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Opinión

10 de Enero de 2017

Iván Arenas, el Profesor Rossa, y su curiosa dieta: “Hay que ser muy hueón pa tomar agua”

Iván Arenas (65), más conocido como el Profesor Rossa, ahora famoso por ser el rey del chiste largo, va en su cuarto infarto. Nunca se ha cuidado mucho. No ha dejado de fumar ni a palos. Tampoco bebe agua sin sabor. Le tiene asco, así como a las lechugas y el arroz blanco. Su paso por el hospital, a mediados de 2016, le sirvió de material humorístico para armar un show sin censura que estrenó para Año Nuevo. El ícono infantil, ahora convertido en un humorista chucheta, volverá a la televisión por estos días como jurado, junto a China Suárez, del programa de Chilevisión “¿Quién dice la verdad?”. Acá, desempolva anécdotas para cagarse de la risa de cuando grababa El Mundo de Profesor Rossa con Guru Guru y desmitifica su fama de ser bueno para el carrete.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por
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¿De qué se trata “Un show de infarto”?
-Te parto contando que soy un gran coleccionista de cosas. Soy cachuriento.

¿Qué coleccionas?
-El listado es enorme. La colección más antigua que tengo son de cajas de fósforos, la más grande de Sudámerica, 75 mil cajas que no tengo dónde exponerlas. También junto instrumentos de bronce: tubas, saxos, flautas, flautines de bronce, trompetas.

¿Tocas la trompeta?
-Nada. Solo las colecciono. Me gustan las campanas, debo tener unas ochenta. Tengo una colección de platos y barcos adentro de botellas, como Pablo Neruda. Tengo una colección extraña de dedales para coser, y ya voy en los doscientos y tanto, y de molinillos de café muy bonitos. Tengo más de 300 sombreros, 70 máquinas fotográficas, unos 50 teléfonos antiguos, discos de acetato de la época del vinilo, y máscaras también. Y, ahora último, me dio por coleccionar infartos. Llevo cuatro. Pocos, al lado de mis otras colecciones.

Para llegar a cuatro infartos, es porque no te has cuidado mucho…
-En los tres primeros no me cuidé. La labor que tú ejecutas hace que comas mal, que no tengas horario, que tengas que comer queso como chancho, que te alimentes solo de los catering. Reconozco que no me cuidé, pero el último fue una mierda, muy mala suerte.

¿Por qué?
-Porque me cuidé. Meses antes del cuarto infarto, decidí hacerme un chequeo médico completo y me salió estupendo: un colesterol de 160, el triglicerido marcaba menos de 200, el perfil bioquímico el descueve, nada con la diabetes, me hice también el examen a la próstata y ningún problema.

Los hombres les tienen terror a ese examen…
-No es pa tanto. Me hice las dos cosas, tanto por el torrente sanguíneo, como por el que… me metieron el feliz dedo. No sentí ningún dolor. Pero es un tabú para los hombres. ¿Y qué te va a doler? Además el tipo se embetuna con vaselina. Entre nosotros le ponemos color, más que nada por la cuestión sexual, que te van a meter un dedo en el ano, qué penca. Y no pasa ná. Entonces, yo me había cuidado bastante bien y me viene este infarto. Pa no creerlo. Yo creo que mi mayor problema es el cigarro, no lo puedo dejar. Busco la oportunidad para fumar siempre después de comer, de tomar un café, de un polvito que siempre es el más rico.

Tampoco tomas agua, le tienes asco.
-No tomo agua hace 40 años.

¿Por qué?
-No tiene gusto a nada. Es sosa, insípida, guácala. Hay que ser muy hueón pa tomar agua.

Recomiendan beber tres litros diarios…
-Una tontera. Bueno, pero yo lo hago, tomo agua con sabor: té, café, jugo, limonada, traguito. Ahí está el líquido. El agua sola que se la tome otro.

En el show cuentas la anécdota que tuviste con una enfermera.
-Sí. Como estos cuatro infartos se transformaron en angioplastías, en tres de ellos me tuvieron que hacer incisiones en la ingle y en el último fue en la muñeca, la cosa es que la enfermera en el último infarto no sabía que el médico había cambiado de procedimiento. Me puso un delantal al revés, porque así los ponen, y solo se me veía el poto pelao. La niña empezó a rasurarme la zona, y me tocaba el instrumento de cumpleaños y me lo levantaba como quien levanta un gusano, ja, ja, ja. Más encima, lo hacía sin guantes. La situación era más o menos dramática. Mi coso, llámalo como quieras, estaba triste. Yo le dije a ella: no hay ni música de fondo, convídame un traguito por lo menos y me agarrai la corneta… ja, ja, ja. O sea, pa que te levante la hueá sin guantes, hay que ser muy patúa. Fueron puras tallas, hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir, que después de haberme rasurado, el doctor le dijo: ¡pero cómo si era en la muñeca!. Yo le dije: doctor no se preocupe, la enfermera se equivocó de juguete, entre la muñeca y el muñeco, se quedó con el muñeco, ja, ja, ja.

