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Nacional

20 de Septiembre de 2017

El desconocido vínculo de Siqueiros y Benito Juárez con Copiapó

En la historia de fraternidad latinoamericana que cubre ya tres siglos, la relación entre la ciudad de Copiapó y dos protagonistas de la historia mexicana, David Alfaro Siqueiros y Benito Juárez, había pasado prácticamente inadvertida. El político, presidente de México en varias oportunidades, recibió de parte del pueblo nortino una importante donación luego de la invasión francesa y el muralista, que estuvo exiliado en Chile después de intento de asesinato a Trotsky, realizó un mural homenajeando a Copiapó en una escuela en Iztapalapa ubicada en el DF. Fue su última obra. La historia, seguida por el escritor Víctor Munita, terminará en un libro, un documental y una obra de teatro.

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La cultura del pueblo de México siempre ha llamado mi atención, es por eso que durante años busqué oportunidades para conocer este país. Un día, navegando en internet en búsqueda de una beca para estudiar allá, Google relacionó “extrañamente” Copiapó, mi ciudad, y este país del norte del continente.

El buscador me arrojó unos datos bien vagos, sobre una escuela llamada Copiapó en el corazón de México. También un breve texto de una académica de la UNAM que hablaba de una antigua historia, bastante desconocida del siglo XIX, dónde se involucraba a David Alfaro Siqueiros, Allende y un especial homenaje a la capital de Atacama por una gesta realizada en beneficio del presidente Benito Juárez en 1863.

Todos estos datos los he investigado durante cuatro años en bibliotecas, medios de comunicación y libros de historia de ambos países. Incluso visité México, en junio pasado, interiorizándome de cómo Copiapó, el pueblo minero del norte de Chile donde nací, logró entusiasmar a sus ciudadanos, a otras ciudades y países, para reunir fondos en favor de México a través de una agrupación social y cultural llamada Sociedad de Unión Americana, que dio origen a uno de los movimientos revolucionarios más importantes de Chile, la revolución Constituyente en el año 1859, encabezada por el rico empresario minero y político copiapino Pedro León Gallo Goyenechea.

Lo que siempre se creyó en la historia nacional como un hecho aislado, incluso por mí -de jovencitos jugando a ser líderes políticos- había sido un intento de revolución política, social y económica; que impregnó el espíritu de toda la ciudad de Copiapó por largos años, alcanzando su mayor fuerza durante la invasión francesa al México de Benito Juárez en 1863, cuando el pueblo nortino sintió como una afrenta propia la intervención a dicho país.

La ofensiva francesa al México de Suárez, que culminó con la invasión de Napoleón III y la llegada de Maximiliano I, provocó un gesto de hermandad pocas veces visto en el contexto internacional: la comunidad, organizada por las familias Gallo y Matta, con la particular ayuda de las mujeres de la ciudad, buscaron donativos puerta a puerta para ayudar en la que consideraban una injusta ofensiva contra un país hermano.

“Los mineros de Copiapó, que durante aquellos años trabajaban el oro, la plata y el cobre, fueron fieles cooperadores de la causa independentista de México”, relató el periódico “El Ferrocarril” en la época. También surgieron comunicados en el diario El Copiapino, por parte del comisionado Tomás Gallo y sus hermanos y primos en la ciudad: “Si la distancia que nos separa del teatro de los acontecimientos, nos impide llevar el auxilio de nuestro brazo, quédanos el recurso de rescatar con nuestras generosas erogaciones, la obligación de la sangre que satisfaríamos más noblemente en las filas de la libertad combatiendo, uniéndonos a la vanguardia republicana que lucha en México contra la irrupción de la monarquía.”

Las mujeres que recorrieron las calles de Copiapó hicieron llegar los donativos hasta el sector de La Alameda de la ciudad, frente a la Iglesia San Francisco, recaudando $218.800 pesos de la época, dinero que junto a los aportes de los pueblos mineros cercanos ascendieron a un total de $466.800 pesos. La cifra, aseguran datos de la época, se habría duplicado.

S.U.A : SOCIEDAD DE UNIÓN AMERICANA

Durante junio del presente año, debí viajar a México a indagar datos más precisos. Me entrevisté con Naín Ruíz Jaramillo, historiador de Iztapalapa quien está investigando el tema; la doctora en Estéticas del Arte Leticia López Orozco de la UNAM y el embajador de Chile en México, Ricardo Núñez.

