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Opinión

12 de Febrero de 2016

Columna: Cannabis medicinal en las Fuerzas Armadas

Al principio, muchos de los militares y carabineros que atendemos llegaban pidiendo discreción, pero ahora han transformado su mirada. Si antes tenían la peor opinión de esta planta, sus necesidades de salud han hecho que sean parte del profundo proceso de transformación social que estamos viviendo en esta materia. Por el bien de la salud y la integridad de los pacientes, es de esperar que la justicia confirme que las equivocadas son las Fuerzas Armadas.

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Cosecha marihuana 1 A1

Por Ana María Gazmuri, presidenta de la Fundación Daya.

Si bien cada vez son más los ciudadanos que ejercen su derecho a tener una terapia alternativa o complementaria a base de cannabis, en las Fuerzas Armadas esto se ha vuelto complejo, con militares y carabineros usándola a escondidas o cultivando para sus hijos enfermos de epilepsia u otras graves patologías, arriesgando sus trabajos y todo lo que eso conlleva cuando se trata de estas instituciones.

En Fundación Daya estamos vinculados actualmente a dos casos que durante este año sentarán un precedente judicial importante. Por un lado, asesoramos a David Araya, un excarabinero que hace un tiempo, en el cumplimiento de sus funciones, persiguiendo a un ladrón, se cayó en la Catedral de San Felipe y quedó inválido, y que por problemas con el abastecimiento de medicamentos del hospital institucional recurrió a la cannabis para aliviar sus dolores. En esa búsqueda, tuvo la mala suerte de ser detenido comprando dos gramos de la planta y el caso terminó con él desvinculado y sin pensión. Lo más paradójico de este caso, es que mientras ocurren estas situaciones, recibimos, por una parte, el agradecimiento y apoyo de la Agrupación de Excarabineros de Chile, a través de su presidente Néstor Tobar, por haber acompañado y apoyado a David. Por otro lado, fuimos invitados para informar y capacitar a los profesionales de la salud de las mismas Fuerzas Armadas, sobre los usos del cannabis en geriatría y en dolores crónicos, una correcta actitud que se ve empañada por lo esquizofrénico que resulta que los funcionarios que son sorprendidos usando esta terapia sean dados de baja.

El otro caso, es de un militar que fue expulsado del Ejército luego que en un examen rutinario de drogas saliera positivo. Pese a que el funcionario tenía un cáncer testicular y que la cannabis era parte de su tratamiento, la decisión de la jerarquía no sólo fue desvincularlo, sino que también humillarlo frente a sus pares y catalogarlo de drogadicto. Aunque el caso llegó a la Corte de Apelaciones mediante un recurso de protección que fue fallado de forma positiva, por considerar que se vulneraba su derecho a la vida y a la integridad psíquica, la institución recurrió al Consejo de Defensa del Estado para apelar a su reincorporación. El caso está en veremos, mientras el funcionario quedó sin trabajo y sin previsión médica ante una enfermedad que avanza.

En ambas situaciones, lo más complejo -además de pasar por estos interminables trámites judiciales-, es que acá se vulnera el derecho que les asiste a todos los ciudadanos de usar medicinalmente la cannabis, tal como lo establece la actual ley 20 mil. No me cabe duda que las Fuerzas Armadas están presas de su ignorancia. Los mismos pacientes uniformados que tenemos nos cuentan eso. Lo único bueno, tal vez, es que estos casos sirven para tener una ciudadanía más informada, capaz de hacerse escuchar. Al principio, muchos de los militares y carabineros que atendemos llegaban pidiendo discreción, pero ahora han transformado su mirada. Si antes tenían la peor opinión de esta planta, sus necesidades de salud han hecho que sean parte del profundo proceso de transformación social que estamos viviendo en esta materia. Por el bien de la salud y la integridad de los pacientes, es de esperar que la justicia confirme que las equivocadas son las Fuerzas Armadas. Y reiteramos la invitación a las mismas a informarse y a sumarse a esta transformación sobre el bienestar y la salud, sirviéndonos de esta planta medicinal, en este momento en que vemos tanto dolor y sufrimiento que puede y merece ser aliviado.

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