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Opinión

5 de Febrero de 2017

Chiqui Aguayo, comediante: “Hay que tener harta paciencia para aguantar a los curados de los bares”

Antes de dedicarse al stand up, Daniela Chiqui Aguayo (36) se dedicó a hacer un teatro más comprometido socialmente. Dirigió las obras “El hombre del cartel” y “Las niñas arañas”, del dramaturgo Luis Barrales, que tuvieron una excelente critica. Pero, estando en Estados Unidos, descubrió su faceta de comediante. Al poco tiempo, en el 2013, la actriz ya estaba en el Club de la Comedia. Hoy, en una carrera explosiva, será la encargada de hacernos reír en el Festival de Viña. Pese al nerviosismo de pararse frente a un escenario como ese, la Chiqui está relajada y no le teme tanto al monstruo de la Quinta Vergara: “En Chile, somos los únicos que vamos quedando con la ordinariez de pifiar por cualquier cosa”.

Raúl Marín Navarrete
Raúl Marín Navarrete
Por

¿Te imaginaste alguna vez en el festival?
-Lo pensé, pero como esas cosas que uno ve bien lejanas. Es como si uno jugara en segunda división y dijera “algún día voy a jugar en el Barcelona”, ja, ja. Era algo bien difícil, no pensé que sería tan pronto.

¿Tienes miedo a las pifias?
-Lo he pensado, pero igual trato de no gastar muchas energías ni tiempo en eso. No tengo un baile ni nada preparado, tampoco me voy a sacar la ropa ni nada, ja, ja. Pero lo he tenido presente de manera sumamente respetuosa. Que me llegaran a pifiar en Viña sería un total fracaso.

¿Te han pifiado en algún lado?
-Nunca. He tenido show más bajitos que otros, pero nunca me han pifiado. Y si me pifiaran, no sé ¡les pego! ¡Cállense! ¿Por qué esa costumbre de pifiar? ¡Yo creo que somos el único país del mundo en que pifiamos por todo! El otro día hablaba con un colega argentino que me decía que allá no te pifiaban en ningún lado. Si lo haces mal hay un silencio, una indiferencia total. Yo creo que eso es más triste pal humorista. En Chile, somos los únicos que vamos quedando con la ordinariez de pifiar por cualquier cosa.

Debe ser difícil hacer un show.
-Hay que tener una tolerancia a la frustración increíble. Mucha gente se mete al Stand up pero sale rápido, no les da. Hay que tener harta paciencia para aguantar a los curados de los bares. Para que te vaya bien en una rutina tiene que haberte ido mal en nueve. Así es esto. A veces nunca funciona.

LAS RUTINAS

¿Cómo llegaste al humor?
-En el 2010 me fui de viaje a Estados Unidos, donde descubrí el Stand Up en los bares. Al principio miraba y no entendía nada, porque estaba en inglés, ja, ja. ¿Qué es esto? Me preguntaba. ¿Gente contando historias chistosas? ¡Y parada! Lo encontré increíble. ¡Era la raja! Apenas llegué a Chile dije que iba a hacerlo. Efectivamente, me bajé y busqué gente que hiciera esto y me puse a investigar un poco más. Al tiempo me metí al Club de la Comedia.

¿A qué fuiste a EEUU?
-Necesitaba un aire. Estaba aburrida de todo lo que estaba haciendo. Hacía clases, dirigía teatro y encontraba que ya llevaba mucho tiempo en eso. Quería, no sé, respirar. Encuentro que todo fue muy sabio, porque finalmente mi vida tuvo un giro importante. No he vuelto a dirigir teatro, que era una cosa que me apasionaba hasta ese día.

¿Cuánto tiempo estuviste en el mundo del teatro?
-Yo salí de la Arcis y tuve una compañía de teatro llamada La Central de Inteligencia Teatral, como desde 2004 al 2011. Yo sólo quería llevar el teatro a las poblaciones. Hacíamos teatro serio, por llamarlo de alguna forma.

Dirigiste Las Niñas Arañas del dramaturgo Luis Barrales…
-Sí. También El Hombre del Cartel, La Mujer que estafó al Viejito Pascuero y Nosotros. Eran puras cosas que sacaba de las noticias. Era como una obsesión mía buscar cosas que se fundaran en la realidad, porque en el teatro adquirían otra atmosfera. Tú sabías que era una obra nomás, que era ficción, pero en el fondo era algo que pasó. Con una película uno se puede reír o llorar, pero nada tan grave, acá era como reírse o emocionarse con las niñas que estaban en el Sename que todos conocíamos, por decirte un ejemplo.