Uno de los datos más importantes lo encontré en el periódico “El Liberal” y en ensayos de Francisco García Naranjo sobre la prensa de la época. En ellos se comentaba sobre la organización del comité para apoyar y solidarizar con el pueblo de México y sus integrantes, creado por Don Pedro León Gallo; Francisco Prado; Pedro Hernández, Tomás Gallo, Pedro Zapata, P. Calderón; B. Carvallo, Anselmo Carabantes; José Guerra; Felipe Matta, Rafael Cortés por la ciudad de Copiapó, la que pertenecía a la agrupación SUA (Sociedad de Unión Americana) que era una red de exveteranos de la guerra de la independencia y constituida por personas ilustres como Benjamín Vicuña Mackenna, José Victorino Lastarria, Miguel Luis Amunátegui, Domingo Santa María, Manuel Antonio Tocornal, Francisco Ignacio Ossa, José Agustín Palazuelo, Aniceto Vergara, entre otros representantes de las tendencias del liberalismo, pero los más activos eran los liberales radicales Matta y Gallo, principalmente.

El historiador Roberto Hernández en su libro “Juan Godoy”, comenta que la reunión convocada fue numerosa y que después de los discursos pronunciados por don Pedro León Gallo, Olegario Olivares y Alejandro Villegas, se procedió a recoger erogaciones que cada concurrente quisiera aportar para beneficiar a los hospitales de México y el Ejército. “El resultado no pudo ser mejor, en media hora que duró el acto se recaudó esa gran suma de $218.800, Los oradores hablaron desde el tabladillo que servía a los músicos en el paseo Alameda”.

Este acto copiapino movilizó a Vicuña, Ovalle, La Serena con la agrupación “Sociedad de la Independencia Americana”, posteriormente a Valparaíso, San Felipe, Quillota, Talca y Concepción. También entraría en contacto con las sociedades, empresarios y comunidades de Lima, Buenos Aires y Sucre.

LA CARTA DE BENITO JUÁREZ A COPIAPÓ

El 19 de junio de 1863, los comisionados por el pueblo de Copiapó, encabezado por Tomás Gallo, dirigen una carta al presidente de México, Benito Juárez, dando cuenta de los aportes y felicitándole por el ejemplo que están dando al mundo americano: “…Dignaos ciudadano presidente, manifestar a ese pueblo que, el de Chile le ama y admira, que une su suerte a la de él y que, en vez de pobres auxilios pecuniarios, le prestaría el de su sangre…”.

El 24 de septiembre de 1863, Benito Juárez, responde en carta dirigida a don Tomás Gallo; agradeciendo las dos remesas de dinero enviadas para los hospitales de sangre. En otro acápite expresa: “…Ya he dispuesto al ministerio respectivo que remita a Ud. el recibo correspondiente y se den las gracias más expresivas a todos los ciudadanos de esa provincia (Copiapó), ejemplo para toda América, por el importante auxilio que prestan en la guerra injusta que ha traído el emperador de los franceses y por el triunfo de la justa causa que México defiende”.


Mural y busto de Salvador Allende en Escuela de Copiapó, México.

SIQUEIROS Y BLANCA LUZ BRUM

En 1939 un sismo de gran magnitud sacudió la ciudad de Chillán, terremoto que la dejó en la ruina, con un resultado cercano a las 10.000 víctimas. El Gobierno de México, en un acto de solidaridad, donó una escuela, a la cual se le llamó “Escuela México”. Fue inaugurada el 25 de marzo de 1942, luego de poco más de dos años de construcción.

Gracias a la gestión de Pablo Neruda, los muralistas David Alfaro Siqueiros y Xavier Guerrero llegaron hasta Chillán, con la misión de plasmar la historia de estos dos entrañables países en los murales de la biblioteca de la escuela, ubicada en el segundo piso del establecimiento, donde se alberga el famoso mural titulado “Muerte al Invasor”.

De 1940 a 1944 Siqueiros estuvo desterrado en Chile, casi como un castigo, por su participación en un intento de asesinato a León Trotsky, al que admiró al inicio de su militancia, pero del que luego se distanció debido a razones políticas (El pintor se apasionó por la vertiente más estalinista del proceso ruso).

