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Opinión

24 de Abril de 2016

Gustavo Gorriti, periodista peruano: “Si Keiko gana, Perú va a confirmar su vocación por la perversidad”

La segunda vuelta es una campaña nueva. El triunfo de alguno de los dos candidatos es totalmente incierto. Aunque en las encuestas PPK figura como posible ganador, no sé cómo va a ir. Es muy difícil predecir un resultado, va a depender mucho de lo que haga cada cual, con lo que cada cual se […]

Josefina Bonnefont
Josefina Bonnefont
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Gustavo-Gorriti-foto-EFE

La segunda vuelta es una campaña nueva. El triunfo de alguno de los dos candidatos es totalmente incierto. Aunque en las encuestas PPK figura como posible ganador, no sé cómo va a ir. Es muy difícil predecir un resultado, va a depender mucho de lo que haga cada cual, con lo que cada cual se comprometa. Es probable que Keiko aparezca a la izquierda de Kuczynski en la campaña y eso la haga ganar más votantes. Si Keiko gana, Perú va a confirmar su vocación por la perversidad. Con su triunfo, los fujimoristas radicales, los duros, lo van a ver como una reivindicación. Es probable que el ex presidente Alberto Fujimori vaya a alistar sus cositas para salir de la prisión y queda por ver si es que habrá más sorpresas. Y si adivinar el resultado es muy difícil, adivinar cómo sería un gobierno de Keiko Fujimori es aún más difícil. Si lo que ofreció en la campaña tiene algo que ver con su supuesto gobierno, entonces será un gobierno muy diferente al que tuvo su padre. En cambio, si sus promesas de campaña son un conjunto de estrategias para llegar al poder, cosa que no puede considerarse como improbable, puedo asegurar que el Perú entrará en un período de turbulencias. Cuán serias, cuán graves, no lo sé.

Pese al asesinato de ocho militares y dos civiles en la víspera de las elecciones, es muy poco probable, dada la exigencia que hoy en día tiene el régimen de Ollanta Humala por combatir el terrorismo, que Sendero Luminoso se pueda reconstituir como una amenaza real en Perú. Es realmente muy difícil. A menos que un eventual gobierno de Keiko Fujimori termine siendo como el de su padre, que entra con un discurso y una vez en el gobierno saca las garras. En el caso que eso suceda, que no creo, más que el resurgimiento de Sendero, lo que se va a despertar será la resistencia popular, la resistencia democrática.

Lo atractivo del fujimorismo para el pueblo peruano tiene relación con que hay una derecha de valores tradicionales y rústicos, transversal a las clases sociales, que han dejado una poderosa herencia cultural en el país. No debemos olvidar que el Perú es uno de los países más conservadores del continente. Fue la sede del mayor virreinato español en América Latina, el centro de la reacción contra los movimientos independentistas y tiene una clase dirigente con una genética de virreinato. Sin embargo, y junto con eso, Perú es un país de contrastes y paradojas. Fue la única nación que en los setenta -cuando sus vecinos estaban sumergidos en un pantano de dictaduras militares de derecha- tuvo un gobierno militar de izquierda. El resultado de la herencia conservadora por una parte y de los experimentos fallidos de la ingeniería social de izquierda, han fortalecido la derecha. Lo segundo, es que desde el 2001 en adelante, el Perú ha tenido un fuerte crecimiento macroeconómico que cambió su composición social y económica. Si bien hay problemas en la distribución, con un crecimiento que va por encima del 5% anual, es inevitable que exista entre la gente una renuencia a que esto se ponga en riesgo.

Nos enfrentamos a una Keiko que de cierta manera se alejó del legado fujimorista. Que haya hecho un mea culpa respecto de una parte de los sucesos criminales del gobierno de su padre, permite que la gente tienda a condonar ese régimen. En una intervención en la Universidad de Harvard, defendió a la Comisión de la Verdad. Ha reconocido errores y crímenes. En otro gesto, se comprometió a que jamás iba a volver a haber un 5 de abril, fecha en que su padre realizó el golpe de Estado. Todo esto ha tenido un papel realmente importante. Asimismo, sabiendo que tenía conquistada la derecha, y que la izquierda era inalcanzable para ella, supo posicionarse en el centro. La Keiko que se ha presentado a las elecciones buscando posicionarse en el centro, como eje de gravedad, es una Keiko totalmente distinta a la que en 2011 proclamaba que gracias al Golpe de Estado el Perú había progresado.

Que el fujimorismo llegue nuevamente al poder no es un error de los últimos presidentes, es porque fueron incompetentes. Cuando se derrotó a Alberto Fujimori y quedó expuesto al país la corrupción, todo lo que habían robado y los crímenes que habían cometido, hubo un tremendo entusiasmo del pueblo peruano y de los políticos por la posibilidad de desarrollar la democracia. Pero a partir de los primeros meses del gobierno de Toledo, se hizo evidente la incapacidad de hacer frente a los desafíos de carácter institucional, de hacer pagar a quienes habían infestado Perú durante el fujimorato y de tener un gobierno democrático fuerte que llevara bien el país.

A Toledo le perdieron el respeto, le dieron más que piñata y llegó rápidamente a tener un sistema político muy débil, con una economía fuerte en manos de los oligopolios de tiempos de Fujimori. Algo similar ocurrió durante el gobierno de Alan García, que no era una persona de la que se podían burlar impunemente, pero que se hizo parte del mismo sistema de gobierno. Y finalmente Humala, que pasó del radicalismo a ser un gobernante demócrata, y entró en la misma dinámica política. Se dio paso a un momento de gran tensión entre el pueblo y las instituciones, entonces la corrupción volvió con fuerza. En ese momento quedó claro que ninguno de los presidentes que han gobernado el Perú, después de Fujimori, salvo el caso de Valentín Paniagua, está libre de acusaciones graves de corrupción.

Bajo este contexto se hizo posible, naturalmente, que el electorado peruano sea de los más escépticos a la democracia en toda América Latina y que haya perdido todo respeto por las instituciones. El hecho de que el progreso económico de Perú fuese paralelo a gobiernos institucionalmente raquíticos, produjo la añoranza peruana de lo que comúnmente conocemos como “mano dura” y se refleja en el amplio triunfo de Keiko Fujimori en la primera vuelta.

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