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Opinión

5 de Agosto de 2016

Editorial: La portada de Blanco

Como editora general de la revista The Clinic, quisiera responder a la carta de protesta enviada por la ministra del Trabajo Ximena Rincón a nombre de las ministras y subsecretarias de gobierno de Michelle Bachelet, con motivo de la portada de nuestra última edición. Puedo conceder que dicha portada sea vulgar, básica o, si se quiere, de pésimo gusto; incluso, que como chiste pueda ser fome. Pero no otorgo que sea, en palabras de la ministra Ximena Rincón, “un acto agresivo, discriminatorio y de violencia contra las mujeres”.

Andrea Moletto
Andrea Moletto
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658-PORTADA

Como editora general de la revista The Clinic, quisiera responder a la carta de protesta enviada por la ministra del Trabajo Ximena Rincón a nombre de las ministras y subsecretarias de gobierno de Michelle Bachelet, con motivo de la portada de nuestra última edición.

Puedo conceder que dicha portada sea vulgar, básica o, si se quiere, de pésimo gusto; incluso, que como chiste pueda ser fome. Pero no otorgo que sea, en palabras de la ministra Ximena Rincón, “un acto agresivo, discriminatorio y de violencia contra las mujeres”.

El sexismo violenta a la mujer por su condición de tal. La violencia de género cosifica y denigra. Esta es una portada de humor político sobre una mujer política en particular, la ministra Javiera Blanco. No generaliza a las mujeres ni la cosifica a ella como mujer: no hace ninguna referencia a ella como objeto sexual, ni a su apariencia física ni a su sexualidad. Los vellos púbicos –para los delicados– no son exclusivos de la anatomía femenina (me cuenta mi depiladora que cada vez más el rebaje campea entre los machos). Entonces, ¿por qué la portada es sexista? ¿Por qué discrimina al género femenino? ¿Por qué un chiste sobre un hombre se entiende como alusivo a una persona, en cambio un chiste sobre una mujer equivaldría a cosificar o agredir a todo su género de pertenencia?

De acuerdo a la carta que nos hacen llegar las ministras y subsecretarias, entonces, solo nos podemos reír de un hombre (a no ser que el chiste, claro, venga bien depilado). Por lo menos, no acusamos recibo de ninguna misiva por parte de ellas que haya reclamado por la dignidad de género de Joaquín Lavín o de Jaime Quintana, recientes blancos de caricaturas similares en nuestras portadas. Tampoco se levantaron banderas de lucha en defensa de otras mujeres que también han sido caricaturizadas en su momento, como Evelyn Matthei o Margaret Thatcher. Lo cual, me parece, confirma que la portada en cuestión es ante todo política, y que lo mismo vale para la reacción de las ministras y subsecretarias (reacción que brilló por su ausencia cuando un diputado de sus filas trató de “viejas culiás” a un grupo de manifestantes en el Congreso).

El humor, como todo en el periodismo, depende de su contexto. El texto de la portada y su imagen contextualizan, con sarcasmo (acaso vulgar, está dicho) dos temas relevantes de la agenda política y social del país en este momento: la dramática situación de los niños de Sename y las escandalosas pensiones de Gendarmería. Noticias que, si queremos hablar en serio, este pasquín y The Clinic Online han seguido de cerca con sendas investigaciones que más de alguna incomodidad han generado a las instituciones de gobierno responsables.

De más está decir que no quiero legitimar aquí el machismo ni el sexismo ni la discriminación contra la mujer, mucho menos la violencia. Somos, quizás, el único medio que por años ha puesto en portadas y contraportadas a feministas, gays, lesbianas, travestis y transexuales, haciendo convivir en nuestras páginas, con igual presencia e importancia, a personajes como Ricardo Lagos o Hija de Perra. Sin embargo, como editora de este pasquín, seguiré defendiendo el derecho al humor político así se trate de las mujeres, los mapuche, los gays, los animales o, por supuesto, los hombres. El humor tiene límites, por cierto que los tiene, y cada semana los discutimos ampliamente, pero no creo que en este caso los hayamos traspasado. El buen gusto, la vulgaridad, también son temas discutibles, pero no es por ellos que las autoridad de gobierno nos están cuestionando. Y mala cosa es ver sexismo donde no lo hay. No ayuda en nada a la reivindicación justa y necesaria que el género requiere, e incluso contribuye a vaciar de contenido conceptos cuyo uso y significado vale la pena resguardar. Lo mismo puede decirse sobre otras tantas causas, cuya defensa efectiva difícilmente pase por transformar consignas reivindicatorias en tabúes culturales que promuevan un clima de autocensura.

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