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Nacional

7 de Diciembre de 2016

Voces de inmigrantes: Geisha, Fabián, Luis y Moniwa relatan su experiencia en el país y desmenuzan a los chilenos

El debate sobre los inmigrantes se tomó la agenda de los últimas semanas. El gobierno se vio obligado a recoger el guante y agilizar la nueva Ley de Migraciones. Las redes sociales arden en peleas entre quienes están a favor y quienes se oponen a la llegada de más extranjeros al país. Los argumentos se mezclan con prejuicios y xenofobia, pero los principales involucrados se mantiene un poco al margen de la discusión. Por eso, fuimos hasta las oficinas de extranjería para conversar con ellos, conocer su opinión y de paso saber cómo ven a Chile y a los chilenos.

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Martes 10:30 hrs. Afueras de las oficinas de Migraciones en Fanor Velasco 56, a un costado de la carretera, Santiago Centro. El pasaje está repleto de extranjeros que esperan su turno para ser atendidos. Primero llegan a una fila que se extiende por casi una cuadra para obtener un número. Ya con el ticket, salen de la oficina y se sientan en las veredas a esperar. Dos a tres horas y a veces más. Mientras ellos avanzan en sus trámites para regularizar su situación en el país, el gobierno acelera para enviar el proyecto de Ley sobre Migración al Parlamento.

El debate instalado por los presindenciables de oposición, Sebastián Piñera y Manuel José Ossandón, para aplicar más restricciones a los inmigrantes, junto al explosivo aumento de extranjeros que han llegado al país en busca de oportunidades en los últimos años, obligó al gobierno ha priorizar la actualización de la normativa.

La actual Ley de Extranjería y Migraciones fue dictada en 1975, durante los años más duros de la dictadura. Se elaboró con fuertes medidas restrictivas y puso acento en prohibir el ingreso de partidarios de izquierda. Desde el 2014, el gobierno trabaja en los detalles del nuevo proyecto, que ahora está siendo revisado por un comité interministerial, liderado por Interior y Cancillería. El texto final debería ser presentado a la Presidenta Bachelet a fines de la próxima semana.

En la oficina de Migraciones, la mayoría de quienes esperan su turno son venezolanos y haitianos de entre 18 y 40 años, aproximadamente un 70% hombres y un 30% mujeres. También hay algunas personas mayores y parejas con niños pequeños. Amigos, hermanos, familias completas. Mucha gente de color.

Solo en la última década, el número de inmigrantes en el país se duplicó, desde el 2002 en adelante la cifra creció un 123%. Según el último anuario del del Departamento de Extranjería de Interior (2005-2014), son 410.988 extranjeros los que viven en el país. 75% de ellos proviene de países de Sudamérica y representan el 2,3% de la población total de Chile. Cifra que aún está por debajo del promedio mundial, que es de 3,2% según los datos de Naciones Unidas.

En orden decreciente, las 10 comunidades de extranjeros más grandes provienen de Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador, España, Estados Unidos, Brasil, Venezuela y China. En los dos últimos años, se incrementó el porcentaje de haitianos, debido a la compleja situación económica que atraviesa la isla de Centro América.

En la vereda de Favor Velasco, los cerca de 400 inmigrantes que están en el lugar, conversan con cara de aburridos o escuchan música para matar el tiempo de espera. Hay carritos que venden comida colombiana y peruana, los mismos que se ven en las esquinas de la ciudad y que han ampliado la oferta gastronómica callejera, con mucha fruta incluida. Los acentos se cruzan con los coloridos murales y crean algo similar a un coro latinoamericano.

En The Clinic Online conversamos con algunos de ellos, mientras esperaban afuera para ser atendidos. Todos estaban al tanto del debate que por estos días se instaló en los medios y la opinión pública respecto a la migración. Les preguntamos qué opinan de la discusión, su experiencia en el país, por qué vinieron, cómo se han ido adaptando, si se han sentido discriminados, su visión de los chilenos, qué les gusta del país, qué no. Aquí, con agenda abierta, hablan los inmigrantes y dan cuenta de cómo el país se ha vuelto más diverso.

Geisha Guerra, 27 años, venezolana, música, hace 9 meses está en Chile. Llegó con visa de estudiante, pero está decepcionada de la educación chilena. Vive en un departamento en Ñuñoa. Hasta hace poco convivía con su hermano y ahora se mudó con su mamá que viene llegando al país.

