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Nacional

11 de Febrero de 2016

Gratuidad en la cota mil: La historia de tres jóvenes que estudiarán gratis en la universidad

A pesar de vivir en comunas donde el precio del terreno dobla y hasta triplica a los de la mayoría de las familias chilenas, algunos estudiantes de los barrios sindicados “cuicos” también pudieron acceder a la gratuidad. Desmitificando que en el sector oriente de la capital no hayan familias del 50% más vulnerables y lejos del confort de sus vecinos, jóvenes de Vitacura y Las Condes estudiarán gratis desde marzo próximo en varios planteles de educación superior. Acá sus historias y la postura que tienen para que el beneficio sea o no universal en los años que vienen.

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Postulación universidad A1

Según la nueva estimación del Ministerio de Educación, entregada ayer por la ministra (S) Valentina Quiroga, 160 mil estudiantes podrán estudiar completamente gratis en universidades del país desde marzo próximo. Todos ellos, personas que están dentro del 50% más vulnerable de la población y que se han matriculados en los planteles reconocidos para ese beneficio por el Mineduc, sin importar sus apellidos, colegios de los que hayan salido o comunas en las que vivan.

Una definición que encamina hacia la promesa de gratuidad universal reafirmada por la Presidenta Bachelet en julio pasado con el “realismo sin renuncia” y que permitió que entre los 120 mil estudiantes que ya saben que no pagarán un peso por estudiar, hayan también casos de personas que viven en los barrios “cuicos”.

Tras la polémica que generó la pre selección de Javier Mañalich Muxi, el hermano del ex ministro de Salud de Sebastián Piñera, que cumplía con los requisitos socioeconómicos pero que finalmente quedó fuera al comprobar que tenía una carrera anterior y por tanto no podría acceder al beneficio, el debate quedó abierto. ¿Puede una persona estudiar gratis desde este año teniendo un hermano como el ex ministro o viviendo en una comuna donde viven las familias más acomodadas del país?

A la espera de otros 40 mil estudiantes por confirmar del “repechaje” que inició este martes el ministerio, recogimos tres casos de jóvenes que ya tienen el beneficio viviendo en las comunas del sector oriente de la capital. Acá están:

Pasillo UC A1

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Apenas se matriculó para entrar a estudiar Diseño en la Universidad de Chile desde marzo próximo, Pablo se unió a un grupo de WhatsApp con sus futuros compañeros de carrera. Desde entonces, ha leído a varios e ellos comentando que fueron beneficiados con la gratuidad, por lo que no pagarán un peso por estudiar. Pablo también es un beneficiado, pero no ha querido contarlo aún.

“Es demasiado el prejuicio a dónde uno vive, pero hay que conocer un poco más la realidad. Y mi realidad es que, por mucho que yo viva acá en Las Condes, no me puedo pagar la carrera”, dice.

En efecto, Pablo es uno de los 120 mil estudiantes que cumplen con los requisitos de no contar con un título o grado académico anterior, ingresar o estudiar en las universidades que cumplan con los parámetros exigidos y, quizás lo más importante, pertenecer al 50% más vulnerable de la población.

Y Pablo, aunque aún no quiera asumirlo públicamente, está en ese grupo. El joven de 24 años, que ya intentó otras tres veces seguir una carrera, vive con su abuela y su hermana en una casa en la comuna de Las Condes. Tras sus anteriores intentos fallidos, decidió dar la PSU el año pasado para tratar de obtener alguna beca que lo ayudara a financiar parte de su arancel en el Duoc. Sin embargo, a última hora supo que estaba entre los seleccionados a la gratuidad y gracias al puntaje obtenido pasó de poder estudiar en un Instituto Profesional a matricularse en Diseño en la Universidad de Chile.

“Entonces yo creo que una persona que no se pueda pagar la carrera, debería poder optar al beneficio independiente de dónde vive, si al final es eso. Que te paguen la universidad no te va a ayudar a vestirte mejor, pero te va a permitir estudiar y alcanzar metas. Tú podis vivir en el sector más pobre, pero con la gratuidad no vay a cambiar de dónde venis, ni tu forma de vida, ni quién eres. Creo que hay que apelar más a eso a dónde vives”, agrega.

