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Opinión

19 de Enero de 2017

Columna de Elizabeth Subercaseaux: El huracán Trump

"Es un diálogo de sordos. Trump tuitea y sus futuros ministros desdicen sus tuits. Entonces Trump los felicita, “great guy”, mientras los propios futuros ministros no tienen manera de saber si una vez en la Casa Blanca les dirá “great guy” o “you are fired”.

Elizabeth Subercaseaux
Elizabeth Subercaseaux
Por

Si no fuera tan grave lo que ocurre en Estados Unidos podría decirse que estamos viviendo una comedia.

Donald Trump, cuyo discurso populista enferveció a una masa de hastiados con Washington y Wall Street, perdió el voto popular por casi 3 millones de votos. Aunque trate de convencerse de que ganó un mandato y podrá gobernar en consecuencia. Lo cierto es que ganó la elección y en el momento del triunfo juró cumplir las promesas de su campaña a partir del día uno. “We are going to make America great again”.

Todavía no empieza a gobernar. Pero en las sesiones del Congreso, para confirmar a los miembros de su gabinete, todos sus nominados han dicho que harán justo lo contrario de lo que él ha prometido. No habrá expulsión de musulmanes, no se construirá un muro que costeen los mexicanos, no van a deshacerse del sistema de salud creado por Obama mientras no haya otro que lo reemplace, tampoco van a reinstaurar la tortura, ni levantar las sanciones a Rusia, muchos menos apartarse de la OTAN y no se renunciará al acuerdo con Irán.

Es un diálogo de sordos. Trump tuitea y sus futuros ministros desdicen sus tuits. Entonces Trump los felicita, “great guy”, mientras los propios futuros ministros no tienen manera de saber si una vez en la Casa Blanca les dirá “great guy” o “you are fired”.

En medio de este show que es la política norteamericana, Trump hace una declaración, deja a la gente boaquiabierta y su consejera principal, Kellyanne Conway, aparece a los dos minutos, rectificando, “no, es que el Presidente Electo no quiso decir eso, lo que quiso decir es…” y suelta justamente lo contrario.

Medio mundo se ha preguntado qué va a pasar con los billones de dólares que supuestamente vale el imperio de Trump, en manos de quién seguirán sus negocios. Para tranquilizar los ánimos Trump ofreció una conferencia de prensa. “Haré un anuncio que los dejará a todos very very happy”. Pero lejos de dejar contento a nadie, el anuncio encendió luces de alerta.

El Presidente Electo dio comienzo a su conferencia declarando que no pensaba mostrar sus impuestos. “¡Gané! ¿Okey?”! Y dio a entender que como presidente de Estados Unidos podía hacer lo que se le diera la gana. Enseguida presentó a su abogada. La mujer tomó el micrófono para anunciar que su cliente ha establecido un “trust” en cuyas manos caerá su imperio y que este “trust” estará a cargo de dos de sus hijos. Su yerno será el Consejero General del Presidente. Y su hija Ivanka se dedicará a los niños.

Luego Trump volvió a tomar el micrófono, esta vez para contestar preguntas. No contestó ninguna aparte que no es solamente Rusia quien jaquea a Estados Unidos sino China, Japón, Corea del Norte, Filipinas y enumeró un listado de gobiernos espías. “¡No sea insolente! ¡Cállese!”, le gritó al periodista de la CNN, picado porque la CNN fue la cadena que habló del informe del espía inglés. “¡Ustedes dan noticias falsas! ¡No le voy a contestar ni una sola pregunta!”.

Terminada la “conferencia”, tanto republicanos como demócratas echaron los gritos al cielo.