CHISTE PROHIBIDO

¿Cuándo descubriste tu faceta de humorista?
-Yo contaba chistes desde los ocho años. Desde los doce, animaba los festivales en Rancagua.

¿Te acuerdas de tu primer chiste?
-En la televisión, sí. Pero el primero que conté en la vida, no tengo ni puta idea. Tienen que haber sido chistes muy blancos. En ese tiempo, no era llegar y contar un chiste picante delante de las cabras. Éramos mucho más concretos, tranquilos, pausados. Pero siempre he sido bueno pal hueveo. Me subía arriba de los escenarios en cualquier parte. Pero, cuando llegué a la universidad a Diseño Industrial, me alejé de los chistes. Después curiosamente fui amigo de los Pujillay, del Álvaro Salas, con quien nos juntábamos a inventar chistes en la plaza. Después se dio que me dediqué a la tele en una línea educativa y Álvaro Salas al humor. Quién pensaría que yo terminaría haciendo chistes picantes y él chistes blancos. Ninguno pintaba para esto. Y, cuando terminó el Profesor Rossa, hay una etapa crucial que marcó lo que hago hoy, que es el video prohibido con Guru Guru.

¿Primera vez que le meabas las patas a Guru Guru?
-Por supuesto. ¿Cuál sería el motivo de mearle las patas siempre?, ja, ja, ja. Y se dio que estábamos con Guru Guru grabando y salió esa escena en que le meo las patas. Siempre hacíamos tallas entremedio de las grabaciones para que el asistente de producción y el camarógrafo se rieran un rato. Cuando cumplí 50 años, me regalaron un compilado con las tallas internas. Nunca tuve miedo a que se viralizara. Quedó la cagá, lo reconozco, pero siempre para bien. Pensé que me iban a hacer mierda.

Los humanizaron.
-Sí. Pero la gente pensó que yo no seguí en el programa por culpa de eso y nada que ver. No seguí porque no llegamos a un acuerdo comercial. Ahí tiene mucha culpa que llegó de gerente al peo, el Vasco Moulián, que dejó una cagá espantosa dentro de Canal 13. Se vio con poder de un día a otro y creyó hacerlo bien, pero era un mono con navaja.

En ese video prohibido, una de las partes más chistosas es cuando el tío Valentín le dice a Guru Guru “pájaro conchetumadre”.
-Sí, ja, ja, ja. Se lo quería decir hace rato.

Él, que no dice garabatos públicamente, quedó achacado cuando se viralizó.
-Sí, hay una anécdota muy buena con el Tío Valentín. Un día se quejó de que no lo llevábamos nunca a nuestros viajes. Le dije que cuando tuviera una oportunidad, lo llevaríamos. Un día nos invitaron del puerto de San Antonio para que el Profesor Rossa fuera a ver la pesca de albacora. Para eso había que meterse en una barcaza grande. Y llevamos al tío Valentín. Pero en la mar empieza a sentirse mareado.

Hasta ahí llegó su lado aventurero.
-Sí. Y me llama para que les diga a los pescadores que se devuelvan, que no daba para más. Yo le dije: “¿Tío Valentín me está hueveando?, tenemos que esperar a que terminen la faena, estamos cagaos”. Le dije que se metiera a la cabina del piloto. En una de esas, veo al Tío Valentín con la cabeza afuera vomitando todo. “Cómo se siente”, le digo, puta, la pregunta hueona. Y, todo pa la cagá, me sale con que quién fue el hueón que escribió la Canción Nacional y ese mar que tranquilo te baña, ja, ja, ja. Lo encontré extraordinario. Estaba pal loli el viejo y vomitando por culpa de la marea, y sale con esa huevá.

¿Hay más videos que no hemos visto?
-Varios. No tengo problema en que los muestren, pero los tiene Canal 13. Debe haber como una hora y tanto. Hay uno que hice cuando grabábamos con Maravillozoo con unos elefantes que tenían la cuestión afuera.