Ahora estás en otra. Estás haciendo humor. ¿De dónde salen tus rutinas?
-De mí po, ja, ja. Obvio. Yo me hago un bullying importante. También de mis amigas y de mi familia sobre todo. Digo que son ordinarios, curados, ja, ja. Mi mamá es la que más se enoja, porque me río mucho de ella. Es que es muy chistosa. Le cambia siempre el nombre a las cosas. Pa mí ella es una rutina constante.

¿Por qué tanto?
-Es que es divertida de verdad. Ella igual es bastante chica como yo, pero a ella le acompleja. Ponte tú, que a mi mamá se le acortaron los tendones porque no se sacaba los tacos nunca, ya no se los sacó en todo caso. Ya no puede caminar ni a pata pelá, cáchate. Onda, rayá po. Nunca aceptó que era chica.

¿Tú sí?
-Sí poh. Lo vivo con naturalidad. A veces hablo que una, que es chica, tiene un orgullo propio. Cachai que no vai alcanzar algo en el supermercado, pero igual lo intentai, ja, ja. Saltai, saltai, y como que la gente no te ayuda hasta el final. Como que le gusta verte haciendo el ridículo. Después te preguntan si te ayudan… “Puta, hueón, chao, ya me voy”. Y en mis rutinas, hablo de puras hueás frívolas: Que en las fotos del colegio tení que ponerte cojín en la silla pa’ verte más alta, que siempre hay un hueón encargado de hacerte saber que erí chica o cosas así. Yo lo acepté, pero igual tengo miedo de pararme al lado de Carolina de Moras.

En tus rutinas, hablas también de la vida estando casada. Entiendo que te casaste muy joven.
-Hablo de la convivencia que es muy distinta a la que una tiene con sus hermanos, de las conductas en parejas, pero no te voy a adelantar nada, pa’ que lo vean en Viña po. Pero hace dos años me casé. Ahora se casan más los gays, ja, ja. Cuando fuimos a pedir hora al registro civil le pregunté al guardia dónde se sacaba hora. Me dijo “¿Pa caaasarse? Le tuve que preguntar como a tres personas para que alguien me dijera. Era como si estuviera preguntando una cosa muy rara, ja, ja.

Es que es muy raro estar casada joven.
-Muy raro. De todas mis amigas se han casado dos, y una fue como en la playa, onda, súper místico, sin ninguna validez, ja, ja. Lo mío igual fue medio místico en el Cajón del Maipo, pero hay un certificado que lo comprueba. Igual encuentro súper bonito que alguien quiera compartir toda la vida contigo.

Hablas harto de las mujeres en tus rutinas.
-Es que finalmente está pasado por mí, que soy mujer, pero no hago distinciones. Si hablo de alguna relación de parejas, por ejemplo, intuyo que va a tener una mirada femenina porque soy mujer, pero mi acento no está puesto ahí. Busco hacer una observación de algo que nos pueda pasar a todos.

¿Considerarías que son rutinas feministas?
-Es que sabís lo que pasa, encuentro que en este minuto es imposible que una mujer no se defina como feminista. Yo me considero absolutamente, pero no le pongo a mis rutinas un discurso feminista. Se puede colar por algunas partes, pero porque es imposible no ser feminista en este país.

¿Por qué?
-Uno cacha que no hay respeto por nada cuando se habla sobre del acoso callejero y salen las generaciones más viejas a decir “¿bueno, qué quieren, que le digan feas?” No entienden que no queremos que nos digan nada mientras caminamos por la calle. Pareciera que no lo logran descifrar. Siento que ese machismo está tan incrustado en los huesos de esos hombres de 50 o 60 años -que podría llegar a aceptarlo- porque lo tienen en los genes. Pero un hombre de 20 o 30 años que venga con machismos, no tiene ninguna justificación.

En Minas al Poder les pasaban diciendo Feminazis.
-Sí po, pero no entiendo muy bien ese concepto. Encuentro que es un término peyorativo del machismo hacia el feminismo. El machismo siempre se ha encargado de ponerle un nombre a cualquier movimiento que tenga que ver con las mujeres. En el programa a todas nos tildaban de feminazis, independientemente de qué hayan sido nuestras rutinas.