¿Las empresas de Trump quedarán en manos de sus hijos? ¡Esto no es un fideicomiso ciego! Pero como cuando Lincoln hizo la ley no existía ni siquiera el concepto, la Constitución americana dice que el presidente no puede recibir “emolumentos”. Nada más. Pero esa parte quedó bien cubierta en la conferencia de prensa por la abogada, quien también anunció que las platas que recaude el nuevo hotel de Trump, en Washington DC, serán donadas al Departamento del Tesoro. Los sheiks, reyes y princesas de Arabia Saudita pueden alojar en las suites de oro, pagar carísimo y tomar champán; no habrá ni un interés creado pues Trump no va a ganar un peso con esos “emolumentos”. ¿Y eso qué significa? preguntó un periodista. Pero no le respondieron.

Mientras todo esto ocurría en Estados Unidos, en Londres desaparecía el espía inglés que filtró un informe de 35 páginas sobre las relaciones de Trump con Rusia y Putin durante la campaña electoral. Asustado de que los espías rusos, la mafia rusa o el mismo Putin lo mataran, se fue de su casa con sus niños y dejó a los gatos. Nadie sabe dónde está aunque todos creen que está encerrado con la CIA determinando si los datos del informe son comprobables o no.

Como por estos días nada de lo que pasa con Trump es normal, ni creíble, ni tranquilizante, en la noche del día de la conferencia ocurrió lo más aterrorizante de todo. Mientras los senadores demócratas votaban en contra de iniciar el proceso que daría por terminado el ObamaCare en el momento crucial de esa votación, se produjo un rarísimo apagón en el Congreso. A esa misma hora el apagón se vio en las pantallas de televisión.

Era la mano negra de Putin.

¿Y cómo se supo?

Cuando se produjo el apagón en la tele, en lugar de ir a comerciales, el canal tuvo que tragarse unos minutos de televisión rusa en Estados Unidos. Habían intervenido la programación, lisa y llanamente. Y apagado la luz en el Congreso. Así nomás.

En este mar de preguntas sin respuestas, ministros desdiciendo al Presidente Electo, El CEO de ExxonMobil, íntimo amigo de Putin y futuro Secretario de Estado, atestiguando que no se acuerda por qué hizo lobby a favor de Rusia, la senadora demócrata Elizabeth Warren preguntándole al cirujano Ben Carson (futuro ministro de la Vivienda) si él la contrataría a ella para separar a un par de gemelas pegadas por la cabeza, apagones que nadie se explica, supuestas orgías con prostitutas rusas, espías rusos, ingleses y norteamericanos espiándose entre ellos y todos juntos a Trump, actores de Hollywood y Michael Moore gritando ¡sálvese quien pueda!, el problema más grave que se nos viene encima es el de la cabeza vacía de Trump.

Una vez que su consejera principal, Kellyanne Conway, no lo está vigilando, controlando y viendo manera de quitarle de las manos el maldito aparatito, Trump tuitea. Y como su tuiter es el único medio que informa acerca de lo que piensa, despiensa, lo enrabia, lo saca de quicio o lo enamora, el país se va enterando de que los servicios de inteligencia de Estados Unidos son comparables a la Alemania Nazi, Putin es un encanto, Meryl Streep es una actriz “sobrevalorada”, sus ministros son “great guys”, la CNN se está “deshaciendo” en noticias falsas y los norteamericanos deben comprar su ropa en L.L. Bean, porque la dueña de la compañía, Linda Bean dijo algo simpático sobre él.

Así el panorama, hay sólo dos cosas sobre Trump que el público de Estados Unidos tiene claras. La primera es que cualquiera que infle el ego del billonario ganará su simpatía, puestos en la administración, alzamiento de sanciones y pieza gratis en el Hotel Trump, no importa si es un Vladimir Putin, un Kim Jong-un o un Rodrigo Duterte. Y la segunda es que este conductor de The Apprentice, que no ha hecho otra cosa que mentir, insultar a quien se le oponga y amenazar a pueblos, razas, religiones y gobernantes, asumirá la Casa Blanca el viernes 20 de enero, y si no es destituido, por conflictos de interés u otros escándalos, debiera gobernar a Estados Unidos y al mundo los próximos cuatro años.

*Escritora chilena radicada en Estados Unidos hace 27 años.

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