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Nacional

15 de Mayo de 2016

La herencia maldita de Manuel Contreras

Pistolas, cuchillos, uniformes militares y decenas de regalos de distintas policías secretas del mundo, son los objetos que Manuel Contreras atesoró durante toda su carrera militar, y que forman parte de un inventario que el exjefe de la DINA elaboró mientras estaba recluido en el Penal Cordillera. Un legado material que hoy enfrenta a Nélida Gutiérrez, su secretaria con la que se casó en prisión, y a su exmujer y sus hijos. The Clinic tuvo acceso al documento que permite reconstruir las obsesiones del segundo hombre más temido de la dictadura, un patrimonio plagado de artículos que reproducen la historia de violencia que le dejó a su familia. “Él sabía que su herencia no era buena”, resume Manuel Contreras Valdebenito, su hijo.

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Manuel Contreras Valdebenito, 53 años, el Mamito, hijo del fallecido jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia del mismo nombre, sostiene unas hojas escritas a mano.

-Es la letra de mi padre –dice mientras repasa las líneas con detención.

Lo que tiene frente a él, es un inédito inventario que Manuel Contreras Sepúlveda redactó varios años antes de morir, una especie de testamento que escribió cuando supo que jamás saldría de la cárcel. En tres páginas, el segundo hombre más temido de la dictadura elaboró un listado con todos los objetos que había acumulado en su vida. Desde los más absurdos, como dos frazadas, una manta tejida a mano, cuatro casettes con grabaciones del golpe, un globo terráqueo que se transforma en un bar, y una cama de una plaza y media, hasta los más importantes. Aquellos que perfilan su historia militar y las atrocidades de la dictadura. Tesoros que hoy bien podrían formar parte de un museo del horror: pistolas, corvos, cuchillos, sables, tenidas de combate, condecoraciones castrenses, loza con la insignia de la DINA, y decenas de regalos que las más sanguinarias policías secretas del mundo, le hicieron llegar mientras estuvo a cargo de la inteligencia chilena.

-Este inventario lo debe haber escrito en el 2005, cuando entró al Penal Cordillera. La mayoría de estas cosas estaban en la casa que compartía con Nélida – precisa.

La casa que menciona es la que su padre habitaba en Peñalolén cuando fue detenido el 28 de enero de 2005, por el secuestro calificado del mirista Miguel Ángel Sandoval. El último lugar donde estuvo en libertad. Allí vivió durante tres años con Nélida Gutiérrez Rivera, su exsecretaria en la DINA que luego fue su amante, pareja, esposa, y viuda. En el texto, titulado “Listado de elementos en poder de la señora Nélida Gutiérrez”, el Mamo recorre los dormitorios, el living, y el escritorio, su lugar favorito, un templo al que sólo se podía acceder si él invitaba a pasar.

El inventario sería una anécdota en la historia, sino fuera porque se ha convertido en una prueba fundamental para sus tres hijas, que hace dos meses llegaron a tribunales intentando recuperar estos bienes. Es una de las tantas disputas que la familia Contreras Valdebenito mantiene con Nélida, a quien no sólo acusan de haberse casado con su padre para quedarse con su pensión militar, sino que también con todos los recuerdos que él atesoraba, objetos que a la larga se han convertido en su única herencia.

-Estas cosas resumen la vida de mi padre – afirma Mamito, quien dice conocer cada detalle de lo que allí está escrito.

Los diplomas del General

Manuel Contreras Sepúlveda, hijo del coronel de Ejército Manuel Contreras Morales, tenía siete años cuando vio su primer muerto. Fue en 1935, cuando su madre Aida Sepúlveda repentinamente falleció frente a él. El deceso ocurrió en su propia casa, por negligencia médica, luego que un enfermero le inyectara un medicamento que contenía unas pequeñas gotas de aire, que le provocaron un paro cardiaco. Al poco tiempo, su padre se casó con su cuñada. El hecho desmoronó a la familia.

-Si mi padre era frío y escondía sus emociones, fue en gran medida por culpa de mi abuelo. Él tenía una falta de afecto en su corazón porque la hermana de mi abuela, cuando se fueron a Osorno, comenzó a tratarlo muy mal, hacía diferencias con sus otros hermanos, y lo dejaba en ridículo –recuerda Mamito.

