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Opinión

13 de Diciembre de 2017

Columna de Nicolás Grau: Las lecciones de la segunda vuelta

Con el mismo convencimiento que tengo respecto a que el único camino para una agenda de cambios en Chile pasa por derrotar electoralmente a la Nueva Mayoría, este 17 de diciembre votaré por Guillier a pesar de todos los esfuerzos que hizo el candidato para convencerme de lo contrario.

Nicolás Grau
Nicolás Grau
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A diferencia de otras candidaturas, Beatriz Sánchez hizo una campaña propositiva y basada en las
ideas, sin descalificaciones personales. Como Frente Amplio, nuestra propuesta al país consistió en un conjunto coherente y ambicioso de medidas con el fin de promover un nuevo camino al
desarrollo.

Al hacerlo, no intentamos inventar la rueda. Por el contrario, nuestra apuesta fue proponer un camino basado en experiencias exitosas, para así empezar a quebrar nuestra historia de extrema desigualdad en los más diversos planos de la vida.

El buen resultado electoral del Frente Amplio y su claro mensaje programático, en conjunto con el genuino afán reformista de las bases de Nueva Mayoría, generó condiciones muy favorables para
que la alternativa de centro izquierda que había pasado a la segunda vuelta, pudiera ganar haciendo una propuesta más progresista al país. Era una situación soñada para el mundo progresista de la Nueva Mayoría: la derecha con una votación muy menor a la esperada, un claro triunfo del sector progresista de la Democracia Cristiana y una votación alta del Frente Amplio, al parecer debido principalmente a los nuevos votantes.

Inexplicablemente, Guillier y al menos una parte de su comando, tomaron otro camino. Salvo la
posibilidad de un plebiscito para destrabar la discusión constitucional, no hubo mayores cambios
en sus propuestas. El comando de Guillier ha mantenido el discurso errático y deslavado de la
primera vuelta. En vez de ver la buena votación del Frente Amplio como una oportunidad para
hacer una propuesta más cercana (incluso) al sentir mayoritario de los militantes y adherentes de Nueva Mayoría, se les vio incómodos, y en algunos casos “aprovechando” este escenario para
mostrarle a los poderes fácticos que, pese a que les convenía electoralmente tener un discurso
progresista, ellos eran serios y no caerían en esa tentación.

Hubo, por cierto, valiosas voces y discursos disonantes: Camila Vallejo, Yasna Provoste, Daniel
Jadue, Roxana Pey y Fernando Atria, entre otros. Sin embargo, sus positivas intervenciones rara
vez se tradujeron en propuestas concretas que dieran cuenta de una reorientación progresista.
Aunque no deja de ser sorpresivo el comportamiento de Guillier y su comando, confirma lo
trascendente del surgimiento del Frente Amplio como una tercera fuerza, capaz de disputar la
hegemonía en el campo de las fuerzas de cambio.

Lo que ha demostrado esta segunda vuelta es que para hacer cambios profundos en Chile no basta con generar escenarios o incentivos para que Nueva Mayoría se comporte de manera distinta. Hay que competir y ganarles, y a partir de ese reordenamiento político, establecer una nueva relación que permita que el afán reformista de los militantes y adherentes del Frente Amplio y de Nueva Mayoría, pueda expresarse plenamente en la política chilena. Tal como ha ido sucediendo en la experiencia de la alcaldía ciudadana de Valparaíso, conducida por Jorge Sharp.

¿Constatar esta pobre vocación reformista de la candidatura de Guillier es razón suficiente para
votar nulo? En mi opinión, no.

A mi juicio, corresponde distinguir en cada escenario qué podemos y qué no podemos hacer. A la
Nueva Mayoría hay que derrotarla electoralmente, pero lamentablemente esa oportunidad la
desperdiciamos por escaso margen el 19 de noviembre recién pasado.

Este 17 de diciembre no es posible hacer aquello sin al mismo tiempo entregar el gobierno a la derecha. Y debemos ser claros: nos enfrentamos a una derecha cada vez más cavernaria, donde el posible discurso liberal y republicano de derecha está totalmente anulado.

Así, con el mismo convencimiento que tengo respecto a que el único camino para una agenda de
cambios en Chile pasa por derrotar electoralmente a la Nueva Mayoría, este 17 de diciembre
votaré por Guillier a pesar de todos los esfuerzos que hizo el candidato para convencerme de lo
contrario.

Si pierde Piñera será un alivio. Contribuir a aquello con mi voto no me generará mayores
remordimientos, ya que, aunque suene poco épico, no veo inconvenientes en hacer lo que uno
considera mejor para el país dadas las opciones que tiene.

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