El periplo de David Alfaro Siqueiros es recordado por habitantes de la época como un viaje por varias zonas del país, incluso se dice que estuvo casi un año y medio en Antofagasta y Copiapó. Blanca Luz Brum, su mujer en ese entonces, quien lo sigue por el continente; visita la localidad de Inca de Oro y Pueblo Hundido (hoy Diego de Almagro), episodios relatados en cartas de amor al muralista, publicadas en el libro “Mi Vida”.

Blanca Luz se separaría en Chile de Siqueiros, quien furioso no puede impedir que se case con el ingeniero y legislador chileno Jorge Beeche Caldera, del cual se divorciará años más tarde para casarse con Carlos Bronson, gerente de una compañía aérea. Los aires de guerras en el mundo – se firma del pacto germano-soviético y los nazis invaden Polonia y Finlandia- hacen que la mujer cambie su mirada del comunismo y dé un giro inevitable a la derecha.

EL COPIAPÓ POSIBLE EN LA VIDA DE SIQUEIROS

Según el restaurador ítalo-mexicano Renato Robert, en una entrevista concedida en junio de este año en Ciudad de México, el muralista habría estado en Copiapó, fotografiando y conociendo a sus habitantes, testimonio que quedaría plasmado en una de sus obras.

Una de las situaciones que confirmarían esto es que casi tres décadas después, en 1972, se crea un establecimiento llamado “Escuela Primaria Copiapó” en la localidad Iztapalapa, inaugurada por el presidente Salvador Allende y el entonces presidente de México Luis Echeverría.

En el establecimiento se homenajea al pueblo de Copiapó con un mural, pintado por David Alfaro Siqueiros, que lleva por nombre “Paisaje de Copiapó”. Esta obra de arte es la última en la vida del artista, quien guardaba en sus recuerdos los años vividos en la ciudad minera del norte de Chile. “Copiapó, el lugar que dio la libertad a mi pueblo…”, se lee en el mural. Una obra que la doctora en Estética del Arte de la Universidad Autónoma de México, UNAM, Leticia López Orozco, describe como “una muestra en perspectiva aérea de la ciudad enclavada en ese valle chileno” . Luego agrega: “No obstante su pequeño formato, en el mural se combina lo que el crítico Antonio Rodríguez llamó “lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño”, es decir, las voluminosas montañas envuelven a la minúscula ciudad en un acto de fraternidad, como el de Siqueiros al elegir representar un pasaje de la historia de México y Chile. Grandes y vertiginosas montañas en donde al final de la obra se divisa la silueta de un minero”.

La Escuela lleva una placa junto al busto de Salvador Allende y el mural de Copiapó, que dice: “En 1863, cuando nuestro país fue víctima de una injusta intervención, los habitantes de Copiapó , capital de la Provincia de Atacama, de la hermana República de Chile, hicieron sentir su fraternal apoyo al Presidente Juárez y a los mexicanos. En reconocimiento a tan conmovedora muestra de solidaridad, esta escuela lleva el nombre de Copiapó.”

EL BUSTO DE BENITO JUÁREZ

La historia, demás está decir, tiene vueltas. En el año 1972, siendo alcalde de la ciudad de Copiapó el señor Ubaldino Díaz, recibió de la República de México como obsequio el busto en metal de Benito Juárez. Mientras se terminaban los trabajos para instalarlo en la zona de la Alameda copiapina, aconteció el Golpe Militar. El artista Francisco Ossandón, quien tenía un taller en la antigua Logia de Copiapó, custodió el busto y como medida de precaución por lo que se vivía en esos días, decidió enterrar el Juárez de metal. Ya en dictadura, el intendente de la época, el militar Alejandro González Samohod –quien, según CiperChile, habría reconocido estar en el control de ingreso en el estadio Chile durante la detención de Víctor Jara- envió a levantar en el hito destinado a Juárez, el de Ignacio Carrera Pinto, inaugurado en 1977 en Avenida Henríquez de Copiapó.

El busto de Benito Juárez fue guardado y custodiado hasta estos días por la Masonería de Copiapó, quienes lo desenterraron y hoy preside la biblioteca de la logia nortina, custodiando el símbolo del hermano presidente y emblema de la historia latinoamericana.

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