La muerte de su madre forjó el temperamento colérico que años más tarde, cuando estuvo al mando de la DINA, le sería de utilidad. Por esa época, cuando aún era un niño, Manuel ya despertaba interés por lo militar. Tampoco es que tuviera muchas opciones para elegir. De alguna manera, su futuro se había trazado el mismo día en que lo habían inscrito en el registro civil. En la familia Contreras, todos los “Manueles” habían sido soldados: su bisabuelo, su abuelo y su padre.

Para nadie fue una sorpresa, entonces, que siendo un joven de apenas 14 años, el Mamo decidiera enrolarse en la Escuela Militar y mudarse a Santiago. Fue el momento en que se independizó. Aquellos años en que también descubrió su amor por las armas y la inteligencia militar, vocación que le trajo muy buenos réditos académicos, logros a los que se sumaron ascensos y otras condecoraciones. Cuando en 1953 se casó con María Teresa Valdebenito Stevenson, a quien había conocido en la plaza de Quillota, Manuel Contreras tenía apenas 24 años y ya era teniente.

Contreras sabía lo importante que era perfeccionarse. Durante toda su carrera militar, acumuló centenares de certificados, condecoraciones y diplomas, nacionales y extranjeros, celosamente acumulados en un libro grande que había dispuesto para no arrugarlos. Un mamotreto que con los años adquirió dimensiones de ladrillo, y que contenía todos los papeles que acreditaban su sabiduría marcial. Aquel objeto, ocupa un lugar importante del inventario, el primero de la lista cuando Manuel describe lo que guardaba en su escritorio. Allí estaban los diplomas de primera preparatoria, los de la Escuela Militar, los de la Academia de Guerra, donde conoció a Augusto Pinochet, el que le dieron en Fort Benning, en Estados Unidos, y el último que le entregaron en el 2004, cuando se tituló de “Master en ciencias estratégicas y de inteligencia militar”, materia a la que el Mamo había dedicado prácticamente su vida entera.

Durante 25 años, desde que en 1944 entró a la Escuela Militar hasta que en 1969 egresó de Fort Benning, Manuel Contreras se especializó en armas, guerrillas, técnicas de inteligencia, y combate antisubversivo. Aquella época, la del origen del terror que viviría Chile un par de años más tarde cuando Pinochet le ordenara crear la DINA, fueron los años más felices de los Contreras Valdebenito. Para cuando el Mamo se fue a Estados Unidos para recibir instrucción sobre la guerra irregular, en 1967, el matrimonio ya tenía cuatro hijos: María Teresa, Mariela, Alejandra, y Manuel, el menor, que llegó a Norteamérica a matricularse en kínder. En ese viaje, Manuel Contreras alternó sus clases militares para doblegar marxistas, con viajes familiares a Charleston, Nueva York y Washington.

-A esa edad me sabía todas las canciones militares y las canté todo el viaje. Ese fue el período más bonito de mi familia. Luego nos vinimos a Santiago, después al regimiento de Osorno, y a fines de 1972 Pinochet lo mandó a Tejas Verdes. De ahí en adelante quedó la cagada – recuerda Mamito.

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En las fotos que hay de aquella época, hasta antes de septiembre de 1973, se puede ver al Mamo abrazado con su esposa María Teresa y sus hijos en Virginia, en un departamento sencillo que el Ejército estadounidense le había facilitado para su estadía. Allá se tomaron esos prósperos retratos familiares. Los últimos donde todos eran felices y que posteriormente terminaron en la casa de Nélida Gutiérrez, la secretaria a quien Manuel conocería en 1974, y que luego se transformaría en su amante. La dirección de inteligencia, en todo sentido, se convertiría en la ruina de la familia.

El reloj de oro de Pinochet

Puede sonar superficial, pero el primer problema que Manuel Contreras tuvo luego de crear la DINA, fue la ropa. Su nuevo cargo de jefe de inteligencia le exigía usar ternos y corbatas, pero el Mamo no se sabía vestir como un civil.

-Mi papá nunca tuvo gusto. Podía colocarse una corbata amarilla con un terno blanco -recuerda su hijo.

