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Opinión

1 de Diciembre de 2016

Jon Lee Anderson, periodista: “Creo que a Fidel lo va juzgar bien la historia”

El periodista Jon Lee Anderson (The New Yorker) es el autor de la biografía más acabada que se ha escrito sobre Ernesto Che Guevara. Para realizarla se instaló a vivir en Cuba durante la primera mitad de los años 90, en pleno período especial. Desde entonces ha seguido de cerca el proceso político de “la isla” e investigado la vida de Fidel Castro, de quien ya tiene comprometida una biografía con la que espera completar su retrato de la Revolución. Lleva años investigándolo. Esta conversación la tuvimos hace un año, cuando Trump ni siquiera aparecía en el horizonte de la historia y la muerte del comandante era un hecho que debía suceder, pero que nada indicaba cuándo. Aquí, un extracto de lo que fue esa larga conversación.

Patricio Fernández
Patricio Fernández
Por

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-¿Cuál es el gran aporte de Fidel Castro a la historia de la humanidad? ¿Por qué será recordado? ¿O no será recordado?
Será muy recordado. Yo creo que fue uno de los líderes de mayor relevancia de la última mitad del siglo XX y uno de los más atractivos en lo que podríamos llamar el siglo del comunismo. En un mundo que veía venir el final de las monarquías y de los imperios coloniales, era el líder emergente más atractivo y más viril. Se convirtió en el paradigma del líder contestatario y rebelde, creó la estampa de lo posible, era el pericotito que ladraba al imperio. El ejemplo de un líder de éxito surgido del sur, de “la pobreza” del tercer mundo que ponía a las súper potencias en jaque. Supo montarse una armazón de protección -que desde otra óptica se convirtió en una prisión-, utilizar las coyunturas y los vericuetos propios de la Guerra Fría, los códigos del poder y las maniobras propias de la contención en la atmósfera de esos años para asegurar su permanencia en el poder. Decir que fue el primer líder rebelde no sería cierto, porque existía Gamal Abdel Nasser (ex Presidente de Egipto 1956-1970) pero él era un hombre de traje y corbata. Cuando vemos las estampas de Fidel defendiéndose después del juicio de Moncada, también era un hombre muy de la década del 50, corpulento, con terno y bigotes, era otro Nasser, pero de pronto sube a la montaña y cuando baja tiene barba, está desenfadado, usa un lenguaje distinto y junto con él, por supuesto, su hermano Raúl y su gran aliado Che Guevara, que vino a ser el apóstol de la revolución. La noción de unos jóvenes que van a cambiar el sistema dramáticamente para siempre y poner el mundo en jaque se expandió a todos lados desde Cuba, justo en un momento que era posible exportarlo y había recepción, porque el mundo estaba cambiando. No tengo la cifra exacta, pero en la década de los sesenta nacieron decenas de países, fue un quiebre en la historia, así como también lo fue, treinta años después, el colapso de la URSS y la irrupción de nuevos países en la escena. Pero lo de los 60 fue aún más contundente, porque ahí se formaron identidades nacionalistas propias, y para muchos había opciones de enchufarse a este mundo, aparentemente utópico, contestatario, que se enfrenta a los aliados de quienes habían sido los opresores colonialistas. Fidel ofrecía un ejemplo a seguir que no era un viejo tipo Brézhnev, políticos grises, poco heroicos de Europa. Cualquier joven de Mozambique, Argelia, Palestina o Sri Lanka podía mirar en los cubanos un ser afín, un joven barbudo, dispuesto a decir verdades al poder, con un lenguaje nuevo. Para mí Fidel llega a ser la encarnación de esta nueva posibilidad del rebelde en el poder, y eso realmente tomó una forma seria. Es más, yo creo que desde Maurice Bishop en Granada, Samora Machel en Mozambique, Yasser Arafat en Palestina, Sadam Husein en Irak, Muammar Gaddafi en Libia y hasta Omar Torrijos en Panamá, estamos hablando de una estirpe de líderes que suceden a la gesta castrista. Si bien algunos de estos no fueron comunistas, imitan el comportamiento de Fidel, esto de faltar el respeto en los foros mundiales, de andar de uniforme guerrillero y pistola en el cinto.

