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Opinión

27 de Julio de 2016

Columna José Miguel Hoyos: Chile y los inmigrantes andinos: ¿xenofobia o endofobia?

"La figura peruana es señalada como de las “menos atractivas”, pues tanto su cuerpo como personalidad son considerados “muy comunes y corrientes”: “cuerpos planos”, pieles oscuras, idiosincrasias sumisas, características frecuentes pero desprestigiadas en la población chilena".

José Miguel Hoyos
José Miguel Hoyos
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Fiesta de la Virgen del Rosario de Andacollo

La actitud discriminatoria por parte de una carabinera hacia una ciudadana peruana, registrada en un video que se viralizó en Internet, volvió a llamar la atención sobre la “xenofobia” latente entre los chilenos respecto de los nuevos grupos migratorios. Sin embargo, las relaciones receptor-migrante observadas hasta ahora han permitido develar, más bien, ciertos aspectos oscuros de la propia identificación chilena con sus rasgos culturales, lejos de lo que se entiende tradicionalmente por xenofobia: el miedo y la aversión hacia el otro –que suele llegar desde un país pobre y subordinado a uno rico y desarrollado– y los consiguientes estigmas y actitudes arbitrarias frente a aquellos rasgos que se objetivan como “diferentes”: idiomas, orígenes étnicos, costumbres, identificaciones religiosas, etc. Así podría ocurrir, por ejemplo, en Alemania que recibe a inmigrantes turcos, o en Estados Unidos con los mexicanos.

Ahora bien, la inmigración en Latinoamérica no encaja del todo con esta visión convencional. ¿Qué pasa cuando tanto el grupo receptor como el migratorio pertenecen a “naciones en vías de desarrollo”, o derechamente sudacas subdesarrollados? En el caso chileno, lo que hemos observado es la aparición de ciertos esquemas de representación vinculados a l lo andino, que derivan en conductas arbitrarias y de segregación hacia inmigrantes peruanos, especialmente hacia aquellos de situación más vulnerable, como indocumentados y mujeres.

Lo cierto es que estos esquemas para representar al “inmigrante” replican en realidad los esquemas de diferenciación ya existentes al interior de la matriz cultural chilena. Es decir, la discriminación que se ejerce contra un inmigrante peruano –oscuro, pobre, de rasgos indígenas– es la proyección del propio complejo respecto de la identificación étnica, que en la mayoría de los chilenos constituye un tabú. No ocurre lo mismo con un inmigrante argentino, uruguayo o brasileño, aun cuando sean pobres o ilegales.

De esta manera, lo que hemos llamado “xenofobia” resulta más bien contrapuesto al “miedo a lo externo”, por lo que sería más exacto hablar de “endofobia” (o “propiofobia”, al decir de Manuel Canales) que podríamos definir como el miedo o rechazo a sí mismo proyectado hacia el otro similar. Lo que implica que, a mayor cercanía, mayor aversión, y, bajo la misma lógica, xenofilia o afección al otro cuando se constata distancia cultural.

En Santiago, por ejemplo, es interesante notar cómo operan los criterios estéticos y de atracción sexual respecto de distintas figuras femeninas. La figura peruana es señalada como de las “menos atractivas”, pues tanto su cuerpo como personalidad son considerados “muy comunes y corrientes”: “cuerpos planos”, pieles oscuras, idiosincrasias sumisas, características frecuentes pero desprestigiadas en la población chilena. Este esquema se refleja en los propios medios de comunicación, donde las figuras de otras comunidades de inmigración –argentinas, colombianas, brasileñas– son sexualizadas por su voluptuosidad, o por rasgos que se asocian a la belleza en la misma medida que se alejan del prospecto chileno común. Diferenciación que también se manifiesta en la entrada al país, donde los inmigrantes con rasgos indígenas más marcados saben que tienen menos probabilidad de ingresar.

Así, las causas de las relaciones de estigmatización y discriminación en Chile deberíamos buscarlas, sobre todo, en aquella insistencia ideológica en una conformación cultural idealizada, que desdibuja la propia identificación y genera incluso fenómenos de autodiscriminación, a partir de rasgos físicos que se entrelazan, a su vez, con la diferenciación por clase. Persiste el patrón vinculado a la elite, blanqueada fenotípica y culturalmente, que ha establecido en la sociedad chilena una especie de culto a nivel estético y social. Un culto, precisamente, a aquello que se aleja de los rasgos comunes de la población chilena.

*Sociólogo, Magíster en Ciencias Sociales.

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