Cada noche, aquella rutina, la de escoger con qué ropa saldría al día siguiente a perseguir marxistas, era un drama. Problemas que desaparecían cuando se trataba de lucir tenidas militares. El Mamo apreciaba la belleza de sus uniformes, como solo un futbolista puede hacerlo con sus camisetas. Elegancia que tuvo su máximo esplendor cuando se mandó a confeccionar colleras y prendedores de oro con el logo de la DINA, que usaba en fiestas y ceremonias importantes. Cuando no estaba en la oficina, ni en celebraciones, Contreras vestía uniforme de combate. Fueron pocas las veces que se le vio así. Su liderazgo era más cerebral, pensaba operaciones y técnicas de tortura. Conocimientos que lo habían convertido en el hombre más preparado para liderar un departamento que no solo sería los oídos de la dictadura, sino que también un sangriento órgano represor: según la Comisión de Verdad y Reconciliación, la DINA carga con la mayoría de los tres mil muertos y de los 40 mil torturados que dejó la dictadura en Chile. Víctimas que a Contreras, al momento de su muerte, le habían significado 529 años de condena.

Durante ese tiempo, el Mamo tuvo dos prioridades: acabar con la resistencia interna y perseguir a los que se habían escapado del país. Se transformó en un hombre informado, poderoso, y con enormes redes internacionales, que le sirvieron para poner en práctica el Plan Cóndor: la coordinación de los servicios secretos de las dictaduras latinoamericanas para matar enemigos comunes. La expansión hizo que requiriera millonarios fondos, situación que lo llevó a iniciar un periplo por varios países intercambiando información e intentando conseguir recursos. De todos esos viajes, se trajo algún obsequio que los más temidos jefes de la inteligencia internacional le dieron como souvenir. En abril de 1976, por ejemplo, viajó a Irán invitado por el Shá Reza Pahlevi -un megalómano rey acostumbrado a los grandes lujos-, convencido de que recibiría una gran cantidad de dinero si asesinaba a “Carlos, El Chacal”, un famoso terrorista internacional venezolano que se había convertido en un peligroso enemigo del gobierno iraní. Según cuenta la periodista Mónica González, en una nota que habla del encuentro, publicada en Ciper, el Mamo estaba acompañado de otro personaje siniestro que había conocido en España, durante el funeral de Franco: Gerhard Mertins, un exoficial nazi reconvertido en traficante de armas y aliado de Paul Schäfer. De ese viaje, Contreras se trajo armas y una copa de plata que el Shá le obsequió, y que años después incluyó en su inventario.

-Era preciosa, de unos 20 centímetros, que tenía escrito en iraní y español: ‘A Manuel Contreras’ -recuerda Mamito.

Esa copa, que años después formaría parte de la decoración de la casa que compartió con Nélida, en Peñalolén, se sumó a otra regalada por Vernon Walters, segundo jefe de la CÍA; a una invitación para el segundo cambio de mando de Ronald Reagan, que le trajo un miembro del servicio secreto, cuya chapa era “Ray Velásquez”; y a la corona de oro y jade que le obsequió el reino de Corea del Sur, y que lucía en una cajita transparente arriba de un bufet. Fue precisamente gracias a ese viaje a Asia, que Mamito conoció a Nélida. Tenía 12 años y, para entonces, en el comienzo de todo, ella era sólo la secretaria de su padre.

-La conocí cuando mi papá trajo a dos instructores de Corea del Sur para que entrenaran a los agentes de la DINA en taekwondo. Iba tres veces por semana a entrenar con ellos, en el cuartel central de Belgrado. Nélida era la que estaba sentada en un escritorio, delante de otras secretarias muy buenasmozas y de piernas largas.

No está claro cómo es que la relación entre Nélida y el Mamo comenzó, pero Mamito cree que la exsecretaria se aprovechó de las peleas de sus padres para entrometerse en la relación.

-Peleaban porque mi papá llegaba en la noche y no había comida. Mi mamá estaba acostada y no se levantaba a servirle. Él se fue aburriendo. Y al tener una mujer buenamoza todos los días en su trabajo, dijo: “acá está la papa” -agrega.

Pero el Mamo tenía múltiples vidas: la Dina, su esposa, la amante, la amante de la amante, y así sucesivamente. La mayoría de ellas pertenecían al escuadrón femenino de la dirección de inteligencia, a quienes abordaba en las fiestas que organizaban para celebrar las operaciones exitosas. Tenía una extraña forma de seducir. Luz Arce -exmilitante del Partido Socialista, torturada en Villa Grimaldi y que luego cooperó en la DINA- cuenta en su libro “El Infierno”, que el Mamo la cortejó en medio de un festejo, en el otoño de 1976: “Eres la más hermosa de las detenidas que pasó por la DINA, y también muy inteligente. Y de verdad eres, no sé si bella, pero sí muy atractiva, y puedes tener todo cuanto quieras. Sólo pídelo”, le habría dicho Contreras. Décadas más tarde, Arce entregaría información crucial contra su exjefe, detalles que ayudarían a resolver algunos casos de violaciones a los derechos humanos donde estaba involucrado.