¿Qué pasó ahí?
-Yo le preguntaba a la cámara, como si le hablara a los panelistas de Maravillozoo, cuál era la gran diferencia entre el africano y el asiático. Entonces, la cámara grababa solo hasta la mitad del elefante y yo les daba alternativas. El video terminaba cuando yo decía: la gran diferencia es esta y la cámara hacía foco en las tremendas hueas de los elefantes. “Este es el africano, que es más negrita”, decía, ja, ja, ja.

Debes tener cientos de anécdotas de cuando grababan el Profesor Rossa.
-Muchas. Si lo miramos por el lado del peligro, cometí muchos errores, y a los que están haciendo programas de naturaleza, les diría que lo piensen antes, como los Lucho Andaur y los Iturra…

¿Te gusta Iturra?
-Repiten mucho lo que hablan. Ese es el problema.”Estoy a 20 kilómetros de tal parte”. Al rato dicen “estamos a 15 kilómetros”, puta, otra vez de nuevo. Es una crítica constructiva. A veces, por el entusiasmo de hacer más cosas, arriesgamos la vida. Yo, por ejemplo, salí arrancando de rinocerontes, fui atacado por elefantes, una jirafa me pegó en el omóplato, nos metíamos donde habían pirañas, puse la manos en un hormiguero y me picaron cientos de hormigas.

¿Y para qué?
-Para demostrar que las hormigas eran mordedoras y tenían ácido fórmico que muchas veces era bueno para las artritis. Después uno dice pa qué mierda hice eso. En otra oportunidad me pusieron una boa constrictor que me empezó a apretar y entre seis compadres tuvieron que sacármela de encima. No me iba a matar, pero uno arriesga tonteras. Me metí dentro de las jaulas de uno de los cocodrilos del Nilo, por ejemplo. Hoy veo a Andaur que le da peces a los cocodrilos y, chuta, digo yo. Para qué. Es como tomar una serpiente venenosa para decir que tienen veneno. Uno dice menos mal que no me quedó la cagá, menos mal que no me caí por el acantilado, menos mal que no me di vuelta en la canoa. Ahora, claro, uno lo hace para que te digan: “oh, qué valiente”. Hoy estoy en una edad que ni cagando hago esas hueás. Me han invitado a hacer programas de viajes y ya no estoy para dormir en carpa ni calentar una tetera.

A esos viajes iban puros hombres, imagino.
-Lamentablemente, es así. Pero tú ves turismo dentro del parque y van mujeres. Generalmente gringas que les gusta armar las carpas, cocinar al aire libre.

¿Pinchabas mucho?
-Para nada. Eran de la tercera edad. A los gringos les fascina esa gracia de que ahí mismo le digan las cosas: “Van a venir hienas, no pueden salir a cagar más allá de esto”, pero de ahí a que te salve un hueón, porque te atacó un animal, estai cagá. Y lo otro es la desilusión. Tú viajai por 15 días y tienes el concepto de National Geographic donde ves que el chita ataca a la gacela, y uno cree que irá al mismo lugar, pero nunca ves a un hueón atacar al otro. Tenís que tener mucha cuea pa achuntarle. No es tan idílico como uno cree. National Geographic lleva ocho meses con cámaras esperando y no anda con una cámara toda cagá.

¿Entonces, iban a puro huevear?
-Noooo, ja, ja. A tratar de buscar lo mejor posible, pero era difícil.

Debió haber sido divertido ir a esos lugares donde no conocían el programa y ver a un pájaro, como Guru Guru, hablando leseras…
-Loco. A Guru Guru en Perú y Argentina le decían pollo. Al otro no le gustaba nada. “Cómo que pollo chuchetu…”, decía. Además, como habla diferente, era diferente. Una vez nos metimos a Disneyworld como personajes, creyendo que la estábamos haciendo de oro. A los 20 minutos llegaron guardias por todos lados. Para ellos, Guru Guru era un payaso. Y nosotros, los saco de hueas, metidos entremedio. En Francia casi nos llevan presos con Guru Guru frente al Museo de Historia.

¿Por qué?
-Guru Guru se puso a caminar en una de las aceras, se sacó la chucha y se cayó entre unos matorrales. Llegó la policía para pararlo y el otro cagao de la risa dentro del traje, y yo tratando de dar explicaciones en español vestido como Profesor Rossa, llamando por favor a un intérprete y los policías no entendiendo nada. Al final lo dejaron libre. Hay veces que te tratan pésimo. Reconozco que muchas veces fuimos invitados a eventos importantes, como el lanzamiento del Fasat Alfa en Rusia, que nos fuimos en un Hércules de la FACH, en donde el frío te cala hasta los huesos y después las altas temperaturas te ahogan. Y tenías que mear en un tubo, todo para despertar en la base rusa militar con un general bailando con Guru Guru. No te lo podís creer, curado hasta la yegua, porque toman vodka como quien toma agüita de la llave.

