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Poder

19 de Diciembre de 2017

El rotundo fracaso del progresismo y el rearme desde las ruinas

Ni en su peor pesadilla la centroizquierda vislumbró una paliza electoral tan contundente como la sufrida este domingo. Con los resultados de la primera vuelta, el oficialismo se aferró a la esperanza de un resultado estrecho y confió en que el “antipiñerismo” podría inclinar la balanza a su favor. Nunca imaginaron que Sebastián Piñera sería capaz de movilizar a nuevos votantes y propinarles una derrota de proporciones que dejó a todos en el comando de Alejandro Guillier sin respuestas ni capacidad de asestar el golpe. Ahora, el progresismo tendrá que iniciar un camino de reconstrucción que será liderado por el Partido Socialista, el más fuerte de la coalición, que estará obligado a dirimir entre rearticular el eje con la DC o decidirse por girar a la izquierda.

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Este domingo, la desconexión con la realidad en el comando de Alejandro Guillier era tal, que a las 17:05 horas, la preocupación entre los dirigentes de la Nueva Mayoría era la baja participación en la elección. Con 25 mil apoderados frente a los 45 mil desplegados por Sebastián Piñera, tenían demasiados puntos ciegos. El resultado, con una sorprendente alza de 332 mil nuevos votantes que se inclinaron por el multimillonario, les explotó en la cara. Desde el cierre de las mesas, nunca existió ni una mínima esperanza. Los primeros conteos que llegaban desde La Serena y la VIII región, bastiones de la centroizquierda, cayeron como un balde de agua fría y anunciaron lo que estaba por venir: Una masacre en las urnas. A las 18:20 horas, el comando se transformó en un silencioso funeral.

Alejandro Guillier miraba los resultados, junto a su familia, en una habitación del tercer piso del Hotel San Francisco. En un cuarto continuo, su equipo más estrecho de colaborarodes y quienes estuvieron al mando de la campaña: Juan Enrique Forch, Luis Conejeros, Juan Carlos Soto, Harold Correa, Enrique Soler, se agarraban la cabeza.

Los líderes de la Nueva Mayoría, en cambio, se refugiaban y soportaban el aguacero en el subterráneo del hotel. Varios pisos de diferencia que ilustran la distancia que Guillier siempre quiso mantener de los partidos políticos y que, probablemente, explican su fracaso. O al menos eso dicen los dirigentes de la Nueva Mayoría, que aún no logran entender cómo la campaña quedó en manos de un grupo de “inexpertos” y se impuso “la lógica del amiguismo” en la toma de decisiones claves.

Las mujeres fueron las primeras en salir a dar la cara. Las parlamentarias Isabel Allende, Yasna Provoste y Karol Cariola enfrentaban las cámaras y la lluvia de preguntas de los periodistas. En el hall del hotel, sentados a una mesa, Andrés Zaldívar, Roberto León y Sergio Bitar digerían el golpe con cara de tragedia comiendo maní salado y bebiendo gaseosas.

Con el 50% de los votos ya escrutados por el Servel, el candidato derrotado bajó junto a su familia y subió a el escenario. Sus adherentes coreaban: Guillier, amigo, el pueblo está contigo, pero la realidad es que el pueblo mayoritariamente estuvo con Piñera. El senador por Antofagasta no dudo en reconocerlo e hizo un sentido discurso en que llamó a la autocrítica de la centroizquierda. Luego se dirigió al comando de Piñera para felicitarlo por su “maciza victoria”.

La esperanza de un resultado estrecho y el golpe de efecto generado por la visita de Pepe Mujica en la última semana de campaña, se limitó a ser solo una ilusión de última hora. Piñera se impuso por 9 puntos y logró 635.671 votos más que Alejandro Guillier.

¿Y AHORA QUÉ?

Los dirigentes de la Nueva Mayoría presentes en el comando estaban tan sorprendidos por el resultado que se resistían a realizar análisis. Afirmaban que era momento de reflexionar y analizar con lupa la votación para lograr entender qué había sucedido. También descartaron responsabilizar al Frente Amplio por la derrota.

Andrés Zaldivar fue de los pocos que aventuró una tesis. “Fue un triunfo contundente, es demasiado. Hay que analizarlo con mucha frialdad. Cada uno tendrá que asumir sus propias responsabilidades (…). Ahora habrá que recomponer el proyecto que queremos construir en el próximo tiempo en una alianza de centroizquierda, recoger lo que hicimos en el pasado para proyectar el futuro(…). A lo mejor leímos mal lo que estaba esperando la gente. La gente votó así y vamos a tener que explicarnos las razones. Quizás fue una excesiva oferta de cambios o falta de moderación y prudencia”. El senador de la DC reafirmaba así la idea de valorar el pasado de la Concertación y apostar por la moderación, junto con descartar el fin de la Nueva Mayoría.

Lo mismo descartaban importantes figuras del Partido Socialista, que dado los resultados de las elecciones parlamentarias, se constituyó en el líder indiscutido del oficialismo. “Vamos a ejercer nuestro liderazgo para evitar la dispersión de las fuerzas de centroizquierda”, aseguró el secretario general del PS, Andrés Santader.

El líder del PPD, Guido Girardi, afirmó que la falta de unidad provocó la derrota: “En la primera vuelta el mundo progresista fue mayoritario, la tarea es no cometer dos veces los mismos errores. Creo que perdimos por falta de unión, perdimos por la incapacidad de articular las distintas visiones y expresiones que existen en el progresismo. Si no somos capaces de eso, vamos a estar en problemas incluso para defender nuestras reformas”, dijo en alusión al trabajo legislativo que se viene cuando asuma Piñera.

En privado, otros dirigentes del PS, plantean que es posible que el eje PS-DC vuelva a retomar fuerzas para no descuidar el centro político y que por el lado de la izquierda, en el mediano plazo, el PC evalúe su continuidad en el conglomerado y opté por aliarse con el Frente Amplio para volver a disputar poder desde la calle.

Fernando Atria, por el contrario, sostuvo que “el PS debe jugársela por la construcción de un bloque por los cambios que sea de izquierda. Creo que esa es la tarea para el futuro”.

Otra preocupación adicional que invade a los dirigentes del oficialismo es la ausencia de liderazgos fuertes que pueden conducir el proceso de rearme y, explican, dada la pluralidad de la izquierda, será muy difícil ponerse de acuerdo. Tampoco hay figuras para perfilar un recambio generacional. El panorama futuro no se ve nada bien.

Pero el temor más fuerte que acecha al progresismo es que la derecha podría proyectarse en el poder más allá del 2022, porque con la experiencia a cuesta como exmandatario, “Piñera no debería volver a cometer los mismos errores” y ya demostró que, junto a otros liderazgos de Chile Vamos, es capaz de movilizar a buena parte de la ciudadanía.

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