Por esos años, la vida de Manuel Contreras podía tener sangre, festejos, amor, y odio, todo en el mismo día. Como cuando murió el secretario general del MIR, Miguel Enríquez, el 5 de octubre de 1974, el mismo día en que se casó su hija María Teresa. Esa noche, aunque logró cumplir con retraso en los dos frentes, Contreras estaba más preocupado del operativo que de la celebración, detalles que hablaban del derrumbe que vivía su familia. Situación que hizo crisis con la muerte de Orlando Letelier en Estados Unidos, cuando el 21 de septiembre de 1976, el Mamo ordenó detonar una bomba en el auto que el excanciller manejaba en Washington. Para los estadounidenses, eso había ido demasiado lejos. Dos años más tarde solicitaron su extradición.

Aquella sería una dura etapa para el Mamo. Más que nunca, tuvo que preocuparse de la traición. Fiel a su estilo, elaboró un plan de escape, que incluyó el envío a Suiza de documentos que vinculaban a Pinochet con la muerte de Letelier. La señal fue clara: si caía en desgracia, la dictadura caería con él. Su estrategia funcionó, pero luego lo llamaron a retiro y con eso acabó también el reinado de la DINA. Antes, fue nombrado general. Mamito recuerda que ese día, Pinochet le regaló a su padre un reloj de oro, un Seiko 5, el mismo que usaba él. La fotografía que quedó de aquella ceremonia, donde el dictador saluda a un sonriente Contreras, es una de las dos imágenes de la dictadura en que su hijo lo recuerda feliz. La otra fue tomada en el funeral de Franco, cuando aparecía él, Pinochet y Lucía, todos contentos.

Ya en el retiro, Contreras comenzó a prepararse para lo que vendría. La etapa de la venganza, como le llamaría tiempo después a la búsqueda de justicia. En aquel período, cuando no le quedó otra que jubilarse, el Mamo decidió también dar un paso más en su relación amorosa con Nélida, y la ayudó a poner una tienda de ropa que ella bautizó como Mane, sigla que juntaba las primeras sílabas de los nombres de ambos. Por entonces, hacía rato que lo que pasaba entre ellos había dejado de ser un secreto, tanto fuera como dentro de la casa que la familia compartía en Príncipe de Gales, donde él y María Teresa Valdebenito dormían en camas separadas. El deterioro de su primera relación fue fundamental para que en 1984 se decidiera a vender la casa, y con esa plata comprara dos propiedades: un departamento para la madre de sus hijos en Avenida Kennedy y decenas de hectáreas de campo para él, cerca de Fresia, un pueblo de la décima región. Viejo Roble, el fundo que luego transformaría en una empresa de palet, aspiraba a convertirse en su nuevo nido de amor. Antes de partir juntó a sus cuatro hijos y les hizo una promesa.

-Jamás me volveré a casar, no cometeré ese error por segunda vez -les dijo.

Las cosas no salieron como pensaba.

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Foto: Manuel Contreras Valdebenito, Mamito, hijo del ex jefe de la DINA.

Pistolas y corvos
A Nélida Gutiérrez el sur le cargó. Odiaba el barro, el abandono del lugar, el frío, la lejanía, y la casa chica. Pero fue la angustia que le provocaba no tener dónde guardar sus vestidos, la que finalmente la llevó a tomar la decisión de mudarse. Vendió la tienda que aún mantenía en Santiago y se compró una casa en Puerto Varas, la ciudad más cercana a Manuel Contreras. Nélida no apreciaba lo que el Mamo amaba de ese territorio salvaje: el aire limpio, la soledad, los hermosos atardeceres, el bosque nativo, los volcanes, y –lo más importante- su difícil acceso. Se compró el terreno con las colinas más altas, para dominar todo el valle del Lago Llanquihue. Desde allí, podía ver con mucha anticipación si alguien iba hasta allá para cobrar venganza. Vivía preparado para que algo así ocurriera, más aún con la dictadura a punto de caer. Aún jubilado, Contreras seguía pensando como un militar.

