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Opinión

8 de Marzo de 2016

Columna: El imperio de la ley del falo

A ellos no les da ninguna pena -como sí ocurre con “el que está por nacer”- una niñita violada y embarazada por su papá o un tío; una joven o mujer violada por un delincuente sexual. Más bien hay que salvar a la guagüita aunque el acto que la creó corresponda a una canallada.

Ximena Valdés
Ximena Valdés
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Aborto 2 A1
El debate sobre las tres causales para permitir la interrupción del embarazo a las mujeres chilenas que deseen hacerlo se enmarca en una cantidad de ideas esgrimidas por los ilustres caballeros y algunas pocas damas de los sectores conservadores de nuestro país, representantes de distintos partidos políticos en el Parlamento. Tras bambalinas claro está, hay otros actores.

La causal de violación frente a la cual se trae a colación el derecho “del que está por nacer” –de hecho este derecho sirve para colocar en tela de juicio cualquier causal- campea en las estrategias argumentativas de dichas personas. En la TV por ejemplo este martes, Fuad Chahín parecía sentir en carne propia el “sufrimiento” que experimentarían las mujeres al practicarse un aborto. Hablaba del deber que tenía el Estado de acompañarlas, como si el servicio público de salud no tuviera ya bastantes problemas para sumarse otros, suponiendo, además, que las mujeres son seres sin cabeza al tomar ese tipo de decisión.

Nunca hemos escuchado en cambio, a estos personajes hablar del incesto. No hablan, por cierto, en nombre de la numerosa cantidad de menores violadas por sus propios padres, tíos o vecinos, pues, de lo que se trata es de defender, como titulamos estas líneas, “la ley del falo” y no la voluntad de las mujeres.

Esas niñas y jóvenes no sufrirían como podría hacerlo “el que está por nacer”. Ni las pobres y desvalidas mujeres que abortan expuestas a traumas irrecuperables, según esta gente. Y llama la atención, sobre todo, los argumentos de los diputados que hablan como si estuvieran en el pellejo de las mujeres que practican un aborto. ¿Qué sabrán ellos? Ellos mismos no hablan en nombre de las mujeres violadas y embarazadas por una buena cantidad de delincuentes sexuales que andan sueltos. Para nuestros diputados, ellas no sufren. Más bien, como sugirió en otra entrevista el ex Ministro de Salud del gobierno Piñera, éstas podrían fácilmente “mentir” aludiendo a embarazos por violación para lograr practicarse un aborto frente a relaciones sexuales consentidas.

El control del cuerpo y de la capacidad reproductiva de las mujeres de parte de los hombres es un cuento tan viejo como la misma humanidad. Este nace con las primeras formas de organización de la vida humana y constituye una de las bases sobre las que reposa la subordinación de las mujeres al dominio de los hombres, independientemente que en nuestro caso se sumen a esta arcaica forma de dominio algunas damas de las mismas conservadoras derechas.

Lo que más molesta, a la luz de los argumentos esgrimidos sobre la negación a aceptar las tres causales para la interrupción del embarazo, es la tremenda ignorancia de parte importante de la clase política chilena. Y no sólo la ignorancia sino la complicidad con los comportamientos sexuales masculinos que recaen sobre niñas, adolescentes, jóvenes y adultas. A ellos no les da ninguna pena -como sí ocurre con “el que está por nacer”- una niñita violada y embarazada por su papá o un tío; una joven o mujer violada por un delincuente sexual. Más bien hay que salvar a la guagüita aunque el acto que la creó corresponda a una canallada.

¿Acaso no deberían decidir las propias mujeres este asunto y no estos caballeros, herederos de conductas arcaicas que pretenden continuar a través de los siglos manteniendo el control sobre los cuerpos y la capacidad reproductiva de las mujeres?

(*) Directora del Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer (CEDEM) y académica de la Escuela de Geografía de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Geógrafa y Licenciada en Geografía, Universidad de París VII Denis Diderot, Francia. Magíster en Letras-Geografía, Universidad de París VII Denis Diderot, Francia.
Doctora en Estudios Americanos, m/Historia Económica y Social, Universidad de Santiago de Chile
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