Pablo es oriundo de Concepción. Llegó a Santiago pasando a séptimo básico y se matriculó en el Colegio Patrocinio San José, un particular subvencionado de la Congregación Salesiana que agrupa en su mayoría a familias del grupo socioeconómico alto, según la información del Mineduc.

En algunos niveles del establecimiento los apoderados declaran ingresos del hogar entre $600.001 y $1.350.000 y hasta 35% de los estudiantes en condición de vulnerabilidad social, pero en la mayoría de los niveles del colegio los padres dicen tener 16 o más años de escolaridad y un ingreso del hogar de $1.300.001 o más, con sólo 6% o menos de los estudiantes vulnerables.

El joven dice que la mensualidad del colegio (cercana a los 70 mil pesos) se encargaba su madre, pero ella ya desistió de pagarle una nueva carrera. “Mi mamá encontraba que académicamente era un buen colegio y estaba en el rango de lo que podíamos pagar en ese tiempo”, cuenta.

“Según lo que yo podía trabajar y estudiar al mismo tiempo, estaba viendo estudiar en el Duoc. Pensé en dar la PSU y optar a alguna beca, de las que piden PSU. Después de darla igual saqué un buen puntaje y como fue muy encima, muy sorpresivo, no estaba en mis planes. Yo de ninguna manera podía costearme ‘la Chile’, era el doble más cara que el Duoc. Y salió el tema de la gratuidad, lo intenté y quedé. Me metí a Becasycréditos.cl y resultó”, señala.

Con trabajos ocasionales, desde la construcción, pasando por callcenters y ayudante de laboratorios en las mismas universidades, Pablo se las arregló para conseguir dinero extra. Ahora le hace clases particulares a sus primas y con eso espera tener para “moverse” y para cargar el pase escolar. Eso más las 50 mil pesos mensuales que le manda su papá, pero que ocupa en pagar Internet y celular.

“De repente se puede decir ‘pero cómo, si vive en Las Condes, tiene que tener plata’. Pero no es tan así porque mi abuela vive de allegada en una casa que le compró mi tía. Y bueno, sí, mi tía puede tener plata, pero mi tía no me paga la U a mi, no me paga la comida ni nada de eso. Yo vivo en una casa que compró mi tía y que la tiene para que mi abuela viva bien, yo vivo con ella. Entonces, mi realidad no es como que me pueda pagar la U”, dice Pablo.

Sobre la gratuidad, Pablo es enfático. Dice que hay que ir hacia la gratuidad universal y que ese mismo sistema ayudará a tener profesionales menos negligentes, que estudiaron una carrera para los que les alcanzó.

“Si bien lo que queremos como país es la cantidad total para todos los alumnos, de alguna manera había que empezar. Quizás equivocándose en algunas cosas, quizás algunos requisitos no sean tan justificables, pero hay que empezar por algo y después arreglándolo, amononándolo y que quede una wea bacán. Yo soy de los que pienso que la gratuidad debería ser para todos los que quieran estudiar algo, por lo menos la primera carrera. Lo encontré la raja porque calzó conmigo, pero yo independiente de eso, aunque hubiera terminado mi primera carrera, tengo hermanos a los que seguramente les va a tocar postular a ese tipo de cosas. Creo que Chile es un país tiene los recursos para hacerla y no se puede quedar atrás con esas cosas que son importantes, como la educación, si al final, hay gente que termina estudiando cualquier cosa porque no se puede pagar lo que quiere”, dice.

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Pasillo UC A1

Con un 2015 marcado por la muerte de su padre, Martina se las tuvo que arreglar durante todo el año para trabajar y prepararse para dar por segunda vez la PSU. Egresada de uno de los colegios que siempre aparecen en el top 20 de resultados de la prueba (The Southern Cross School) esta joven tuvo que afrontar cómo la enfermedad de su padre hizo salir a su madre y hermanas de una situación acomodada y comenzar a buscar alternativas para estudiar.