Ahora con Guru Guru también están haciendo show sin censura.
-Sí. Ya no hacemos show pa niños. De partida, al principio del show le digo a Guru Guru que hace 30 años le quiero decir una cosa: ¿Usted es hueón o se hace? Así empieza todo. La otra vez hicimos un show en que Guru Guru cuenta que fue a un café con piernas. En su ingenuidad no sabe lo qué es. Narra lo que ve, nomás. Cuando ve gente desnuda cuenta que es gente pobre que no tiene dinero para comprarse ropa. “Pobrecitas, las niñas andan con los senos al aire”, dice en su lenguaje. Se supone que Carter lo llevó a eso. Él nunca va a ser un adulto.

¿Y cómo ha sido la evolución del profesor Rossa?
-Siempre ha sido el protector, pero hoy no le deja pasar las cagás a Guru Guru. Se las cobra.

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EL CHISTE COCHINO

¿Cómo llegaste a los chistes cochinos?
-Por una entrevista en Mentiras Verdaderas que me hicieron para hablar de mi juventud. Ahí dije que siempre había sido bueno para los chistes. Y me dice Eduardo Fuentes: cuéntate uno. Le dije que si lo contaba, lo echaban cagando. Y conté el chiste de un tipo que estaba cagando en un wáter de hoyo. No era ni tan grosero. Pero luego me pidieron otro y otro y al final me contrataron por dos años y comencé definitivamente a contar chistes.

A la gente le gusta el chiste más chucheta…
– A quién no le gusta el hueveo. Hasta los pavos se rien con los chistes cochinos. Es una forma de soltarse.

¿Cuál es el valor que le das al garabato?
-Es parte del lenguaje. La palabra hueón es extraordinaria, ayuda mucho a lo que quieres decir. Uno puede decir el hueón es muy hueón. Qué querís decir con eso, que ese hueón es muy hueón. Y otro dice “no, es que ese es hueón hueón”. O sea, ese es hueón hueón hueón. O sea, tres veces hueón ya eres ahueonao. Es perfecto.´

¿Cuál es tu garabato favorito?
-Hueón. Y cuando quiero decir algo muy grosero digo hueón culiao. Culiao es una palabra bastante denigrante. Es como que le introdujeron el pene y fue violado. Es fuerte. Y si le agregas más, conchesumadre culiao, es peor. Pero si uno analiza conchesumadre, no tiene mayor sentido ni en su traducción literal. Antes que te dijeran “ándate a la punta del cerro”, era peor. Era vete de acá.

¿Te molestan de repente por los chistes?
-Una vez escuché decir que preferían al Profesor Rossa cuando educaba y no al que dice garabatos. Pero pasa que a los que hemos educado, que hemos sido re pocos en la tevé, les arman un pedestal en que no podís decir nada feo ni siquiera fumar delante de la gente. Uno tenía que hacerlo a escondidas.

¿Te censuras en tus rutinas?
-Sí. Cada uno tiene su límite.

¿Hay temáticas que no tocas?
-No agarro pal chuleteo enfermedades graves, como el sida o gente en sillas de ruedas. Tampoco a los judíos ni gente con labio leporino. También le hago el quite a toda la parte homosexual. Me sé muchos de eso, pero por la sencilla razón de que te pueden tratar de homofóbico, no los cuento.

¿Le metes contingencia a los chistes?
-Para nada.

¿Por qué no?
-La contingencia está muy llena de política y con política yo no calzo. No me interesa. Es muy sucia, muy absorbente. Hay otros cómicos que la eligen. Yo podría ser contingente tocando temas reales. Quizá podría hablar de lo que está pasando en el campo, que se están acabando las maquinarias, ahí le doy color. O tomo lo del puente Cau Cau por las cagás que nos mandamos, pero nunca del senador o del presidente, porque esa hueá no me interesa. He tocado el tema de la colusión del confort.

¿En qué chiste?
-El de tipo que va a un baño y se da cuenta que no hay papel y que más encima el baño es electrónico. Ahí piensa que el problema pueda ser de la colusión. Y dice: Aquí debe haber una carencia de papel higiénico importante, y no voy a poder cagar tranquilo, porque las cortinas están muy lejos, con qué chucha me limpio.

