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Opinión

9 de Febrero de 2016

Columna: Paridad de género

Desde hace varias décadas, que coincidiendo con la consolidación e incorporación de más naciones a un régimen institucional democrático, la humanidad ha ido incorporando progresivamente diversas normas y disposiciones que promueven la igualdad de la mujer y, en el ámbito legal, la paridad de género con vistas a corregir la débil presencia femenina en las […]

Camilo Escalona
Camilo Escalona
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Desde hace varias décadas, que coincidiendo con la consolidación e incorporación de más naciones a un régimen institucional democrático, la humanidad ha ido incorporando progresivamente diversas normas y disposiciones que promueven la igualdad de la mujer y, en el ámbito legal, la paridad de género con vistas a corregir la débil presencia femenina en las responsabilidades o funciones decisivas del poder político en cada país.

El avance en los últimos años ha sido constante, en algunos casos destacado e incluso notable, ante los obstáculos culturales que se han debido remover, de siglos de opresión y/o discriminación hacia la mujer. Tales avances merecen ser subrayados, no han sido fáciles de alcanzar. Me alegro de haber sido parte de ellos, antes que para muchas personas está importante conquista civilizacional pasara a ser una nueva “moda”, como otras que vienen y se van.

Todos y todas sean bienvenidos a esta causa, pero para mi es un desafío profundo, la situación relativa a la igualdad de la mujer es mucho más que una consigna de moda. Su participación en el avance de la humanidad no se refiere sólo a constituir la mitad de la población, e incluso un poco más; se refiere a que sin el equilibrio entre ambos géneros no podrá fundarse una sociedad feliz, integrada, tolerante y plenamente libre. Si ese balance no se logra surgen las disputas e incluso el maltrato y la violencia intrafamiliar.

Ante ese flagelo que tanto afecta a nuestra sociedad impulse hace ya más de una década la condena institucional a esa práctica deleznable, lo que incluso se reflejó en una resolución del Congreso de Panimavida, del año 2008, que definió como incompatible con los valores socialistas tal conducta, haciendo imposible que aquellos que agreden a su pareja puedan ejercer la condición de mandatarios socialistas.

Esta convicción la levanté como tema de campaña en mi postulación senatorial el año 2005, en la región de Los Lagos, donde la violencia contra la mujer alcanza grados terribles: hubo quienes decían que conocían más que yo la cultura popular y con fuerza desaconsejaban esta proposición. No les hice caso y estoy seguro que ese fue un factor que me entrego, aquella vez, la más alta mayoría en la circunscripción.

No obstante, la igualdad entre los géneros tiene una dimensión más amplia y debe atravesar obstáculos enormes, pero es muy importante actuar decididamente contra la violencia de genero; por lo que también presente proyectos de ley, valorados en su momento por el Sernam, como aplicar también las disposiciones legales necesarias al maltrato entre las parejas jóvenes, que no viven bajo un mismo techo.

Asimismo, al asumir la Presidencia del Senado, el año 2012, de acuerdo con las atribuciones del cargo, procedí a poner en discusión y votación un proyecto de aborto terapéutico de mi autoría, que había sido despachado por la Comisión de Salud. Fue un debate de tres sesiones, el primero después de más de dos décadas de restablecida la democracia.

Sin embargo, hay que ir más allá y abrir el poder político, que ha sido masculino y rígidamente hermético, cada vez más a la participación de la mujer. Las leyes de cuotas son necesarias e invariablemente las he respaldado. En suma, en la etapa histórica actual el valor de ser mujer tiene un fundamento positivo en sí mismo, se trata que la mujer debe estar por que el sólo aumento de su presencia contribuye a superar las barreras de discriminación que aun la afectan, a doblegar esas trabas y dejarlas atrás, Creo que ninguna persona puede sentirse afectada por dicha aseveración.

Ahora bien, esta perspectiva de avances hacia un bien civilizacional mayor no es recta ni plana. Hoy se puede apreciar como el integrismo islámico representa, a través del terrorismo yihadista, un retroceso de época, hacia siglos de oscurantismo ya superados por la humanidad. Con ello, adquiere una importancia aún mayor la plena consolidación de la democracia como sistema de vida y base institucional para la resolución de los retos actuales del mundo global.

Con estos criterios he abordado y abordaré los debates relativos a la configuración de las postulaciones electorales del próximo periodo, en las municipales, parlamentarias y presidenciales. Mientras mayor sea la presencia de la mujer, mejor será para la democracia chilena.

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