-Es como una versión de hombría.
Sí, es cierto, y no todos los anteriores son casos ejemplares. Pero Castro, con su oratoria del cambio dramático y excepcional, de soberanía exacerbada, de reclamo al imperio, de inculpar a todo un sistema político de los males que padecía su país, ofreció un modelo para estos países que brotaban después de la descolonización y que en América Latina rompían las cadenas de las políticas semifeudales de mediados del siglo XX.

-¿Algo tiene Fidel de último libertador de Cuba, no? Algo que lo vincula a Martí, a Maceo, a Céspedes. Apela a una etapa que a nosotros ya nos resulta muy lejana, como si aquí recurriéramos a O’Higgins.
Tienes razón, yo diría que Fidel, en términos de Cuba, es una figura del siglo XIX, como un libertador. Hay que entender que Cuba no es solamente ahora que está en una burbuja del tiempo -un time warp, como decimos en inglés- con sus Chevi, sus cosas de los años 50, siempre ha sido así. Cincuenta años después que la mayoría de los países de América Latina recibieron su liberación de la mano de la elite criolla, Cuba seguía siendo colonia española, y coincide la liberación de Madrid con la irrupción en la escena de la súper potencia norteamericana. Cuba también es el último país de las Américas en abolir la esclavitud, 30 años después que Abraham Lincoln lo promoviera en Estados Unidos. Todo es tardío. Fidel nace en 1926, apenas 30 años después de la partida de los españoles, durante lo que ellos llaman “la seudo república”, cuando Estados Unidos es el custodio semi colonial de la isla recién liberada. Esto se distorsiona un poco con el lenguaje marxista, o sea, se aumenta o potencia aún más, y se convierte en una especie de ejemplo todavía más potente para los países que buscan su independencia y su soberanía en la década del 60. El timing es crucial en este caso y hace que el ejemplo de Cuba sea mucho más potente. Es más, Estados Unidos si bien era una súper potencia, estaba en el remanso de la Segunda Guerra Mundial, en manos de un viejo general, sexagenario, Dwight Eisenhower, y aún no estaba clara la nueva correlación de fuerzas en el mundo, lo que le da a Fidel más posibilidades de actuar. No existía una política aguda en torno a América Latina, por más que habían intervenido en el 54 en Guatemala, aunque sí una postura anticomunista.

