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Opinión

10 de Julio de 2016

Carta: Respuesta a Marcelo Mellado

Una lista de deseos no merece ser llamada “programa”, y utilizar un nombre femenino para intentar insultar al contrincante demuestra que ni él mismo se cree el suplantado discurso inclusivo y mesiánico que afirma representar.

Boris Kuleba
Boris Kuleba
Por

Reinauguran Biblioteca Santiago Severín en Valparaíso
Debe ser por el alcance de apellidos, por las coincidencias geográficas y de circunstancias, o quizás por la responsabilidad que se me atribuye en la descompensación de sus secuaces en el Pacto La Matriz mencionados, que tengo la ligera certeza de que el “María Kuleba” que soezmente describe el señor Mellado en su cuento referencial “El Programa”, publicado en el último The Clinic, se refiere a mi persona. Y ya que me he tomado la libertad de sentirme aludido, me permitiré también aportar alguna que otra precisión al texto.

La épica ficcionada que hace el errante Mellado, huérfano de hermano en este puerto, sobre aquel también ficticio “pacto”, está orientada a satisfacer la curiosidad exótica del lector de la capital. Describe una selva urbana, un paraíso perdido y abandonado en el cual el hombre civilizado conquista cerros inexplorados para rescatar a los nativos de su propio salvajismo. Una promoción de Valparaíso como destino para el turismo político que es a la vez una provocación para que el propio porteño lo condecore en su anhelado papel de eterno visitante rechazado, abandonado en la insolvencia y refugiado en las elites del puerto de turno. Antes, una reconocida socialité de Cerro Alegre, del mismo grupito, ya había ficcionado en este mismo medio una épica similar, atribuyéndose incluso hazañas ajenas, como la acusación (“querella”, diría ella, inocentemente) ante el Tribunal Electoral por notable abandono de deberes en contra de nuestro tristemente célebre alcalde.

Las fantasías políticas (o “ciudadanas”, como les gusta que les digamos) publicadas en The Clinic hablan de un curita que unificó a la gente buena con los salvajes nativos, pero no incluyen al resto de los fundadores protagónicos del Pacto La Matriz (bueno, si ficcionara mi propia historia también trataría de dotarla de dignidad), ni tampoco se detienen mucho en el “detallito” de su origen. Mellado habla de apenas una “obsesión de ciertos vecinos por el borde costero”, y que el turista seguramente creerá como cierta, pues ha visto todos los locales boutique de los cerros Alegre y Concepción durante el fin de semana con adhesivos que dicen “Mar para Valparaíso”, campaña creada por intereses de empresarios y arquitectos tras fracasar en la licitación por un terminal portuario y que inventaron un problema de vista al mar al mismo tiempo que inventaban fundaciones, pactos, bienales y think tanks.

La bolsa de gatos que se formó cuando la campaña de marketing se convirtió en un “pacto” urbano ha quedado fuera de la historia ficcional. Porque el conjunto de intereses empresariales y especulaciones inmobiliarias que disfrazaban de causa se fue a las pailas cuando hicieron entrar a los grupos más politizados (había más dirigentes que agrupaciones), erradicando de manera humillante a los fundadores “más de derecha”, y luego expulsándose entre ellos mismos hasta quedar conformados minoritariamente por incautos y algún cabeza caliente porfiado, y mayoritariamente por la elite de los cerros turísticos, jugando a representar a una ciudadanía que ellos mismos han desplazado de sus barrios.

El abanico, eso sí, se amplió cuando se aproximaba la época electoral y pretendieron “sacar al alcalde” utilizando guantes de seda; llegaron nuevos participantes con viejas ambiciones, y directamente desde las páginas sociales de El Mercurio de Valparaíso saltarían a la papeleta de votos pero “con mucho respeto, señor Alcalde, no nos vaya a negar los permisos de edificación, no nos vaya a clausurar la patente del hotel boutique”. Y menos mal que, desde quizás qué estrato, apareció ese salvaje tatuado de DJ Méndez representando a la Nueva Mayoría (a ver, luchador de red social, dilo: el duopolio). Así esquivaron la confrontación con el alcalde y pudieron soltar libremente todo el desprecio hacia los quintiles con menos abecedario en sus nombres, el bárbaro nativo, ese que representa al choro de puerto, “¡atroz, galla, si a esos rotos los representamos nosotros!”. Quien mejor describiría esta vergonzosa estrategia sería, precisamente, Justo Pastor, el hermano exitoso de Marcelo, criticando ácidamente en su blog personal, durante tres días seguidos, a “La Boutique”, mote con el que el mismo Méndez los fulminó meses antes. Pero como no soy yo quien le da su mesada, el berrinche me llegó a mí.

No es la “ciudadanía empoderada” la que sacó adelante al pacto la Matriz ni a su producto estrella, las “primarias ciudadanas” (aunque esa idealización nos haga aparentar un conveniente salto evolutivo al primer mundo, onda Providencia 2012). De hecho, si el único partido político constituido en sus comienzos no hubiese renunciado con búmeran en pleno período de inscripción de primarias, habrían sido “primarias legales ciudadanas”; o si dos de sus candidatos con mayores probabilidades (y que perdieron) hubiesen sido aceptados en sus “duopólicos” partidos de origen como abanderados, tal como lo planificaron originalmente, ni siquiera hubiese habido postulantes ni primarias; incluso la exitosa participación en la jornada electoral (pese a la lluvia, hay que reconocerlo), con más de 5 mil votantes, no se acerca siquiera a las cifras que los mismos partidos participantes lograron en las elecciones pasadas ni mucho menos a las de las primarias de la NM. La verdadera ciudadanía “empoderada”, como les gusta a ellos mismos creerse, está luchando contra la desidia municipal, reconstruyendo la vida de los barrios (“tejido social”, le dicen los siúticos ¡escoba, Mellado!) o pataleando para que no le planten una torre con cinco cuadras de sombra al lado de la casa, pero en sus ratos libres después de la pega, si es que hay pega, y por necesidad, no como un hobby para aplaudirse mutuamente porque descubrieron la moda de la palabra “ciudadanía”. Y “empoderamiento”.

Y por último, y volviendo a la calumnia o columna de Mellado, una lista de deseos no merece ser llamada “programa”, y utilizar un nombre femenino para intentar insultar al contrincante demuestra que ni él mismo se cree el suplantado discurso inclusivo y mesiánico que afirma representar. O representaba; imagino que a estas alturas ese frágil Pacto ya se deshizo tras la masacre de traiciones fraticidas que les significó realizar las Primeras Primarias que usurparon el nombre de Ciudadanas y que ganó el último en colgarse y el único que jugó limpio: una falla en La Matriz.

Boris Kuleba
Secretario Movimiento
Valpo Inteligente
Director La Cuenca News

Columna Marcelo Mellado: El Programa (cuento referencial) – The Clinic Online

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