El Stand Up confrontacional y feminista se ha ido posicionando cada día más.
-Sí poh, es inevitable. Lo que hizo la Valdebenito el año pasado fue tan potente, que ahora un montón de mujeres van a querer hacer un Stand up, tratando de imitarla. O como cuando fue Alís, después todos querían hacer rutinas como él. En todo caso, eso no me parece nada bueno, siempre hay que tener una visión más personal. Tu punto de vista puede ser un humor muy inteligente o muy hueón, da lo mismo, pero mientras sea el tuyo hará que la rutina sea única y particular.

EL STAND UP

¿Tienes algún referente?
-A mí me gustan harto las gringas. Joan Rivers me fascina. Me encantaría llegar a vieja con ese nivel de lucidez y agudeza. Acá en Chile me gustan las comediantes, pero no sé si la podría tener como referentes. Una siempre tiene que diferenciarse de las demás. Una misma tiene que ser su referente. Como esto se ha ido poniendo de moda hay cosas muy buenas, pero otras muy malas. Hay gente haciendo puras leseras poh.

¿Te gusta el humor de la tele?
-No encuentro que haya un programa en la tele que me divierta. Hay una cierta crisis en los programas de humor. Siento que falta que aparezca algo nuevo de verdad. Como que todos los formatos son la copia de la copia de la copia. Me encantaría que haya un noticiero de humor. En Estados Unidos está lleno. Sería bacán que se agarraran cosas de contingencias para hacer humor. Acá no se atreven a nada.

Minas al Poder buscaba ser una novedad y no le fue muy bien. Ha sido bien criticado en redes sociales.
-A mí me parece que validar las redes sociales no está bien. Twitter es una plataforma que está tan odiosa que nada funciona por ahí. Yo creo que la apuesta de “Minas..” era tratar de hacer algo bien jugado y romper con la fomedad de la tele, pero como no se atrevieron a hacerlo en vivo, no funcionó. Y esa posibilidad estuvo, pero no quisieron. Siento que eso fue un error que pudo marcar una gran diferencia. A veces grabábamos muy desfasados en “Minas…”. Yo recuerdo que hice un monologo sobre las etiquetas de la comida y cuando salió al aire ya estaba súper pasado po. Pero yo nunca le voy a dar validez a lo que se diga en Twitter, que es como la odiosidad que no encuentra nada bueno.

Lo terminaron sacando y hace poco lo volvieron a dar.
-Imagino que en términos de rating no marcó lo que el canal pretendía, por algo lo sacaron. Pero no sé qué crítica podría hacerle, porque me divertía mucho con mis compañeras grabando. Se pasaba bien.

Pudo haber sido por las rutinas también…
-Igual ahora que ya lo hicimos, creo que se pudieron haber mejorado cosa. Por ejemplo, esos sketch con historias, que iban después de los monólogos, decían casi lo mismo que una ya había dicho, era raro po, pero es un análisis que una hace ahora después de haberlo grabado. Cuando los estábamos grabando estábamos súper convencidas que era algo interesante.

Parece que no fue recibido así.
-Siento que fue mixto. A algunas personas les encantó y a otras no.

¿Cómo tiene que ser el humor hoy en día?
-Tiene que ser peligroso, políticamente incorrecto. Una tiene que poder reírse de cosas que no se está acostumbrada a reírse: de la iglesia, del aborto, que son palabras que una dice en la tele y suena una chicharra ¡teeeh! Como si con eso no se pudiera jugar. A veces una dice condón y suena la chicharra, ni que fuera un garabato. En las rutinas tiene que haber una opinión involucrada, no todo necesariamente político, pero tiene que estar tu opinión.

¿Haces chistes de todo?
-No, mis límites son las cosas que me perturban de manera más personal. Por ejemplo, no me río de los discapacitados ni de los autistas. Nunca podría hacer un chiste de autismo, pero porque tengo un hermano autista. Es por eso. Esto tampoco quiere decir que si los hace otra persona me afecte, no me molesta. Otra cosa de las que tampoco me podría reír son los detenidos desaparecidos o la dictadura. Creo que hay mucha emoción puesta ahí.

¿Quién es latero en el humor?
-Yo no me río mucho con los humoristas clásicos, como Álvaro Salas o los contadores de chistes más tradicionales. Son un poco machistas. Se ríen siempre de las mujeres, de la suegra, de la señora no sé qué, que se cagaron a la señora… Con todo eso puedo llegar a vomitar, aunque no podría reflejarlo solamente en un puro nombre. Quizá lo que vi de Álvaro Salas en “Viva el Lunes” ya no es tan así. Han pasado quince años poh.

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