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-Me vine a Chile por la situación de mi país, es más fácil tener posibilidades acá. Allá está muy difícil, mi hermano se había venido hace un par de años, él me recibió. Al principió me costó conseguir trabajo. Primero entré a un call center, reciben a todo el mundo, pero todos odian ese trabajo, es muy malo. Caen ahí porque es lo más rápido.

-Ahorita estoy trabajado en una tienda para mayoristas en Ñuñoa, en atención al público. El ambiente laboral es bueno, somos cuatro venezolanos, los jefes son chilenos, nos tratan bien. Pero no ha sido fácil, es complicado el público. A muchos les molesta que seamos extranjeros. A una compañera, una señora le dijo: ‘No, eres extranjeras. Me molesta como hablas. No quiero que me atiendas tú’. Otros clientes nos dicen cosas como que les estamos quitando el trabajo a los chilenos o preguntan a los dueños por qué están contratando extranjeros.

-A nosotros siempre nos dicen que atendemos mejor, pero a mí la verdad no me gusta el trato de los chilenos. La gente es muy mal educada. Uno va a atenderlos con su mejor sonrisa: -Buenos días, cómo está, qué necesita-, saluda bien, sabes, y ellos te contestan secos: ¡dame eso, quiero esto! No te puedes equivocar en nada porque se enojen, te tratan mal. Son muy poco corteses. Ese fue mi mayor choque con los chilenos.

-En Venezuela me dedicaba a la música, toco viola en un orquesta. Estoy estudiando en el conservatorio de la Universidad Mayor, tengo beca, pero igual pago 180 mil pesos chilenos. No me gustó la universidad, me pareció irresponsable. No llegan los profesores. En un momento estuve tres semanas sin clase, estaba pagando la mensualidad y no me daban ninguna explicación. Poco serio, ¿no?.

-La migración es un tema populista que ahorita se está usando mucho a nivel mundial. Nunca he estado de acuerdo con eso. Los países acogen diferentes extranjeros y cada extranjero aporta y ayuda a avanzar al país donde llega, sabes. Es un discurso que fomenta la xenofobia y el desencuentros entre las personas. No quiero que me traten mal por ser extranjera. Yo solo tengo metas de superación y estar un poco mejor. Conmigo no han sido racista, no lo he visto, pero sí creo que los chilenos son muy muy clasistas.

Fabián Vargas, 24 años, colombiano, tres años en Chile. Vive en Rosas con Cumming, cerca de Plaza Brasil, trabaja como garzón en un restaurante del centro. Habla muy relajado, pero pide que no le saquemos fotos. Tiene un jopo en el pelo, viste jeans, cinturón con tachas, polera blanca y zapatillas.

-Qué te puedo decir. A mí me ha acogido súper bien el país. Obviamente, las cosas han cambiado. Cuando yo recién llegué era totalmente diferente, había menos gente. Los tramites eran mucho más rápidos, estas filas tan largas, ¡nunca hice!. Estoy solicitando nuevamente la temporaria porque tuve un inconveniente con mi jefa que no pagó mis imposiciones, entonces mis documentos no estaban al día.

-Cuando llegué a Chile no tenía ni idea que la plata de acá valía tres veces más allá en Colombia, me vine por otra historia. Llegué a ver a una amiga colombiana a Antofagasta. Intenté buscar trabajo, pero en el norte sí que hay muchos colombianos. Contacté a un conocido que vivía en Santiago, me dijo que acá era mejor, que se trataba de la capital, que había más opciones de trabajo, que era más barato. Entonces viajé para Santiago. No vine decidido a quedarme, vine a probar suerte. Pero creo que ahora me quiero quedar.

-Trabajo como garzón, me pagan bien, me alcanza para mis gastos. Mi estilo de vida es diferente, totalmente diferente al que yo tenía en Bogotá. Me rinde más el dinero. Acá no es caro. El supermercado es más barato. Con 10 mil pesos puedes vivir dos días y hasta tres, allá no te alcanza. En Bogotá 10 mil pesos chilenos no alcanzan ni para un día. Imagínate, un almuerzo sale 7 mil pesos, acá por 3 lucas almuerzas, ¿sí o no?. Aquí me puedo comprar unas zapatillas Nike de 35 mil pesos, trabajo tres días y las compro, en Colombia no, valen casi lo mismo que acá, pero en tres días no te ganas esa plata. Esa es la diferencia.