-Conversábamos antes que hay varios Fideles.
Sí, hay un Fidel recién llegado de la provincia rural, donde se crió, a la capital donde va a una escuela exclusiva de jesuitas y luego a la Universidad de La Habana, como el hijo de un rústico gallego vuelto terrateniente, pero muy nuevo rico, que tuvo éxito y costeó la educación de su hijo. Ese es un Fidel ambicioso, inteligente, pero de todas maneras no de la elite habanera. Cuando tenía 12 años le manda una carta a Roosevelt: “Mi nombre es Fidel Castro Ruz, tú eres el Presidente de Estados Unidos, mándame un dólar por favor”. Por un lado detectas la precocidad de un chico que todavía no entiende la manera del mundo adulto, y por otro ves una ambición desbordada. Siempre trató al resto del mundo de tú a tú. Tenía grandes poderes de memorización y nociones históricas. Fue un universitario que portaba pistolas, que buscaba la atención, quería figurar. Siempre pensó en Cuba como si fuera Brasil, Estados Unidos, o Italia. Comienza después el periodo de veinteañero, y aspira a hacer algún acto de valentía. En 1947 se embarca en la expedición llamada de Cayo Confite (por el nombre de un cayo donde encallaron), para derrocar a Trujillo, pero no llegan ni a República Dominicana. A partir de entonces demuestra un deseo de intervenir directamente, es decir, a pistoletazos. Es un joven del Partido Ortodoxo (protegido del senador Eduardo Chibás), una especie de Partido Liberal, en un país donde el Partido Comunista no pintaba para nada, es más, había hecho hasta un pacto con los militares.
Chibás se suicida y a partir de ahí Fidel comienza un proceso de radicalización, al igual que el resto de su generación, donde hay diferentes grupos, incluso católicos, como Frank País, y Fidel busca liderar su propio grupo junto con su hermano Raúl y otros jóvenes sustraídos de diferentes tendencias que comienzan a aglutinarse en torno a Fidel, desde la universidad. Él es líder, es un alfa total, y comienza a aprender el lenguaje político, sale de la universidad con un gran poder de oratoria. Esto lo aprendió de tipos como Chibás. Si lees La historia me absolverá, puedes notar un estilo grandilocuente, antiguo, a mí me recuerda a Mussolini. Y, ojo, Mussolini partió como socialista, y no habría que descartar que lo haya inspirado algo. De hecho, toda su generación lo leyó. El hecho es que Fidel comienza a complotar, a mostrar su exagerada ambición, una ambición sin igual en la isla para alguien de su generación. Él se convierte en la encarnación del país y de su afán de soberanía. Es el periodo donde termina su aprendizaje formal de abogado, político y se nutre de todo lo que hay a su alrededor, y asalta el Cuartel Moncada.

-¿Qué motiva el asalto al Cuartel Moncada?
No he llegado a conclusiones definitivas. Si quieres aseveraciones contundentes habría que esperar a que escriba mi libro. Esa es la gran pregunta, conozco mucho más a partir de que el Che entra en su vida, para mí la historia comienza en el año 55, cuando él sale de Moncada y se va a México, anunciando con bombos y platillos que vuelve a tumbar a Batista, y lo hace.

¿En este momento, cuando Fidel se va a México, ya es un personaje en Cuba?
¡Sí, claro! Se ha casado con Mirta Díaz Balart . Mirta -la mamá de Fidelito, que no ha abierto la boca en 50 años y que vive en Madrid- era sobrina del ministro del Interior de Batista. Es decir, Fidel supo casarse bien. Él estaba en prisión cuando se divorcia de ella. Hasta el asalto del cuartel Moncada no estaba muy claro cuán profundos eran sus principios éticos, hacia dónde iba, porque formalmente sigue toda la pauta de un joven político con grandes ambiciones que busca cualquier escalón que se le presenta para subir uno más, es decir, se afilia con el gran político de turno –Chibás-, se casa con una chica que está muy bien vinculada a la sociedad capitalina y cerca del poder. Luego que hace el asalto al cuartel Moncada, gana mucha fama, lo mandan a la cárcel y se defiende con su famoso discurso. Es un prisionero-celebridad con muchos privilegios, y eso tiene que ver con la palanca que le hace la mujer. Es incómodo para ella y la familia este yerno joven y revoltoso. Cuando sale de la cárcel, Fidel descubre que su mujer ha estado negociando prebendas para él y rompe con ella y con la clase política haciéndose el ofendido, teatralmente ofendido, con una carta famosa en que la acusa a ella de traidora. A partir de ahí todo es la grandilocuencia de los grandes principios. Sin embargo, el Fidel político sigue siendo bastante habilidoso y es capaz de seguir haciendo alianzas estratégicas con gente dudosa. Por ejemplo, cuando va a México, le pide dinero al ex presidente cubano Prío Socarrás, que es un tipo de derecha total, corrompido, que ve en Fidel una posible manera de retornar, y él utiliza eso para sacarle plata. Con Fidel hay que tener siempre una doble o triple lectura, porque él ha construido su propia historia.

