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Nacional

24 de Abril de 2016

Álvaro Díaz, creador de 31 minutos: “Con el tiempo he empezado a sentir simpatía por Dávalos o Martelli”

El creador de 31 minutos, Álvaro Díaz, criticó el humor del último Festival de Viña: "Me pareció un abuso todo el ataque que hicieron los humoristas en el Festival de Viña. Hubo un afán del humorista evangelizador que trataba de decir verdades.

Por

Alvaro Diaz

Uno de los creadores de la serie 31 minutos, Álvaro Díaz, participó en la habitual sección de La Tercera, Manifiesto. El periodista de la Universidad de Chile contó detalles de su vida, el inicio de su carrera, la relación con Pedro Peirano y sus tiempos en el mítico Plan Z. Acá reproducimos algunos fragmentos.

“Estudié Periodismo en la Universidad de Chile y era la raja. Entré en el año 90, éramos la primera generación en democracia, toda la herencia del Pinochetismo venía en retirada. Una vez hicimos una toma de un mes, que coincidió justo con el Mundial de Estados Unidos y que terminó un día después de la final. Obviamente, había gente que la sostenía por razones más importantes, pero habíamos otros que estábamos preocupados de poder ver el Mundial. Un mes de toma, con tipos simpáticos, eran unas vacaciones”.

“Al principio, Pedro Peirano no me caía bien. Era famoso en la carrera, el que siempre se sacaba todos los 7, el amigo de todos, el que iba a todas las fiestas. No lo soportaba mucho, hasta que un día trabajamos juntos en una revista y descubrimos que teníamos el mismo sentido del humor. Eso nos hermanó. Hasta el día de hoy, sé que hay tallas que sólo con Pedro nos vamos a reír y que si las compartimos nadie las va a entender. Eso nos ha permitido que siempre tengamos algunos proyectos juntos, pese a ser muy distintos”.

“En el colegio vivía un poco en una burbuja. Estudié en un colegio de curas holandeses que estaban muy vinculados a la gente de la Vicaría de la Solidaridad, al mundo de la izquierda, en plena dictadura. Y a mí me encantaba. Nunca supe lo que era que te prohibieran escribir algún diario mural o no decir lo que estaba pensando. Yo no soy creyente, pero hay una serie de valores y formación católica que van a persistir hasta que me muera. Algunos son una especie de karma”.

“Para trabajar tenía un antimétodo. En las reuniones para hacer Plan Z nos poníamos a tomar vodka y a fumar. Había que hacer una lista del uno al cien y llenarla con ideas. De la idea 40 en adelante salía cualquier cosa, pero a veces uno lo agarraba y nos dábamos cuenta de que se podían hacer. Sin guiones, sin un plan de producción y sin presupuesto funcionaba perfecto. Sólo necesitas a alguien que te lo tolere, a gente completamente desordenada. Descubrí que esa anarquía era completamente funcional a un programa muy libre”.

“Me pareció un abuso todo el ataque que hicieron los humoristas en el Festival de Viña. Hubo un afán del humorista evangelizador que trataba de decir verdades. Con el tiempo he empezado a sentir simpatía por Sebastián Dávalos o Giorgio Martelli, porque lo que hicieron es una exacerbación de lo que mucha gente hace y que estaría dispuesta a hacer. No era humor político, lo que se hizo en Viña fue pregonar como lo hace un evangélico en la Plaza de Armas”.

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