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Nacional

13 de Marzo de 2017

El turismo contribuye a la emancipación femenina en la zona cordillerana del sur de Chile

El turismo que atrae la reserva biológica Huilo Huilo, situada en los Andes Patagónicos, se ha convertido en un instrumento que ayuda a la emancipación de las mujeres de esta zona del sur de Chile, que a lo largo de los años han tenido que vivir a la sombra del hombre. Hace diez años, la […]

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El turismo que atrae la reserva biológica Huilo Huilo, situada en los Andes Patagónicos, se ha convertido en un instrumento que ayuda a la emancipación de las mujeres de esta zona del sur de Chile, que a lo largo de los años han tenido que vivir a la sombra del hombre.

Hace diez años, la Fundación Huilo Huilo inició un programa para dar empleo a las mujeres de Neltume, Puerto Fuy y otras localidades cercanas a la reserva.

Por entonces ellas se dedicaban a cuidar la casa, criar a los hijos y hacer la comida a los maridos, dedicados a la industria maderera, antiguo motor económico de la zona.

“Desarrollamos talleres de artesanía para ellas, para que se puedan expandir profesionalmente y lleven un sustento a su casa. Ha sido un trabajo increíble. Ahora son más fuertes, más independientes, más orgullosas de si mismas”, explica a Efe Macarena Cubillos, portavoz de la Fundación Huilo Huilo.

La iniciativa empezó con un pequeño grupo, pero con el paso del tiempo se fue expandiendo hasta llegar a 25 artesanas que elaboran sus productos para después venderlos a la reserva o a los turistas, que en los últimos años han aumentado exponencialmente.

“Nos enseñaron a fabricar nuestros productos, a venderlos, a recoger las semillas del bosque y a utilizarlas para crear nuestras ‘hadas’, una de las artesanías que mejor vendemos y que están muy ligadas a la naturaleza de la reserva”, explica Jeanette Burgos, que además de artesana es bombera, tiene dos hijos, un nieto y pareja.

“En mi casa hay un matriarcado. ¿Y sabes qué? Me siento súper bien. Ya lo he asumido y creo que lo llevo muy bien”, afirma Burgos, que está disponible las 24 horas del día como bombera, hace las cosas de la casa por la mañana y trabaja por la tarde.

La artesana explica que pese a que al principio las cosas no fueron fáciles, ahora ya no se puede quejar del apoyo que le da su familia.

“Ellos han adoptado la siguiente fórmula: si no puedes con ella, únete a ella”, ironiza, mientras explica que desde hace tiempo este respaldo ha dejado de ser simplemente moral.

“Mi hijo me ayuda con las cestas y las cosas más chiquititas de las hadas artesanales y mi pareja le pinta las caritas a las muñecas”, cuenta.

Una compañera suya, Guadalupe Troncoso -también con marido, hijo y otro trabajo- honra con su actitud un dicho con el que bromean los esposos de la zona y que ilustra bien el cambio de mentalidad: ‘antes las mujeres pedían permiso para hacer cualquiera, ahora ya ni avisan’.

Troncoso afirma que en total trabaja unas 18 horas al día, pero insiste en que compensa llevar un buen sustento a casa y poder enviar a los hijos a estudiar a la universidad.

“Después de trabajar durante todo el día, o estoy cocinando o estoy terminando alguna de mis artesanías, que son bordados y requieren bastante concentración”, explica.

Sin embargo, tiene claro cuál es la recompensa de todas las horas de esfuerzo.

“La seguridad como mujer de no depender de nadie. Tiempo atrás vivíamos solamente de los recursos de nuestros esposos. Ahora no tenemos que estar pidiendo ni esperando que otra persona nos dé”.

“Una decide qué hace con su dinero. Si lo invertimos bien o mal da igual, es nuestro”, presume orgullosa Troncoso, símbolo de una generación que poco a poco deja de vivir a la sombra del hombre para erigirse como mujeres fuertes, valientes y luchadoras.

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