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-En el periodo de revolución, cuando va llegando a Santa Clara y La Habana en el año 59, también él hace negocios con las fuerzas económicas y políticas, ¿no?
Con todo el mundo. Procura estar bien con Dios y con el Diablo. El único malo es Batista; con todos los demás está haciendo juegos coyunturales, cosa que le causa bronca de vez en cuando al Che, que es muy puro en su visión marxista. Fidel es ajedrecista, sabe lo que está haciendo, sabe que es un engaño, deja que todo esto fluya por que entiende quién es quién, y hace una alianza secreta con el Partido Comunista para poder tener acceso a todos los sindicatos azucareros a través de la isla y así tener mente, corazones y cuadros armados en toda la isla.

-Ya con Fidel en el gobierno, ¿se puede reconocer también distintos Fideles?
Hay un Fidel inmediatamente después del triunfo, que es joven, misterioso, romántico, pero que explícitamente para el mundo exterior no es comunista, aunque se le acusa de serlo. Él elude el tema, dice que es un humanista secular, eso es lo que dice cuando va a Washington en el año 59. Está jugando con el lenguaje. Paralelamente, ese mismo año, ha encomendado al Che y otros crear un gobierno paralelo revolucionario y marxista, y les encarga establecer contacto con los soviéticos de manera secreta. Mientras tanto, Fidel está jugando con una figura no tan reivindicativa con Estados Unidos. El discurso comienza a endurecerse en la medida que empieza el juego de “tú me das, yo te doy”, hasta la rotura completa, propiciada por Fidel, no por Estados Unidos, en abril de 1961, cuando él se declara socialista.

-Eso fue a comienzos del año 61.
En los primeros bombardeos de Playa Girón. A partir de entonces él se convierte en aliado activo y cómplice total de la Unión Soviética y de sus planes en América Latina, con un Jrushchov en el poder que es bastante cowboy. Increíblemente, Fidel y el Che conspiran para traer mísiles a Cuba y en apenas un año y medio, a partir de Playa Girón, arman todo esto, que es descubierto, y tenemos la crisis de octubre. A partir de ahí hay un antes y un después, para los cubanos, para el Che y para todo el mundo. Yo creo que las cosas habían agarrado un dinamismo, un ritmo de enfrentamiento que ellos mismos, por las propias cosas de la juventud y la época, pensaron que realmente podían hacerle el “cubaneo” a los gringos, y a los rusos también. Los norteamericanos son vistos como unos jóvenes torpes. Se pasan de un viejo que no supo que pasó, como Eisenhower, a un joven Kennedy que es visto como un plutócrata guapo y light.

-¿Hay otros cortes que uno podría ver en la persona de Fidel? Por ejemplo, su autoritarismo ¿es una condición permanente desde los comienzos o hay momentos en que se agudiza?
Él siempre fue majestuoso en su comportamiento, aunque es el Che quien se hace el malo de la película en los juicios sumarios revolucionarios donde hay fusilamientos, por supuesto que a petición de Fidel. Fidel distribuye funciones, y él, como el Dios omnipresente, no aparece en nada. Él sabe lo que tiene que purgar el viejo orden, pero tiene muy claro hasta dónde debe llegar, él impidió que el Che siguiera con la purga y esto no lo hizo por razones humanitarias, sino porque creía que era suficiente. Cuando él tiene que ser cruel e inmisericorde lo ha sido. Con Estados Unidos, él comienza a endurecer sus posiciones porque se da cuenta, ya como un líder más maduro, que comienza a quedarse solo en el hemisferio -hay enfrentamiento por todos lados- y a la vez entiende quiénes son realmente los rusos. A ellos también, al igual que a los gringos, les hace el “cubaneo”. Esa es la relación con los soviéticos, no es de amor o de cariño. Raúl si, es más soviético.
En cuanto a lo autoritario, él hace lo que piensa que tiene que hacer y es autoritario en el sentido que comienza a convertirse en una figura más bien monárquica. Se queda solo y la gente lo escucha, no le lleva la contra. Él arrasa con todas las intentonas de derrocarlo y eliminarlo respaldadas por la CIA en los años 60. Allá por el 66 ya no queda posibilidad de lucha armada en Cuba.