El único que llegó a buscarlo, sin embargo, fue su hijo. Manuel Contreras Valdebenito arribó al Viejo Roble a comienzos de 1989, derrotado. Pocos meses antes, en noviembre del año anterior, había cometido un crimen. Estaba en una fiesta, cuando se armó una discusión por celos que se resolvió a balazos. Allí mató al capitán Joaquín Molina, el papá de una de las dos pololas que ha tenido en su vida.

-Lo maté porque Molina estaba loco. Salió a dispararme y le mandé dos ráfagas. La primera descarga fue abajo, pero el gallo no cayó nunca. Recién ahí le mandé una segunda. Doce disparos que lo dejaron en el suelo, con el brazo roto, y agónico buscando el arma para dispararme. Su sangre tenía un color horrible y un olor insoportable –recuerda.

La pistola que Mamito ocupó era una que un par de años antes le había regalado “Ray Velásquez”, el mismo que le entregó a su padre una invitación al cambio de mando de Reagan. Según le había contado en aquella oportunidad, el arma había sido ocupada por el servicio secreto durante la primera administración del Presidente de Estados Unidos. En el proceso, el juez militar que vio la causa lo dejó en libertad argumentando que los balazos habían sido en defensa propia. El asesinato de Molina, no sólo truncó sus aspiraciones militares -en ese entonces era cadete- sino que acabó con una tradición familiar de más de un siglo. Un daño colateral menor, en un caso que bien pudo haber terminado con él en la cárcel. Mamito cuenta que nunca más supo del arma, pero que poco tiempo después, estando en el fundo Viejo Roble, lo primero que hizo fue agarrar una escopeta que el líder de Colonia Dignidad Paul Schäfer le había regalado a su padre, y salió a cazar. Aquella tarde, y aunque tuvo en la mira a un ciervo que pastaba despreocupadamente junto a un arroyo, no fue capaz de apretar el gatillo hacia el animal. Tenía tan vivo el recuerdo de la muerte del capitán, que no se atrevió a sumar otro cadáver a su lista.

En los recuerdos que tiene después de 1973, aún siendo un niño, la muerte y su padre siempre aparecen juntos. Enumera: a los 11 años vio por primera vez un muerto en Tejas Verdes, años después escuchó a su progenitor gritar por teléfono “mátenlos”, y en una reunión social en su casa notó que Pinochet le preguntó a Contreras si había notado que la guía de teléfonos estaba más chica. Un chiste negro que nadie se atrevió a cuestionar.

La muerte ha sido el tema de su vida. La muerte y las armas. Mamito sabe de pistolas, como un mecánico de autos. Su gusto por ellas es algo que también compartía con su padre, quien -según dice- llegó a tener más de 15 modelos distintos en el fundo. Además del AK-47 que lo acompañaba a todas partes, recuerda haber visto una subametralladora alemana HM, que venía en un maletín de doble fondo, una Colt 38 que le obsequió el dictador boliviano Hugo Banzer, una que le regaló el jefe de inteligencia de Brasil, un fusil M-16, y la que el secretario general del MIR, Miguel Enríquez, cargaba el día en que lo mataron de diez balazos y que supuestamente un agente de la DINA recuperó para él. No fueron las únicas armas que atesoró. En el escritorio que tenía en el fundo guardaba también una colección de 26 cuchillos, entre los que habían corvos, navajas extranjeras, sables japoneses y una réplica de la espada de Bernardo O’Higgins. Objetos bélicos que el Mamo incluyó dentro del inventario.

Mamito recuerda la tranquilidad que proyectaba su padre en aquella época: “un hombre solitario y austero”, como diría él mismo, en un blog donde durante los últimos 11 años ha contado distintos episodios de su vida. Allí relató, también, la rutina diaria del fundo: “cada mañana me iba a trotar por los caminos interiores junto a los perros, luego iba a ver cómo estaba el trabajo en la planta maderera, después almorzábamos y por las tardes recorríamos el fundo a caballo”.

La vuelta a la democracia fue recibida en el Viejo Roble como una clara derrota del poder militar. Contreras sabía que la justicia iría por él. En aquella etapa, su hijo recuerda que Nélida y su padre comenzaron a tener enormes desencuentros. Cada vez que peleaban, cuenta Mamito, ella le restregaba en la cara los secretos que sabía de la DINA.

