con la Iglesia. Aunque, aclara que en América Latina el problema es “nuevo” y no supera las “dos décadas”.

El teólogo que era docente de la Universidad Católica (UC) -ahora sólo ocupa el cargo de investigador- tuvo una mediática salida de la institución educativa como profesor al ser removido por el Gran Canciller de la Iglesia Católica, Ricardo Ezzati.

En una publicación en su blog personal, Costadoat tituló su reflexión “Concepto teológico de la homosexualidad” y al inicio de su texto escribió:

“El tema de la homosexualidad en América Latina es nuevo. Tiene una década, a lo más dos. Pero la realidad es antigua, tal vez tanto, tal vez no, como su censura. La censura religiosa ha sido cruel a su propósito. Por esto la mera frase del Papa Francisco “quién soy yo para juzgar a los gay” ha sido liberadora”.

El teólogo continuó su argumentación respecto a la unión de dos personas del mismo sexo refiriéndose a cómo han actuado las iglesias de distintas partes del mundo.

“Por cierto, el levantamiento del tema en algunos países ha sido incómodo para las generaciones mayores. También en otras partes del mundo hay inquietud. En algunas iglesias protestantes se ha aceptado que ministros del culto tengan una pareja homosexual. Pero en otras ha habido reacciones furiosas al respecto, y en contra de la posibilidad de legalización de uniones y matrimonios homosexuales. En el campo católico se experimentan las mismas tensiones. Las iglesias de los países desarrollados esperaban que en el Sínodo sobre la Familia se diera algún tipo de reconocimiento a las parejas homosexuales. Pero las iglesias de África, según se dice, no quisieron oír hablar del tema. El texto final parece recoger esta posición. El Catecismo de la Iglesia Católica, por su parte, frena en seco esta posibilidad. No considera que la homosexualidad sea una perversión, pero la trata como una inclinación ‘objetivamente desordenada’ (Catecismo, 2357). Las personas homosexuales deben vivir su condición con resignación religiosa”, reflexionó Costadoat.

“Tenemos ante los ojos una situación poco frecuente. He aquí una cuestión que estaba cerrada a la discusión, que luego el Papa la ha abierto, pero que el mismo Francisco tendrá que cerrar dentro de poco. La Iglesia tiene por delante la obligación de pensar, iluminada por su fe, una realidad humana que, habiendo sido cruelmente soterrada por generaciones, ha emergido en nuestra época con una lucha por abrirse un espacio al interior de una cultura que le ha sido contraria; como un reclamo de amor y de justicia que merece ser conocido a fondo, y permitírsele abrirnos el corazón, modificar nuestras actitudes y perfeccionar los criterios para hacer de este reclamo un reclamo propio”, añadió el religioso.

Además, Costadoat plantea en su escrito dos interrogantes que incomodarán a más de alguno en la Iglesia Católica chilena y que podría generar futuras reacciones que lo puedan dejar afuera de la Facultad de Teología de la Universidad Católica.

“Desembocamos así en dos preguntas: ¿qué debe hacer una persona homosexual para amarse a sí misma como Dios la ama? Este es todo un programa de vida. Lo es también, y con igual importancia, para las personas heterosexuales. Segunda pregunta: ¿cómo una persona homosexual puede ser un don para los demás? Este es el punto teológicamente más difícil. Un amigo homosexual me dice: ‘¿Cómo Dios ha podido darle a las personas homosexuales la condición, pero negarles su ejercicio?’. La pregunta es difícil porque la misma Iglesia sabe y enseña que lo único que realmente arruina a las personas es el egoísmo y la indiferencia ante el sufrimiento del prójimo”, argumentó en la conclusión de su texto el jesuita.

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