-Hasta que se queda brillando solo, como si Cuba fuera él mismo.
Así es. Ni su hermano. Todo el mundo es aplastado alrededor de él. Nadie le puede decir nada, algunos cuentan “yo fui el único que…”, pero no hay nadie que le haya dicho, “este no es buen vino Fidel, éste es mejor”, en realidad no hay nadie que le diga nada. Recuerdo que Aleida March, la mujer del Che, en conversaciones a mediados de los 90, me hablaba con pasión y misericordia de Carlos Lage, a quien estimaba mucho, porque decía que no tenía vida, que si Fidel se aburría un sábado en la noche era capaz de llamar al “pobre Carlitos” a las once y decirle: “Oye, qué estás haciendo” y él contestaba, “nada mi comandante” y entonces Fidel le decía que fuera donde estaba y lo tenía ahí desde las once de la noche hasta las nueve de la mañana del día siguiente. Pero luego, con la lupa de la historia, ya sabemos lo que pasó con Carlos Lage, con Felipito (Felipe Pérez Roque), jóvenes que son captados por él y convertidos en sus transmisoras y que luego, por cosas muy menores, desahogos casi juveniles, los considera sus traidores y los devuelve no solo a sus sitios originales, sino a lugares peores, aplastándolos. Tiene ese síndrome de celebridad, con un ego totalmente desbordado, desmedido y sin límites. Dentro de todo, no era el peor de los tipos, hay tiranos mucho más crueles y violentos que Fidel.

-Fidel no es un tirano cruel para ti.
No. Fidel era un dictador. No lo llamaría tirano, para mí un tirano es Herodes, capaz de mandar a matar a todos los hijos recién nacidos en Galilea. Sadam fue un tirano. Fidel era un autócrata, capaz de utilizar la violencia, pero no de manera desmedida. No es un sádico, no era conscientemente malo. Sadam sí era malo y sabía que lo era. Fidel no es un psicópata. Sabe distinguir entre el bien y el mal. Lo que pasa es que tiene una megalomanía exacerbada y podía ser cruel, dejó a muchos de sus enemigos podrirse en la cárcel por años. Quizás el periodo más draconiano y menos placentero del lado de Fidel es cuando está en la cima del poder, después de aniquilar a su oposición interna armada.

-¿Cuál fue ese momento?
Desde finales de los 60 hasta el periodo especial. Ahí comienza a demostrar un lado autoritario, por ejemplo cuando da el visto bueno a la invasión soviética a Praga en el 68. En los 70, se comienza a mimetizar con los comportamientos soviéticos de represión a los intelectuales y homosexuales que son tratados como mierdas, los mandan a campamentos para extirpar la mala hierba. Ese periodo es muy feo, está el caso Padilla, el éxodo de Mariel.

EL CHE Y FIDEL

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-Tú hiciste la biografía del Che. ¿Cómo era la relación con Fidel?
No era una relación de amistad profunda, pero sí de respeto mutuo. Eran figuras complementarias, inusualmente emparejados en esa relación. El aspecto místico del Che, su atractivo, su dimensión internacionalista era algo que atrajo a mucha gente a la revolución cubana. Un joven argentino bien parecido, bien pensante, ilustrado, él no era un guajiro o un pelotero guaposo como Camilo Cienfuegos, el Che cautivó a mucha gente y Fidel lo utilizó, y el Che se dejó utilizar. Yo creo que en un momento, el Che llegó a idolatrar a Fidel.

-¿Más que Fidel al Che?
Sí. Fidel no idolatra a nadie. Respetó al Che, pero lo vio demasiado temerario, lo que para él significaba que era medio loco, medio suicida. Fidel no era suicida. Nadie lo era en Cuba. Querían vivir, el Che no quería vivir. Y estos rasgos del Che le dieron un componente místico e inesperado a la revolución. Esa cosa mística fue clave.