“Mi papá se murió el 13 de septiembre pasado y todo el proceso fue súper complicado. Mi papá tenía plata, no sé si mucha, pero tenía. Por eso estábamos en ese colegio yo y mis hermanas. Pero después con todo el tema de la enfermedad y cosas que le pasan a la gente mentalmente cuando están enfermos, se gastó toda la plata. Se terminó toda la plata entre las quimios y aparte dejó de trabajar porque ya no podía. Al final pudo terminar de pagar el colegio, pero apenas”, cuenta en un descanso de su trabajo como garzona en una sandwichería cercana al Portal La Dehesa.

Desde ese lugar, donde circulan las familias más acomodadas de la Región Metropolitana, cuenta que el año pasado trabajó para pagarse el preuniversitario que hacían en la Municipalidad de Las Condes, y que junto a sus dos hermanas y su mamá, tuvieron que dejar su casa para irse a vivir de allegadas donde sus abuelos.

“Las tres estudiamos en el mismo colegio, pero ya salimos. Mi hermana mayor se metió a la UC a Diseño. Al segundo año mi papá empezó a tener problemas y le pusieron CAE (Crédito con Aval del Estado). Y después mi hermana entró el 2013 a Pedagogía en Educación Básica en la UC también, pero con beca Vocación de Profesor. Tampoco paga. En el fondo, con los ahorros que tiene mi mamá paga lo que le queda a mi hermana mayor, pero está por salir. Lo que me preocupaba era mi universidad”, dice.

Y no era cualquier preocupación. En su ex colegio, la cuota de incorporación varía entre las 80 UF ($2.050.320, para ingresar a kinder o prekinder) y 40 UF ($1.025.160, para tercero o cuarto medio). A eso debe sumarse la mensualidad de 15,4 UF ($394.686) y una matrícula de entre 8 UF ($205.032) y 10 UF ($256.290).

Además, la mayoría de los apoderados declaran tener 16 o más años de escolaridad y tener un ingreso del hogar de $1.300.001 o más. Solo el 6% o menos de los estudiantes se encuentran en condición de vulnerabilidad social, según los datos del Mineduc. Ahora Martina pertenece a ese grupo y cumpliendo los requisitos que fijó el Mineduc podrá estudiar completamente gratis en el College UC.

“Pensé que la gratuidad iba a ser para el próximo año, en un principio. Y yo hice el formulario del FUAS y me dieron algunas becas. Pero me enteré de boca en boca, con mi hermana quizás, o viendo las noticias. En el Preu también había gente que estaba postulando. Es un gran alivio porque vivir con los abuelos es súper difícil, porque estábamos muy acostumbradas a vivir solas. Hay una página que se llama PSU 2015 y mucha gente postea ahí, yo solo me metía a la página para ir informándome. Igual veía la página del ministerio, pero por ahí me informaba y comenzaba a averiguar por otras partes. Tampoco era una fuente ultra confiable, pero de ahí chequeba. Me metí cuando avisaron que se podía revisar y me salió primero ‘pendiente’ o ‘por confirmar’, algo así. Pero poquito antes que me fuera a matricular salía como beneficiada. Yo pensé que tenía que volver a acreditar mis papeles, pero después me enteré que no. Y cuando me fui a matricular me salió costo cero”, señala.

Sobre el prejuicio de vivir en Las Condes, venir de un círculo muy acomodado y acceder a la gratuidad, Martina dice que eso es algo que cargan casi todos. “O sea, es algo que uno suele pensar, como ‘si vivis en Los Trapenses, obvio que tenís la media casa’ o ‘vivis en Lo Barnechea, obvio que tenís plata’. Y en verdad no es así. Yo vivo en Las Condes, pero si no tuviera a mis abuelos quizás dónde viviría. Con los sustentos que tenemos nosotros como núcleo familiar, no podríamos vivir acá”, dice.

Además, la futura estudiante de la UC dice que no todo el mundo que estudia en colegios como en el que ella estudió tenga tanta plata. “Conozco muchos casos, no sólo en mi colegio, donde los papás se esfuerzan mucho para darle una educación mejor a sus hijos, prefiriendo eso antes que tener una casa bacán. Pero de mis amigas, no sé si haya alguien más con gratuidad. Tampoco sé si sea para ellas tan fácil pagar la universidad, pero pueden”, agrega.