-Mira, en lo personal, nunca he sentido discriminación, nadie me ha tratado mal, he escuchado que en general dicen cosas. Pero sí es distinto como tratan a los colombianos de color negro, a ellos los tratan de otra manera. Chile es un país bien racista. A mí me lo han dicho chilenos incluso, que yo soy diferente porque soy blanco, que esto o que lo otro, pero diferente qué, les digo yo, ¿por el color de la piel? Tengo un conocido que es venezolano, negro, le costó muchísimo encontrar trabajo, meses, solo porque es negro, es una lástima.

-Los chilenos son buena personas, chéveres, pero son bipolares como ellos solos. Un día andan de buena, otro de mala, ¿será la luna?. En esos días ni me acerco.

-Estoy de acuerdo con que se filtre un poco a las personas que dejan entrar al país, gente que de pronto en Colombia ha cometido ilícitos o son delincuentes, si los dejan entrar muy probablemente van a seguir delinquiendo. A ese tipo de gente habría que ponerle restricciones. Lo malo es que lo usan paras sus campañas políticas. Eso no me gusta.

Contrastamos con un chileno que pasaba por el lugar para saber qué pensaba del debate. Sebastian Ruz, comerciante, 37 años, nos dijo: “Me parece bien que se tomen algunas medidas, pero se están llevando de mala manera, se están malentendiendo las cosas. Quieren trata de reglar la migración ilegal, los que están sin documentación, que son los que traen malas prácticas. Me tocó por experiencia propia, tuve unos problemas con unos colombianos indocumentados, estafas y esas cosas. Pero estoy de acuerdo con la migración, es bueno que vengan y elijan este país como su casa. Eso es bueno, habla bien de nosotros, por algo vienen para acá, ¿no?”.

Moniwa, 32 años, haitiano. Lleva un año en el país, tiene sus papeles al día. Hoy vino a acompañar su hermano, que no habla español, para que saque su residencia temporal. Moniwa sí habla español y muy bien. Antes de llegar a Chile, vivió en República Dominicana y Colombia. Es técnico en iluminación. Vive y trabaja en Talagante como mueblista.

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-Nada es fácil, si uno quiere algo, tiene que luchar. Yo me fui de Haití porque allá no hay trabajo, hay mucha pobreza y hambre. Usted no se imaginas cómo es. Primero me fui a República Dominicana, allá estudié iluminación, que es lo que a mí que me gusta. Pero no me conviene trabajar en eso acá, porque si me pagaran 600 mil pesos, no me sirve. En mi trabajo actual, me pagan 450 mil pesos, pero me dan una habitación y no pago cuentas. Tengo internet, luz, todo. Si tuviera que arrendar, me saldría más caro. Ahora con lo que gano me alcanza para mí y para ayudar a mis padres y mi hermano menor que están en Haití.

-Sí me han discriminado en Chile. Cuando llegué, me fui a vivir a Estación Central, en una pieza. Tenía una vecina, una señora mayor, que todo el tiempo me decía cosas, que ella no quería vivir con delincuentes, que no le gustaban los negros como yo. Como no quiero problemas con nadie, pedí que me devolvieran el dinero del arriendo y me fui.

-Es cierto, en Chile son racistas, no nos quieren, pero no es solo aquí. El mundo entero es racista. En mi país también son racistas, yo no podía entrar a los restaurantes elegantes o a las tiendas porque soy negro. El racismo está en todos lados. Acá no es diferente a otros lugares.

-Creo que si quieren poner restricciones al ingreso de extranjeros está bien, porque viene gente buena a trabajar y otra gente mala, entre los mismos haitianos hay buenos y malos, yo lo sé. En el ingreso deberían pedir un papel de buena conducta del país de origen. Creo que eso serviría.

Luis Domínguez*, 28 años, venezolano, lleva cinco meses en Chile, está viviendo en Santiago Centro. Es arquitecto y se vino con una promesa de trabajo, pero aún no le cumplen. Pide que le cambiemos su nombre y que no le saquemos fotos. Cree que hablar mal del país o de su jefe le podría costar los papeles.