-Ella sabe todo lo que pasó en la Dina. Cuando se enojaba, le gritaba ‘tropa de asesinos’. Una vez me quedé solo en el campo y encontré unos álbumes que mi papá tenía escondidos. Eran fotos de las operaciones que hacían en el extranjero, y en una de ella aparece con la Nélida, en una playa en Irán.

La historia del fundo acabó de la peor manera. También la de Manuel Contreras. El 20 de mayo de 1995, la Corte Suprema ratificó la condena de siete años de cárcel por el caso Letelier. La misma causa que había acabado con su vida militar, amenazaba ahora también su libertad. Entonces, nuevamente echó a andar un plan de escape. Se paseó por el Regimiento Sangra y por el hospital Naval de Talcahuano, donde estuvo casi dos meses, pero el 20 de octubre de ese año entró por fin a Punta Peuco, convirtiéndose en el primer general de la dictadura en ingresar a la cárcel. En el helicóptero que lo trajo de regreso, Manuel Contreras estaba acompañado de Nélida, quien durante toda esa condena le llevó diariamente la comida especial que, un enfermo al colon como él, requería.

Las cartas de amor
Punta Peuco fue una de las etapas más abnegadas de Nélida Gutiérrez. No sólo lo visitaba periódicamente y le cocinaba cosas ricas y sanas para su estado, sino que también tuvo que convivir con el desprecio que las hijas de su pareja sentían hacia ella. Nélida se empeñaba por sacarse de encima ese estigma clasista de ser ‘la secretaria de’, que también era compartido por una gran parte del entorno social del Mamo. Ser la mujer del soldado, aquello que el agente de la CNI Álvaro Corbalán describía en su libro ‘Anécdotas de mi general’, como la “perfecta anfitriona con tan solo una hora de aviso”, no era tarea sencilla.

-Nélida trató siempre de nivelar su situación anterior de secretaria a ‘dama de militar’. Se perfeccionó en algunos temas, como en hacer comidas o pintar, porque la vida social del militar es muy protocolar –recuerda Juan Carlos Manns, exabogado del Mamo.

Manns cuenta que conoció a Nélida justo durante una once donde ella era la anfitriona. Fue días después de que en enero de 2001, Contreras quedara con arresto domiciliario por haber cumplido gran parte de la condena por el caso Letelier. En aquella reunión, que también fue una especie de celebración, la exsecretaria de la DINA se lució.

-Recuerdo que estaba todo muy exquisito, los pastelillos, muy bien servidos y ella muy bien arreglada. He ido a otras comidas militares y ésta estaba dentro del parangón de solemnidades que tienen este tipo de cosas. Lo mismo pasaba con los adornos, muy cuidados, la loza, las estatuillas. Se veía que ella mantenía el mismo estatus que cualquier señora de oficial.

La casa que compartía Nélida con Contreras en Peñalolén la habían comprado con el dinero obtenido de la venta del fundo y de la propiedad que ella tenía en Puerto Varas. Era la primera vez que ambos vivían juntos y repartieron los espacios por niveles. Arriba, Nélida tenía su taller de pintura, y abajo, Contreras armó su escritorio, que decoró con todos los objetos que se trajo de la casa del campo. La misma pieza que el 28 de enero de 2005, a cuatro años de haber salido en libertad, sería el centro de una escena digna de película de acción, cuando la policía llegó a buscarlo luego que fuese condenado a 12 años por el secuestro calificado del mirista Miguel Ángel Sandoval. En aquella detención, grabada íntegramente por TVN, el rostro de Nélida aparecería por primera vez ante las cámaras. Durante algunos segundos, se la ve en el living, fuera de sí, mientras sacan a Contreras de la casa. “Ay, nooo, no se lo lleven”, es lo único que se le escucha gritar.

Ese mismo día, Manuel Contreras fue trasladado al Penal Cordillera. No salió más en libertad. Fue la última vez que vio la casa, su escritorio, y los objetos que allí guardaba. A la cabaña en la que cumpliría condena, sólo se llevó una colección de libros históricos y militares, y tres fotos de los últimos Papas. Meses más tarde, Nélida abandonó la casa y se fue a vivir a un departamento en Providencia. La relación sentimental entre ambos no se vio afectada tras las rejas. No estaban casados, pero ella se seguía comportando como una abnegada esposa. Eso, indignó a la familia del general.