¿Y cómo lo hace?
-Se limpia con la máquina electrónica que tiene botones, de la que salen cepillos de pelo de camello con aire caliente, que le limpian el poto. Y después dice “ahora qué hago, tengo el poto todo mojado, con qué mierda me seco”. Y otra vez el mismo problema. Aprieta el botón y sale aire caliente de abajo de un tubo. Y le seca el potito y los coquitos. Entonces, yo hago todos los gestos de la maravilla que le provoca eso, y después digo: el chiste debiera terminar aquí, porque el gallo tiene el poto limpio y seco, pero no, el hueón es chileno, quiere saber pa qué chucha son los otros dos botones. Y aprieta uno y sale así un pico grande, y se lo mete en el poto, la gente se caga de la risa… Ahí les doy la dirección del baño, ja, ja, ja.

¿Siempre has sido de chistes largos?
-Ahora se dio. La diferencia con otros, es que los chistes largos que hago, van teniendo pequeños chistes entremedio, que hace que la gente te diga: puta, que le ponís caca. Y es así: le pongo caca. Al final da lo mismo cómo lo terminaste. A veces no son tan rimbombantes.

Da la impresión que los hombres se rien más que las mujeres con tus chistes.
-Me he dado cuenta que los hombres son más buenos pal hueveo que las mujeres.

¿De qué se ríen los hombres?
-El hombre es menos contador de la intimidad sexual que la mujer. Y cuando lo hace, exagera. Es bueno pa decir que se pega cuatro cachas y todos quieren tenerlo grande. Eso es el machismo por el machismo. Después, por otro lado, escuchamos charlas en donde el tamaño no interesa…

¿El tamaño importa?
-No tengo idea si el tamaño importa o no. No me voy agrandar la huevá, nací con esa cuestión y cagué nomás. ¿Me voy a hacer un tratamiento? Estai loca. Es como las mujeres. Hay algunas más ardientes que otras. Unas se excitan con un beso en el cuello y otras que le estai dando un beso en el seno y ni se inmutan. Hay de todo.

¿Qué te parece la Natalia Valdebenito?
-Bien, pero no porque sea mujer, sino que hace buen humor. Me reí harto en Viña con ella. Da lo mismo si sea hombre o mujer si es que cuenta un buen chiste. Kramer es un buen imitador, pero no encuentro que tenga tanto humor, a veces no me hace reír.

¿Te gusta el stand up?
-Como línea, no me calza. Me lo pidieron en la tele, pero pastelero a tus pasteles.

Tenías una rutina donde hablabas de tu juventud y la música que escuchabas. Se llamaba Viejos Piolas.
-Sí, pero no lo mostramos. En el mismo momento apareció “Los viejos de mierda” con el Coco. La idea era contar la experiencia que teníamos a nuestra edad. Fernando Kliche contaba su época de las minas, porque ha tenido más que la cresta, y de sus cuatro matrimonios.

¿Qué contabas tú?
-Las anécdotas de cuando hacía los programas y los chistes de aquella época. Había música de Leo Dan, ponte tú. No calzarías en ese show, eres muy chica. Yo crecí con Brenda Lee, Elvis Presley, con cuea The Beatles.

¿No eres de los que sufrieron la muerte de Bowie o George Michael?
-No, no tengo idea. Ni los conozco. No me gusta la música de ahora.

Cuando te preguntaron por la muerte de Cerati, dijiste que te importaba una raja.
-Claro. Pero también muchos no me entendieron, porque me editaron, yo dije que me importaba una raja si era drogadicto. ¿Acaso quieren que yo le haga un monumento a Elvis Presley? ¿A Maradona? Si me preguntan cómo jugaba a la pelota Maradona era extraordinario. La música de Cerati muy buena, pero qué opino de la muerte, qué me va a importar. Si un gallo muere por droga, es hueón.

¿Probaste drogas?
-Nunca en mi vida.

Con Guru Guru tienen fama de buenos pal carrete.
-Guru Guru estuvo mal, estuvo metido en el alcohol, pero yo nunca fui carretero. No me gustan las discos.

¿Ni siquiera para pinchar?
-¡Nah! Yo me llevaba a las minas al departamento y se acababa la hueá. Todos estos cabros lolos van a calentar la tetera a la disco y no sacan nada. Se van solos pa la casa. Soy de ir al grano. No pierdo mi tiempo, además que soy de bailar apretado.

¿Lo peor de ser viejo es tener que reconocer que se usa viagra?
-Hasta el momento, favorablemente, no lo uso. Pero no le hago el quite.

¿Qué te parecen las muñecas inflables?
-Ridículas. Una estupidez. Prefiero una masturbación a una muñeca inflable. De qué me sirve esa hueá. Hay que estar mal de la cabeza para llegar a usarlas.

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IVÁN ARENAS SIN CENSURA
Casino Monticello, 21 horas, viernes 13 de enero. Panamericana Sur, San Francisco de Mostazal.

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