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Mundo

4 de Diciembre de 2017

Adelio, el niño salvadoreño que vivió para mostrar las heridas de El Mozote

Adelio Díaz Chicas, un jornalero de 42 años de edad, elevó su tímida voz ante un juzgado del oriental departamento de Morazán, que conoce la causa penal contra 18 militares retirados por la masacre de El Mozote. "Yo estaba jugando con mi hermano, cuando de repente entró un soldado y empezó a disparar", relató Adelio, quien identificó al militar y otros que llegaron después como miembros del elite Batallón Atlácatl.

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Adelio fue dado por muerto a sus 6 años por el Ejército salvadoreño en 1981, junto a unos 1.000 campesinos desarmados, así que en los planes de la cúpula militar no estaba que él sobreviviera para mostrar, 36 años después, las heridas de una de las peores masacres registradas en Latinoamérica.

Adelio Díaz Chicas, un jornalero de 42 años de edad, elevó su tímida voz ante un juzgado del oriental departamento de Morazán, que conoce la causa penal contra 18 militares retirados por la masacre de El Mozote.

“Yo estaba jugando con mi hermano, cuando de repente entró un soldado y empezó a disparar”, relató Adelio, quien identificó al militar y otros que llegaron después como miembros del elite Batallón Atlácatl.

Aseguró, ante las preguntas de la defensa de los militares y de la querella, que reconoció a los hombres vestidos de verde olivo, porque días antes de la masacre, perpetrada en diciembre de 1981, llegaron para que su madre les vendiera café y tortillas para comer.

“Aquel soldado me disparó de primero, me corrí para una división dentro de la vivienda. Había un hoyo en la cocina, ahí me escondí”, recordó.

Desde su escondite y con un brazo herido de bala, Adelio vio cómo los soldados acabaron con su niñez y le labraron un futuro sin su madre y sin sus tres hermanos.

“Observé cuando él le disparó a mi mamá; ella estaba en un silla dándole de mamar a una niña de 40 días de nacida y cayó al suelo” con la niña, “que también murió”, apuntó con voz tranquila y el rostro triste.

Contó que después de esto, el militar se dirigió a su hermano y “le sacó las tripas a puros disparos. El tiroteo duró un aproximado de 10 minutos”, cuando eran cerca de las 13.30 hora local de ese día de noviembre, cuya fecha exacta no puede precisar.

Recordó que llegaron otros (soldados) y mataron a su hermana, “que estaba echando tortillas en una cocina. La mataron a tiros”; luego prendieron fuego a la casa y “me tuve que salir por el calor y las tejas se estaban cayendo del techo”.

Una señora lo auxilió, lo llevó a un albergue donde encontró a su abuelo y pasó una noche sin atención médica tras huir del cantón Cerro Pando, cercano a El Mozote. Días después lo llevó hasta el hospital.

Pasado un tiempo regresó a casa, “estaba destruida, los cuerpos estaban quemados” y una tía los enterró. Dichos restos fueron exhumados, pero Adelio sigue sin recibir las osamentas de manos del Instituto de Medicina Legal.

“Para mi es muy doloroso y me ha afectado mucho porque me ha tocado vivir la vida a mí solo, porque lo más duro que puede haber para uno es perder a sus padres y lo que quiero es que se haga justicia”, concluyó Adelio, tras mostrar la cicatriz que le dejó una herida de bala en el brazo.

La contundencia del relato no se vio mermada por su brevedad.

Casi todas las preguntas de la parte querellante fueron objetadas por la defensa y rechazadas por el juez. En uno de sus pocos intentos por desacreditar el testimonio, un letrado le cuestionó si “siente rencor”; guardó silencio y la voz de Adelio siguió resonando.

El testimonio de Adelio fue uno de los dos recibidos por el Juzgado Segundo de Primera Instancia de San Francisco Gotera este 30 de noviembre y forma parte de los 11 nuevos testigos que nunca habían declarado.

El Informe de la Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas en El Salvador de 1993 sobre la guerra civil (1980-1992) estableció que entre el 10 y el 13 de diciembre de 1981 unidades del elite Batallón Atlácatl torturaron y ejecutaron “deliberada y sistemáticamente” a niños, hombres y mujeres del cantón El Mozote y otros aledaños.

Esta masacre es uno de los mayores ataques contra civiles perpetrados por algún ejército latinoamericano, y diferentes sectores la han comparado con las matanzas nazis o de Vietnam.

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