-Ella se adueñaba de Cordillera. Llegaba con amigas y nunca nos dejaba estar solos con mi papá. Nos hizo una guerra sicológica -afirma Mamito.

Pese a eso, la relación se consolidó, y en el 2008 Manuel Contreras inició los trámites para divorciarse de María Teresa Valdebenito. Dos años después, y luego de comprometerse de por vida a entregarle la mitad de su pensión a su exesposa, la situación se resolvió a su favor. El 25 de agosto de 2010, con 81 años, contrajo matrimonio con Nélida, el mismo día que su hijo cumplía 48 años. Un duro golpe para el menor de los Contreras.

No están claros todos los motivos, pero un par de meses después de la boda, Nélida comenzó a faltar a las visitas. A veces no iba porque se enfermaba, y otras porque viajaba a Bahía Loreto, lugar donde construía dos cabañas que luego pretendía arrendar. El proyecto también era un sueño de Manuel Contreras. Cada vez que ella se ausentaba, le escribía cartas de amor que luego le hacía llegar a través de un amigo en común. Una desconocida faceta de aquel otrora hombre poderoso.

-Mi pequeña princesita adorada, te deseo pronto cerca de mí, porque te confieso sinceramente que te echo mucho de menos, especialmente los pocos días que tengo para visitas, en los cuales a veces mi cabaña desierta me parece triste y se asemeja realmente a una verdadera celda –le escribió Contreras el 12 de julio de 2013.

En total, entre el 2011 y el 2013, llegó a escribirle más de 150 cartas en las que le demostraba su amor y le pedía que regresara a verlo.

-Volverás linda mi princesita, como una rosa de primavera que muestra sus colores hermosos para la admiración de un mundo entero. Sí mi amor, volverás linda, graciosa y cariñosa, adorable como siempre lo has sido y llena de felicidad, porque va marchando la venta de tus casitas en Loreto, y me invitarás a compartir tu alegría, y de ella viviremos ese día los dos –agregó en la misma carta.
Manuel Contreras Valdebenito no cree que su padre haya sentido lo que escribió allí. Cuenta que estaba embobado, pero que el amor se le fue pasando a medida que comenzó a sufrir el abandono.

-Mi papá era muy poeta, pero esto es lo más ridículo que he visto en mi vida. “¡Mi princesita!” Esto fue para llenarla a ella, porque lo chantajeaba, le decía que le escribiera, y que si no lo hacía no lo vendría a ver. Mi papá se ponía como hueón con la Nélida –afirma Mamito entre risas, mientras sostiene parte del epistolario.

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Una de las 150 cartas que Manuel Contreras le escribió a su esposa Nélida Gutiérrez.

La siguiente vez que ambos se vieron, ocurrió en marzo del año siguiente. Entre medio, Nélida se quebró un pie y vio por televisión el traslado de los presos al Penal Punta Peuco, luego que una serie de entrevistas que dio Manuel Contreras precipitaran el cierre de Cordillera. Esa noche, mientras la televisión se detenía en el Mamo y la pequeña bolsa con objetos que cargaba, Nélida lloraba en su departamento. Al día siguiente nadie fue a ver al ex general. Como estaba acostumbrado a que le sirvieran, esa tarde un familiar de otro preso le preparó la comida. El hecho molestó a María Teresa, hija de Contreras, que apenas la vio entrar en la cabaña entró en cólera.

-Le empezó a dar instrucciones como si ella fuera la nana: ‘a mí papá hay que darle este tipo de comida, así y asá’. Manuel se quedó callado y no defendió a su mujer, y ella obviamente le respondió a la hija: ‘¡hasta cuándo me vas a tratar así!’ –recuerda un testigo.

La pelea terminó con una denuncia en la Fiscalía de Colina y con Nélida lanzándole la argolla de matrimonio al suelo. Esa sería la última vez que ambos se verían. Al poco tiempo, el Mamo le exigió el divorcio. Ella se opuso. Quería cumplir un extraño anhelo: morir siendo la esposa del exjefe de la DINA. Esa fue la primera vez que el Mamo hizo público aquel inventario. A través de un abogado, le mandó a decir que le devolviera los objetos de la lista o seguiría adelante con la demanda. Nélida optó por dar la pelea y ganó.