-Cuando llegué, a la semana hice el tramite para solicitar el permiso de trabajo, hice la fila, fue súper rápido. Pero, chica, en solo en cinco meses hay mucha más gente. ¡Hoy llegué a las 7 de la mañana, tengo número y todavía estamos esperando!

-Ahorita lo que más está llegando son venezolanos, los colombianos pasaron de moda, parce, ja,ja, aunque en mi avión, creo que el 70% eran haitianos, están llegando muchos. Bueno, lamentablemente para nadie es un secreto la situación que está viviendo Venezuela. Yo soy antichavista, antimadurista, por culpa de ellos, tenemos que salir del país. Allá tenía una buena calidad de vida, tenía trabajo, estaba cómodo, pero hay muy poca seguridad y estabilidad.

-Es difícil irse a otro lado, uno siempre va a ser inmigrante, nunca te vas a integrar a la sociedad, pero uno viene de la mejor manera y con la mejor intención, como vine yo y como creo que vienen la mayoría de venezolanos, que buscan aquí una mejor calidad de vida.

– Antes de venir, hice un estudio de la región, Chile está de los primeros en estabilidad económica, es uno de los que se maneja mejor. Pensé en Chile como mi primera opción. Una vez que llegue aquí, emocionalmente, respiré. Me sentí mucho más tranquilo, eso es incomprable. Este país es seguro. Desde aquí puedo ayudar a mi familia. Estoy trabajando, me conseguí el trabajo desde allá, pero no me están pagando como arquitecto todavía.

-No he sentido discriminación, la gente me trata bien, exceptuando mi jefe. Todas las cosas malas que me dijeron de los chilenos las tiene él, ja,ja,ja. Llegamos a un acuerdo, me dijo que me iba a hacer contrato, han pasado cinco meses y nada. No tengo imposiciones, estoy mal pagado. Pero de todos modos, estoy agradecido. Me dijeron que los chilenos hablan mucho y no cumplen con lo que dicen, se hacen los tontos, como dicen ustedes y tal cual.

-Otra cosa que me he dado cuenta de los chilenos es que son bastante herméticos, son bien cerrados, solo con su grupo familiar. No les gusta sociabilizar con los vecinos, no sé, ¿creen que les va a pedir azúcar o aceite?, son desconfiados. También creo que Chile es muy racista, con la cantidad de haitianos que han llegado, he escuchado a mucho chileno decir cosas como negros delincuentes y esas cosas. Son gente pobre, no delincuentes.

Kulki, 29 años, es hatiano, llegó en abril 2015, vive en San Bernardo, trabaja en la construcción, tiene un bajo nivel de español, la palabra que más repite es pega.

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-Es difícil, muchos papeles, quiero sacar la visa permanente. Me gusta Chile, hay trabajo, pega buena. Estoy trabajando en la construcción. Mi capataz es chileno y mis compañeros peruanos. Estoy con contrato, en mi otro trabajo no. Ahora me pagan imposiciones, salud, Fonasa. La otra vez me corté en el trabajo y me llevaron al hospital. Me gustaría quedarme un tiempo porque acá hay mucha pega.

-Mis amigos y la gente con la que vivo me tratan bien, está todo bueno. Tengo un hermano, estamos los dos juntos acá. Mis papás están en Haití. De Chile no me gusta que hace frío, paso mucho frío acá, duro invierno y me cuesta el español.

-A algunos no les gusta que estemos acá. No sé, este es mi país ahora, esto no es culpa de nosotros, es culpa de Jesús, por eso estamos acá. Allá no hay pega. ¿Entiende?

Cecilia Maureira, 48 años, chilena, quien trabaja en una oficina de cerca de migraciones y todos los días ve como cientos de personas acuden a tratar de obtener sus residencias, dice: “A mí me parece genial que venga gente de afuera. Como viene gente a trabajar, hay otros que también ofrecen trabajo. No creo en la discriminación de las personas, ¡pero por nada del mundo! Creo que todos tenemos los mismos derechos y somos iguales. Lo que han dicho los políticos los últimos días es ridículo”. Cecilia apaga su cigarro con energía y se aleja sonriendo.

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