-¿A quiénes respetaba profundamente Fidel?
Se dice que a gente como Antonio Núñez Jiménez, geógrafo, que ayudó en la reforma agraria. Carlos Rafael Rodríguez, líder comunista, que por ser de una generación mayor que la de Fidel no podían ser amigos, pero para Fidel era muy importante que él le diera su apoyo. Tuvo mucha gente cercana en determinados momentos, pero creo más bien que las amistades de Fidel son transaccionales. No me atrevo a decir que era completamente mercantil en sus amistades, pero siendo un hombre de un ego tan pronunciado da la impresión que mientras sus cercanos cumplían una función o van en la dirección que él quería todo iba muy bien. Y también había gente por quien sentía respeto, pero claro, de sectores específicos que no ostentaban el poder, por el Che. A él lo podría mandar hablar con estadistas del mundo de tú a tú, de hecho lo mandó hablar con Nehru.

-¿Por qué habló el Che en las Naciones Unidas (1964)?
No sé cómo se tomó esa decisión, pero el Che tenía dotes de oratoria y decía las cosas que Fidel no podía decir. Era un hombre de una presencia dramática y admirable. Tenía esa cosa hipnótica. El Che era como el lado intelectual, Fidel nunca fue intelectual. Hasta en sus discursos más exacerbados, góticos, larga duración, y dramáticos, Fidel era un orador político, un estadista, un hombre más bien pragmático y con gran presencia, pero el Che, en cambio, cuando hablaba, lo hacía con un convencimiento intelectual. En ese discurso de la ONU el Che habla del imperialismo de manera avasalladora e implacable, Fidel, en esa época, no daba discursos tan reivindicativos. Fue después de la muerte del Che, más en su vejez, que Fidel asumió más este papel de apóstol.

-¿Era lector Fidel?
Sí. Pero más bien un lector de cosas científicas. Fidel es un tipo loco por la biotecnología, la ciencia, tiene fascinación con el mundo de la ingeniería, no por la poesía. El Che se podía interesar, a pesar de su voluntad, con la industria, pero en realidad era poeta y religioso.

Jon-Lee-Anderson-foto3-EFE

-¿La historia lo absolverá?
Me he hecho esa pregunta tantas veces y he pensado que la respuesta dependía de cuándo y cómo era su muerte. Si hubiese sido el 2002, en el poder, creo que habría sido un desastre, pudimos ser testigos de un estallido, porque los cubanos no estaban preparados para entender y asimilar la muerte de un hombre que es como su padre o más que su padre. Él ha sido un padre disciplinario, eso es algo muy arraigado y profundo. Han pasado nueve años, desde su retiro el 2006, para que los cubanos se acostumbren a que es mortal, que va a morir. Lo hemos visto disminuyéndose en público, delante de nuestros ojos. Cuando muera, creo que morirá sin un efecto mayor en la calle. Internacionalmente creo que a Fidel lo va juzgar bien la historia, en Estados Unidos no, pero en Occidente, aunque no haya sido un demócrata sino un dictador, hay un romance que perdura alrededor de su figura. Por ahí como Mandela, por supuesto que son muy distintos, pero así como sus años de cautiverio purgaron en él todo lo que aparentemente tuvo de terrorista, yo creo que si Cuba sale con una transición más o menos pacífica y exitosa -recordemos que Estados Unidos ya reconoció que se equivocó con el embargo- todo lo que Fidel hizo de malo quedará endeble al lado de las bonanzas de su legado. Me puedo equivocar, pero creo que la historia lo va a tratar bien, porque a pesar de su obstinación, de haber condenado a todo su pueblo a penurias, lo van a excusar porque -y esto puede ser justo o no- el odio hacia Estados Unidos por ser matón, bélico y todas esas cosas, es mayor que el disgusto o resentimiento hacia lo que fue el comunismo.

-Yo creo que una misma palabra define su grandeza y su culpa: orgullo.
Así es: orgullo.

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