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Opinión

27 de Diciembre de 2016

Columna de Marcelo Mellado: El suplente (venganza, política y municipio)

"La asamblea decidió para mí la función de suplencia. La palabra es humillante en sí misma, pero me encantó la posibilidad de entrar a jugar un ratito en el segundo tiempo por si meto un gol".

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Jorge Sharp A1

Me eligieron suplente de una mesa estratégica (expresión política del Valpo Ciudadano), es decir: perdí una elección interna para representar a mi colectivo político. Y, como consuelo, la asamblea decidió para mí la función de suplencia. La palabra es humillante en sí misma, pero me encantó la posibilidad de entrar a jugar un ratito en el segundo tiempo por si meto un gol. Dicha función, a pesar de tener un carácter secundarizante, puede constituir una gran oportunidad para la crítica ficción.

La cuestión ciudadana, como remplazo de la política tradicional, se impone en cuanto registro actual de la cosa pública. Claramente es un modo de reinventarse de la maldita democracia, siempre restringida a los decorados participativos que diseñan los que la administran. Por eso, quizás, las asociatividades comunitarias o vecinales genuinas (no las clientelistas) surjan como un canal efectivo de participación, entre otros, capaces de superar, ya sea el sindicalismo meramente reivindicativo o el gremialismo controlado. Todo esto en el contexto de una alcaldía ciudadana que rompe con el verosímil político que ha dominado la ciudad emblemática que me toca habitar.

En lo personal yo me dedico a esto más que nada por literatura, como insumo para una pega con muy poco estatuto de legitimidad, porque la política a secas no la entiendo del todo. No soporto a la gente y menos el relato de sus problemas, sobre todo cuando se asientan en la quejumbre odiosa y terapéutica, y no en la responsabilidad cívica y la conchetumadre.

Una de las exigencias que se le hace a la alcaldía ciudadana que recién asume en Valpo, por parte del sentido común político de muchos simples vecinos, es “la cabeza de los malos” o la simple venganza contra el maldito funcionario enquistado y usufrutuador. El odio contra el funcionario operador o el apitutado es un tópico nacional que no puede ser enfrentado con el simple revanchismo, no sólo porque eso desgasta, sino porque el objetivo de una alcaldía ciudadana debe ser la afirmatividad de sus nuevas políticas, aunque muchos de ellos se transformen en conspiradores. Para nadie es un misterio que los municipios (y también algunos servicios públicos) son cajas pagadoras de partidos que han convertido la política en una estrategia para defraudar y cometer crímenes.

De esta y otras cosas quería hablar con el nuevo alcalde, pero no me ha pescado. Me imagino que todos quieren hablar con él, incluso la dirigencia de la SECH local, a la que pertenezco, le pidió una audiencia porque quiere que se reponga el premio municipal de literatura, que dejó de darse por un acto de corrupción en que habría sido protagonista el concejo de la época (en tiempos de Cornejo, creo). Además, quería comentarle al flamante alcalde ciudadano que yo, como casi todos los de mi colectivo de apoyo no andamos buscando carguitos, como suele hacerlo la gente del duopolio. Uno sólo quiere apoyar el proceso, por eso aprovecho de recordarle a la nueva superestructura que habemos algunos profesionales de la cultura que tenemos hecho el mapa del campo respectivo y que no es necesario dejarse guiar sólo por el sentido común izquierdistoso (generalmente conservador y reductivo). Y recordarle, además, que a mí me toca cumplir el rol de Homero en este proyecto épico político, humildemente, y que esa es una función que no siempre es bien comprendida por el vulgo carnavalesco y circense.

Habría que agregar que la dimensión cultural es estratégica, porque comprende, en una perspectiva interrelacional, a todas las otras áreas y que las ciudades son más importantes que las repúblicas en el ordenamiento político moderno. Por eso yo estoy trabajando (como tantos otros) en una mesa sectorial de cultura, engarzada en la perspectiva territorial. Y me junto con colegas del área para pensar la cuestión y proveer de insumos al movimiento ciudadano y promover políticas públicas.

Aunque entre medio se me cruzan una buena cantidad de conversaciones e informaciones provenientes de los avatares de la cosa local y se me enreda todo. Uno es simplemente un militante orgásmico u orgánico que como todos está ansioso de gestión ciudadana.

Como operador culturoso les puedo decir chiquillos que desde el mundo artístico interdisciplinario se impone la tesis de reponer la bienal de arte contemporáneo, que puede ser una estrategia simbólico-política-cultural con que se pueden abordar varios problemas de ciudad, partiendo por el problema de la basura y todo lo que es el tratamiento de las quebradas y la amenaza del cinturón de fuego que rodea a la ciudad. Sólo para dar un ejemplo de la regencia de la mirada crítico cultural. Para que no parezca que los artistas son huevones carreteros, cómplices de esa estrategia que confunde bohemia con creatividad y turismo culturiento (con poesía y urinario, a pesar de Duchamp).

Es fundamental partir con algunos efectos de carácter simbólico que tienen que ver con cuestiones muy sentidas por la comunidad, como son el tema de la limpieza, entendida como una cruzada cívica, el asunto de la seguridad y la afirmación de ciertos pilares de la vida porteña, como el comercio tradicional, la vida comunitaria de sus cerros y la voluntad de promover el desarrollo urbano y territorial, nada que no esté en el programa, pero sí hay que decidir prioridades al respecto.
Por último, un detalle que me parece clave, creo que la alcaldía ciudadana debió alegar en el reclamo al mall Barón, sobre todo por coherencia política, lo otro es que la proyección política de nuestro proyecto debe estar en el contexto de una gestión que todavía no da frutos, más allá de un logro electoral.

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