Para entonces, Manuel Contreras agonizaba en el Hospital Militar. Al exhombre fuerte de la dictadura lo aquejaban 32 enfermedades distintas, patologías que el siete de agosto de ese año le costaron la vida. El fin de semana anterior a su fallecimiento, Nélida hizo un último esfuerzo por visitar al que seguía siendo su marido. Llegó al recinto médico con su abogado y su nieto, pero las hijas del Mamo le cerraron el paso. En el pasillo se armó una discusión que terminó con la exsecretaria fuera del edificio y con una demanda por amenazas, que nunca prosperó.

Nélida no pudo verlo morir, ni tampoco asistir a su funeral.

Las cenizas
Aquel mediodía de diciembre, corría un fuerte viento y aparecían unos tibios rayos de sol. Los cuatro hermanos del clan Contreras Valdebenito, junto a dos oficiales leales a su padre, iban a bordo de una avioneta. En vida, el Mamo siempre había pedido que lo cremaran y que luego esparcieran sus cenizas en el fundo Viejo Roble. Había sido su último deseo: descansar en el único lugar donde había sido feliz. Lo que se suponía que sería una ceremonia extensa, que incluía cantar la canción “Libre”, de Nino Bravo, mientras iban cayendo los restos de su padre, terminó siendo un trámite de un par de segundos. El llanto los bloqueó a todos. Nadie quiso cantar, ni tampoco lanzar las cenizas, que finalmente fueron arrojadas por la borda por un operario del avión.

Nélida no fue invitada a ese ritual. Tampoco recibió los 800 mil pesos que los oficiales retirados le dan a las señoras de los miembros del Ejército que fallecen, ayuda que sí le llegó a María Teresa Valdebenito, en un gesto que fue interpretado por los hijos del Mamo como un justo reconocimiento del mundo militar. Las únicas noticias que ha tenido de la familia de su difunto esposo fue una querella que en marzo pasado interpusieron contra su nieto, por presuntas amenazas. Ocurrió luego que se enteraran de la causa civil que se abrió para que Nélida devolviera los objetos que aparecían en el inventario, y él llamara a Alejandra para reclamarle. Una lista que, según cercanos a la viuda, contendría cosas que ya no existen, y otras sobre las cuales ella reclama posesión. Tal como la pensión militar, que luego de la muerte de Contreras comenzó a llegarle íntegramente a ella. Fue eso lo que complicó aún más las cosas con los hijos del Mamo. Sobre todo, luego que se enteraran que lo único que el exjefe de la DINA le había dejado a su madre era una mísera sepultura.

Pero los hijos del Mamo no sólo están peleados con Nélida, sino que también entre ellos. En enero pasado, las tres mujeres decidieron poner a la venta el departamento de Avenida Kennedy, donde vivía su madre y su hermano, en 280 millones de pesos. Con esa plata, pensaban, su madre no necesitaría más dinero para mantenerse. Mamito se negó y el 29 de marzo pasado lo desalojaron con carabineros, previa denuncia al tribunal de familia por violencia sicológica. Entre otras cosas, lo acusaron de que por su culpa, su madre casi fallece de un ataque al corazón. No era la primera vez que llegaba a la justicia por un hecho similar. En marzo de 2012, ella misma lo había denunciado luego de que comenzara a insultarla y a amenazarla en estado de ebriedad. Mamito se defiende.

-No soy ningún santo, pero borracho jamás he llegado a mi casa. Además, cuando estoy con trago estoy más alegre. En todo caso, con mi mamá nunca me he llevado bien. No es una persona bondadosa, ni verdadera. Me ha hecho cagada tras cagada.

Manuel Contreras Valdebenito ha sido el más perjudicado en esta disputa familiar. No tiene pareja, ni lugar propio para estar. Actualmente vive en Santiago Centro, en el departamento que un amigo le prestó para que soportara el vendaval. Llamarse igual que su padre, y ser el más conocido de la familia, ha sido un duro karma que le ha cerrado puertas. Un patrimonio intangible que hoy lo tiene a brazos cruzados.

-No me gusta la venganza, pero lo van a pagar, porque ellas faltaron al juramento que le hicieron a mi padre, de no dejarme nunca solo. Mi papá tenía muy claro que nadie nunca me iba a apoyar. Él sabía que su herencia no era buena.

Carta Manuel Contreras

Inventario Contreras

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