Finalmente, Martina dice no haber evaluado mucho sobre la gratuidad universal y no saber por qué se adelantó un año, pero sí dice que hay mucha plata mal gastada, que se podría ocupar en muchas cosas y que sí se ponen buenos requisitos, como el que sea ahora para el 50% más vulnerable, está bien.

“Te pongo el ejemplo de Argentina, del cual quizás no estoy tan informada, pero sí tengo claro que mucha gente se demora mucho años sólo porque es gratis, siendo que podrían sacarla en menos. Creo que hay cosas por pulir, pero me parece una buena propuesta. Igual creo que eso de que sea para algunos… hay gente sin plata en todas partes y te doy mi ejemplo de que yo quizás sí tenía plata y ahora no tengo. Quizás hace diez años podría haber dicho que me daba lo mismo, aunque nunca he sido así. Pero ahora no hay plata y eso creo que le pasa a mucha gente: de pasar de tener a no tener y de no tener a tener mucho. Entonces, creo que es un poco apurada, pero buena propuesta. Tendremos que ver cómo sigue, aunque creo que si hay gente que puede pagar, por qué no”, dice.

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Universidad A1

Benjamín ha vivido siempre con sus padres, a escasas dos cuadras de Escrivá de Balaguer y a tres y media de Avenida Tabancura. Estudió desde pre kinder en el Liceo Municipal Amanda Labarca, en Vitacura, un destacado establecimiento que se ubica entre los mejores municipales del país en la PSU y que logró el tercer lugar del Simce de Inglés de 2012.

Con esa formación, el menor de tres hermanos se preparó para la PSU de diciembre pasado en el preuniversitario de su mismo colegio y obtuvo el puntaje necesario para entrar a estudiar Publicidad en la Universidad Finis Terrae. Será el primero de los tres en estudiar completamente gratis.

“Tuve algunos compañeros que se pegaban el medio pique para llegar al colegio. Yo quedé impactado porque vivo súper cerca. Hasta de La Cisterna tenía un compañero, pero hay varios de por acá cerca”, dice sobre el ambiente escolar en el que creció.

Enterándose de cumplir con los requisitos para ser beneficiado cuando fue a averiguar si podía matricularse, Benjamín cuenta que de no haber accedido a la gratuidad habría esperado un año, aprovechando de trabajar y prepararse mejor para enfrentar la prueba.

De todas maneras, va a trabajar durante este año ayudándole a sus padres en las tardes que no tenga clases. El negocio familiar, que consiste en vender uniformes oficiales para los estudiantes de su mismo ex colegio y otro establecimiento ubicado en la misma comuna, es lo que le da sustento a la familia. Además trabajó de promotor en un supermercado apenas terminó las clases y como garzón.

Reconoce también que tiene amigos que a veces mienten sobre el lugar donde viven “y dicen que son, ponte tú, de Providencia y en verdad viven en Las Condes. Pero yo no hago eso, soy sincero”. Por eso, dice, no debería existir un prejuicio sobre el lugar donde uno vive para poder estudiar gratis en la universidad.

“Una persona que piensa que no debe tener la gratuidad por Vitacura, esa persona piensa que el 100% de las personas que viven en Vitacura son ricas po. Y no es así. No sé exactamente el porcentaje que también son familias vulnerables, pero ojalá ese beneficio gratuito siempre vaya a las familias vulnerables, como en este caso, acá”, señala.

Y sobre la gratuidad universal, tiene sus dudas sobre ampliarlo a todos por igual, pero al final aboga porque se dé un proceso más pausado. “Me da cosa que se vaya ampliando rápido porque creo que se va a ir a un exceso. Creo que eso podía impactar en el sueldo, por la gratuidad. Deberíamos quizás todavía pensarlo un poco. No estoy 100% de acuerdo que se deba ampliar para todos. Sé que es como ‘para todos iguales’, pero creo que eso también puede generar problemas a otras personas. Quizás debería seguir un poco, pero no sé qué más universidades van a seguir aceptando. Mejor vamos de a poco, pero bien. Lento pero seguro”, dice.

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