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Opinión

3 de Julio de 2016

Columna de Nicolás Lorenzini: Happy Brexit to you

"Ya el nombre Reino Unido contiene un sarcasmo en sí mismo. La sociedad ha quedado partida por la mitad, lo que no es chistoso, pero todo lo demás llama a reírse un poco, ya que no queda mucho más por hacer".

Nicolás Lorenzini
Nicolás Lorenzini
Por

Brexit EFE

Luego de Brexit, Internet y sus redes sociales se llenaron de comentarios repudiando el resultado. En la prensa aparecían personas que habían votado para salirse, pero solo una vez que se dieron cuenta que la libra esterlina cayó a su nivel menor en 30 años y que la bolsa inglesa se fue a pique, se arrepintieron de haber votado. Incluso una petición online solicitando un segundo plebiscito va a tener que ser discutida por el Parlamento pues los firmantes ya son muchos. Pero el revuelo en la red, como los chilenos ya lo sabemos bien, es una forma cómoda de sentirnos políticamente involucrados: cliquear es más fácil que arrancar de una cuca y sabe mejor que el gas lacrimógeno. A eso se suma que la gente que se mete a Internet son usualmente más jóvenes y de áreas urbanas, es decir son los mismos que votaron para quedarse en la UE. Una vez le escuchaba decir a un político chileno: “Y a mí qué me importa que me critiquen, si las viejas del campo que votan no usan Twitter”. Es lo mismo que pasó por acá. A los más pobres y con menos de educación, se les sumó el grupo de personas mayores de 55 años, quienes votaron por salirse de la UE, sin haber nunca disfrutado de las ventajas que pertenecer a la UE traía consigo.

Una vez que se dio a conocer el resultado de la votación, las voces que se levantaron estaban ofendidas, dado el racismo con que se condujo la campaña para salirse. También supimos cuál era el perfil demográfico de los que votaron para irse: viejos menos educados que reaccionaron saltando como porristas al grito racista de los macabros personajes de la campaña de LEAVE: Nigel Farage, Boris Johnson y Michael Cove. Tómate un minuto para googlear sus fotos. Sí, son tres personas tan ridículas como sus caras lo indican. Johnson (quien hace solo un par de años era alcalde de Londres y abogaba por la multiculturalidad y las ventajas de la UE) hasta tiene el mismo peinado que Donald Trump, recolectado de bebés recién nacidos en diversas maternidades del reino. Dado que los jóvenes que han sido víctimas de este resultado se han dado cuenta que son muy diferentes a la generación que les precede, y que esa generación es tecnológicamente y multiculturalmente analfabeta, les ha resultado fácil reírse de ellos. Pero es una risa incómoda, como la que finge un futbolista cuando le muestran tarjeta roja: “Ya que me fregaste, no me queda otra que reír sarcásticamente”. Y los ingleses son buenos para el sarcasmo.

Ya el nombre Reino Unido contiene un sarcasmo en sí mismo. La sociedad ha quedado partida por la mitad, lo que no es chistoso, pero todo lo demás llama a reírse un poco, ya que no queda mucho más por hacer. Reírse de la campana LEAVE por referirse al día de la votación como “El Día de la Independencia”, siendo el país con más colonias en la actualidad (el pedazo de la Antártica en el mapa chileno también es parte del mapa inglés). Reírse de Cameron, quien desesperado por los votos de la ultra derecha para ser elegido, prometió este plebiscito sin saber bien que es lo que estaba haciendo y hoy debe renunciar, en el más puro estilo de República Bananera. Reírse también de los que votaron por irse y ahora se arrepienten. ¡Como tan Pavarotti!. La próxima vez que los ingleses voten, las autoridades deberán advertir: “Esto no es un simulacro. Los votos serán contados”. Es difícil de entender, sobre todo sumado a la petición por un segundo plebiscito: ¿van a votar hasta que “les salga bien”?.

Pero reírse de la ignorancia y credulidad de la mitad del país es bastante triste. Darse cuenta que uno vive en un país de racistas y simplones no es divertido. De ahí que ya haya aparecido Remainder, una nueva app de citas que es solo para aquellos que votaron por quedarse en la UE y ahora tienen el corazón roto. O sea, después de probar el salchichón italiano o la empanada polaca, pocos ingleses querrán volver a las papas con puré.

*Doctor en Sicología, Anna Freud Center.

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